domingo, 11 de diciembre de 2016

POR EL VALLE DE ALCUDIA Y SIERRA MADRONA. CIUDAD REAL.

Voy en busca del otoño. A capturar sus colores, su olor, su atemperado frío, esa calma que tramita como si de un pasaporte se tratase, el paso que le da al invierno.
No creo que haya estación más hermosa que ésta, ni la primavera cuando comienza a estallar de tonalidades. A pesar de todo, el otoño pasea por las calles triste y encogido, lo mismo esparce hojas de arces, que de robles pero nunca de olivos. Desprende nostalgia, acuña soledades, despierta a la noche sin ruidos, en silencio. Su voz apagada destila paciencia, oprime a los corazones inquietos y con su sola presencia termina pasando desapercibido. A veces transita con prisas e inquieta ese breve tiempo otoñal atrapado entre un largo verano y un feraz invierno.
Mientras tanto las hojas siguen su viaje, van tembleando porque son las ramas las que imponen su curso y en su dulce caer hay algo de vértigo con miedo. Y es ahí donde encuentro semejanzas, algo hace de ellas que seamos nosotros. Nos parecemos cuando no intentamos levantarnos, cuando dejamos que todo siga su camino sin buscar una salida. Nos aparcamos, quietos, sin llamar la atención, esperando que todo acabe porque no entendemos lo que significa dar una respuesta.
Y es ahí cuando somos las hojas vacías de los diarios que nunca escribimos.
Pero observo que también hay hojas que emprenden un sereno viaje, se desplazarán gracias a la corriente de ríos y nunca veremos a donde llegaron, elucubraremos con la probabilidad, fantástica e idealista de que dejaron de ser hoja y se transformaron.
 Siempre he barajado la posibilidad de ser hoja y dejarme llevar por el viento y ver rincones fácilmente y de nuevo ser levantada por los aires y así cíclicamente recorrer mundo, verlo primero desde arriba como ahora no lo veo, ni lo intuyo.
Soñar no cuesta nada y es inherente en la naturaleza de algunos, como pueda ser intentar pasar inadvertido, la realidad es así, ser hoja quiero.

Una vez más salgo a pasear por rincones de esta provincia que nunca acaban de sorprenderme.
¿Pero es que hay castaños en Ciudad Real? Pues sí que los hay, y alcornoques, robles, quejigos, alisos, fresnos, abedules, sauces, enebros, madroños... aparte de las encinas y olivares, pinos y mucha retama, jara, cornicabra... En otra ocasión iré a buscar tejos y acebos , puede que los haya.
También podemos ver volcanes, lagunas y ríos. Y muchos lugares abandonados, cortijadas, minas, yacimientos arqueológicos y  preciosos castillos. Pero también vallas que delimitan extensos campos donde sería ideal pasear bajo una dehesa de enormes encinas y acercarnos a disfrutar del color de los robles en otoño. Pero este paisaje es así. Quisiera ver más senderos señalizados, quizás no sea tan dificil alcanzar este objetivo.
Hay un libro:"Sierras, volcanes y lagunas de Ciudad Real, 40 itinerarios" que muestra con mucho acierto el acercamiento a rutas que sin señalizar, algunas, podemos acceder sin dificultad. 
A veces hay que buscarse una misma las rutas, los caminos están ahí, desconocidos, a la espera de darnos una sorpresa, es la magia que puedes aportar a cada ruta propia, acercarla a los demás para que puedan disfrutar de lo que tu has visto.
Pero en esta ocasión quiero plantear un viaje para cada uno en particular,  solo aconsejo desde dónde acercarse y que cada uno busque su propio paisaje. Quiero acompañar esta entrada con textos de poemas de mi amigo Antonio Maldonado Muñoz, como buen poeta sabe elegir la frase adecuada en cada momento. Ahora seré yo quien elija una o varias estrofas para acompañar mi viaje, porque cada recorrido se hace desde dentro al principio y termina manifestándose como un compendio de imagen y palabras, de sensaciones vividas que solo pueden ser de uno mismo cuando te recreas en lo que estás viendo.





