domingo, 25 de junio de 2017

UN NOMBRE ME DETIENE. LOS MONTES DE LA ERMITA. LEÓN.

No sé el motivo por el cual me surge esta pregunta a menudo: ¿por qué no voy a conseguir desandar los mismos caminos que sus antiguos pobladores hacían a diario?. Si yo también cuento con el tiempo de mi parte. Pero es que siempre me detienen los árboles, las flores, las piedras, las montañas, los cielos, los ríos y arroyos, las fuentes...Se empeñan en detener mi paso, solicitan mi atención y yo simplemente se la entrego.
Aquí es un cartel el que me llama, los dos pueblos que quiero visitar están en el mismo camino, aparentemente.




Y un solo buzón de correos.



Me detienen las cruces por el simbolismo, por la dedicatoria, a quién van dirigidas, quién las puso...




También las señalizaciones de senderos.



Me detienen siempre las fuentes, me inclino hacia ellas con esa devoción del que necesita calmar la sed y explorar todos sus entresijos.




Y cómo no subyugarme a la densa visión desde un puente, a su cauce entregado, a su verticalidad.




Y es aquí donde me detengo en firme. ¿Qué elegir?. Apenas tengo recuerdos precisos de estos lugares, sé que son muy bellos ambos. La decisión es fácil, hoy uno, mañana otro.




Elijo Los Montes de la Ermita.  Por delante horas de incontables pasos, horas para intentar entender su nombre.



Pasos que doy admirando laderas pobladas de infinitos brezales.




 Aquí en esta zona se le nombra con una palabra poco común, urz o uces. Tiene propiedades medicinales, como antidiarreico por ejemplo, su miel es muy apreciada y de las raíces se obtiene carbón vegetal.
Aquí convive con robles y retamas.



No hay palabras que expliquen lo que sientes cuando delante de ti, tras una larga caminata, se te ofrece la agradable visión del pueblo que esperas abrazar. ¿O será él el que te acoja?
"Que te acoja la muerte con todos tus sueños intactos" Alvaro Mutis.



Acostumbrada estoy al desorden que genera el abandono que me asombra ver su bella factura de piedra y pizarra.



Nunca sabes lo que te aguarda, éso es lo que hace que los viajes sean emociones encendidas.
Un cartel indica que desde aquí puedo ir hasta Urdiales. Une la posibilidad de alcanzar los dos núcleos y no tener que desandar el camino.




Un pueblo tomado por vacas. Ellas serán los únicos habitantes que me iré encontrando en mi visita. En las calles, en la iglesia...por todas partes campan por su casa. Y es que lo es.



Pero ese humo del fondo me indica que alguien trabaja cerca. No será hasta el final que nos encontremos.
Ahora toca enumerar fuentes. Porque Montes de la Ermita es sobre todo agua.



La fuente de la entrada.



La piedra bien trabajada.




La calle silenciosa. ¿Cómo la tratará la noche?

"Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mi también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie"
Octavio Paz.




Escaleras para acceder a la vivienda, abajo para guardar el ganado.




Finales de septiembre, a los cerezos aún les queda para perder la hoja, un espectáculo visual incomparable. Los tejados brillan como el sol que los mira, reflejándose en ellos.



Unos muros delimitan el acceso a otra fuente, la oigo.



Arroyos se despeñan precipitadamente por la accidentada orografía de sus calles. Un pueblo tomado por las aguas, lo imagino así con el deshielo de la primavera cuando el sonido irrumpa calmando el temblor de la tierra que despierta tras el largo letargo invernal




 Me sorprende el agua en todas sus manifestaciones, las fuentes en todas sus formas...pero quién iba a dar que manarías de debajo de una añoso fresno...maravilloso rincón para dejarse llevar por los sueños.




El musgo aletea palpitando en su cobijo con el más suave de los requiebros, el agua rompe el camino con la suave inestabilidad de un niño que da sus primeros pasos.




Y toca enumerar los árboles, mejor dicho la variedad de ellos, no hay número que delimite su extensión.
Aquí se me presenta una noguera.



