Creo que es la primera vez que me ha ocurrido que me preguntaban para qué ir a un pueblo si allí ya no quedaba nada .Puede que eso sea precisamente la iniciativa que me hace tomar este camino en dos días distintos seguidos. Sí, el hecho de ir a un lugar donde nada hay. No conozco ningún rincón que me muestre que allí solo exista un vacío.
Buscaba un pueblo y encontré un bosque.
Efectivamente en Moroso no había nada que ver, nada por investigar, nada donde se recreara la mente en levantar edificaciones que ruinosas a duras penas asomaban de frente, no había nada que detuviese mi tiempo más de lo previsto. Pero siempre hablo del Tiempo en mayúsculas, de ese espacio que ocupa mi atención en decidir si algo vale o no la pena...y sin duda Moroso merecía toda mi atención.
Comencé por esas paredes que afrontan como siempre con firmeza los avatares del tiempo, continué con esos muros que delimitaban fincas, con los que sujetaban las numerosas eras escalonadas que allí debieron ser trabajadas, por los canales que se dejaban entrever para reconducir el agua, por buscar el camposanto que no encontré, por observar los numerosos árboles que allí desplegaban todo su esplendor para entender cómo se aprovechaban...Me preguntaba si Moroso significaría "lugar abundante en moras", esa fue mi primera impresión pero su topónimo, según los datos conocidos, podría ser "asentamiento ubicado en un monte espeso" y eso tambien era cierto. Arces, manzanos, serbales,hiedra, rosales silvestres, endrinos, zarzamoras,cerezos...pero sobretodo ese robledal magnífico tiñéndose de amarillo y más adelante el hayedo que hay que cruzar para ir a Candenosa. Pero lo más importante de todo, era esa fuente, imposible de llevar, de vender, de trasladar. Si hay fuente no podemos decir que no hay pueblo. En ese mundo que vamos dejando perder al que siempre hago referencia, el del abandono donde solo cabe la sensibilidad y el silencio; si hay fuente, habrá Moroso y si los árboles no nos dejan ver el bosque es porque no sabemos mirar hacia la dirección correcta, la de la nostalgia.
Lo cierto es que no sé cómo pero me perdí en Moroso, fui bajando por sus eras, por sus caminos a medio deshacer o mejor, por rehacer, que cuando me di cuenta no sabía cómo salir. El bosque es un laberinto fiero y hermoso, deseoso de amistades o puede que las ruinas fueran las que necesitaran compañía.
Se descubre tarde que somos materia como la tierra que pisamos; que mientras paseamos por un hayedo, podemos ser hayas; mientras nos deleitamos admirando un robledal, podemos ser el muérdago que abraza su tronco; o el musgo de una piedra, o el agua que escapa por el margen de un regato....Podemos ser materia de roca dura, rota a base de los golpes recibidos o soñar que somos nubes mientras tengamos sombra. Todo ésto me acompaña en esa pérdida voluntaria por Moroso y termino pidiendo cobijo en las casas derruidas, ideando como poner cierre a las contraventanas del abandono, dudando de si la niebla que se va levantando es el principio o es el final.
Cuando por fin encuentro el camino y entro en la penumbra de un bosque bellísimo, continúo pensando en Moroso y me acompaña la vaga sensación de que allí he olvidado algo.
Cuando entro en Candenosa y contemplo cómo van resurgiendo sus viviendas, me siento en su fuente y frente al poste que indica que aún quedan 5.5. km para Hormiguera decido desandar el camino y regresar como si fuese un niño más del Candenosa de antaño que tiene por delante un km y medio para no llegar tarde a la escuela.
Comienzo en Navamuel acercándome a su fuente, detrás se encuentra la escuela mixta del año 1919.
Siempre hago una parada para ver fuentes, pilones y lavaderos. Nostalgia de tiempos pasados. Aquí se mantienen en perfecto estado.
Valderredible es un municipio que abarca más de 50 nucleos de población. Lugar privilegiado para perderse por sus innumerables rutas de senderismo.
La niebla en avanzadilla va dejando admirar el inmenso robledal.
