Al igual que hay caminos que te marcan, algunas personas poseen esa misma facultad.
Por nuestra vida van desfilando gentes que, con mayor o menor acierto por nuestra parte, vamos dejando escapar. Quizás porque no alcancemos a valorar lo que realmente son. A veces resulta tan complicado el ser humano.
Por suerte conocí a una de ellas, quiso la casualidad que tropezáramos en este ajetreado ir y venir de mi trabajo.
Es esta casualidad la que deriva a menudo en acertados encuentros, esos momentos cruciales que se te presentan y no debes darles la espalda, si no tendrás que arrepentirte toda tu vida.
Echamos en falta una buena amistad, quizás porque a pesar de todo los que nos rodea, de ese castillo exterior que nos montamos para protegernos, no contamos con un verdadero amigo que sepa entrar por nuestra puerta sin necesidad de llamar a ella.
Tengo la inmensa suerte de conocer a una persona excepcional que deja correr ríos de humanidad.
Con la varita mágica de su sonrisa, rápidamente sabe transformar tu mal día. No tiene enemigos porque quien poco posee no puede ser envidiado.
La sencillez es su clase; la amabilidad, su escuela; la risa, su oficio; su mirada limpia, su verdad.
Sé que durante tu estancia en el hospital has ido regalando sonrisas, repartiendo ilusiones para paliar el dolor de los demás.
Piensa que pronto volverás a tu pueblo a encender la luz de sus viviendas. ¡Qué hermoso oficio el de devolver la vista hacia esos objetos que conforman nuestro espacio cotidiano!
De nada nos sirven los ojos sin esa luz que ilumina nuestro acogedor entorno. No podemos permitir acostumbrarnos a convivir con la tristeza, tu puedes contraatacarla con la alegría que despiertan tus palabras.
Terminamos por darnos cuenta de que un hombre no debe ser conocido solo por su oficio sino por su carisma. En tu caso, por esa habilidad de prestidigitador de chispas de corriente de bajo voltaje.
Pienso que son los sueños de aquellos que nos quieren los que deseamos vivir. Caminar por ese embaucador sendero que nos conduce por la vida sabiendo cuanta gente nos aprecia por lo que somos es una cualidad que tu posees en un alto grado.
Sé que lucharás con valor y esfuerzo y que será mucho más facil gracias al apoyo de tu excepcional familia. Que ese buen corazón que os une, hará de barrera ante los imprevistos.
Inicias un camino duro que necesita ser desbrozado a tu paso. No pierdas nunca la vista al frente; no temas si alguna vez caes, volverás a levantarte. Nunca dejes de sonreir, con tus sencillas armas nunca se pueden perder batallas.
Para cuando estés recuperado, tenéis que venir a esta zona de Asturias que hoy os muestro. Será un camino largo y distendido donde habrá conversaciones pendientes entre una naturaleza que sobrecoge hasta al más insensible de los mortales.
Todo comenzará en la bella población de Felechosa. Ojalá todos los pueblos contaran con un río.
Desde el Hotel Peña Pandos, muy cerquita, cogeremos el Camín del molín de Peón.
Pasearemos entre avellanos, castaños y acebos. Y el río nos irá acompañando.
Encontraremos este banco para descansar en tan hermoso rincón.
Sin duda vendremos en septiembre cuando pisar las hojas aligerará nuestros pies.
En el área recreativa, bajo la sombra de unos fresnos, nuestra vista se diluirá entre bonitas cascadas.
El ruido nos sonará a gloria. Solo el agua sabe componer semejante melodía.
Desde el molín se accede a la preciosa ruta de Las Foces del río Pino.
La naturaleza sabe esbozar bellos encuadres.
Aquí conviven en armonía arces, avellanos, castaños, robles...
Las plantas trepan por doquier para transformar cualquier espacio.
Beberemos de la fuente de la Salud de aguas ferruginosas.
Entraremos al pueblo de El Pino tan estrechamente ligado a Felechosa por apenas unos metros, que a veces nos hace desconfiar de donde estamos en realidad.
En su iglesia de San Félix repararás no solo en su bella factura o en los enormes tilos que intentan ocultar su fachada. Repararás en la solitaria imagen que intenta pasar desapercibida.
Su rostro, fijo en el suelo tapizado de secas hojas, refleja una gran tristeza.