Una vez pasada la población del Viso del Marqués en dirección a San Lorenzo de Calatrava, a unos 15 kms te encontrarás a la izquierda con la ermita de San Andrés, enclavada en un bellísimo paraje siempre verde.
En otoño llama la atención el amarillo de un grupo de árboles diseminados en pequeños núcleos, me acerco porque no tienen el color de los robles, la sorpresa es que son castaños.




Y alcornoques, otra agradable sorpresa, por encima de la ermita veré bastantes más.




Cada 9 años se procede al descorche de su corteza, así este árbol podrá crecer saludable unos 200 años.




En ese rincón cohabitan en armonía castaños con espigadas jaras, helechos y brotes de encinas.




Me vendo al viento que me mueva
como a la hoja inerte
 que vuela cada otoño.




Allí quiero estar, al raso,
sin raíces enquistadas en los pies.




Un pequeño bosque. Justo detrás de la ermita hay extensiones más grandes.
No hay que olvidar que todo este espacio está dentro de un coto de caza, de hecho para acceder a él hay que abrir una valla.




Imponente este ejemplar que encontré.




Junto a San Andrés hay un gran aparcamiento a la izquierda.




El conjunto es plaza de toros y ermita.




Según reza en una placa conmemorativa, en este lugar, en 1578, moraron por primera vez en España los Padres de la Orden Franciscana de Capuchinos.
Además aquí se desarrolla un fragmento de "Los episodios nacionales" de Galdós.




Planto trenes en el campo,
soplo su recorrido hacia mis manos
y espero el atropello de las raíces.




Circulo despacio por el intrincado entramado de las calles de San Lorenzo de Calatrava, pequeño pueblo que guarda rincones muy bellos.




Ahora circulo por una estrecha carretera de irregular firme desde que salí del pueblo, en continuo descenso voy despacio para poder llenarme la mirada con tanta belleza.
Me encuentro con un cuadro de naturaleza precioso donde ruge el agua con fuerza entre peñas, se abre a un paisaje donde las encinas, las jaras, los enebros y los anaranjados robles te dejan con la boca abierta.
Tras cruzar el primer puente quieres parar para disfrutar del río, habrá que avanzar unos metros más para poder aparcar a la derecha justo donde las aguas se remansan al encuentro del Montoro.




Comienzo a caminar por la carretera, con la única precaución de que aunque circulen pocos vehículos ,al ser muy sombría, puedas escurrirte. Al fondo ese primer puente que he pasado en un principio.




Atrapa mi cámara al vuelo a este ave que intenta escapar de mi objetivo.




Una vez en el puente sacaré la luz que refleja el Rigüelo unos instantes antes de que se una al Fresnedas.
Este paso se llama Garganta del Montoro




Se refugia en rincones de penumbra
donde nadie pronuncia su nombre.
Allí retumba el ruido del olvido
y reniega del poco coraje que le queda.




Pero también los ríos se engrandecen por arroyos como éste llamado de La Menora.




Me vendo al viento que silba
en las verdes colinas
donde juegan las aves.




Hago una nueva parada antes de pasar por el estrecho del Chorrillo.
Muy cerca volverán a unirse los ríos, en el siguiente tramo será el Montoro el que pierda su identidad pasando a ser el Jándula.
Con qué facilidad pierden los ríos sus nombres.




Una brevísima parada para dedicarla a estas montañas que aunque no llegan a los 1.000 m. me resultan imponentes.




Otro alto en el camino, ahora me dejo embaucar por la bella silueta de Solanilla del Tamaral con la Sierra de La Solana de fondo, no hay mejor anfiteatro.
Aprovecho el rincón para acercarme a la siguiente ruta.



Justo desde aquí, a la izquierda del inicio de la carretera a El Hoyo donde se puede aparcar con facilidad me acercaré a la mina y a la Hoz.




Un sendero de algo más de 1 km. me acerca a esta explotación de origen romano de la que se extraía plomo.
A mitad de camino habrá que abrir una verja, estoy dentro de un coto privado de caza.




Consta de diversas infraestructuras que se pueden apreciar diseminadas por una vasta extensión.
Se cerró en 1931.




Pero es la Hoz de Río Frío la que llama poderosamente la atención.
Con sus paredes de vértigo y un sendero que se intuye al fondo. Imposible de ver hoy.
Quedo en volver.



Siguiendo el cauce del río se llega a la mina de Pueblonuevo.
La ruta de la minería del Valle de Alcudia muestra 14 complejos mineros esparcidos por este amplio territorio.
Una motivación importante más para visitar este Parque.