Entre cerezos y algún granado, la ermita Virgen de las Llamas,  restaurada con mucho acierto en el año 87.




Un pueblo muy bien cuidado.




Me ven como a una extraña que no las importuna, compartimos espacio, nos asombramos igualmente.




Me detienen los caminos que en ascenso comparten belleza con los muros que los delimitan. Éste me acerca a la ermita.



Precioso rincón al amparo de grandes cerezos. Con qué acierto eligen sus pobladores el árbol que ha de acompañar a su iglesia.




De nuevo regueros de agua que me distraen de mi objetivo y lo multiplican, aquí no hay guión que valga, hay tanto que ver y sin embargo noto que voy perdiendo ese hilo conductor que entre despistes, ensoñaciones,  me hace desviarme continuamente a semejanza del que ve por primera vez el mar y quiere medirlo con su mano.




No necesito más, montes al fondo, agua a mis pies, la sombra de los árboles y casas de piedra y pizarra.




Aquí me sentaré a poner las ideas claras, a intentar poner orden porque me pierdo entre tanta belleza.




Me detienen las fachadas sencillas, los detalles exiguos como el ramillete de flores secas.




Contemplo el equilibrio que se consigue cuando la naturaleza se respeta por el hombre y lo que la ganadería aporta. El mundo da vueltas despacio, más de lo que creemos en estos preciosos rincones. Se detiene y no avanza. Las dudas, los agobios, nada aportan. Es el sosiego el que nos hace más receptivos. Para aprender a sentir es necesario comunicarse con la calma que infunden estos lugares.




La espadaña ese faro que nos intercomunica a los que nos perdemos dentro de los caminos.
Subiré tus escaleras en un momento.



Y esta bonita fuente engrosará mi lista.




Una vuelta por detrás para admirar su sencilla elegancia.




Ahota tocaría enumerar puertas, pero Los Montes cuenta con unas cuarenta viviendas y algunas de ellas tendrán más de una...



Me detienen las calles y ese oficio de callejear por ellas, de intentar hacerme con el mapa de su laberinto.




Imaginarte revestida en  fiestas, engalanada de regocijos entre esperados encuentros.
Sus fiestas se celebran el penúltimo fin de semana de agosto. Antes eran en septiembre.




Bien podría continuar con otra lista, esta vez para plantarme a enumerar escaleras.




O retornar a la lista de las fuentes.




Frente a mí el orden que da la cara amable de un pueblo que nunca se perderá porque sus antiguos vecinos así lo decidieron.




Hoy soy dueña del espacio que vuela entre los rincones apartados de sus fachadas, allí donde la naturaleza arropa sus piedras.




Escapo entre delgados espacios que huyen en su soledad de recias fachadas.

"...todavía hace un tiempo/ en rigor no hace tanto
las soledades/ solas/ cada una en su hueco
hablaban una sola deshilachada lengua
que en los momentos claves les servía de puente

o también una mano una señal un beso
acercaban al solo la soledad contigua
y una red solidaria de solos conectaba
la geografía y las esperanzas..."
Mario Benedetti.




Me detienen las  puertas con gatera a la espera de un gato.




Y de nuevo el rumor del agua me saca de mis proyectos a corto plazo y creo ver que si eres molino me confunde que estés entre las casas.




Balcones corridos con vistas a un mar de robles entre brezales. Esto es el Bierzo.




Y transcurre el tiempo y entre los interrogantes, los desconocimientos.




Hay lugares que parecen dormidos, de lunes a viernes sueñan y despiertan los fines de semana.




Hay lugares que te detienen, que no quieren que te alejes.



Que te invitan a descansar en su escalera.




Que te recuerdan que comer aquí, junto a una fuente, nada tiene que envidiar a un restaurante de tres tenedores.




Que de este horno volverá a salir el mejor de los panes.
Camino entre divagaciones cuando oigo cerca gente hablando, me encuentro tres personas, un matrimonio y un señor que vive permanentemente en Los Montes, serán mis cortetulios durante un apacible rato.
Hay cariño por su pueblo. ¿Verdad qué es el más bonito que has visto?




