Ainielle entra a formar parte de mi inquietud por conocer despoblados en febrero del 2012.
Antes de este casual encuentro era yo quien aconsejaba a mi hijo qué libros debía leer, con mayor o menor fortuna, pero es en el instituto donde se les pide lean " La lluvia amarilla" de Julio Llamazares y hagan el correspondiente comentario de texto.
Recuerdo que se lo leyó en una tarde y me lo entregó diciéndome que no me defraudaría.
Me ocurrió igual que a él, me enganché a su bellísima prosa, a su amarga y desconsolada historia y me prometí ir a conocer Ainielle.
No fue hasta Junio del 2014 que partimos para Huesca e iniciamos una hermosa ruta desde Oliván que nos llevaría hasta Susín, Casbas de Jaca, Berbusa y por fin a Ainielle. En la mochila llevaba el libro.
Huesca forma parte de mi alma viajera, para perderse, para reencontrarse, para recargar el espíritu con esa mezcla perfecta de naturaleza y piedras, no hay lugar mejor. Hay momentos que te sobrepasan porque no es fácil entender como tanto arte va derrumbándose entre la hiedra,descomponiéndose, acelerando su final, como si la lluvia amarilla que envuelve a Andres de Casa Sosas, el protagonista de la novela, también quisiera acabar consumiendo los despoblados de esta bella provincia.
Hoy no muestro imágenes con buena calidad, mi vieja cámara no daba más de sí. Además hice pocas fotografías, hay momentos que no es necesario inmortalizar , es la memoria la que debe funcionar y guardar en su interior las sensaciones que te produce un hermoso viaje, en este caso, en busca de los acontecimientos que muestra un gran libro.
Para mí, Andrés es el Ainielle que se derrumba, van apurando la vida juntos, porque si un pueblo abandonado resiste es porque alguien lo mantiene en pie con su esfuerzo y cariño.
Pero estamos hechos de cicatrices por heridas que jamás sanaron, podemos afrontar un golpe pero no cientos, el hecho de ir perdiendo a su propia familia, a sus vecinos y tener que enfrentarse a una cruda soledad, termina por fisurar hasta la mente más lúcida. Aún así, creo que Andrés no termina perdiendo la cabeza, si sus muertos acuden a acompañarle es porque vienen a anunciarle que se va a morir, que quizás sea mejor dejar de luchar porque la vida tiene un límite.
Les llamo lugares comunes a aquellos que corrieron la misma suerte que Ainielle, cerraron sus casas y la muerte con distintas formas se fue apoderando de cada rincón. Cuando muere el último, o cuando parte, se acaba el ciclo de la vida. Es cuando la lluvia amarilla se apodera de todo, como el otoño que acude a despojar los árboles de sus hojas. Es el color de la tristeza, de la muerte anunciada.
Recomendaría a todo aquel que tenga algo de sensibilidad que leyese este libro, y si no posee esta cualidad, igualmente abra sus páginas, le hará entender lo que siente un persona que lo ha perdido todo.
La ruta se inicia en el bonito pueblo de Oliván, su iglesia de San Martín es románica.
Es Junio y la primavera vierte aguas por todas partes.
Un sencillo cartel nos indica este pueblo, nos desviamos para visitarlo.
El aroma de las flores perfumadas de un lilo,siempre se agradece.
Los caminos del hombre, los que unían pueblos y a sus gentes.
Nos encontramos con un bonito pueblo en restauración.
Escudo sobre la casa de la que fue durante mucho tiempo la única habitante de Susín, Angelines Villacampa, una extraordinaria persona.
Siempre miro hacia abajo, lo que los pies pisan siempre tiene algo que decir. Nostalgia de pasos que se reencuentran.
La antigua ferrería hoy recuperada.
Si hay plantas, hay vida. No hay carencias, sí recuerdos vivos.
Santa Eulalia, bellísima iglesia románica.
Siento que he llegado tarde. Esta mujer, Angelines, sabe que su sueño se está cumpliendo.