Aquí no es posible perderse gracias a estos carteles hechos con mimo.
Una senda bien limpia, con la elegancia de unos avellanos, invita a caminar.
Robles o rebollos son los más abundantes.
Cruzaré por este pequeño puente.
No hay lugar mejor para perderse. Magnífico el crecimiento de estos rebollos.
Con infinita pena desde este lugar privilegiado deberé darme la vuelta. Olvidé que hoy era día de caza y oigo no muy lejos a los perros.
Una buena excusa para volver el año que viene, nunca dejo un camino por terminar y más si es tan encantador como éste.
A la mañana siguiente, me acerco a Valdeprado del Río. Esta ruta es otro de los accesos a Moroso.
Lindo pueblo como todos los de este municipio.
En el camino me encuentro con esta fuente situada por debajo de una pradera.
Es el único acceso rodado para ir a Moroso.
Siempre en ligero ascenso pero cómodo de transitar. Aunque yo prefiero las sendas estrechas y enriquecidas de hojarasca.
Imagino debe ser Candenosa el que se ve al fondo, el pueblo más alto de Cantabria, a 1.150 m. de altitud.
Aquí me encuentro con la salida a la senda que había tomado el día anterior.
Ahora desfilan, acompañando a los robles, unos esbeltos pinos.
Y desde aquí el camino se convierte en un delicioso transitar por un buen robledal.
La primera imagen que tengo de Moroso. Hicieron un pequeño refugio en el 2013.
Me sorprende encontrarme con arces que durante mi estancia en Moroso darán un toque especial de color a este bosque tan particular.
Las primeras ruinas emergen entre un jardín de escaramujos, espinos y zarzas.
Sencilla construcción para recordar que allí existió y existe un pueblo.
Mientras se recuerde, seguirá vivo.
Preciosa poesía de Jesús Fernandez, exvecino de Moroso.
Entre frutales me dispongo a buscar tus huertos.
Intento reconstruir tus casas, gracias a la memoria que mantengo de las viviendas de los pueblos ya visitados. Todos teníais en común una misma manera de construcción.
Con tus moras me alimento. Con ellas, tus habitantes harían sabrosas conservas.
Las piedras que quedan intentan camuflarse para no ser llevadas de su escondite.
Puede que lo que veo sean restos de calles empedradas.
Una de las eras o puede que sea un prado hoy seco por la escasez de lluvias de este verano.
Fresno, acacia o serbal...siempre os confundo pero vuestro porte siempre es elegante.
Tu eres el edificio mejor conservado. ¿Qué fuiste?.
Me asomo entre tus muros para ver el horizonte de tus escombros.
La hiedra ha impedido que se lleven tus piedras. Te quiere y se amolda a tu compostura.
Estamos en octubre y las avellanas ya pueden ser recolectadas.
Veo frutales que durante años han debido servir de ayuda a vuestro sustento.
Miro tu bosque como lo miraban ellos pero solo unos momentos. Quiero imaginar cómo sería verlo a diario.
De otoño no solo se desviste el roble o el haya...
...así es Moroso, un bosque de árboles diversos en el entorno de Costumbría.
Es también un huerto de manzanas pequeñas totalmente ecológicas.
Un remanso de piedras en paz que ya no temen ser arrancadas.
Con cada paso que doy, aumenta el número de edificaciones. La mirada puesta en la piedra y en el bosque interior que convive con ella.
Confundida estaba, pero sí, eres un endrino, las espinas te delatan. Con tus frutos harían pacharán o conservas.
Quedáis muros sin desmembrar. Limpias vuestras praderas por el tránsito del ganado.
Siento que pronto partiré y este año tampoco veré el esplendor del otoño. Solo me asomo con la distancia prudencial para no sentir la necesidad de integrarme contigo.
Me encuentro con este cartel, bella muestra de artesanía en madera. Me recuerda que tengo que ir pensando en retomar el camino.
Y los rosales silvestres se abren como puertas para indicarme la salida...
...un gigante árbol llama mi atención. La iglesia de la naturaleza tiene diversas formas para mostrarse.
