Sin embargo no todo es bosque. El inicio, con la colegiata de San Martín, bien merece una parada, ya existía en el siglo X y no solo el entorno es especial, es la mejor manera de aprender cómo es el arte románico.
La siguiente parada, Villaescusa de Ebro, no solo ofrece la tranquilidad de un pueblo de apenas 30 habitantes, cuenta con la cascada y ermita rupestre del Tobazo. Estamos a la entrada de la garganta del Ebro, seguimos en Cantabria y no habrá señales de que nos acercamos a Burgos, no es necesario. Además guarda otro tesoro que, aunque apartado de la localidad, bien merece una visita.
De Orbaneja se ha hablado mucho, no es un lugar que puedas olvidar. Lo conocí cuando apenas tenía habitantes.Ahora es un destino especial para el turista, pero la cascada que te abre sus puertas sigue siendo la misma, te deja sin palabras.
Estamos en plena Navidad. Sentía la necesidad de hacer una entrada en estas fiestas y recordé que cuando era niña una de mis aficiones más preciadas junto a mis hermanos era colocar cromos en álbumes que mi madre nos compraba. Tardábamos mucho tiempo en completarlos, pero con infinita paciencia los acabábamos.
Esta entrada es hoy pues un álbum de los de antes, pero con la diferencia que según transcurran los días iré colocando las frases correspondientes, los cromos ya están.
Siempre he pensado que la Navidad es para niños. Para los que hace tiempo perdimos el pilar de nuestra familia, no es nada, unos días de descanso, en mi caso no, pero solo eso.
Dejamos de creer en Reyes Magos y en un mundo mejor, simplemente vemos pasar el tiempo por si acaso alguna vez algo cambia, porque nunca perdemos la esperanza. Mientras tanto seguimos esforzándonos en intentarlo.
El inicio es en San Martín de Elines. Mañana de niebla que convierte su colegiata en un lugar mágico aún más.
Tras un breve paseo por la localidad inicio este tramo del GR 99. A mi izquierda el Ebro acrecienta con su enorme caudal esa sensación de frío extremo.
Las vacas son los primeros seres vivos, sin contar las plantas, que me encuentro en este camino.
Es la magia del otoño la que pone nombre a este precioso sendero. A partir de ahora me iré encontrando con chopos, fresnos, avellanos, hayas...todo un jardín botánico que hará que mi paseo sea lento y delicioso. El frío irá desapareciendo, es lo que tiene la distracción.
Y comenzarán a aparecer esas plantas de las que desconozco su nombre o simplemente me hacen dudar.
La primera vez que te ví fue en Fuentes Carrionas a gran altitud, ahora casi estoy segura de que te llamas pudio o aliso bastardo, difícil olvidar la forma de tus hojas.
Si eres un mundillo o viburnum alcanzarás los 5 m. de altura y tus semillas serán apetecibles para los pájaros, con ello contribuirán a que llegues muy lejos.
Llego a Villaescusa de Ebro, en ningún momento me cruzaré con alguien.
Imagino el tránsito de gentes por este encantador paraje en otros meses, pero octubre tiene ese toque especial que une la soledad al otoño.
No estoy acostumbrada a ver el mar. Así pues se me hace que el Ebro lo es, recortado entre orillas pobladas de densa vegetación pero bravo y fuerte, infunde temor y respeto.
Tu nombre se pierde en el otro extremo del puente pero el Ebro escapa con cada una de sus letras al desamparo de lo inevitable.
Las puertas que ya no abren se esconden tras zarzas que les sirven de adorno.
Trepan con descuido componiendo cierres inesperados.
Tiendo a ubicarme cerca de fuentes y arroyos como el musgo que tapiza la piedra.
Delante de un gran chopo me encuentro con el indicador a la cascada del Tobazo. Me retiro entonces del GR para acercarme a verla.
Voy despidiéndome momentáneamente de Villaescusa, el último pueblo de Cantabria.
Marca el inicio al cañón del Ebro. Sin duda un lugar privilegiado.