La asociación "Amigos de Susín " mantienen viva su memoria y la de su querido pueblo.
Símbolos sobre las piedras. Un lenguaje oculto que traspasa el tiempo.
Tras una primera visita, nos adentramos por un estrecho camino con buena pendiente que nos acerca a Casbas de Jaca.
Qué poco queda de este despoblado, la vegetación se alía con las piedras para enfrentarse al caminante que quiere visitar sus ruinas.
Aún así conseguimos profanar el corazón de estas piedras, con respeto y admiración.
La iglesia estuvo bajo la advocación de Santiago Apostol.
El saúco en flor da un tono de color blanco al verde primaveral.
Regresamos a Susín, como tantas veces lo hiciera Angelines, aunque ya nunca se marchará de aquí, sus cenizas alimentan todo lo que crece por aquí.
Un banco para descansar junto a una hermosa aucuba.
Me detengo de nuevo para dejarme embaucar por los signos de sus piedras.
Un bello muro me aleja de su esbelta silueta.
La madreselva regala olor y vistosidad.
La ermita de Ntra. Sra. de las Eras. Merece una parada.
La naturaleza verde estalla en el Sobrepuerto. Entre pinos es el quejigo o caxico, el árbol dominante.
Las casas de Berbusa asoman sus siluetas altivas, asombrando al caminante.
Atravesaremos el barranco de Oliván con cuidado.
Y entraremos en Berbusa para dejarnos llevar por su encanto.
Sus paredes descarnadas abandonan su ubicación original.
La hiedra cubre entre su entramado el amarillo de las piedras.
Berbusa es citada varias veces en el libro. Sus edificios compiten en altura con los árboles que le acompañan.
Berbusa aún muestra trazas de que fue un buen pueblo, es bonito, tuvo dos escuelas y aún se mantiene en pie la iglesia de San Pedro.
Los colores de la entrada al templo con el curioso dato de su fecha de edificación.
El interior, quebrantado por el expolio.
Los cerezos muestran a la luz sus frutos.
Emocionados vemos el cartel que nos muestra su nombre.
Este camino que recorrió tantas veces Andrés, el protagonista de la novela.
La última vez que lo hizo fue para pedir ayuda, el y su perra pasaban hambre. Nadie les abrió la puerta de su corazón.
Pero también recordaba con nostalgia como los habitantes de Ainielle bajaban cantando para celebrar que el invierno había concluido.
Aquí en este precioso manantial, descansaremos para refrescarnos.
Los caxicos nos han acompañado. Y pensar qué duro era el recorrido entre ambos pueblos.
Ainielle desconcierta al principio. Pero entiendes que si quieres verlo con los ojos de Andrés, debió sucumbir tras esa lluvia que arrasa y llena de amarillo el paisaje al completo.
Los bancales donde se cultivaba el cereal. Con la llegada de la primavera había que comenzar a arreglarlos.
Otro episodio del libro que no destila tristeza es aquel en que narra como junto a Gavín y Julio se unían para mantener el pueblo cuidado. Y a la noche, al calor del fuego charlaban tras una intensa jornada de trabajo.
Casi toda la novela transcurre en otoño y en invierno, donde la dureza de un clima extremo llega a ser exhausto para el pueblo y el cuerpo de su protagonista. Sentimos con él como se hunde en la soledad más desgarradora, en la soledad no buscada.
Con el asistimos a esos momentos en los que por mantener su pueblo vivo, como su propia vida, va reparando los desperfectos que ocasionan el temible viento de Francia, la lluvia o el peso de una nieve que se va acumulando sin contemplaciones para aislarle aún más en sus recuerdos.
Ese color amarillo no aparece en primavera cuando la vida brota tras un durísimo invierno. Pero las estaciones siguen su curso y el tiempo no perdona.
Junto al río siente paz entre los chopos. Le gusta estar entre ellos.
Aquí hago un alto en el deambular por sus ruinas. Imagino a Sabina, su esposa, con un cántaro, con una infinita tristeza dibujada en su rostro.
