domingo, 6 de agosto de 2017

DONDE HABITA EL SILENCIO. PASEANDO POR UNAS CORTIJADAS DE BOGARRA. ALBACETE


"Si pudiera volver a vivir...", intentaría antes de irme realizar todos aquellos viajes que tengo pendientes, pero también mostrar los que ya hice y que me marcaron de una forma indeleble.
"Cuando éramos niños, por entonces, desconocíamos la maldad en los demás, ni intuíamos lo que podría ocurrirnos si traspasábamos los límites de nuestra pequeña aldea.
Siento cuando la veo hoy desvanecida, que ya no me pertenece. Busco entre los escombros la alacena de mi casa, allí donde guardaba recuerdos que para mí fueron la semilla que forjó esa pasión por la literatura, en concreto, por los cuentos"
Hoy no nombraré los lugares que muestro, la ficción hará el resto.





" Creo que sí que supimos elegir donde nacer cuando miro a mi alrededor.




Hoy esta pequeña cortijada se muestra con dos caras, gracias al esfuerzo de los que aún habitan en ella.




Como la torreta de la luz, ese faro al que mirábamos agradecidos por su funcionalidad.




Siempre quedarán tus muros macizos coloreados entre campos de cereal.




Ya ves,  hoy voy hacia mi hogar bien acompañado.




Disfruto viendo como las nogueras se hacen amigas entrañables de los olivos.




Los muros que con tesón el abuelo arreglaba se desmoronan a mi lento paso.




Vuelvo con mi perro y ese sentido que tiene para percibir dónde se esconden las almas.




Observo con inquietud cómo se derrumba mi casa, a pesar de los muros, de los bancales, de los firmes cimientos...




O cómo el horno que tanto pan nos daba se abate...




Retazos de familias, partidos por múltiples fracturas, recuerdos que hilan uno a uno el peso de cada añoranza.




 Los tragaluces, con maderos sobre la puerta, evocan en mí ese granero que hoy solo acoge la simiente de la carencia.




Me acerco con el corazón partido a mi calle...




...allí donde se alineaban la bondad con la inocencia, la paz con la naturaleza.




Mi madre asomaba la cabeza y con esa languidez en su voz , me nombraba para no perderme de vista.




Y me atrevo a cruzar tu umbral,  con un nudo en la garganta que silencia los latidos que intentan atropelladamente alejarse de mí.




Te miro quieta frente a frente, traspaso tus límites y con ello, los que me pertenecen, porque el peso no solo lo tiene tu aguante, también lo tiene el mío.
Donde habitan los recuerdos surgen entrelazados los momentos que nunca podrás olvidar. Aquí se agrietan los sentimientos y una lágrima recorre el cauce seco de mi rostro, con la torpeza de quien no se atreve a rehabilitar el pasado.




Y lentamente la luz se adueña de las huertas...




Recupera al horno mientras inciden los rayos intentando calentar las brasas apagadas.




Siempre los caminos que se llaman senderos o atajos o veredas...




...depositan el calor que nos concilia con la memoria.




Y éso que el día apunta con sombras intentando dibujar la silueta de grandes encinas.




Vacía las cuadras, parece que oigo decir a mi padre cuando nos anunció que debíamos partir.




Pero sigamos siendo niños mientras podamos y la salud nos lo permita. Juguemos a escondernos, quizás ésta sea la única forma de que no tengamos que abandonar nuestra casa.




Aunque la luz se trague nuestro reposo, nuestro dolor. Al menos siempre nos quedará el recuerdo de que esta fue la última vivienda que se cerró, al fin y al cabo resistió más que nosotros.




Pero tu sigues aquí, fuente de aguas limpias que aún mantienen bien regadas las huertas de Javi, joven agricultor que cultiva con mimo su tierra.




Te dejas sorprender por aguas tan frescas o acaso sea por el olor a menta.




La memoria siempre guarda la línea de un camino.




O el aprendizaje de destilar esencias con aromáticas. Nuestros remedios caseros no nos fallaban.




Las enormes nogueras podrían decirnos tanto...




...pero aún no, no estoy preparado.