Y reparo ahora en esta curiosa señal. Por fin, veré la fuente.
Hay caminos que no deshace el hombre. Aquí todo está muy cuidado para facilitar un recorrido especial.
Un arce espléndido hace de puerta de entrada y de placentera sombra.
Al fondo los avellanos se disponen a acompañar las largas tardes del estío.
A su lado me quedo, porque junto a ella es el único lugar, ahora mismo auténtico, que queda del antiguo Moroso.
Ya no se perderá tu memoria mientras el agua siga fluyendo de este escondido rincón.
Sonarán de noche cuando no acertemos a escuchar, esos sonidos provenientes de la alegría y el bullicio que reune una fuente a su alrededor.
Siempre observo lo que flota en el agua estancada, es el mejor recuento de lo que la naturaleza muestra en cada lugar.
Podría quedarme una eternidad junto a una fuente, pero hasta los tiempos tienen límites.
Ya he aprendido como salir. La flecha me indica los trazos que aún quedan de empedrado.
Un camino entre dos pueblos. Una comunicación continua, el reencuentro de los vecinos.
Volver al bosque cerrado me ayuda a mitigar la nostalgia. Acierta en buscarme sonrisas.
Sigo tus sendas marcadas por los años. Pienso en los acuerdos vecinales para arreglar caminos.
Veo los muros que delimitaban las fincas. Robles y piedras se unen para no ser avasallados.
Las primeras hayas hacen presencia. Continúan los muros. Aquí debió haber bastante vida activa. Ganado, cereal...Ahora todo es silencio.
Paso por un arroyo por un sencillo puente de piedras.
A veces me pregunto porqué me sobrecogen tanto los hayedos. Puede que por la oscuridad que muestran o porque cuando penetras en ellos parece que hasta a los pájaros se les impone el silencio.
Aquí en bellísimos tramos, conviven con los robles.
De Candenosa desconozco su estado actual. Creo que ya no está despoblado.
Y comienza el mundo del haya. Esbeltas, cierran el cielo a tu mirada...
...su suelo es único e indescriptible. Quien no haya caminado nunca por él, no lo entendería con palabras.
Las inclinaciones a las que te somete son como andar sobre la cuerda floja pero con una alfombra como red.
Comienzo a ver la salida del tunel...
...y me encuentro con un paisaje totalmente diferente.
La merendera montana es habitual verla en zonas de pastoreo.
Como un juego de niños, inicio la línea que marca una estrecha senda.
Vuelvo la vista atrás y allí donde el bosque es diferente está Moroso con su torre-árbol en el centro.
Hay que entrar y salir por un amplio cercado, vacío de ganado, puede que desde hace tiempo.
Y volver a pasear por un robledal. Magnífica compañía.
Luego la senda se abre cuando te estás acercando al pueblo.
Bonita entrada tiene Candenosa.
Muros que delimitan casas en ruinas con algunas en perfecto estado.
Asombra encontrarse con un edificio de tres plantas.
Me siento a descansar en la fuente. Está seca pero hay algún manantial más por el pueblo.
Veo Candenosa y veo Moroso. Su arquitectura debía ser muy similar. Por suerte se mantienen algunas casas abiertas. Por suerte, nunca desaparecerá.
Me encuentro con una amable señora que me cuenta que éste fue el antiguo horno.
Hablamos un rato agradable sobre el pueblo de su padre.
Creo que es un enorme fresno el que da sombra a la fuente.
Junto a ellos, el cartel que indica que aún quedan 5.5.km para Hormiguera. Me hubiese gustado seguir pues tendría que haber pasado por otro hayedo pero Moroso me detuvo más de la cuenta.
Y esa sensación de que algo he dejado olvidado, me hace volver hacia atrás.
Ahora el camino ya no es desconocido, me dirijo con paso firme sorteando el juego de vallas que entretienen al senderista.
Bosque que nunca me cansaré de fotografiar.
El cielo debe ser un gran bosque inabarcable, muy transitado, donde los pies no duelan solo vuelen.
Las marcas evitan que me despiste en este espacio de densa vegetación.
Tejados de hayas que se deslizan sobre mi cabeza.
