Quizás uno de los sentidos que tenga el ordenar nuestro espacio sea el ir haciendo acopio de memoria.
Me encontraba despierta, la noche, larga y tediosa, había trascurrido dando vueltas al filo de montañas, acantilados o pretiles. Llevaba quizás demasiados proyectos por delante de lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Un libro era el que me traía de cabeza en esos instantes, una y otra vez me incitaba a cambiar de ruta. Y por consiguiente me obligaba a permanecer en este concejo , al que me unía ya bastante como para distanciarme en busca de otros lugares afines, pero el tiempo que nunca corre de mi parte, que lo deja todo con cabos sueltos, intentaba que olvidase que una maleta vacía hay que llenarla de gratos recuerdos.
Al final, en un alarde de sana coherencia, me decidí por Piñeres y sus aldeas semidespobladas.
Amaneció un nuevo día soleado de esos que tanto desalientan mi caminar, pero las nubes esquivas alentaban una incierta esperanza.
Encontré en un cruce el cartel de las tres aldeas que buscaba, iba por el buen camino.
Este concejo de Aller no es apto para cardíacos, asciendes continuamente, tu salud pide una tregua, una parada y en un claro del camino, el paisaje te derrumba por su extraordinaria belleza.
Un nuevo cruce, me decido por el de la izquierda que parece llanear, tiempo hay para retomar más subidas.
Fracturas en las pequeñas pistas, estrechas para dos coches. Por lo demás, todo lo ancho del mundo que necesito.
Aquí todas son aldeas ganaderas, pero también hay huertas y mucho monte para perderse.
El sol invita a intercambiar saludos , al coloquio con gentes sorprendentes.
Voy quedándome con los nombres de aquellas caserías que irrumpen entre prados, agasajadas por el sol.
No me voy ligera de equipaje, me han hecho un buen regalo, el día comenzó bien. Nada como conocer gentes que comparten tu afición.
Cada núcleo de población puede contar con dos o más barrios. Me dirijo hacia Casares de Arriba.
Si no te sitúas con un buen mapa, puedes perder el rumbo y, como añadido, la cabeza por lo que estás viendo.
Esbeltos castaños me introducen en las primeras viviendas de Bello.
Aquí viven cuatro personas.
Aquí viven cuatro personas.
Hórreos como extensión de las viviendas, con doble oficio, con sabor de antaño.
Cualquier rincón vale para albergar utensilios.
La soledad tiene cerco.
Viviendas de amplias solanas, para registrar con atención la circunferencia del día.
No encontraré gentes que compartan sus impresiones conmigo, sí lejanos, en algunas de estas aldeas, los sonidos de cacharros en la cocina o el golpe duro del hacha sobre el tronco herido.
Estos bosques de robles, castaños, hayedos, abedules, tejos, avellanos, acebos...
Componen el mapa del concejo. Lo quebrado de su orografía hace el resto.
Regreso al cruce esta vez para dirigirme a La Roza ( tres habitantes).
Y entre frutales y el abrevadero descanso unos instantes. Los ladridos de un perro no me intimidan, nos hemos hecho mutuamente a intercambiarnos miradas por caricias.
Este extenso territorio por el que hoy viajo vertebrado por pistas hormigonadas, por recias vallas que hacen del camino una dirección nada azarosa.
Durante 3 km de marcha me dirijo hacia Arteos, frente a mi los cordales de esta Montaña Central se llenan de nubes, vedando al cielo.
Cada parada atrae un verso.
"Era yo un niño de alma blanca
cuando di al viento mi primer cantar,
y con el alba y el zurrón al hombro,
bajé del monte familiar
hacia la costa donde me esperaban
la emoción del abismo y el abrazo del mar.
Atrás quedaba el monte abuelo,
la casa blanca como un vetusto palomar,
la higuera madre y el parral caduco,
el olor a resinas del pinar,
la barbechera y el oropel de alondras
y la copa opulenta del pomar,
y la sombra del castañedo
y el corpulento robledal..."
Alfonso Camín.