Sabes que entre retamas, brezos, pinos, chopos, almendros, romeros, olivos, nogueras...tu nombre resuena a campo.




A veces los días están como nuestro ánimo. Cuando llegué, el sol intentaba arrancarme una sonrisa o relegarme a una mueca. Pero las nubes aciertan con su inesperada presencia, con esa fiera voluntad de engrandecer al paisaje para cubrirlo de gloria.




Intento escapar puesto que a veces no estamos preparados para regresar y afrontar que ya no podemos volver hacias atrás. He olvidado cómo comportarme, he olvidado cómo pude vivir antes, he olvidado cómo puedo seguir sin verte.




Quizás todo sea tan fácil como volver a establecerte en tu calle y atraer hacia tí todos aquellos sueños arrinconados.
Pienso que en nuestra vida, tarde o temprano surgen grietas que nos hacen recapacitar, desde ahora debemos caminar despacio, saborear cada momento pero sin prisas...
Ahora me conformaría con ser solo una hoja de higuera a la espera de que el otoño me prense a la tierra y así no permita que escape de aquí de nuevo.




Me enamora, de nuevo,  la puerta que entreabierta, me invita a traspasarla.




Aquí te quedaste, recuerdo cómo nos empujábamos para mover tu manivela y así triturar el forraje. No te marches nunca.




Nuestro juego favorito, componer cuadros con semillas e inventariar cada una de ellas.




Podrás perder tanto y en tan poco tiempo...pero en tu calle, siempre se escuchará tu nombre.




Tu casa amablemente te hará imaginar que aún puede acogerte...




Porque tarde o temprano ese hueco que dejas, lo sigue ocupando un árbol, un fruto, una hoja...




Quiero creer que mi madre es hoy este magnífico nogal.




Porque siempre he pensado que cuando morimos, no desaparecemos, nos recuperamos en esa tierra que nos acoge. Por éso yo quiero ser granado...




...para no irme jamás de tu vera.




Tú, gran chopo erguido, altivo...apuesto a que eres mi padre, severo y firme.




Hay paraísos en la tierra y no se encuentran lejos de nosotros. Aprendamos a buscar.




Ahí se quedan aquellos que conocí, los míos. Por lo menos, cada vez que vuelva, os podré abrazar.




Nunca nos abandonan las palabras que aprendimos de niños. Ni olvidamos nombrar cada planta, cada montaña, cada arroyo. Simplemente envejecemos sin darnos cuenta, sin sobresaltos.
Pese a ello, mantener un diálogo extenso con nuestro interior puede que sea la mejor manera de devolvernos el tiempo pasado y éso sólo podemos conseguirlo con cada retorno a nuestro hogar.




Los caminos una y otra vez son los que mejor nos conocen, los que mejor nos orientan. No perdamos nunca la iniciativa de caminar.




Nunca olvidaré que, justo aquí, mi padre me anunció que mi madre se había marchado de viaje y que nunca regresaría. Hoy las nubes corren a formar cúmulos, acuden a saludarme en su nombre.




¿Ves cómo no olvido los nombres?. El cinamomo o como se le conoce, árbol del paraíso, sigue creciendo en el cauce del arroyo. Bajábamos a bañarnos con su fragancia a pesar de lo frías que estaban las aguas.




Los hortelanos de la aldea vecina siguen cultivando patatas, judías verdes, girasoles...




Agua no les falta. Qué estrépito... y en julio.




Aquí sigue habitando la vida en sintonía con el pasado.




Y sus calles se visten de gala gracias a los rosales, los geranios y las parras.




Los gatos siempre me han acompañado desde mi más tierna infancia, puede que sea por ello que no corren a esconderse cuando me ven.




Sigamos ascendiendo mientras el sol nos acaricia cada vez con más fuerza.




Pienso en las veces que hemos recorrido este camino juntos.  En los encuentros de tertulia bajo el emparrado...




...en las veces que ibas a ayudar a tu tía con la canasta y esperabas hasta que la ropa estuviese bien seca para devolverla a su hogar.




Las mujeres entonaban canciones, recitaban romances y contaban chismes. En la pila más cercana a los caños se esclarecía y en la segunda se enjabonaba. Mientras nosotros cojíamos grillos echándoles agua en sus cacheras. O comíamos los panecicos de las malvas.