Yo también fui llama,
ráfaga de sol una tarde de verano
con afán de agostarse
en lo más alto del muro para evitar sombras.




Se me hace duro saber
que jamás seré querido por nadie
con más fuerza que la tierra.




Para al viento,tapia las ventanas.
¡Qué no llegue el olvido!





Estos edificios aguantan porque fueron hechos con maestría.
Pasear entre montañas de artificio, fabricadas tras sacar tierra a la tierra, es un juego de búsqueda de minerales para un buen conocedor.
No olvidar que en este lugar hay que andar con precaución, entre otras cosas, por las colmenas.




Sigo descendiendo y ahora circulo sin pararme por el poblado minero de Rio Frío.
Merece un paseo detenido, más adelante le dedicaré mi tiempo.




Siempre llego tarde pués necesito detenerme cuando algo llama mi atención.
En éste en particular es el hecho de encontrar una finca vallada con cipreses que se me hacen enormes y afilados lápices y, junto a ellos, un longevo eucalipto.



Llego a la aldea del Hoyo. Cuenta con unos 260 habitantes y pertenece a Mestanza.
La entrada es un bello paseo de eucaliptos.



Una vez dentro me dejo llevar por el otoño en sus arces y un parque con moreras.



Pero será ya en la carretera de vuelta, en el área recreativa de San Isidro, donde decida que por fin es la hora de comer.



En el pueblo había visto unos carteles con el indicador de Hoz del Jándula.
Me cogía de vuelta hacia Rio Frío y aún quedaban horas de sol.
Este puente tiene como nombre Mercedes.



Como indicadores de sendero no hallé, tomé la decisión de acercarme por la orilla izquierda hacia el estrecho que se ve al frente.



Estos son de los caminos que comienzo con ilusión por tratarse de senderos con gran encanto y termino no llegando a mi destino, pero siempre queda la idea del regreso.



Maldita la mar que se lleva los ríos
y deja afluentes de lágrimas.




De los paseos más gratos y aventureros que hay son sin duda los que transcurren junto al cauce de un río. Te permiten en verano hundirte en sus escasas aguas y llegar hasta el mismo centro de este espectáculo visual que es un cañón.
O verlo todo desde arriba. Es lo que tiene el plantearse buscar caminos donde al principio no los ves, pero antes otros los han hecho y lo seguirán haciendo.




El sol ciega la imagen del desfiladero pero lo intuyo enorme y desafiante.
Pronto el sendero se estrechará y la vegetación hará de pared defensiva. Y unas piedras enormes me harán desear ser montañera sin montañas, pero este tipo de desafíos no debo emprenderlos sola.




De los ríos aprendemos que nada permanece, que todo está en continuo movimiento.
Mientras ellos aumentan su caudal, nosotros menguamos, descendemos escalones y nos volvemos lentos y cansados.
Es lo que para algunos representa el otoño, la llegada de la tristeza.
No debería haber puertas para cerrarnos el paso, ni condicionamientos que puedan limitar nuestra libertad.




Al frente puedo ver una casa con valla haciendo de mirador,  como última instantánea hacia ese cañón.




A la vuelta comienzo a sacar fotografías de la variada flora de este valle. Si no me equivoco son endrinos.

Otra vez volveré a caer como fruta madura
desterrada por la planta que le dio vida.
Seré aquella pieza que se pudre
y se entrega a la tierra que nutre al árbol
para regresar pródigamente al sitio donde nació.




Y veo brezo en abundancia, ahora sin sus llamativas flores de variados colores.




Los frutos de las adelfas son vainas alargadas. Su floración será desde la primavera hasta el otoño.
No olvido que toda ella es una planta muy tóxica.




Paso junto a un ejemplar de unos 3 m. aislado de sabina.




Mi boca cerrada hablará
con el viento de las montañas,
lloraré los días lluviosos de primavera
y descansaré cuando la tierra me arrope.



El otoño es también tiempo de recolección de setas. Mis conocimientos sobre ellas son limitados.




Dentro de la variada gama de colorido está la cornicabra y sus frutos. Fijaros bien cómo destacan en las laderas entre los tonos de los robles o los castaños.