Vuelvo a tu encuentro, Moroso, de pueblo a pueblo por el camino de los arrieros, de los pastores, de los niños a la escuela.
Cerezos de hoja caduca...Aquí todo vuelve a la tierra para levantarse con más fuerza en la primavera.
Me despido de tus ruinas, de tus calles desiertas, de tu iglesia desaparecida, de tu camposanto expoliado...
Pero también del escaramujo que afrontará un nuevo invierno para mostrar en primavera sus vistosas flores.
Adiós dice la nostalgia al tiempo, adiós dicen las palomas cuando son encerradas en jaulas.
El regreso a Valdeprado se me hace corto y rápido. Te veo entero como deberían permanecer todos los pueblos.
La tarde va cayendo despacio mientras una vaca pasea a sus anchas por las calles desiertas.
Octubre 2016.
Moroso tuvo 15 casas incluida la rectoral, escuela de primera enseñanza y una iglesia del siglo XV dedicada a Santa Lucía.
Las tierras eran de mediana calidad. Criaban ganado vacuno, ovino y cerdos. Pescaban cangrejos en los dos arroyos que hay. Cultivaban cereales y patatas.
Del bosque se proveían de buena leña. Cazaban codornices, perdices, conejos, zorros, palomas...
El correo venía de Reinosa.
Contaban con cuatro caminos de acceso a los siguientes pueblos: el mejor era el de Valdeprado del Río, "el del hayal" a Candenosa, el de Navamuel y el de Reocín de los Molinos.
Tuvo bastantes pleitos con Valdeprado por el aprovechamiento de pastos y leñas del Monte Costumbría y Mata de la Bustilla. Tras tres largos años llegaron a un acuerdo común.
No tuvieron luz eléctrica, solo candiles de carburo.
Cada 15 días cocían el pan. La nevera era la bodega donde guardaban además del pan, la matanza.
La escuela contó con profesora hasta últimos de los años 50.
Anécdotas curiosas como que en 1955 varios vecinos vendieron hayas para poder arreglar los caminos al pueblo y el tejado de la iglesia.
A primeros de los 60 se marcharon las dos familias que quedaban. A pesar de estar despoblado, durante un tiempo se mantuvo la festividad de Santa Lucía con baile incluido.
En 1933 contaba con 43 habitantes.
(Todos estos datos están extraídos del interesante libro de José Mª de Río Soto: "Andadura de mi vida hacia Moroso").
Todas las siguientes fotografías están cedidas por Pablo Martín de su amena web sobre Candenosa.
Realizadas por M. Luisa en el año 1960.
Iglesia de Santa Lucía. Año 1960.
Escuela de Moroso donde también asistían los niños de Candenosa.
Casa de Candenosa que aún se mantiene en pie.
Ésta ya no existe.
Quisiera expresar mi agradecimiento a estas gentes que he conocido en Polientes durante mi estancia, y que al igual que el paisaje de esta bellísima comarca de Valderredible, han dejado en mí una profunda huella.
A Tita y Pablo, los mejores anfitriones en el Hostal Sanpatiel.
A Roberto por sus perfectas indicaciones sobre rutas y su entusiasmo por esta tierra.
A Paulino de Navamuel por su amena conversación.
A Juan Francisco de Montecillo por su simpatía.
A Marina de Los Coroneles por su amabilidad.
A Jose Antonio de Otero por su agrado.
Y a tantas personas que viven durante el crudo invierno solas en sus pueblos y que han compartido conmigo su tiempo. El mío ha quedado enriquecido con sus historias. Os admiro a todos. Muchas gracias.
Una vez más este blog consigue despertar la nostalgia por un tiempo pasado, probablemente no idílico, pero sí más humano. Los bosques que te invitan a reflexionar y las gentes que reviven gracias al recuerdo merecen la atención que Rosa les presta con exquisito cuidado y profundo respeto.