Hoy la vida sigue plagada de emociones, con algunos cambios pero sus gentes siguen amando la tierra y el paisaje.




Hoy los olivos predominan sobre el cereal.




La canal de riego baja con fuerza, partiendo en dos la entrada a tu aldea. ¡Qué rumor de recibimiento!




Son tan necesarias las pausas como que se ciernan sobre nuestras cabezas nubarrones plomizos que nos devuelven la esperanza de la lluvia.




Pero la calma que llega tras la tormenta tiene nombre...el de tu aldea.




Es curioso que algunas no tengan aparentemente ninguno...y la tuya, sin embargo, tenga dos.




Recuerdo pasar por el tunel de ese enorme aligustre que daba sombra a tu calle. Sigue imparable.




Ahí mismo tú te detenías, sentado,  para que aprendiera a escoger los tonos que luego plasmaría sobre mi ajado cuaderno de dibujo.




Decías que para aprender a pintar, primero había que aprender a observar.




Decías que tu casa era la mejor de la aldea. Recuerdo cuando todos juntos colaborábamos para pintar de azul sus paredes.




Cuando subíamos la calle de tu primo siempre le robábamos sigilosamente alguna uva, el se escondía en el quicio de la puerta y a pedradas nos insultaba, para luego terminar riéndonos juntos en la era.




Hoy las puertas abren hacia fuera, hacia precipicios de barro y piedra.




A pesar de los años tu casa sigue firme, ejecutando vuelos mientras se mide con el árbol que la protege.




Se miden también los cielos con el añil de las viejas paredes.




¿Recuerdas cuando en mayo cogíamos un ramo de flores para llevarlo a la virgen como ofrenda?. Es julio y aquí nunca se marchitan las rosas. 




Ni las higueras, ni los lirios, ni los escaramujos...




Hoy las calles están vendidas a la hierba, a los dientes de león...al abandono.




Desde aquí subíamos al Padrastro de Bogarra, tú con el dedo, yo con el carboncillo.




Cuando miro con pena cómo se encogen los edificios, no tardo en compararlos con nosotros, con nuestra propia vejez.




Pero aquí siguen los viejos canales que alimentaban los huertos.




Como siguen los que ya murieron, los que quedan para siempre en su pueblo, porque no quieren partir. Se encumbran en este mirador y aunan sus manos, entrelazando señales que sólo los animales perciben.




A veces pienso que somos ventanas desvencijadas. Unos, de hornos; otros, de cuadras; algunos, de habitaciones...pero ventanas al fin y al cabo , estamos para mirar pero no para que nos miren.




Si escribo palabras tristes, perdóname, pero a veces anidan en mí como las golondrinas bajo los aleros.




No debería mostrarte lo que siento, no deberías ver ésto, pero la vida a veces nos abandona, nos apea en cunetas, a nosotros, que solo entendemos de azadas y huertas.




Pero intenta sonreir, vuelve a pasear por nuestra calle, recojamos las piedras caídas, arreglemos las cuadras. Volverás a ser pastor y yo, hortelano.




Mira cómo ha crecido el cañaveral, intenta ocultarnos la realidad.




Volveremos a tener luz. Y el cartero subirá nuevamente a las casas, no permitamos que retiren los números.




Verás como aunando esfuerzos levantaremos paredes, levantaremos del suelo.




Y saldrá pan de este horno y bizcochos. Y asaremos pimientos y patatas.




Y arreglaremos los muros mientras intentamos resarcirnos.




Y cuando la tarde nos devuelva a íntimos instantes, descansaremos en la fuente.




Le devolveremos cada encuentro perdido, cada visita que dejamos de hacerle...




...cada tarde de coloquio, cuando intercambiábamos semillas de judías y planta de tomate.




De alguna manera, en cada fuente, se quedan prensadas las hojas, unas acaban siendo fango,  otras se deslizan atrapadas entre la esquinas del lavadero, se niegan a partir. 
Aún resuenan las voces, las canciones que entonaba tu madre, quédate con ese recuerdo.




Paseemos de vuelta con cuidado. Intentaremos deshacernos de esa condena que no nos merecemos.