No hay mejor descanso ni sombra que aquí bajo el tilo.
Comeremos moras cuando maduren.
En esta pequeña área de descanso leeremos esta canción con connotaciones antiguas.
Es ésta la piedra "reonda" a la que hace referencia.
Hay algún tramo de carretera con su buen acerado que permite pasear entre 4 pueblos, Felechosa, El Pino, La Pola Vieya y Yanos. Pero algunas partes se pueden obviar siguiendo el trazado de una ruta ciclista que se interna entre prados.
Rincones sencillos nos saludan a nuestro paso por La Pola. Y gatos que no tienen miedo al visitante.
Casas que van resistiendo al abandono. No cuesta imaginar esos corredores cubiertos de flores o con las mazorcas de maíz secándose.
Aquí hay un gran número de fuentes en las que un artista local ha dejado su legado.
Juego a enumerar palabras que comiencen por B: banco, belleza, bicicleta, borda, buscar.
Ahora en Yanos cogeremos el desvío hacia Collanzo, bajo un manto verde que nos alejará de nuevo de la carretera.
Nuestro camino saldrá a la derecha, al frente se inicia la ruta de Yanos a Llamas, espectacular en su recorrido.
Yanos es color en sus primeras casas, la parte vieja escondida por detrás muestra rincones muy bellos. Es algo que tienen en común todos estos pueblos.
Es necesario detenerse en ellos para dejarse enamorar por sus cautivadores rincones.
De nuevo pasearemos bajo la sombra de avellanos, castaños...
...surgirán fuentes que con mayor o menor caudal saciarán nuestra sed.
Y cabañas que dan una nota de color a estas verdes praderas.
Preciosa conjunción de piedra y bosque.
A veces hasta la hiedra envidia a la piedra y se seca para no desentonar con ella.
Asturias también es la manzana y su apreciada sidra.
No resulta difícil imaginar cómo sería vivir en este rincón tan encantador.
En algún claro del camino, podremos admirar al frente la bella estampa que compone la iglesia de Santibañez de la Fuente con su centenario tejo, monumento natural.
Seguiremos caminando con apenas desnivel, olvidando el calor que aquí no tiene protagonismo.
Llegaremos por carretera hacia Cuérigo.
Junto a la ermita del Santo Angel de la Guarda podremos leer la dedicatoria tan emotiva que le hicieron a la joven Marta y como le han puesto a este paseo su nombre.
Atravesaremos el puente amarillo para iniciar el duro remonte que conduce a Conforcos.
En la subida podremos apreciar lo bonito que es el pueblo de Llamas.
Las montañas sinuosas se van acostumbrando a cambiar su tono habitual por el que les regala el otoño.
Junto a un tejo, la iglesia de San Miguel guarda la imagen del Cristo de la Salud del siglo XVII.
Su romería, muy concurrida, es el tercer domingo de septiembre.
No deberíamos perder la oportunidad de estar ese día allí.
No deberíamos perder la oportunidad de estar ese día allí.
La iglesia data del 1600. Estas piedras guardan secretos y mucha devoción.
Desandaremos nuestros pasos para llegar a Llamas y deleitarnos con su iglesia de San Juan el Real de trazado románico. El pueblo se compone de 5 barrios y tiene apenas unos 90 habitantes.
En la fachada principal aparece esta inscripción del año 940, lo más antiguo que queda del templo primitivo.
En una de las pilastras del pórtico aparecen letras cuyo significado no alcanzo a entender.
Siempre que me encuentro con un panel de ruta sucumbo a la tentación de intentar hacerla.
Ésta será la segunda vez que la hago, hace dos años comencé por Yanos.
Será un largo recorrido. Y una aventura en solitario.
La hospitalidad asturiana va dejando recipientes para ayudar a saciar la sed del caminante.
Ascendiendo iremos viendo como Conforcos se extiende por la ladera opuesta...
...y como sobrevolamos por encima de los tejados de Llamas.
Qué ingeniosas artimañas para sustentar una simple botella.
Y el espino quiere ganar protagonismo ante los avellanos y castaños del camino.
Son las formas complicadas de los castaños los que nos hacen imaginar un mundo del revés, donde los hombres son plantas y los árboles tratan de ser personas.