ResponderEliminarSi inicias un camino es con la idea de que a partir de ese momento todo lo que hagas será con mucho respeto. Respeto por la naturaleza, respeto por el patrimonio que te encuentres y sobretodo respeto por sus gentes, por las que quedan, por las que se marcharon. Si cuidamos y enseñamos a cuidar, prolongaremos la existencia de un pasado que nunca muere, de un presente que necesita mucha atención y del futuro que nos quede.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un saludo.
Hola buenas noches.
ResponderEliminarEstoy contemplando de largo el mejor blog sobre senderismo.
Después de ver tantas y tantas paginas senderistas de un marcado corte narcisista, con poses más o menos tontunas de los protagonistas, donde prima el personaje sobre el paisaje, aparece esta maravilla conceptual ante mis ojos. Predomina la obra sobre el sujeto.
El que la autora no salga en ninguna fotografía (a diferencia de otros blogs) ya dice mucho sobre quien recae el peso del protagonismo.
Adquiere importancia quien de verdad la tiene: el camino (y sus elementos secundarios que van saliendo al paso). No tienes prisa en llegar al final del recorrido. El aliciente no esta en culminar la meta, está antes de llegar a ella.
Si para los demás culminar el recorrido es levantar la copa de campeones para ti solo es un diploma. No te satisface llegar al final porque en tus recorridos nunca hay un final.
Empatizas de manera extraordinaria con las gentes que vivieron en estos lugares tan agrestes e inhóspitos.
Disfrutas sobremanera con los placeres de la naturaleza.
Tienes la frase adecuada para cada pie de foto.
Por ser muy urbanita no he podido hacer mucho senderismo ni conocer apenas pueblos abandonados pero leyendo relatos tan magistrales como este dan ganas de ponerse en marcha mañana mismo.
¡Enhorabuena Rosa Cruz por esta variedad tan hermosa de reportajes de distintos lugares de España!
Te agradezco mucho tu halagador comentario pero, discúlpame, que discrepe. Cada uno hace su blog a medida de lo que desea. El mío es solo uno más en esta larga lista que incluye el senderismo, solo que aporto esa parte que precisamente me condicionan los caminos, la de la reflexión, la de liberar los pensamientos mientras reconduces tus pasos mientras caminas. Pero, sin duda, cada cual hace su blog con ilusión.
EliminarCoincido contigo en que no hay prisas, no tiene sentido, puede que lo que busquemos se tarde tanto en encontrar que el aliciente sea precisamente eso, el tiempo que le dediquemos. Los finales no aportan nada, lo que importa son los momentos que se digieren despacio, así nos llenarán más.
Este año he tenido unas vacaciones un tanto peculiares, iré sacando poco a poco las entradas y mostrando lo que de verdad me interesa, lo que permanece en la memoria tras un viaje. Y por supuesto con la idea de que a veces es necesario repetir, dar la vuelta.Llámalo regresar, si quieres. Este año he conocido gente que me ha enseñado mucho más de lo que yo les haya podido aportar. Compartir su tiempo ha sido la única meta que merece la pena. Por encima, y aprovechando tu halagador comentario, me permito nombrar a los que viven en Urdiales y Los Montes de la Ermita, a los de Quintana la Peña, a los de Ferradillo, al de Longalendo...algunos solo habitados en fin de semana. Los recuerdo trabajando y contándome sus logros.O Santa Lucía de Valdueza, sola, pero recibiendo la visita de una señora nacida allí. Valsurbio, intentando no perderse. Candenosa, igual. Lorilla asomada a ese balcón infinito...Y sobretodo a las gentes de Valderredible, donde hay pueblos que durante el invierno se quedarán con un solo habitante.
Los bosques son imprescindibles, si pudiésemos "oir" lo que nos dicen, sin duda seríamos de otra manera. Ellos son siempre el punto de partida, no quiero carreteras, ni caminos asfaltados. Una senda dibujada entre hayas, robles, pinos...no importa, es el mejor de los caminos. A veces faltan, pero siempre habrá algun árbol aislado que llame nuestra atención, por lo que representa no solo para nosotros sino por la mano que lo plantó y cuidó.
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo.
Precioso reportaje que evidencia tu capacidad para acariciar el alma de los pueblos extintos como si fuesen personas enfermas que quieres sanar. Un abrazo.
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