De regreso a tu calle, ahora también la mía, obviaremos que la vista desgasta, escribiremos con los sentimientos.




Juntos bajaremos el camino que nos devolverá a la realidad, a la que hoy nos mece con la firmeza de los años aprendida.




Allí, de tertulia, sentados a la sombra, recordaremos aquellos tiempos que nos forjaron en la medida de lo que somos. Los que nos hicieron ser grandes o pequeños, ganadores de días a la vida.




Y nos iremos en coche hacia la Virgen de Cortes, pero antes nos detendremos a admirar el bonito pueblo de Peñascosa.




Y entre campos sembrados de alpacas, nos dejaremos llevar a ese lugar donde nadie te echa de menos".




"Instantes"


"Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima, trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Sería menos higiénico, 
correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solo buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo"

Jorge Luis Borges.



1 de julio 2017.



Con esta entrada quiero agradecer encarecidamente a Julián Gonzalez el que me regalase a mi fiel compañero en este viaje, a Ricky.
A Mari Maldonado por traérmelo.
A Sebas por su interesante aportación.
Gracias Mireia por devolverme la esperanza.
A Javi, por tener la suerte de encontrármelo aquella mañana. Gracias a sus indicaciones pude llegar a ese lugar donde un frondoso aligustre te introduce en un paisaje de ensueño.




10 comentarios:

  1. Rosa bonitos rincones y preciosos recuerdos como siempre, una vez mas la geografía explicada por ti, cada rincón una sorpresa y cada pablabra que dices una bendición y por supuesto como tu dices la vida esta echa de momentos no te pierdas el ahora sigue buscando, esos rincones que tanto gustan y nos enseñas gracias Rosa,un abrazo.

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    1. Gracias de nuevo Paqui por seguir ahí, leyendo lo que escribo. Esta entrada es especial para mí en muchos sentidos, las fotografías no hacen justicia a la belleza de estas cortijadas. Ese día que comenzó con cielos despejados, sin darme cuenta, ensimismada como estaba de costumbre, empezó a cubrirse y ese fue el mayor regalo, imagínate un 1 de julio y no hacía apenas calor. Además encontré a unos jubilados, como se autodenominaron ellos, muy simpáticos. Nos pusimos a hablar de huertos, de despoblación, de lo bien que se vive en una aldea, la suya está muy bien cuidada, pero de lo solos que se quedan en invierno, pero éso lo sobrellevan bien. En fin, un día completo. Un abrazo.

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  2. Espléndido ejercicio de belleza y de nostalgia. El silencio que habita en Bogarra surge como una señal de respeto por aquellos que un día tuvieron que partir dejando su casa, abandonándola con el triste sentimiento del que sabe que no hay regreso, y que la vida, va cerrando etapas aunque no queramos. Cerrar la puerta de una casa debe de ser doloroso. Y en nuestra cabeza, sin duda, bullirán pensamientos y recuerdos que irán a parar al cálido albergue de nuestro corazón. Por y para siempre. El hecho de volver después de mucho tiempo a nuestro hogar, a sabiendas de que posiblemente ya no esté, lo has narrado ya de forma sublime y delicada, haciéndonos vivir ese regreso donde la alegría, se mezcla con la inquietud y la melancolía. Espléndidas fotos y espléndidos textos. Tras leerlos, y volver a imbuirme en las más diversas emociones, pienso que yo, que sigo habitando los rincones de la casa donde me crie, y, aunque a veces me queje sin razón, tengo bastante suerte. Finalmente, me quedo con los primeros versos de este fantástico poema de Jorge Luis Borges, que has tenido a bien regalarnos: "Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima, trataría de cometer más errores." Muchas gracias por esta nueva y como siempre, maravillosa entrada.