Siempre que estoy en este concejo, en Aller, me da la sensación de que me balanceo, es tal la inclinación de sus caminos, que parece que será fácil perder el equilibrio.
Los avellanos construyen un tunel dispuesto a cerrarse sobre nosotros. El roce de sus hojas es suave y delicado.
Me pregunto a menudo por qué lo más sencillo siempre es lo más hermoso.
Un camino ideal para realizar con los pies descalzos.
Aquí detengo el paso, la mirada fija, el alma en vilo. Qué extensa es esta tierra para el caminante.
Y los muros se componen de piedra y madera, enfrentados por un espacio común, el mismo fin.
Aquí me siento para comer. Ahora no mana agua. No importa. El paisaje sacia mi sed.
Los hayucos son los frutos del haya. En otoño caen y se abren, si se limpian de su cubierta, se pueden asar. El sabor se parece al de la avellana.
Si no me equivoco, este precioso hayedo tiene de nombre Les Porqueres.
La composición más bella posible es la de su manto vegetal donde crecen aislados acebos.
Magnífico el equilibrio que mantienen las hayas para no romper su unión con la naturaleza.
Los que recorremos bosques no podemos olvidar la especial sensación de caminar entre un hayedo, es algo único, los pies se van hundiendo y a la vez parecen flotar.
No quieres que estos senderos acaben.
Yanos se deja ver desde las alturas. Aún queda un buen trecho.
El haya parece que reina entre los helechos.
Desconozco el nombre de esta seta. Se agarra al tronco como surgiendo de él.
Llego a estas dos cabañas que componen un espacio singular con ese aire melancólico que nos ofrece el abandono.
Se mantiene en perfecto estado, a pesar de estar abierta.
La de enfrente acusa más el abandono y va perdiendo la cubierta.
Siempre me llama la atención los objetos que ocupan esas pequeñas ventanas cerradas.
Desciendo entre un denso bosque de castaños.
Más cabañas jalonan el paisaje.
Piensas en el esfuerzo tan grande que tenían que hacer sus moradores para poder acceder a ellas, para transportar la paja, para cultivar la tierra antes de que fuesen praderas para el ganado, para realizar cualquier reparación, para luchar contra un clima hostil en el largo invierno.
Hoy alguna valla ya no hace de cierre para las vacas, queda como recuerdo de un pasado no lejano.
A veces el camino se hace intransitable pero no importa, no hay prisas.
Siento predilección por estas cabañas, no puedo evitarlo.
Qué mejor lugar para perderse del mundo actual.
He de hacer una reseña. Lo bien marcadas que están todas las rutas en este concejo, no hay pérdida posible. Todo ello gracias al esfuerzo de unos montañeros que las mantienen desbrozadas y bien señalizadas.
Más adelante encontraré esta cabaña que pronto será parte del pasado.
Más abajo me encuentro con el caserío de La casa del Medio, lugar idílico y bien conservado.
El tiempo no conseguirá vencerlas. Su recia estructura se mantendrá firme.
Las manos que las construyeron dejaron su impronta en cada detalle.
El otoño va tiñiendo de ocres el bosque. Juega con la ondulación del terreno como un tobogán de sinuosa silueta.
Y continúan sorprendiéndome los giros que con destreza forman los troncos de los castaños.
Vuelvo atrás, en algún lugar he dejado olvidado mi paraguas. Fiel compañero de mis paseos en esos días nublados en los que termina siendo bastón.
Por fin entro en Muries. Caserío deshabitado que ojalá nunca se deje perder.
Pienso en el trabajo para colocar esas grandes piedras. En ese mimo y cuidado por componer paredes.
Muries se compone de una sola calle con unas vistas increibles hacia la montaña.
Y mantiene un cartel con su nombre, algo que hecho en falta en esta Asturias cuando paseo entre algunos rincones recónditos de esta geografía tan peculiar.
Los colores apagados que dieron alegría a esta puerta aún mantienen trazas de su primer arreglo.
Me detengo para ver la calle con gentes que vuelven tarde de trabajar los campos. La escanda y el maíz ahora son solo un lejano recuerdo.
Y me voy como acostumbro, mirando hacia atrás por si asoma el pasado y me saluda.
Un cruce de caminos. El de Yanos lo conozco. El de La Pola será el que elija.