Arteos, como todas las poblaciones que visito hoy, deberían estar abandonadas según he leído. Pero por suerte el tiempo corre en su ayuda, dejar la casa familiar es aparcar nuestra vida en una cuneta sin salida. La ganadería, el hortal, la vejez reverenciada en su firme dignidad. El vínculo a la tierra es lo que ata, aquí la dureza del terreno ya está desplazada.
Cuatro hórreos, cuadras, sencillas casas y una lavadero componen este bellísimo lugar.
Pero lo que más llamará mi atención será la hermosa tuya, árbol de la vida, que crece junto a la fuente.
Dicen que alcanza hasta los 18 metros, dicen la verdad.
Hay tanta vida en una fuente lavadero.
Ecos de coloquios y ternura. De vivir el tiempo, recordar la mano amiga que te ofrece el agua. Discusiones reconvertidas en abrazos. Penas hechas de agua que calman la sed...
Las fuentes son el mejor de los testimonios de que hay trasiego de gentes.
De aquí surgen dos rutas para acceder a la Vega de Espines,campera con vestigios dolménicos.
Si no me equivoco este es el camino a Braña, deshabitado ocasionalmente, como tantos otros.
Qué mal se maneja el sueño de querer decidir dónde quedarse, dónde anclar nuestro barco en la tierra.
La tierra enloquece a cualquiera, los bosques mudan nuestro carácter, nos acostumbran a ser honestos.
Encuentro que Arteos es un lugar entrañable, hecho a la medida de mis pesares.
Cada lugar que visito se lleva una parte de mí. Decido que no me marcho y sin embargo lo hago, ¿cuándo dejaré de partir?
Manzanas y avellanas se dispersan desordenadamente. Mientras, el camino me reclama.
"Como los años pasan y el recuerdo
a veces no perdona, te preguntas
si el viaje que emprendiste
merecerá la pena, si al final del camino
habrás de arrepentirte al mirar hacia atrás.
Para entonces, acuérdate,
más que del resultado,
de ese entusiasmo tuyo que le daba
mayor fuerza a la vida.
Cuando ibas descubriendo los trucos del oficio,
los caprichos del arte y sus fantasmas"
Vicente García.
Hoy mi caminar se ha hecho pesaroso doblemente.
Voy retornando hacia el lugar de origen, Pueblu, que cuenta con 64 habitantes.
Las páginas gastadas de mis pasos se enamoran de tus ruinas.
Piñeres, parroquia del concejo de Aller, cuenta con unos 785 habitantes repartidos entre 38 núcleos dispersos de población.
Pero aun me resisto a concluir la jornada. El año pasado estuve en Xagual, una de las aldeas más bellas que he visto, desde Pueblu sale esta pista que acabo de coger.
Un primer desvío que no escojo pero que me ayuda a descansar, la pendiente presenta batalla, tiene todas las de ganar.
Otra parada para contemplar frente a mí a Fresnaza de Abajo y de Arriba, otros núcleos que en unos días visitaré.
Cubrenes es el primer caserío que me encuentro. Solo dos habitantes tiene.
Lo traspaso para seguir ya en cómoda ascensión por una senda encantadora.
Les Tercies, con un solo habitante censado, se abre como los pétalos de una flor.
Con una altitud de 540 m. tiene ese encanto de los lugares que se van recomponiendo con delicadeza.
El lenguaje de las ruinas acostumbra a escribirse con savia de hiedra.
Aquí me reafirmo en que el bosque no deja ver un corazón que aprende a latir de nuevo.
Desde aquí podría acceder a Cambrosio y de ahí hasta mi Xagual. Pero la tarde me declina sus horas.
Mientras tanto, mientras la soledad se cierne sobre los miradores vacíos, imagino que allí arriba en Xagual la tarde cae de igual forma, con los mismos roces, que las cuadras con techos de llávanes, la hermosa vivienda de dos plantas, la fuente, los castaños, las praderías...todo, siga igual.
Extiendo la vista para, tras cerrar los ojos, llevarme de todo un poco.
Todo esto es el paraíso natural asturiano, conforma las hojas de mi cuaderno. Puedo traer hasta aquí las imágenes que lo manifiestan, puedo dejar impresiones...Tengo la necesidad de que entiendan el motivo por el cual acabo cada año regresando a estas tierras. Algo te dejas, solo vuelves para buscarlo.
Parece inviable que se pueda poner freno al tiempo con estructuras tan sencillas.
Sí que es cierto que los viajes de vuelta duran menos que los de ida.
Sí que es cierto que los años suceden deprisa, que acabamos dejándolos pasar sin llenarlos de vida.
Escribimos en libros de niebla, las palabras que dijimos se deshacen, los hechos se olvidan, los momentos se anulan, los cimientos se hunden.
Siempre debe haber un motivo para escribir, el mismo que para viajar, lo que importa es compartir.
Octubre 2016.
Imprescindible para conocer los casi mil kilómetros de sendas que tiene este concejo, el libro:
"Rutas de montaña y senderos por el concejo de Aller" de Ángel Fernández Ortega.
A mi gran amiga allerana Carmen.
Rosa tengo que decir que toda la geografía es preciosa,hay rincones muy bonitos,pero Asturias me impresiona esa naturaleza y ese verdor que hay en el campo es precioso,ya se el motivo de por esa zona aver tantas vacas y esa naturaleza y el motivo de tanto como te gusta esa tierra,tego que decir que entre poesia,fotografías,y esos rincones de Asturias, as echo una entrada preciosa un abrazo.
ResponderEliminarNo podría explicarte el porqué llevo tantos años viajando a Asturias. Cada septiembre me planteo el conocer otros lugares como, por ejemplo, Las Merindades de Burgos en las que estuve en 2017, pero vuelvo irremediablemente a Asturias, ya no tanto por sus paisajes que es cierto que son espectaculares, son las amistades que vas haciendo, gentes extraordinarias, a las que necesito volver a ver. Además para caminar sola es éste uno de los mejores rincones que conozco, puedes tirarte una jornada entera sin ver a nadie pero si tienes la inmensa suerte de encontrarte a alguien, no lo dudes, te tratará como si fueses de su familia.
EliminarMuchas gracias, un abrazo para vosotros.
"La soledad tiene cerco" - Dijo una poeta inconsciente que ve como "El lenguaje de las ruinas acostumbra a escribirse con savia de hiedra" mientras con sus pasos cose el ajado corazón de un recóndito lugar.
ResponderEliminarGracias por seguir compartiendo tus aventuras.
Un abrazo.
Gracias por seguir componiendo versos como comentarios. Un abrazo.
EliminarBonito regreso a la querencia de caminos y lugares ya conocidos ,quizá sabiendo que para viajar, no hace falta cambiar de caminos , solo hace falta cambiar de ojos .
ResponderEliminarEres de las pocas personas que hablan con los caminos y obtienen información de primera mano, de algo tan hermoso y maltratado como es la naturaleza. Nunca te canses de traernos la belleza a domicilio.
Algún dia,por esas leyes extrañas que existen en algún lugar del cosmos,la vida te devolverá todo lo que le has dado; no te quepa la menor duda.
Bonitas poesías adornan tus imágenes.Me quedo con la de Vicente García, todos nos preguntamos en algún momento de nuestras vidas si valió la pena ,y la respuesta siempre ,siempre debe ser SI.¡Claro que valió la pena!
No estoy segura de que la vida te devuelva lo que le das. Lo veo más como una serie de capítulos, una suerte de circunstancias. No te levantas igual cada día, puedes querer "comerte el mundo" y sin embargo, el mundo puede engullirte en cualquier descuido. Es el avance de los años vividos, lo que aprendemos, cómo maduramos, ser o no ser conscientes de que nos veamos o no con buenos ojos, lo que de verdad importa es intentar cada día ser mejores personas, quizás solo en ésto radique ese pretexto para continuar aquí.
EliminarAl final siempre consigues que reflexione, pero la inseguridad se asemeja demasiado a un camino, nunca sabes lo que te espera. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.