Frente a mí mientras asciendo hago sucesivas paradas para disfrutar de las vistas. Y esa gran peña a la que aún no pongo nombre y que forma ya parte de este bellísimo cañón.
Hay caminos que solo permiten el paso de una sola persona, se van estrechando al igual que las dificultades que nos obligan a escoger una solución. Puede que los problemas sigan entorpeciendo nuestro paso, pero las sendas hay que seguirlas porque en cualquier momento podemos encontrar lo que buscamos. Puede que esa salida solo represente la pérdida ideada para escapar de los malos momentos, por ello caminar es la mejor de las terapias.
Desde arriba todo se ve de otra manera. Las hayas se igualan a las peñas como las sendas a los ideales.
Diversos indicadores que ayudan a elegir, voy hacia la derecha. Desde la lejanía ya percibía que no habría cascada, como muchas otras se muestra estacional.
Impresiona ver como las oquedades, ahora sin agua, asemejan ser cuencos vacíos de roca recubierta por densa vegetación. En la Edad Media fueron eremitorios. Qué lugares tan singulares busca el hombre para escapar del mundo y meditar.
Pero un canchal me pone a prueba. Hay obstáculos que me detienen porque antes ya he tenido percances con ellos. Unos minutos para decidirme y al final regreso porque si se duda lo mejor es actuar con cautela.
Mientras vuelvo no paro de echarme en cara la falta de confianza que a veces me asalta...y lo que me he perdido.
...máxime si siempre he tenido vértigo y hasta aquí he llegado por esta senda apenas marcada.
Cojo la senda que desciende hacia la zona inferior de la cascada. Bonito camino entre aromáticas y helechos.
Pero ahora me decidiré por regresar a Villaescusa, quiero llegar a Orbaneja. Si arriba no hay agua, difícilmente la habrá abajo. Sin embargo debería haberme acercado.
Un nuevo descanso en la fuente. Al final para mi paraguas hoy su función será ser bastón de apoyo.
Veo demasiadas casas caídas en Villaescusa. Sé que los senderos no solo nos conducen a nuestro objetivo, también fortalecen a las pequeñas poblaciones que tienden a desaparecer, les da ese aliento que necesitan para mantenerse vivas.
Pero en este juego laberíntico de indicadores compruebo que pasaré por la cascada mientras transito por este GR 99.
Y volveré a cruzar nuestras miradas, tu porte majestuoso acicalado con la suave gasa que se llama nube.
Paso por delante de la Central eléctrica del Tobazo, hoy vivienda particular.
El Ebro, déjame llamarte mar, baja indómito, quebrando los silencios que quisiera escuchar.
Este extenso mundo de bosques de avellanos y hayas se cierra sobre el caminante para intentar alcanzarle con el dardo de sus ramas.
Hasta la senda se hace río y le imita siguiendo un curso paralelo.
Veo troncos que comienzan a ser estatuas, robles que endurecen su corteza, que esperan el frio que en invierno se hará demasiado crudo.
Este camino conforme avanza regala sorpresas. No hay rutinas. Es como un paseo de obstáculos fácilmente salvables, de dificultad mínima pero con un alto grado de diversión.
Vuelvo a fotografiarte porque ese contraste entre el rojo y el verde embellece de una forma muy especial este preciso momento. Me recuerdas a las cerezas y eso que estamos en otoño.
Entre fresnos salen a escena las formas caprichosas que son el toque distinguido de este precioso cañón.
Quisiera que fueses un mostajo común, que en esta ocasión no me equivocase y así tu y yo tendríamos un tercer encuentro.
Bella composición de un roble y un avellano. Los árboles no entienden de odios, de territorios.
Acaban como empiezan, juntos compartiendo un mismo espacio.
De puentes y bosques podría hablar durante horas pero con palabras inaudibles, las que terminan siendo una sonrisa mientras sorteas de piedra en piedra una senda encharcada.
Un brote de haya con su colorido otoñal ganando terreno al pasado verano.
Impresionante haya. Comparten formas imaginarias con los castaños y las nubes.