Veré castaños centenarios que fueron el sustento de muchas gentes.
Coloco una manzana sobre el pedestal de una valla, para que escape de la humedad de la tierra.
Voy por el buen camino, al fondo sobresalen las casas de La Pola Vieya.
El río Aller siempre bravío, baja con menor caudal.
Me detengo en el pueblo en busca de esos detalles que pasan inadvertidos.
Doy vueltas por las calles para reencontrarme con el Moyón de la Corralá y me uno a esa controversia de si será un menhir o un hito de un camino medieval.
Y continúo camino y llego a la localidad del Pino y esta aclarativa información.
La capilla de San José de la Casa de la Torre se va hundiendo despacio.
Puede que esta casa sea la que más he fotografiado durante estos años. La balconada azul ha sucumbido a este clima lluvioso. Desde el siglo XVII va aguantando los embistes del tiempo.
Además de la casa señorial se pueden observar las cuadras, graneros y la capilla anexa.
De fondo, un precioso bosque de hayas y castaños.
La tarde cae, la niebla baja a ocultar todo lo que hemos visto hoy, como si de un telón se tratase. Intenta mantener la humedad que alimenta esta naturaleza exultante.
En Felechosa también hay trazas de un pasado con historia.
Y mientras ideamos otra excursión para mañana, los gatos siguen soñando despiertos.
Septiembre 2016.
Esta entrada está dedicada a mi buen amigo Antonio, se lo prometí una tarde en el hospital.
Ahora te toca a tí prometerme que junto a tu familia vendréis el año que viene a hacerme compañía por esta Asturias que te compromete con la fuerza de su paisaje, con el cariño de sus gentes y con la nostalgia que nos deja cuando nos alejamos de su lado.
No puedo acabar sin agradecer a mi buena amiga Carmen del Peña Pandos su atención, su amistad y su valía. Tu también eres una persona excepcional en todos los sentidos.
Y a Chauri, mujer encantadora que el año pasado me animó a escribir estas experiencias de una caminante solitaria por tierras asturianas.
Hola¡ Cuando veo estas entradas, es imposible imaginárselas de una forma distinta a un camino: de un origen hermoso, con bellas y bien escritas palabras, hasta un final impactante con fotos que bien merecen permanecer en algún lugar mejor que la memoria. ¿Y entre medias? Pues un camino, no tan real como el que tu recorres, pero suficiente para encender un deseo de dejarlo todo, coger la mochila y patearse cada rincón.
ResponderEliminarPara los que no conocemos el camino, por favor, sigue escribiendo, y por las huellas que dejes y las palabras con los que las describas, otros caminaremos.
Saludos, y no dejes de escribir.
Solo se trata de eso, de un camino. Nunca verás dos caminos iguales aunque salgas todos los días a dar el mismo paseo, a la misma hora. Los caminos son esos puntos suspensivos que algunas veces intercalo entre frases, son también los que hago con la mente aunque esté siguiendo un trazado. Puede que el hecho de ser una persona muy inquieta, eso derive en que no pueda parar o quizás no quiera. Hoy llevo 16 días caminando, ni un solo día de lluvia para poder pasear bajo un paraguas. A veces un sol implacable me ha hecho retirarme antes de tiempo, pero aún así, necesito caminar y coger cada día la mochila para luego más adelante poder mostraros, gracias a esas huellas que os voy dejando, las infinitas posibilidades que posee un sencillo camino. Gracias por tu precioso comentario.
EliminarTu blog me parece muy enriquecedor. Ideal para buscar la inspiración en los próximos viajes.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado la naturaleza, y este año he tenido la suerte de conocer a alguien con quien compartir mi afición. Al ver estas imágenes me acuerdo sobre todo de uno de los viajes que hemos podido compartir juntos.
Qué bonito es perderse por un camino y encontrarte al final un riachuelo como recompensa.
Permíteme que discrepe contigo. Creo que las recompensas no aparecen siempre al final. Para mí surgen muchas veces tras una curva en una senda, tras una gran arboleda que nos priva de la visión de un pueblo hasta que estás delante de él...
