Pero también mi nombre es el viento que arrasa con todo, destripa la tierra con vómitos de arena, desmiente con verdades las dudas de los valientes, marca los pasos que no quieren dejar huella, crece mientras duerme bajo el fragor de la batalla, pierde la suerte cuando lanza al aire las tabas con la mano temblorosa de una niña desarraigada.
Soy Tulia, sin derecho a apellidos, solo con mi nombre levanto polvo del camino, huelo a eco revestido de luto riguroso.
Pero no te confundas, no soy Tulia, la hija del rey Servio Tulio. Soy ante los ojos de los que me odian, simplemente una esclava.
Tu que caminas por donde yo antes lo hice, oyes como resuenan mis pasos firmes, sientes las risas que no pude mostrar, escuchas las palabras que no me atreví a decir, acoges los besos que no alcancé a dar.
¿A dónde van los muertos que aún no descansan?
A la sombra de una duda, a la luna que no mengua, a las noches pintadas de blanco por espuma de lamentos, a las mentiras que hacen crecer en mí el espíritu de un ave al que no le permiten volar alto.
Desarmada por el desprecio de los dioses, ¿quién cerrará mi boca con la moneda de Caronte?
¿Quién sellará mis labios con un beso de amor eterno?
¿Quién cubrirá mi cuerpo con coronas de rosas y lirios?
¿Quién ungirá mi cuerpo con aroma de lavanda?
No habrá música en mi entierro, ni amigos fieles doblados por el dolor, ni padres doblegados por la ira, no habrá en un futuro libros que escondan mi nombre en su apéndice, ni corazones que encierren las letras de mi desmembrado nombre. No contaré nueve días de fiesta y de consuelo. Nadie invocará por mi a los dioses Manes.
"Sit tibi terra levis", que la tierra te sea leve, resonará junto a caminos que no podrán acoger mi sencilla lápida.
Pronuncio reiteradamente tu nombre: "Tedium vitae"... compañera de mis últimos días, esa angustia vital que marca a fuego los sentimientos aplastados del que se sabe perdido.
No duerme mi alma bajo la alameda, no susurra el viento:" TULIA...... ", porque no descanso.
Porque estoy maldita ante los ojos de los que no aciertan a comprenderme, a los que me niegan su apoyo, a los que desoyen mis súplicas, a los que vuelven su rostro a mi paso, a los que me creen culpable de ser la brisa que mece la soga del ahorcado".
Intentar hacer una ruta en primavera por los campos de Puebla del Príncipe era una tarea fácil, no así intentar novelar una historia de las muchas que en paseos solitarios por la Vía de Anibal pueden surgir cuando transitas por el mismo camino por el que pasaron desde los cartagineses, los romanos, Santa Teresa...hasta humildes pastores de la trashumancia.
Dentro del Campo de Montiel, los dos pueblos más pasajeros fueron Villamanrique y la Puebla.
En el siglo III, España contaba con 34 vías, la más extensa con unos 1.500 km, pasa justamente por aquí. Primero se llamó Vía Heraclea o Camino de Hercules, luego Vía de Aníbal. Tras las modificaciones hechas por el emperador Augusto, pasó a llamarse Vía Augusta. Posteriormente Camino de los Arrecifes por los musulmanes. Más tarde, Camino real de Andalucía. En algunos tramos coincide con la Vereda de los Serranos.
Unía Cadiz con Roma. Qué hermosa frase la de que todos los caminos conducen a Roma.
A mi me gusta llamarla el camino romano, en primavera tiene un color especial, entre encinas, marañas y espinos , huellas de su pasado en el trazado y un tapiz verde que le confieren un encanto especial. Que comience la ruta:
Entre jóvenes olmos se llega desde Puebla del Príncipe, por una buena pista de unos 2.5 km, a la ermita de la Virgen de Mairena.
El cereal está de un verde subido, al fondo las montañas de la Sarga, el Padrón y el Cambrón destacan entre las demás elevaciones.
Dicen que Mairena fue una antigua mansión romana, lugar de descanso para viajeros.
Parada y fonda.
Parada y fonda.
Un camino sembrado de cortijos nuevos que parecen sucumbir a la presión de las nubes.
Hoy tengo buena compañía, mi perro.
Hay caminos de los que desconozco el nombre, éste has de seguirlo siempre sin desviarte hacia la izquierda.
La primavera nos regala distintos tonos de verde.
Siempre encuentro rincones mágicos donde perderme entre lirios y marañas.
Entre encinas, una rapaz intenta esquivarme.
La bella y solitaria silueta de una encina destaca sobre un fondo de olivas.
La lluvia ha caído como regalo de dioses, buen principio para el inicio a la Vía de Aníbal.
Grandes losas nos enseñan la anchura de la vía. Perfectamente una cañada podía tener un máximo de 70 m., a diferencia de una vereda que contaría con unos 21 m.