Dejo al Jándula y aparco cerca del poblado minero de Río Frío. Se construyó en 1923.
Viendo estas ruinas no parece creíble que este lugar contara con 190 edificaciones para operarios, hospital, capilla, oficinas, cooperativa, cuartel de la guardia civil, escuelas, fábrica de harina y pan y un molino.




Se reparte a ambos lados de la carretera dentro de una finca vallada dedicada a la ganadería.




Siempre queda la incertidumbre de qué ocurrirá con lo que va retirándose, descomponiéndose, amontonándose con el transcurso del tiempo.
En esta calle por donde antes paseaban sus gentes ya no queda mucho en pie.
Las piedras se arrodillan como lo hacemos nosotros ante la desolación. Es otra forma de dolor.
Desconocemos que si las piedras añoran, poéticamente hablando, es por lo que pierden cuando se vacían, cuando se dejan de cuidar. Como un jardín donde ya no se poda y termina siendo un caos. Te impide el paso pero es que quizás sea esa la única forma que tienen de salvaguardarse, de resistir.




Que acabe el mundo, mi mundo,
pero que no llegue el olvido
sin que la vida le ceda el paso.




También tenían agua potable, luz eléctrica y teléfono.




Por mucho que miremos atrás
nunca viviremos el comienzo,
ni sabremos cuánto falta para el fin.



Es esta capilla lo único que se mantiene en pie.




Dice el ocaso
con sus bellas palabras:
nada es eterno.



Ya de regreso al pueblo volveré a hacer un alto en el camino.
Necesito ver de nuevo esa hoz que dejo sin explorar.
El vuelo de un ave es lo único que envidio cuando me integro en estos paisajes.




Y descendiendo, una parada en el puente y así poder captar este magnífico colorido.
Me conformo con ser sombra de cada árbol para estar más cerca de ellos.




Una vez fuera del valle de Alcudia y Sierra Madrona siento la necesidad y el requerimiento de volver, de regresar.
 Mientras tanto en la radio suena:
"...nunca se para de crecer
nunca se deja de morir..."



Diciembre 2016.



Si se me permite, quisiera recomendar tres blogs que hacen un buen acercamiento a este bellísimo Parque natural, son :"Rio Yeguas" , "Valle de Alcudia. El edén de la Mancha", "www.valledealcudia.net".
La mejor ayuda para visitar este espacio natural.


Quiero dedicar esta entrada a mi buen amigo Antonio Maldonado Muñoz que con fragmentos de poemas de su último libro "Cementerio de barcos" me ha hecho mucho más fácil entender su tierra.
Porque de alguna manera un poeta es aquella persona que capta de una forma distinta lo que los demás no vemos, ellos intuyen que lo que nos ofrecen los sueños se puede hacer realidad. La magia de sus palabras puede germinar hasta en los más obcecados esa semilla del sentimentalismo.
Pueden volar sin alas, viajar sin pisar la tierra y hacernos ver que por encima de todo lo único que puede salvaguardar este mundo es una buena dosis de solidaridad.



2 comentarios:

  1. Tengo tantas cosas que comentarte que no puedo olvidar la palabra GRACIAS. Antes de ver mi nombre entre tus palabras ya destilaban poesía con la potente imagen de la hoja que abandona el árbol y con acierto acompañas. Ver los versos de "Cementerio de barcos" entre tus fotos es un lujo porque has formado un poema global con palabras e imágenes tan inspiradoras como la del pájaro sobre el río.

    Además acabas con una hermosa definición de la figura del poeta que a ti te incluye.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Os imagino a los poetas con una habilidad especial para componer obras "trabajando" con las palabras. Ese trabajo debe ser un don, sin duda.
      Soy yo quien debe darte las gracias por haber podido contar con tus textos para acompañar a estas fotografías que quedaban huérfanas sin ellos.
      Puedes ver una imagen muchas veces y no decirte nada si no la explicas con el párrafo adecuado. Aquí ha obrado tu buen hacer con una realidad que es un viaje por este Ciudad Real poco conocido y que tiene mucho por mostrar.
      De ninguna otra manera habría quedado mejor. Tus poemas son la esencia y la idea central de esta entrada, sin ellos, esto sería un viaje más.
      Muchas gracias por tu ayuda y colaboración. Un abrazo.

      Eliminar