EliminarLas recompensas están donde menos te las esperas. Y el hecho de compartir con alguien tu afición no revierte en que la sorpresa sea mayúscula. Puedo decirte que para mí, es solo una opinión, lo que más me ha impactado siempre lo he visto sola. Esa sensación, difícil de explicar, de que estás ante algo sorprendente, es única cuando tu mejor compañera es la soledad.Es algo que voy comprendido cuando comparto mi caminar con los maravillosos sonidos que nos regala la naturaleza.
Es simplemente una opinión.La soledad a veces desgasta cuando camina a nuestro lado demasiadas horas. Pero te aseguro que por esos momentos del día van desfilando tal cantidad de pensamientos que siempre se saca tiempo para ir poniendo orden a nuestra vida.
Quizás lleve muchos días sola y por ello hoy que solo he caminado 7 horas tenga esa necesidad de compartir con vosotros, los que me leéis, un rato de compañía, ahora que toca descansar para reemprender mañana un nuevo camino.
Muchas gracias por tu comentario.
Hermosa entrada que seguro le ayudará a mantenerse con la fuerza que tiene y aumentarla. Ha sido muy bonito compartir esta ruta e imaginar un recorrido todos juntos entre tus imágenes y las palabras que las hacen más atractivas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Antonio esta senda alrededor de Felechosa tiene toda la longitud que uno quiera darle. Pero el cariño es tan largo como un ovillo de esos que comienzas a soltar para luego recogerlo de nuevo con la ayuda de las manos que se estrechan de verdad.
EliminarNo dudo que podré guiaros el año que viene por ese camino entre avellanos que lleva al Molín, o que por la senda de origen romano podremos alcanzar las brañas o que caminaremos por cualquiera de los bellísimos hayedos que rodean la localidad. Y sin olvidar las Foces del río Pino o la ruta de las fuentes...No será la imaginación la que nos guie, será la tranquilidad y el sosiego que transmuta en felicidad.
La fuerza nunca se pierde cuando la familia la alimenta a diario con todo su mejor cariño.
Un abrazo.
Qué bonito. Un fuerte abrazo.
EliminarGracias Antonio. En la próxima entrada volveremos a dar un paseo todos juntos. Hoy es un día para compartir vuestra mayor alegría. Dale un fuerte abrazo de mi parte.
ResponderEliminarSi al iniciar esta experiencia de mostrar a un número ilimitado de personas, tu deambular por parajes increiblemente mágicos, con el objetivo de una cámara, con entradas y comentarios que denotan una gran riqueza interior y una gran humanidad y mucha sabiduría,querías impresionarnos; ¡Enhorabuena! Porque al menos conmigo lo consigues.Estoy impresionada por los lugares tan hermosos y que transmiten tanta paz, tan necesaria en estos tiempos de ruidos innecesarios. Impresionada por esa capacidad tuya de empatizar con las personas ante cualquier revés que la vida les depare y estar ahí. Impresionada por esa filosofía de vida que transmiten tus escritos y de los que siempre hay algo que aprender.
ResponderEliminarAprovecha esa soledad de los caminos tan enriquecedora y muestranós en tus próximos trabajos los resultados, los esperamos. Por cierto, ¿Sabias que algunas personas necesitan la soledad para meditar y otras la necesitan porque ya han meditado?
Quizás tarde o temprano tendrás que mostrar ese talento que tienes para arrancar una sonrisa a los demás, acabes acometiendo la empresa de hacer tu propio blog o escribiendo un libro.
ResponderEliminarAndamos algo perdidos por este mundo, unos por falta de cariño, otros por los contratiempos que se presentan y a los que resulta harto difícil vencerles...Hay cientos de motivos por los que resulta a veces complicado no iniciar un camino pero sí acabarlo.
Puede que estemos predispuestos a caminar siempre para encontrarnos, porque no sepamos reubicarnos. Porque nuestro cómodo entorno, nuestro acogedor sillón, todo lo que representa nuestra "casa", no sea nada prometedor. Creo que a veces nos movemos en el mismo sentido que el viento porque resulta más facil dejarse llevar que luchar contracorriente.
Soy de las que necesitan la soledad para meditar y a la vez también de las que tras meditar, saben que la soledad enriquece a las personas, aunque también acabe por hacerlas egoistas, pero a la vez te hace ver que el mundo no fracasa porque una persona sola pueda vivir con bastante poco o lo que es más importante, sin hacer daño a nadie.
Un abrazo y hazme caso, continúa escribiendo.