Un rusco, ruscus aculeatus. Es un pequeño arbusto que, si la planta es femenina, en los meses fríos nos regalará sus vistosas bayas rojas.
Hay diversos tipos de arces, me gustan sus semillas parecen frágiles mariposas en busca de una nueva ubicación.
Y un cielo ficticio, creativo, de amarillas hojas de hayas donde el colorido te absorbe con la intencionalidad de no dejarte marchar.
Si seguimos siendo niños, lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por la ilusión, en este caso real, de que estamos en un bosque encantado, podemos barajar la idea de quién se podría sentar aquí.
Cornejo,aligustre...no sé qué eres. Cambiáis a medida que el otoño avanza, os arrugáis y vuestras hojas amarillean.
En todo bosque encantado no puede faltar un tejo, taxus baccata. Árbol milenario, puede vivir 5.000 años, mágico pero también tóxico...simplemente espléndido si te lo encuentras como ejemplar solitario.
Puede parecer que todo el bosque es igual, no pretendo convencer que éste es más especial.
Solo miro hacia delante y voy abriéndome paso como un caballo desbocado que va al encuentro de su libertad.
Elegiría para esta Navidad que va perdiéndose esta fotografía, una sencilla composición, sin ningún artificio y que representa la verdadera esencia de lo que somos. Mientras algo nace, algo se reproduce y algo muere...mientras comprendamos que estamos de paso, que el tiempo que nos quede pueda ser breve, vivámoslo inténsamente, debilitando el dolor y acrecentando la esperanza.
Hay sendas que lo parecen pero no lo son. Mientras caminas por ellas tienes la sensación de que flotas, de que te vas deslizando a través de un agradable sueño, del que no quieres despertar.
Esta vez te he cazado, cuántas veces te he he visto y sin poder ponerte nombre te he ido dejando apartado pero sin olvidar esa cápsula que guarda tus semillas. Eres un bonetero, también llamado evónimo. Tu madera se transformará en carboncillo con el que poder dibujar tus delicados trazos.
Y vuelves a imaginar al Ebro como un mar que apenas has visto. Un mar sin barcos, sin duelos, sin horizontes. Un pequeño mar recogido que acabará siendo descomunal, donde perderé sus ondas y no podré seguirle.
Me confunden a menudo las hojas de alcornoques, de encinas, quejigos, robles y carrascas.
Me quedo entre que puedas ser quejigo o encina.
No solo hay bosque en mi paseo, las piedras de muros con puertas abiertas sugieren ser huertas.
¿Por qué los caminos nunca terminan? Te incitan a proseguir, a retornar, a continuar buscando.
¿Tan perdidos estamos?. Cómo no acudir a la llamada.
Y pensar que un fresno puede alcanzar los 40 m. de altura. Que en primavera tendrá más flores que hojas y que de su madera se podrán obtener diversos útiles.
Detenerse a observar como el tejado se tiende y acomba como la montaña que tiene enfrente.
Los caminos dan sentido a nuestra vida, nos ayudan a conocernos, nos prestan ese silencio que tanto ansiamos, nos devuelven a la realidad que queremos, nos hacen crecer, nos hacen olvidar nuestras limitaciones. Irrumpen en nuestra anclada monotonía con un festival de colores, de sensaciones gratuitas, de valores que creíamos perdidos. Nos devuelven a nuestros seres queridos, aquellos que caminaban junto a nosotros, porque los recuerdos reviven con cada paso que damos.
Aquí me asalta la duda de si serás un labiérnago...Mientras tanto seguiré pensando que lo eres.
Sé que queda poco para llegar a Orbaneja porque cerca de mí aparecen los famosos "camellos" que se encuentran frente a la población.
La primera imagen que admiro del pueblo no permite ver lo que le hace ser tan sumamente espectacular.
Hay algo de asombroso en los puentes. Ese peligro llamado vértigo que te hace mirar hacia delante perdiéndote el paisaje que le rodea o al contrario, ese vértigo exento de peligro que te inclina a observar hacia abajo para dejarte llevar por las corrientes indomables de un caudaloso río o por la tristeza que sientes cuando tus ojos se posan en un seco lecho de cantos rodados y arena.