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    1. Gracias a tu comentario me he dado cuenta de que lleva a la confusión, así que he modificado el título.
      Bogarra es un pueblo bellísimo que he visitado varias veces y que cuenta con 8 pedanías, las cuales a su vez cuentan con diversas cortijadas, las dos que muestro pertenecen a dos de ellas. Haciendo referencia al silencio, he preferido no dar su nombre. De hecho la primera ni siquiera aparece su referencia en el SIGPAC, la segunda sin embargo tiene dos, curioso.
      Has sabido captar a la perfección lo que siente el protagonista cuando regresa a su hogar. Al acabar de escribirlo apareció, de nuevo por casualidad, ese poema de Borges. Ya sabes que mi corazón siempre lo han compartido los poemas de Miguel Hernández y los cuentos de Borges. Aunque en esta poesía no está aseverado que sea de su autoría, pero aún así, sigue siendo excepcional, de las que te hacen recapacitar.
      Sí que tienes mucha suerte por seguir viviendo en tu casa, tus recuerdos siempre te pertenecerán. Los tuyos seguirán, de alguna forma contigo, nunca se marcharán. Sabes que cuando sales de ella por unas horas, por unos días, regresarás a ese lugar que te aguarda. Algunos aún nos seguimos considerando nómadas, de ahí que tengamos ese punto sentimental al retroceder a nuestra infancia. Mi casa, por ejemplo, ya no existe tal como fue, sin embargo recuerdo cada detalle como si fuese ayer.
      De nuevo gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  3. Enhorabuena rosa, por contarnos estas historias que junto con las fotos me hacen vivir en primera persona tus relatos. Cada vez mejor, un abrazo.

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    1. Gracias Miguel, la historia es ficticia pero con retazos reales que surgen de esos buenos ratos de charlas que paso con las gentes que me encuentro, lo mejor que puede ocurrirme, su conversación. El resto, las fotografías, sabes bien que no uso retoques, simplemente me dejo llevar por los momentos, la belleza de los enclaves, las nubes, la naturaleza...Las que salen bien es gracias a todo ésto, ya quisiera tener yo ese don especial que tienes para con este arte. Sigue mejorándote que aún tienes mucho que mostrarnos. Un abrazo.

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  4. Es un don habitar el silencio y crear vida como hace la propia naturaleza, ver como el tiempo nos tiene en sus manos y disfrutarlo como dice Borges no es nada fácil. Preciosa entrada.

    Un abrazo.

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    1. Y sin embargo no existe la posibilidad real de volver hacia atrás. La escritura puede crear historias nuevas y puede restituir la nostalgia de lo que aconteció, puede devolver alegrías y penas. Sus logros se mantienen mientras tengamos un libro en las manos o mientras nuestra memoria se siga ejercitando y no se deteriore, mientras recapacitemos y mantengamos una ilusión. Mientras caminemos por senderos que rehabiliten nuestra razón. Y sin embargo..."sé que me estoy muriendo"
      Un abrazo.

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  5. Da mucha pena que se queden abandonados lugares tan bonitos, verdaderos paraisos donde los hombres .primitivos vivirían como en un edén eterno. Pero tampoco seria muy fácil para las personas que los abandonaron. .
    Conozco personas que marcharon de un pueblo en el que era imposible la supervivencia buscando un mundo mejor para sus hijos ,me decian que en cincuenta y cinco años nunca soñaron con nada relacionado con la ciudad porque en la ciudades no hay nada con lo que soñar .
    En cambio no dejaban de soñar una y otra vez con el pueblo ,con sus calles, sus gentes, la fuente donde iban a lavar la ropa.
    Es por eso que en algunas entradas tuyas me paro a mirar esas impresionantes fotografías de ruinas ,de fuentes abandonadas y cubiertas por la hierva, y siento que el espíritu y los sueños de las personas que los habitaron ,siguen enredados ahí en alguna parte de esas piedras y de esa fuentes.¿Que no sentirás tú?

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    1. Siento lo mismo que tú, estas visitas se prolongan en el tiempo, a algunas aldeas termino regresando. De otras, no me quiero ir. Hay una en particular, La Agracea en Jaén, de la que no veía el momento de despedirme, cuando tomé la decisión, en lugar de coger el camino de vuelta, mis pies se encaminaron hacia un estrecho sendero y encontré la fuente y allí se volvió a detener el tiempo, allí donde siguen esos espíritus que nombras. Puesto que nada desaparece para siempre, solo hay que sentarse y esperar a que el silencio acabe dejando que se le interrogue. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.

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