La despedida es de nuevo un encuentro con la tranquilidad de estos animales.




A Urdiales 4 km. Tengo que intentarlo. Pasaré por el pueblo viejo, Folgueiras de los Montes, hoy apenas reconocible, hasta tuvo iglesia, su elevado campanario era visible desde largas distancias.




Otra nueva fuente en este camino en suave ascenso en su inicio.




Mientras camino voy tarareando, como si una premonición fuese:

"Yo voy soñando caminos de la tarde...
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece"
Antonio Machado.




Entre elevados robles aparece algún bonito ejemplar de serbal de los cazadores o capudre.




Y surgen las primeras ruinas. Durante un buen rato pasearé entre ellas para intentar poner orden a la piedra que hoy abraza el musgo bajo fresnos, abedules y robles.



Muros que serán mis fieles acompañantes.




Y un precioso manantial donde decidiré acampar y tomar algo. ¿Por qué me olvido de comer cuando me enamora el paisaje?
Puede que el alimento sea solo éste, lo que te entrega la naturaleza con la libre elección del que no necesita nada más.




Me detiene la contemplación de las hojas que arrastran el agua.




Será el último indicador que vea, pronto la ilusión de esos dos km que me separan de Urdiales se convertirán en una pesadilla pasajera.




Estos son los caminos que me hacen disfrutar en la naturaleza. Estrechos, manteniendo su antiguo trazado.




Los que se van adentrando y perdiéndose por el cauce roto de un arroyo.




Un puente sin fecha de caducidad asimilado por la naturaleza, expropiado para ella.




Me encuentro en el antiguo camino que comunicaba estas tres poblaciones, hoy doy los pasos que otros muchos dieron, hoy soy una de ellos.




Y continúa ese deambular con la seguridad que me ofrece un muro que delimita antiguos campos de cultivo y zonas de pasto.




Pero cada vez se hará mas intransitable, embarrado en tramos, en otros sumergido por el arroyo.




Como bóveda celestial elevados fresnos. La luz se tamiza entre las hojas, hay lugares donde no puede entrar.




Donde crecen helechos resguardados bajo la sombra del cerrado bosque.




 Centenarios árboles conviven con ejemplares más jóvenes como una gran familia unida.




No recuerdo en qué momento me despisté, lo cierto es que seguí varios posibles trayectos pero todos se perdían. Sin embargo continué buscando una salida. Hice como en otras ocasiones una subida hacia el punto más elevado, allá donde el bosque me dejara ver. A través de trochas, conseguí salir pero sin poder encontrar el camino cierto.
Rabia es lo que sentí entonces, como en otras excursiones en las que tras tantas horas caminando, desfallece tu ilusión no por la larga travesía sino por los impedimentos que surgen como barreras infranqueables, como tropiezos en esa carrera en la que no quieres verte inmersa pero que acaba por minar tus fuerzas. Me apena equivocarme sabiendo que estoy tan cerca. Me detiene una vez más ese frente de árboles que impiden ver el bosque, que quizás lo único que pretendan es que me aloje entre ellos. No quiero hacer guiños aún a la vida que me quede, pero qué mejor lugar para partir que un bosque inabarcable que te cobija y te convierte en un árbol más.




Y así me sentí cuando vencida decidí darme la vuelta. 

"Dicen que cantan los árboles mientras duermes,
invocando con sus ramas no te ahuyenten,
ni siquiera, mientras sueñas que otros sueñen,
si en la tormenta del destino desfalleces.

Implorar no quieres que te admita
si lo que dices y has hecho te acobarda,
no permitas que el latido que aún palpita
te distancie de este bosque que te aguarda.

Encontrar el camino que ahora envuelves
con recortes de poemas que acapara
 a las hojas que se quedan ausentes
cuando el corazon que las mueve ya se para"




Los caminos son mucho más bellos cuando, liberada de una carga,  te devuelven la libertad que tanto ansías.




Salir fuera del mundo interior de un bosque a veces puede ser un alivio...pero no me confunden ni me intimidan los desconciertos,  lo intentaría de nuevo.




Me llevo esta imagen en la recámara de la memoria.




Llegando a mi coche una parada en el puente. Agua, necesito agua. No por sed sino para  aliento.




No quiero regresar aún. Recordé que el día anterior había cogido esta senda que me lleva a Colinas del Campo.




Aún le queda alguna hora a la noche. Resto tiempo para ganarlo en este bello sendero. Quién se resiste a no pasear entre avellanos.




A deleitarse con pequeños regatos que te devuelven con firmeza al mundo donde impera la fantasía.




Bienvenidos a Colinas del Campo de Martín Moro Toledano.



A 980 m de altitud, crece este bellísimo pueblo declarado conjunto histórico-artístico.



Un pueblo de cuento o encantado.




Aquí se magnifica el paisaje alumbrando la belleza de sus casas. Un tejo hace las presentaciones.




Invito a quien pase por aquí se dedique a callejear sin tiempo establecido, para descubrir rincones de ensueño.




La iglesia de Santa Dorotea cuya festividad se celebra el 6 de febrero.




El puente de origen  medieval sobre el río Boeza. En primer plano,  robando cámara,  un serbal del cazador.




Recuerdo de vistosas  flores que visten sus viejas calles.




Rincones anclados en el tiempo que permanecen habitados.




Casi 80 habitantes conviven en este bellísimo pueblo.
Desde aquí se asciende al pico Catoute.
Se accede al Campo de Santiago, a las cascadas del Boeza...
Un lugar para visitar despacio.




Me detienen todas sus posibilidades, todas las que ofrece...pero si me piden me quede con alguna, volvería desde aquí hacia Los Montes de la Ermita, existe otro camino antiguo que los une. Y desde allí emprendería de nuevo el viaje hacia Urdiales...Pero eso será otro día.



Septiembre 2016.



Imprescindible para conocer cómo fue la vida de antes en Los Montes de la Ermita, la excelente página: "Pueblos deshabitados",  en la que se hace hincapié en regresar al pasado de la mano de aquellos que solo pueden hablar de él desde el conocimiento y la entrega, la nostalgia y la evocación del que tuvo que abandonar su pueblo por una determinada razón. Los pueblos se pierden, pero la memoria aún se puede rescatar.





13 comentarios:

  1. Como siempre es un placer seguir tus pasos y compartir tus sensaciones. En este caso ha sido un placer perdernos contigo para comprobar que hasta en las situaciones más desafortunadas hay poesía que las hacen necesarias. Enhorabuena. Un abrazo.

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    1. Cuando camino durante tantas horas sola, no solo ocupan mi cabeza cientos de ideas, sensaciones...también regresa a mí esa etapa de cuando niña escribía cuentos y poemas. Conforme pasan los años vamos dejando apartado mucho de aquello que nos llenaba entonces. Lo curioso es que regresen a nuestro lado como si hubiesen quedado en letargo, como si nunca se hubiesen querido ir. Aquí, en esta entrada, decidí, como me ocurre a menudo, envolver mis párrafos con poemas que en cierta medida se relacionan con lo que veía, pero no encontraba ninguno para poder explicar esa desazón que sentí cuando me encontré perdida en medio del bosque, harta de buscar decidí escribir uno, sé que no tengo los conocimientos necesarios ni ese don que tu padre y tu tenéis y que tanto admiro, pero los espacios que hay bajo cada fotografía me piden resuelva su desnudez de la mejor forma que sé, aunque no sea la acertada pero para devolver al camino visto, al camino hecho, la fuerza que te transmite, no conozco mejor manera que aderezarlo con palabras, las que se me ocurren mientras lo transito, las que acompañan mi soledad e intentan dar voz al silencio. Muchas gracias. amigo.

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    2. Claro que tienes ese don, cada una de tus entradas es poesía. Un abrazo.

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  2. Pufffff Rosa que decirte, precioso como lo redacta entre vivencias poesía y imaginación, me loe visto y leido dos veces,para mi mente poder memorizar yo no se como tienes esa capacidad para acerlo, de verdad y de todo corazón preciosooo,me quedó sin palabras 🙅

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    1. Amiga Paqui, gracias a las fotografías memorizo lo que viví, el resto sale de mi imaginación, lo único que no me abandona con los años. Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.

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  3. Buenos días Rosa, veo que te conoces todas las mejores rutas de senderismo de toda España y que disfrutas un montón recorriendo, además las fotos impresionantes, alguna parece estar realizada a vista de pájaro, un abrazo

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    1. Antonio algún día daré un tropiezo porque no me doy cuenta y ensimismada que voy termino en rincones difíciles, pero es lo que tiene esta pasión. Aunque prometo tener cuidado con tal de seguir recibiendo correos tuyos. Un abrazo muy fuerte.

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  4. Faustino Calderón27 de junio de 2017, 16:07

    El eterno dilema del caminante: un camino que se bifurca, dos lugares ¿cual elegir? A igualdad de conocimientos sobre los dos sitios, yo siempre tiro para el que tenga el nombre más sugerente, más atractivo. (En este caso yo también fui primero a Los Montes de la Ermita).
    El segundo eterno dilema del caminante: el sendero de buenas a primeras desaparece ¿que hacer? Sí no es fácil encontrarlo de nuevo, hay que volver a desandar el camino hasta donde hemos empezado. Puede ser peligroso obstinarse en reencontrar el sendero perdido porque puede que luego no encontremos siquiera el tramo original que habíamos hecho. (Aunque yo he sido de los cabezotas y tozudos que no he parado hasta intentar encontrarlo, unas veces lo he conseguido y otras no).
    Los Montes de la Ermita es agua, sí. Pero también es piedra, pizarra, madera, árboles y tranquilidad, calma, sosiego.
    Un lugar donde piensas que ya no hay nada más allá.
    Una recomendación por mi parte es ver este pueblo en días grises, oscuros, antes o después de una tormenta. El negro de sus edificios cobra más magia y belleza.
    Voy a discrepar contigo en cuanto a tu apreciación sobre Colinas del Campo de Martín Moro cuando lo llamas pueblo de cuento o encantado.
    No tuve esa misma sensación. La entrada al pueblo bajo el arco de la ermita presagia otra cosa, que luego en realidad no es. Demasiada adulteración de la arquitectura tradicional. Muchas fachadas disonantes con el entorno, colores chillones que rompen la predominancia y belleza del negro.
    Con esto no quiero decir que no sea un pueblo bonito que lo es y mucho pero no hasta catalogarlo como tu lo has llamado.
    Para mi pueblo de cuento o encantado sería Los Montes de la Ermita, Urdiales de Colinas y Primout por hablar de lugares próximos.
    (Es una opinión personal).
    Por lo demás excelente trabajo de una comarca siempre atractiva donde combinas la belleza de los pueblos con senderos pintados de verde y con música orquestal del agua.
    Un cordial saludo.

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    1. Como tú también opté por el pueblo cuyo nombre me llamaba más la atención. En ningún momento tenía previsto poder visitar los dos pués desconocía que existiese conexión aunque es lógico que fuese así, dos pueblos tan apartados la tendrían, tenían que extender sus caminos como largos brazos que acercarían dos poblaciones tan aisladas que mantendrían en el tiempo un intercambio entre sus gentes. Aún así no habría sido posible la visita detenida a ambos lugares, no como yo la entiendo a tiempo real, muy despacio. Y fíjate, puesto que conoces muy bien Los Montes, hasta se me escaparon algunos rincones como su escuela. Si en Moroso, sin ninguna vivienda en pie, me perdí, en Los Montes con cuarenta casas estaba cantado que así sería.
      Lo explicas muy bien, no solo es agua...tranquilidad, calma, sosiego. Pero sí que hay algo más allá, Urdiales. Y habría llegado y lo habría visto quizás más deprisa pero te juro que al día siguiente habría vuelto para desandar el camino y regresar a Los Montes, eso mismo lo he hecho muchas veces. Por supuesto que cuando me pierdo regreso sobre mis pasos una y otra vez hasta que me doy por vencida, no sé lo que tiene León que con tanta asiduidad me despista. En Santa Lucía me confundió, en las proximidades de Las Médulas también. Está claro que no podemos iniciar un camino con nada previsto, olvidémonos del tiempo, de planos, de ideas preconcebidas, el pueblo terminará por absorberte porque tu vas en su busca y el acaba atrapándote.
      Como máximo culpable que eres de que fuese hasta este mágico rincón del Bierzo, cualquiera que se acerque a ver tus bellísimos reportajes de estos dos pueblos sentirá la necesidad de ir a verlos como una cita ineludible, de ahí que tenga que agradecerte este comentario con tus apreciaciones y consejos. Pero también discrepo contigo en lo de Colinas porque discrepar es de humanos, Colinas no es solo piedra, donde tu ves demasiada adulteración, en mi caso que solo me fijo en aquellos edificios que mantienen en cierta medida su antigüedad, saco partido de lo que de verdad me seduce y eso es la naturaleza y aquí está guiada con mucho acierto para darle ese toque de distinción que hace de un pueblo un lugar encantado, me refiero al cuidado y mimo que presenta en su conjunto.
      Agradezco mucho tu comentario, agradezco poder seguir tus pasos en éste o en cualquier otro pueblo de los que tienes en tu blog, ese gran referente para los que un buen día decidimos dejarnos atrapar por los pueblos deshabitados. Un cordial saludo.

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  5. Recorriendo la nueva ruta que nos propones, esta vez en León, siento la serenidad que embarga al peregrino, cuando, tras una larga caminata, alcanza su anhelado punto de destino. Desde los Montes de la Ermita a los Urdiales hay un recorrido inmerso en una belleza inmensa. Gracias de nuevo por hacernos cómplices de tus aventuras, por la generosidad con la que compartes tus vivencias por estos pueblos perdidos y en los que valdría la pena perderse. De nuevo me sorprendes. Esta vez, acompañas tus fotos y hermosos textos con una poesía que se fusiona con el reportaje, aportando más belleza. La prosa poética con la que nos deleitas en cada entrada, se ve acompañada hoy por este poema, que nos anima a encontrar el camino que una vez perdimos, pero que, puestos a recuperarlo, nos indica que no debemos desfallecer, que el objetivo propuesto se encuentra cerca y que nos compensará ante todas las dificultades. La ermita de la Virgen de las LLamas, tan bonita como recoleta, se eleva firme reclamando la vida que le dan las almas, y en Colinas del Campo, nos perdemos por entre sus callejuelas disfrutando de la belleza sin parangón que nos ofrece este pequeño pueblo. Enhorabuena por esta nueva entrada, y por ese bello poema y espero que continúes escribiendo, prosa, poesía,o lo que te apetezca, y que sigas regalándonos la belleza de tus exposiciones. Un abrazo.

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    1. Qué mejor lugar para peregrinar que por tierras del Bierzo, los recorridos más largos que he hecho nunca siempre han tenido un pie en esta bellísima tierra. Hay lugares a los que voy y que me intimidan con tanta fuerza que luego cuando decido volver a ellos he dejado pasar demasiado el tiempo. Me ocurre con Huesca, me ocurre con León. No soy la misma cuando estoy allí, ni siquiera cuando escribo sobre ellos, de ahí que lo haga en menor medida que con otras zonas que he visitado.
      Como necesidad imperiosa deberías optar por venir al Bierzo, por perderte en su abrumador paisaje, por conversar con sus amables gentes, por ser un peregrino más que en la soledad del camino quiere abrirse al mundo que desconoce. Te agradezco tu comentario y por supuesto tu amistad. Un abrazo.

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  6. Un hermoso viaje a una tierra que parece encantada. Hermosa selección de fragmentos poéticos también

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    1. La poesía es siempre mi fiel compañera en estos viajes, obliga a la soledad a que de voz al silencio y lo trastoca para que caminemos en mutua compañía. Gracias por tu comentario. Un saludo.

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