Es Orbaneja una atalaya de verde bosque y piedra. Te mira desafiante, te empequeñece...
...y te enamora. Seduce tanto su puesta en escena que acaba paralizándote para que acabes siendo un lector de cuentos y leyendas sobre como el agua puede retener los sentidos de todo el que se acerque a contemplarla.
Dejo aquí este cartel porque hace de referente para un viaje nuevo y no desconocido.
Cerca queda Cortiguera y Valdelateja, próximos destinos para una interesante excursión.
Tiene Burgos, sin desmerecer a otras provincias, tal abundancia de lugares impresionantes que harían falta otras vidas para poder verlos todos.
Junto a un tilo me dejo llevar por los sonidos que componen la más deliciosa de las melodías.
Aquí me planteo el continuar el ascenso hacia el pueblo, he estado en varias ocasiones, o permanecer quieta, relajada, impresionable.
Una vez arriba, porque sería una falta de consideración no pasear por sus calles, me creo que aún vive anclada en el Medievo. No solo es por su emplazamiento, también ese magnetismo que subyace en cada rincón de este pueblo.
Evito la zona más transitada, la que parte de la cueva del agua y me dedico a pasear por sus callejas, casi vacías. Un pueblo con hermosas vistas necesita bien poco para conquistar.
Quién fuese buitre para poder planear sobre Orbaneja.
Me devuelvo a mi bosque, voy en busca de esos silencios y soledades que necesito tan a menudo.
Escapo del bullicio de una tarde en Orbaneja. Preciso de ese aislamiento que solo se encuentra en estos espacios abiertos cuando va cayendo la tarde y el caminante no encuentra nadie con idénticas inquietudes.
Y los senderos se abren y cierran. Te aguardan con un fondo oscuro , como una barrera que puede tener el poder de trasladarte a otro lugar que queda bien lejos. Es lo que tiene la meditación, la añoranza, los recuerdos perdidos que vuelven a abrirse en paseos como éste.
Puertas que parecen infranqueables pero aquí no queda ni el más mínimo vestigio de cierres y cancelas.
Veo al haya con esa forma casi humana. De noche puede que intimide, que el gigante que esconde se desprenda de sus raíces y comience a caminar por un bosque oscuro y termine sumergiéndose en el Ebro para de nuevo cuando amanezca volver a su posición original, pero cada vez irá inclinándose un poco más, por el esfuerzo, porque puede que ya no quiera ser árbol.
Demasiado tiempo a solas me hace creer que nos parecemos a ellos y que a su vez, los árboles quieren ser como nosotros.
A veces intentar describir un camino que se recorrió hace tiempo puede resultar harto difícil. Máxime si hay fallos de memoria. En ésta en concreto puedo ser corteza de árbol. Me agrieto, envejezco y como es lógico voy perdiendo esa capacidad de recordar que da paso a la imaginación.
Pero las fotografías no engañan, gracias a ellas puedo ofrecer un recorrido fidedigno de lo que fue.
La manzana atrae mi atención. Antes, alguien debió colocarla para que la encontrase.
Podría haber pasado desapercibida, pero mi camino va sin tiempo establecido.
Mirar con intención de absorber todo lo que me rodea es el objetivo de este sendero.
Los helechos elevan sus frondes para acariciar suavemente al que camina.
Pienso que en otras ocasiones he querido ser castaño, roble, haya...o simplemente mejorana. Pero casi nunca río. Esa carrera desenfrenada en busca del mar. Ese final anunciado no me seduce.
La sanjueña o madreselva de los bosques y sus preciosas bayas rojas venenosas. Antes habrá florecido y su olor será difícil de olvidar.
Mientras paseo siempre evoco poemas de los que te llegan directos al corazón. Ahora mientras veo esta imagen me acuerdo de una estrofa de este bellísimo poema de Marcos Ana:
Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros...