Estamos ante el Camino Real de Andalucía. No es posible determinar lo que mide, los años han pasado y la agricultura ha transformado los caminos tradicionales.
Estamos ante el Camino Real de Andalucía. No es posible determinar lo que mide, los años han pasado y la agricultura ha transformado los caminos tradicionales.
Es admirable que se conserve aún un buen tramo empedrado.
Hasta 4 capas distintas formaban las calzadas. Primero se excavaba un lecho de metro y medio, sobre él se colocaba el statumen (cantos rodados y piedras), por encima el rudus (argamasa mezclada con guijarros). Lo cubría el nucleus (grava compactada con arcilla, arena o tierra suelta). Y por último, el pavimentum formado por adoquines o grandes losas.
En primavera abren los lirios, flor apreciada por los romanos.
No todo el camino muestra la traza antigua, los años pasan y se producen modificaciones.
Aquí hay un cruce de caminos. El de la izquierda es el de Peñas Blancas que atraviesa la finca de Carboneros.
Te das cuenta de que todo va cambiando, que lo que ves ahora, solo es una sombra de lo que fue entonces. Y las nubes siguen surcando los cielos.
Una antigua noria, de origen desconocido.
Sobre la piedra, el ladrillo. Sobre el agua del arroyo de la Dehesa, un cielo tormentoso.
A la derecha, la Venta del Ojuelo. Sin duda su origen debe ser romano. Podría tratarse de una "mutatio", es decir, estación de descanso que se situaba cada 10-15 km en las vías del Imperio.
Si siguiese hacia el frente volvería hacia la ermita de Mairena, un bonito paseo en ascenso de una media hora. Tendría que atravesar dos arroyos.
Pero mi camino continua en llano y rectilíneo. Hay barro, que dificulta el pasear, pero el paisaje es lo que importa.
El vuelo de un milano detiene mis pasos, le dedico toda mi atención.
Los membrillos asoman revestidos con su bella flor.
Surgen algunos cortijos, a la vera del camino. A la derecha encinas, a la izquierda, olivares.
Restos del antiguo cortijo del Habanero.
Un nuevo cruce de caminos, a la derecha llegaríamos a la Cuesta de la Borracha.
Sin pérdida mis pasos avanzan al frente.
Me alegra encontrar otro tramo empedrado
He de sortear barro y piedra pero quiero comprobar el antiguo trazado.
Aquí puedo observar el nuevo camino y el antiguo, y la considerable anchura del original
Ahora el arroyo de Las Huertas trae agua, es una delicia sentir y ver lo que en verano quedará seco.
Me encuentro frente al camino de las Cobatillas. Las nubes juegan también a ser veredas abiertas.
Catón el Viejo, ya explicaba en la antigua Roma como podar y cultivar los olivos.
Se transportaba el aceite por rutas comerciales como ésta.
Estos olivos no son centenarios pero si se agradece que se mantenga el cultivo de este bello árbol. Que perdure como la cañada. Es de sabios no olvidar las buenas enseñanzas de nuestros ancestros.
Qué bonita está la Puebla precedida por un manto de cereal.
Aquí me encuentro con el camino del Quijote, tres sendas confluyen. Si decido ir hacia la derecha cogería el camino de Villapalacios, de ahí podría acercarme a la Ontavia y al precioso paraje del Resquicio. De frente continuaría con los pasos de nuestro admirado Cervantes.
A la izquierda, retorno al pueblo.
Las flores que nos regala la estación, iluminan de fiesta el campo.
Los árboles ya comienzan a despertar del largo letargo del invierno.
Preside la entrada el torreón árabe. Este Campo de Montiel destaca por sus fortalezas.
A la entrada del pueblo, las eras viejas, campos de avena y trigo, de arados y yuntas.
Desde lo alto, contemplo sus caminos, entrelazados, dispuestos a perderse en un fondo de pequeñas elevaciones salpicadas por encinas. De telón, las montañas de Jaén y Albacete.
Parada para fotografiar lo que fue la casa del médico. A las afueras del pueblo,con un jardín de higueras y almendros.
Tapial de color ocre, contrasta con el azul del cielo.
Un panel de ruta nos indica que seguimos por los Caminos del Quijote.
No sigo por la senda a Mairena que pasa por la fuente del Pilarillo, me voy hacia la izquierda entre almendros y olivas. Una cuesta deliciosa con el rumor de un arroyo acompañándome.
Mi compañero fiel parece dudar entre volver a la venta del Ojuelo o regresar a la ermita.
La cruz de Jorge con su bello epitafio: "El tiempo no puede borrar tu recuerdo".
Mairena queda al final, ahora mana agua de su fuente. Ahora los campos huelen a hierba mojada.
La primavera ha encendido de colores el paisaje.
Abril 2016.
Bella historia la de Tulia, bellos los campos de Montiel en primavera, bello el entorno de Puebla del Príncipe. Una primavera lluviosa y productiva para los agricultores, pone sus notas de intensos colores, que el objetivo capta con toda su intensidad. Nuevamente, las explicaciones que nos da Rosa, nos trasladan inevitablemente a otro mundo, a otra época, sin dejar de estar en la nuestra. En este caso, nos vamos a la Antigua Roma por veredas empedradas, paseamos respirando un aire limpio y puro, impregnándonos de la paz y el sosiego que nos dan los campos, y de vez en cuando, volvemos la cabeza, para divisar, de una manera tan diáfana como el día, el fantasma de Tulia, que nos acompaña, y nos muestra de una forma eficaz y sencilla, la ruta que en su impresionante pasado dio en llamarse, la Vía de Aníbal.
ResponderEliminarQué difícil me pones, amigo mío, el poder contestarte a tu magnífico comentario. Sabes captar a la perfección lo que intento dar a entender.
EliminarPor este pueblo pasan muchos caminos pero ninguno tan hermoso como éste. Lo he recorrido en las distintas estaciones, pero es en primavera cuando prefiero medir mis pasos con los que antes hicieron lo mismo, soldados, comerciantes, pastores, nobles y siervos...Y todo ello enmarcado por un precioso bosquecillo de robles, encinas y espinos en flor. He recorrido más km de los que narro aquí, pero eso quedará para otra nueva entrada.
Muchas gracias. Un abrazo.
Hola Rosa. Mi nombre es Juan y administro y gestiono la web de los 23 del Campo de Montiel. Me ha parecido magnífico tu artículo sobre Puebla del Príncipe y te pido permiso para publicarlo en la web www.los23delcampodemontiel.com y en las redes sociales, siempre poniendo la fuente claro. Si tienes algún inconveniente dímelo, vale? Muchas gracias y felicidades!!!! la web donde aparecerá es www.los23delcampodemontiel.com y en sus redes sociales. Un saludo.
ResponderEliminarHola Juan, tienes mi permiso, por supuesto. Gracias por entrar en mi blog y leer lo que modestamente he intentado contar y mostrar sobre este camino tan especial que transcurre por el término de Puebla del Príncipe. Un saludo.
EliminarPrecioso relato a la altura del reportaje. Sin duda es la entrada que más me gusta, entre otras cosas, por haber tenido la fortuna de compartir partes de este trayecto contigo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarOjalá perdure lo que queda de él, para que podamos seguir admirándolo. Un abrazo Antonio.
EliminarPobre Tulia. Su vida tuvo que ser un calvario. Incomprendida y despreciada por todo el mundo.
ResponderEliminarCuanto tuvo que haber sufrido! Y completamente sola, sin ayuda de nadie.
Seguro que fue una mujer valiente y luchadora.
Parece como si te hubieras levantado una mañana temprano y al asomarte por la ventana, viendo el posado que estaban haciendo las nubes, dijiste esta es la mía, porque vaya una maravilla de exposición.
Creo que más que una entrada sobre la vía de Anibal es un homenaje a las nubes, bellísimas secundarias a la hora de sacar una fotografía pero que en este reportaje ocupan el papel de actrices principales, acaparando toda la atención de la imagen.
En septiembre voy de vacaciones al pueblo de ni madre, San Lorenzo de Calatrava y me encantaría disfrutar de un día de nubes como este a la par que disfrutar de los bellísimos caminos que tenemos, porque nos has dado una lección magistral de que no valoramos lo cotidiano, lo que tenemos cercano.
Porque teniendo unos caminos preciosos alrededor de nuestros pueblos siempre pensamos que los de otros lugares son mejores que los de aquí?
Bonita y didáctica entrada
Se aprende mucho observando las nubes, primero a ser paciente, segundo a ser consciente de que el mundo que nos rodea está continuamente cambiando. Soñamos que somos libres, que quizás el daño que sufrimos solo sea pasajero, que si las nubes están ahí sobre nuestras cabezas es para que nos sirvan de guía, nos hagan parecer que un día corriente es en realidad un día muy especial para nosotros.
ResponderEliminarEn Septiembre empezarán a caer las castañas que por esa zona tan bonita de Sierra Morena aún podemos admirar en algunos rincones cercanos.
Muchas gracias por su comentario. Un saludo.
Agradable artículo.
ResponderEliminarMe gustaría ver próximamente alguno de Toledo.
Siento defraudarle pero acabo de hacer una nueva entrada de Asturias.
EliminarPara el otoño haré una visita pendiente que tengo por tierras de Toledo. Gracias por su comentario.
Magnífico escrito y fotos. Felicidades
ResponderEliminarLe agradezco su comentario. Un paseo siempre nos enseña. Saludos.
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