Andrés vagaba por las noches, cuando le asfixiaban los recuerdos, asomándose a los portales de las casas que iban perdiendo su estructura. Con cada habitante que partía, su casa también marchaba con ellos, como queriendo abandonar Ainielle entre los muertos.
Por él se paseará con su perra a la que nunca puso nombre.
Cuidará los huertos que hay junto al río.
Irá recordando a sus vecinos y se esconderá de ellos cuando partan para siempre.
Cuidará los huertos que hay junto al río.
Irá recordando a sus vecinos y se esconderá de ellos cuando partan para siempre.
Andrés vivía de la caza, de la huerta que le proporcionaba hermosas patatas y de los frutales.
El mismo cavó su fosa junto a la de Sabina y su pequeña hija Sara.
Hoy el cementerio acoge lápidas entre una vegetación que trata de ocultar los nombres de los que allí reposan.
En el libro la iglesia de San Juan Evangelista aparece ya en ruinas.
Aguanta el techo con esa perfección que traspasa los años, con ese cuidado amor con el que se construyó.
Pienso en los niños que habrán sido bautizados en esta sencilla pila. En sus llantos, en la celebración posterior, en los encuentros. Pasar la mano por su tosco filo te retrocede a esos momentos.
Y meter los dedos para acariciar el agua bendita.
Un año, 2013, me separa entre la posibilidad de haber conocido a Angelines y este junio del 2014 que representa esa pérdida de encuentros añorados.
En el libro se cuartean de amarillo las hojas de los calendarios.
Es este color el que define la tristeza, el abandono, el anuncio de la muerte...
Creo haber leído que cada segundo sábado de Septiembre los descendientes de Ainielle se reunen en el pueblo para mantener viva la llama de su memoria.
El saúco preside la entrada a la iglesia.
Llama la atención que todo el pueblo esté invadido por este bello arbusto. Tiene propiedades medicinales y su madera es util para fabricar herramientas agrícolas.
Antes de partir quiero imaginar que una de estas casas fuese la de Andrés, que con su muerte se perdió en la espesura de la noche un hombre que, como muchos otros, no quiso dejar su pueblo para que nadie viniese a expoliarlo.Que aguantó porque el amor a la casa donde nació era más fuerte que la necesidad de escapar, porque al fin y al cabo para entender lo que marca nuestras raices hemos de pasar por diferentes calvarios. Que la tristeza es mayor si estás solo. Este hombre mantuvo durante años una lucha por sobrevivir a tanto dolor y desesperanza y al final ya cansado, recibió a la muerte que viste de amarillo, con la serenidad y coraje del que se sabe vencido pero desea descansar en paz.
"La lluvia está borrando la luna de mis ojos........" dice antes de dejarse llevar.
Quiero imaginar que esta fotografía que muestra a mi hijo saliendo de Ainielle, también sirva para que comprendamos que los caminos de despedida son siempre duros para la memoria.
Si del lugar que sales te marca con una huella indeleble es porque lo que has leído no se trataba de una mera ficción sino de una realidad que muchos habitantes han sentido en su propia piel, el hecho de partir para siempre de su único hogar, su pueblo.
Junio 2014.
Otra nueva entrada en este sugerente blog. Se está convirtiendo en un hábito mirarlo y disfrutar durante unos minutos de las imágenes y de los seductores textos que las acompañan. Esta vez no solo has conseguido descubrirnos otro lugar perdido, ademas veladamente nos invitas a leer un libro. Buscaré "La lluvia amarilla". Gracias por regalarnos tu tiempo para llenar el nuestro.
ResponderEliminarComo soy muy aficionada a la lectura, me gusta recomendar siempre algun libro y que mejor que "La lluvia amarilla", por varias razones, solo invito a que se lea. Es un libro muy especial para mí.
EliminarSé que no he estado a la altura de lo que se merece en esta entrada, pero lo he hecho de corazón porque me apetecía en este momento y porque visitar despoblados en Huesca es siempre una agradable aventura.
Soy yo quien debe darte las gracias por dedicarme tu tiempo. Un saludo.
Emotivo paseo lleno de sentimiento y nostalgia. No sé con qué quedarme si con las imágenes o con los textos a pie de foto que dan vida a cada instantánea.
ResponderEliminarMe encanta. Enhorabuena por tu trabajo.
Quédate con los dos, van unidos y no existen el uno sin el otro. Poner palabras a las fotografías es el motor que mueve este agradable caminar.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un saludo.
Este blog resulta cada vez más interesante. Es tan hermosa la presencia literaria como la ruta, ambas nos hacen respirar sentimientos. Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre dices frases hermosas, cómo se nota que eres un buen poeta. Y lo más importante, un buen amigo.
EliminarGracias Antonio.
Gracias por empujarnos a leer la novela a los que todavía no lo habíamos hecho. La memoria de los que se fueron permanecerá en nosotros por recuerdos como los tuyos.
ResponderEliminarSon los libros los que enriquecen nuestra memoria, los que aportan frescura, los que nos invitan a soñar, a vivir vidas paralelas, a navegar aunque no conozcamos el mar, a subir montañas aunque tengamos vértigo...En fin, en cada novela hay una enseñanza particular, con "La lluvia amarilla" se comprende el dolor de la soledad, se sufre con su protagonista, te muestra como se pierde un pueblo y sus gentes, para cuando visites uno de ellos ya no lo veas como si fuesen unas ruinas sin importancia, sin historia, vacías como las paredes de lo quede de sus casas. Te cambia, te lo aseguro.
EliminarGracias por dejar tu comentario. Un saludo.
El buen sentido de que está dotada Rosa le confiere a estos textos que acompañan a las fotografías, implacables y emotivas, la investidura de entrañables, y piensa uno que entre las ruinas de aquellos lugares donde permanece atrayente, misteriosa y emotiva la huella de nuestros antepasados, una delicada flor amarilla, más fuerte que todo, vencerá al olvido, porque el fundamento de la existencia nunca se desvanece.
ResponderEliminar¡Sigue escribiendo!
Abrazos de
José María Lozano
José Mª describes a la perfección lo que nos muestran estas ruinas a los que sentimos la necesidad de pasear por ellas con esa calma que precisan. El encuentro siempre es emotivo porque se ven con el alma, con detenimiento, dejándose llevar por recuerdos que sin ser nuestros, parecen como si quisieran aflorar a nuestro paso lento.
EliminarSi a ésto le unes que los caminos que nos llevan a ellas son también evocadores, qué más se puede pedir.
Gracias por dejar tu comentario en forma de esa magnífica dicción que posees, eres un gran creador de textos de una belleza inigualable. Un abrazo.
Me sumo a la opinión de los otros contertulios sobre la belleza de este artículo y trataré de leer ese libro que con tanto entusiasmo recomiendas.
ResponderEliminarMe alegra que tomes esa buena decisión, te gustará el libro.
EliminarGracias por tu comentario. Un saludo.
Hola¡ Estuve en Ainielle hace unos años, pero el tiempo no acompaño y apenas pude ver nada. Me estaba planteando volver, pero esta entrada me serviria como una guía para evitarme la caminata. De nuevo, es como si estuviese alli. Muchas gracias por las fotos y por la descripción.
ResponderEliminarSigue así, que poco a poco vamos a aumentar esta gran familia, que somos capaces de caminar contigo gracias a este blog.
Un saludo.
Eres la primera persona que me dice que ha estado en Ainielle. Te doy las gracias por seguirme con los pasos de la imaginación, aunque sería mejor que caminases, es mucho más enriquecedor.
EliminarUn saludo.
Casi nunca me sorprenden. Yo que he andado cientos de caminos, con la soledad de compañera, escondiendo el miedo en los bolsillos e intentando arrancar de las gentes la historia de sus pueblos perdidos.
ResponderEliminarAhora la sorpresa, es que me siento sorprendido. Orgulloso de haberte conocido. sigue así, haces que mis pasos tengan un motivo, el de volver a encontrarnos y hacer el mismo camino.
Me halaga doblemente, por su comentario y por saber que le he sorprendido. Creo que no es para tanto.
ResponderEliminarSi hago balance de estos meses que llevo con el blog, la halagada soy yo. Comencé con pasos tímidos, asustados, no sabía donde me metía. No tenía nada claro. Lo único de lo que estaba segura es de que, mirando hacia atrás, había caminado mucho y no llevaba ningún cuaderno de viaje. No anotaba, con lo cual difícilmente podía recordar. Demasiadas fotografías, encuentros agradables con personas que quizás nunca vuelva a ver, a las que no puedo ponerles nombre, pero que me regalaron su tiempo, porque me decían que de eso sí que tenían, de ese tiempo que va transcurriendo sin que ocurra nada pero que es precioso el poder ofrecerlo a la primera caminante que se cruza un buen día por su pueblo. Personas entrañables, ninguna me defraudó, creo que yo tampoco a ellos. A veces solo necesitamos que alguien nos escuche, con solo eso, se puede ser feliz.
Puede que usted sea una de esas personas con las que me crucé o puede que lo diga metafóricamente porque su camino sea éste, el de una página que un día abrí para poder explicar lo que he visto, lo que veré, lo que quiero compartir.
Mi mejor compañera, a pesar de todo, es la soledad, la que te hace ver lo que te asombra de una manera especial.
Gracias por su emotivo comentario. Un saludo.
Leí "La lluvia amarilla" hace unos meses llevado por mi afición a los pueblos deshabitados. Tal como te ocurrió, yo también quedé impresionado por su lectura. Espero seguir tus pasos y poder visitar Sobrepuerto en breve. Enhorabuena por el blog.
ResponderEliminarSi hace el mismo camino que hicimos nosotros tenga en cuenta que es bastante largo, si se ve despacio, como le ocurrirá, más de 6 horas.Aparte de este itinerario y gracias al PR-HU 3 desde Ainielle puede acercarse a la ermita de San Benito (4,5 km), a Otal (6,5 km) y a Basarán y Cillas (7,2 km).Todo el Sobrepuerto es digno de una visita, es espectacular.
ResponderEliminarGracias por seguirme y por su comentario. Un saludo.
Rosa, aprovecho ahora que estáis con Julio Llamazares para recomendar “Distintas formas de mirar el agua”. Historia basada en un hecho real. Los habitantes de Ferreras, un pueblo de León, deben abandonar su pueblo, al ser expropiado el terreno para construir un pantano. Novela coral donde todos los miembros de una familia expresan sus vivencias ante ese exilio obligado. Se reúnen en torno a la muerte del abuelo.
ResponderEliminarBesos de María Josefa Ginés y José María.
Gracias por vuestra recomendación, es un libro que tengo pendiente de leer. Hay escritores que te enganchan desde el principio y ésto me ocurre con este autor.
EliminarUn abrazo.
Realmente yo creo que por mucho que intentes plasmar sobre el papel lo vivido y sentido en un viaje así, es imposible que puedas trasmitirnos toda la belleza y todas las sensaciones, que tu retina y tu alma vean y sientan. Siempre te quedará algo indescriptible que solo tú has experimentado y que podrás almacenar en un rinconcito de tu memoria para sacarlo en los momentos grises.¡Tú si que sabes|¡Gracias por este bello trabajo|
ResponderEliminarGracias a ti por seguirme en este camino de entradas y salidas que me permite este blog.
EliminarLa memoria está repleta de buenas experiencias que me han ido transmitiendo todos estos lugares que he visitado.
Además representan el mejor antídoto para esos días grises que todos tenemos.
Gracias de nuevo. Un saludo.
El tiempo es una lluvia paciente y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos. Extraordinaria novela. Enhorabuena por tu blog desde Valdepeñas.
ResponderEliminar"El tiempo acaba siempre borrando las heridas". Sí que es una gran novela, una buena excusa para volver a leerla. Gracias por su comentario. Un saludo.
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