Peldaño a peldaño sobre roca tallado compruebo que a cada estación llegamos subiendo, es ese último esfuerzo el que nos saca adelante. Entre otras cosas cumplimos años, apartamos de nuestro lado lo que nos parece inservible, pedimos demasiado cuando a veces solo hay que saber dar las gracias.
Se multiplican las nubes cuando quieren ser roca. Y la montaña se alegra de poder rozarlas.
Una simple teja deja que fluya el agua.
Apenas oigo el sonido del agua, lento muy lento va acercándose a morir al Ebro.
Paso de nuevo cerca de la surgencia de donde debería saltar la cascada, una pena y a la vez un reto para volver a intentarlo.
Labiérnago, saúco...quizás acabe suspendiendo en botánica.
Un recorrido por las fuentes y pilones de Villaescusa me trae de nuevo hasta aquí.
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Mi lugar favorito para descansar siempre será junto a una fuente.
Ya no hay gatos para entrar por desvencijadas puertas, ni paisanos para tomar el sol en bancos que se desmoronan. Se hunden despacio para ser tragados por la tierra. Ni siquiera conserva el nº de antes, el 12, pintado quizás desde hace bastantes años.
Para ser un pueblo tan pequeño asombra la cantidad de indicadores que tiene. Desde aquí también podría llegar a Santiago o a Roma...Pero todo ésto lo hace más atractivo, con ese toque por llamar la atención que no pasa desapercibido.
El último que fotografío y el más curioso. He visto más pero me quedo con éste.
Regreso intentando poner orden a lo que he visto y a lo que me he perdido pero siempre aguardan sorpresas. Al ir fijándome en los árboles observo que a la izquierda hay una torre recubierta por una densa vegetación.
Unos 15 minutos me costará encontrar el camino cierto, otros me harán dar rodeos o me encontraré con vallas. Pero soy pertinaz y no quiero partir de aquí sin saber que se esconde tras la maleza.
En un principio pensaré que se trata de una ermita abandonada. Demasiado grande o quizás parte de un monasterio, pero tampoco lo parece. No entiendo que hace una iglesia tan alejada del pueblo y en tan lamentable estado.
Acercarse a ella es algo difícil, demasiados obstáculos aparecen para resguardarla de intrusos.
Pero necesito verla para imaginarla limpia, entera. Intentar datar la fecha de construcción o simplemente dedicarle ese tiempo que ya he apurado al máximo pero la atracción es tan fuerte que continúo.
Un cementerio junto a ella, descuidado y desprotegido.
Se trata de la iglesia parroquial de Santa Isabel del siglo XVII.
He intentado encontrar información sobre el templo pero no he tenido suerte.
Siempre hay demasiados porqués por contestar.
El uso del trampantojo en todo el templo es habitual en el arte barroco.
Llego a San Martín de Elines.
Nada que ver con el que por la mañana, entre nieblas, me anunciaba que no podría imaginar lo que a partir de entonces se desplegaría ante mí como un mapa sin abrir.
Octubre 2016.
Sí me puedo permitir el dedicársela a alguien muy especial, a mi amiga Enriqueta, creo y puedo confirmar que sería con la única persona con la que me hubiese gustado compartir este paseo. No solo tiene el don de transmitirte su energía o el de ser muy agradable, es sencillamente única.
Sí querida Rosa.Todos,para bien o para mal,somos únicos,no hay una sola persona igual a otra,pero creo que tu dé tanto estará solas con esos ríos,bosques,montañas,cielos limpios; dé tantas horas en compañía de esa exuberante naturaleza que nos muestras en tus entradas,l llegas a un grado de paz que hace que puedas meditar sin filtros,es decir,descansar la mente e iniciar un sincero diálogo con el alma ,de ahí tu percepción de la gente. Un alma limpia todo lo magnifica. Agradezco que te acuerdes de mí. Y mira! Yo también compartiria de buena gana una salidita de las tuyas. Un día tendrás que explicar de donde sacas esa capacidad empatica que te caracteriza..Eso ,se aprende? Se nace? Para mí empatía es sumergirse en el mundo emociónal del otro sin ahogarse. Tu lo consigues . Pues ahí es donde yo me voy hasta el fondo
ResponderEliminarLlegado a este punto me pregunto dos cosas, la primera es que puede que llegue tarde al dedicarte una entrada, pues no es justo que la elegida siga estando incompleta. Cada mañana le dedico un momento antes de irme al trabajo pero continúa faltándome tiempo. Lo segundo es que ya me gustaría a mí tener esa empatía que tu ves en los demás pero que en realidad es provocada por tí. Si la empatía fuese una enfermedad contagiosa, tu serías el origen. Además sería magnífico que todo el mundo la padeciera.
EliminarQue "hablo" conmigo misma, pues es cierto. A solas estoy muy a gusto, con esa intimidad que comparto con la naturaleza, sin conflictos, exenta de preocupaciones. Primero vacías el mundo y luego lo vas llenando a tu gusto.
Además creo que lo mejor sería lo que indicas, que deberíamos hacer una excursión juntas. No me falles.
Un abrazo.
Es curioso que recurras a la infancia y al mundo de los cromos para hacer una entrada tan didáctica en lo que a flora se refiere. Ha sido un placer seguir tus pasos tan unidos a la poesía y deleitarse con las imágenes que curas de olvido.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Se me ocurrió hacerlo de esta manera pues quería hacer una entrada en navidades pero ni tenía tiempo ni la suficiente información sobre la flora que aparece en ella.
ResponderEliminarEl día 1 de enero la acabé, sobretodo gracias a la información que aparece en el blog "plantar árboles y arbustos", página estupenda y muy didáctica de Jose Luis Sáez. Reconozco que en algunas plantas sigo teniendo mis dudas debido a la semejanza que existe entre ellas pero con el tiempo podré subsanar los errores, por supuesto así iré aprendiendo mientras corrijo.
Quizás sea éste uno de los paseos más bellos que he hecho nunca, así que te lo recomiendo.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Llego tarde. hace tiempo que pasó Navidad pero una entrada así es digna de un humilde comentario.¿Porqué no tendrán un río todos los pueblos ? Me conformaria con un arroyo caudaloso en el mio. ¡Cuanta belleza cuanta vida y cuanta energía trasmite una corriente de agua|
ResponderEliminarPreciosas imágenes que limpian nuestra retina y nuestra mente de malos humos y de ramplonería.
En como concibes la Navidad no estoy muy de acuerdo. No creo que sea problema de edad o de que falte alguien en tu vida . Creo que la Navidad se ha convertido en una palabra vacía que cada uno llena con lo que quiere. Unos con cenas familiares imposibles, muchas de las cuales terminan mal . Otros con falsos deseos de paz y felicidad como si la paz se consiguiese con solo desearla esos dias . Pero el mayor sinsentido es celebrar el nacimiento de alguien humilde, que vino a trasmitir pobreza y humildad ,derrochando.
Es por eso, que las personas con conciencia del otro, no pueden percibir la Navidad con tanta alegría , no se puede dejar de pensar en personas de carne y hueso a la intemperie en un campo de refugiados,gente ahogandose en el Mediterráneo ý un largo eccétera de situaciones injustas , sin que se te atragante el turrón.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. La Navidad tiene muchos rostros, los de la fiesta son los más llamativos pero los otros, los que no interesa mostrar, siguen estando ahí todos los días del año.
EliminarComo con todo, abrimos y cerramos puertas, pero por desgracia no podemos elegir donde nacemos, ni siquiera a donde queremos ir. La solidaridad debería ser universal, nuestro único objetivo, nuestra razón de existir.
A mi también me gustaría tener un arroyo cerca, me conformo con poco, a veces con la contemplación de una fuente, con las aguas de escorrentía tras una lluvia intensa, pero con frecuencia, con esa necesidad imperiosa de encontrar lo que nos falta, me escapo para deleitarme con el sonido de un río.
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo.