Han transcurrido dos años desde mi primera visita, fugaz pero con ese compromiso que te queda de que has de volver.
Contaba con diversas justificaciones para regresar a Allonquiña, la necesidad de reconocerla sin los incómodos efectos del sol. Al igual que me sucedió con Santa Mª de Allonca, no pude apreciar los detalles que guarda este bellísimo templo por el mismo motivo.
Ver cómo trata el tiempo pasado a esta aldea abandonada, encontrar el molino al que citan aquellos que han hecho esta ruta, caminar por esta Reserva de la Biosfera...Motivaciones para retornar siempre acuden cuando la inquietud del caminante llama a su puerta. Pero estoy convencida de que en algunos casos no somos nosotros los que decidimos abandonar un lugar, sino que son éstos los que a veces se obstinan en impedir nuestra partida, incitándonos a que regresemos.
En esta ocasión viajo sola, salgo de Ferreirela de Arriba en los Oscos, sé que cuando llegue a Barbeitos encontraré a la izquierda un cartel con varios pueblos indicados, allí veré el nombre de Allonquiña, siempre escogiendo la carretera de la derecha, sin tomar otros desvíos, pasaré junto al molino de Pántaras y, como por aquí es imprescindible circular muy lento, en un espacio sombrío, aparcaré junto al cartel que indica el inicio de esta bellísima ruta.
Confieso que al leerlo pensé que no sería capaz de hacerla...dificultad alta...No estaba en mi mejor momento, pero el día era magnífico, insinuaba lluvia...Pero dos años de espera y la idea de que si en algún momento tenía que darme la vuelta, sin duda lo haría, me motivó a empezarla.
Justo enfrente se asciende por este corto repecho y enseguida, a dejarse llevar por uno de los bosques más insólitos y bellos por el que tuve la suerte de pasear.
Estoy dentro de este bosque que pertenece a la Reserva de la Biosfera del río Eo, Oscos y Tierras de Burón. Galicia y Asturias unidas por sus ríos, por su naturaleza.
"La vía más clara hacia el universo es a través de un bosque virgen" Muir.
Pero también estoy dentro de un bosque que desde el principio hasta el fin, me causó una enorme impresión. El escenario natural es tan intenso que acaba por integrarte en él.
Entro en Pántaras. Aquí nació el pintor Benxamín Álvarez.
Hórreos y tejos, atractiva composición.
Con la de veces que me he entregado en buscar semillas de tejo y aquí aparecen desperdigadas dando colorido al camino.
Tejos centenarios que depositan su simiente en un oportuno descuido.
Me dedico a recorrerlo despacio.
A ir en busca de su fuente, inagurada en julio del 2015.
Aparece, bella manufactura, ese tramo de unión entre dos viviendas, corredor bien cuidado.
El agua remansa tranquila como el silencio de sus calles, nada que alarme, silencio y paz.
Así es la despedida de este encantador pueblo. Toca desgranar un camino que desciende a la derecha en las últimas viviendas.
"Hoy he crecido más alto por caminar con los árboles" Baker.
He de apuntar que no solo disfruté de la compañía de centenarios castaños. Aquí cohabitan en perfecta armonía con tejos, robles, pinos, eucaliptos y amieiros o alisos, entre otras especies.
Toda la ruta está perfectamente señalizada. Ya siempre en descenso, comienzo a ver castaños...
Y ahora, eucaliptos...Y mientras pienso en que esta ruta no presenta, hasta ahora, ninguna dificultad...
...me encuentro con este tramo embarrado. Con la incertidumbre de si conseguiré sobrepasarlo, se me irá bastante tiempo el sortearlo. Confieso que a mitad del camino pensé en desertar y volver sobre mis pasos. Pero siempre es más fuerte la necesidad de seguir.
Y como mera recompensa tras tan largo esfuerzo, al fondo, a la vista, que no al tacto, el bello palomar de Allonca.
Hay bosques que te intimidan como los hayedos, bajo tus pies sientes la fragilidad de esa alfombra vegetal que parece querer engullirte en un descuido. Aquí ocurre que entras en el reino de la oscuridad en un abrir y cerrar de ojos, te achantas porque el bosque es el rey y tú, su súbdito.
"Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza" Thoreau.
"A veces el viento origina una ola agitada que produce una montaña de espuma sedosa y luego se disuelve en los surcos no arados del agua" Kerouac.
En la diversidad de caminos por los que he transitado, la sorpresa se anuncia a veces mezclada con el colorido del brezo que pugna por apoderarse de la tierra que le permite crecer.
Al fondo, una gravera y, en el aislamiento, unas viviendas que se acompañan mutuamente, parecen embestir el agravio del ruido con la armonía de un sotobosque deslumbrante.
Me giro para descubrir un Pántaras que se aleja engullido por la naturaleza.
Los helechos rivalizan en altura con robles y alisos.
"Los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha" Tagore.
La cadencia de mis pasos lentos aquí dejan escapar una brizna en forma de ilusión. He llegado a Allonca.
Comprendida dentro de la parroquia de igual nombre, perteneciente al municipio de Fonsagrada, junto a otros diez núcleos de población que en total hacían 38 habitantes en el censo del 2007.
El hórreo, las hortensias y la casa grande componen un bello cuadro. Aquí nació el pintor Manuel Lopez Monteseirín.
Busco noticias, datos, que me hablen de Allonca. Según el diccionario de Madoz:
"Sta Mª de Allonca: feligresía en la provincia de Lugo (10 leg.), dióc. de Oviedo (24; part. jud. y ayunt. de Fuensagrada: SIT. en los confines de su prov. con la de Oviedo. Clima frio y sano por la buena ventilación que disfruta: comprende los l. y cas. de Allonca, en el cual se halla sit. la iglesia, Braña, Campos, Frontal, Lamas, Muiña, Pantaras, Pumeda, Quintela, Belayo, Tronsa, Villarello y Allonquiña; este último recibe los Sacramentos de la felig. de Santa María de Trabada (Asturias). Reunen sobre 50 casas muy medianas. La iglesia parr. (Sta María) es aneja de San Martín de Suarna, de la orden de San Juan; su TÉRM. que abraza unas 1.000 fanegas en toda su extensión, confina por E. con la mencionada felig. de Trabada, por N. y S. con la de Santa María Magdalena de Fonfría y por O. con la de San Pedro de Neiro. El terreno es de mediana calidad y aunque abundante en aguas, disfruta de poco regadío por la altura de su situación; tiene no obstante buenos prados y bastante arbolado.
Los caminos son locales y muy abandonados; el correo se recibe en Fuensagrada los domingos y miércoles, de cuyo punto sale los lunes y jueves.
PROD: centeno, maiz, patatas, algunas legumbres, castañas y pocas frutas y hortaliza, cría ganado vacuno, lanar, cabrio y de cerda; hay alguna caza de perdices, palomas y otras aves.
IND. consiste en la agrícola y pecuaria y varios molinos harineros.
POBL: 59 vecinos, 365 almas.
Ahora debería seguir por donde me indican los postes, pero no puedo evitar lanzarme a la búsqueda de la escondida ermita de Santa Mª de Allonca.
Han pasado dos años y no he olvidado donde se encuentra, donde se oculta.
¿Duermen acaso los dioses en parajes como éste?
¿Duerme la hiedra, de líquenes acompañada, sobre la fría pizarra, de forma muda e infranqueable?
Al despertar del encanto que sobrecoge por esta férrea alianza entre castaños centenarios y un templo sin descifrar, es cuando sientes que la paz existe donde menos te lo esperas.
Y te haces infinidad de preguntas sobre su construcción.
Siempre para entender hay que labrarse un camino, ése que perimetra las piedras, en busca de respuestas.
El espíritu del bosque habita en cada rincón de este templo.
La magnificiencia aquí se denomina sencillez.
Siempre desde fuera, intentando hacer una aproximación a su arquitectura, parece tratarse de un templo de cuño popular, de una o tres naves, con pórtico adintelado en la entrada que aprovecha uno de los lados para montar escalinata de acceso a la espadaña (probable siglo XVII). Presenta ábside semicircular que carece de elementos formales. La puerta de entrada tiene un dovelaje bastante intemporal.
Siempre desde fuera, intentando hacer una aproximación a su arquitectura, parece tratarse de un templo de cuño popular, de una o tres naves, con pórtico adintelado en la entrada que aprovecha uno de los lados para montar escalinata de acceso a la espadaña (probable siglo XVII). Presenta ábside semicircular que carece de elementos formales. La puerta de entrada tiene un dovelaje bastante intemporal.
Tres puertas hay bajo el atrio, palio que acoge las hojas secas de castaños. También el bosque solicita protección.
Coincidencia en espacios semiabiertos. Escondrijo de hojas hechas retazos, díscolos limbos donde van a parar los ábregos que desnudan los castaños.
Continúo, las losas son cómplices de mi camino. Detenidas observadoras de los avatares del tiempo.
Con qué ferocidad la naturaleza engulle lo que ya se ha desechado.
Van surgiendo los soutos de castaños, gigantes equilibristas de vivaces brazos.
Durante casi todo el recorrido entre ambas aldeas, Allonca y Allonquiña, me acompañarán muros de pizarra, castaños, robles y corripas. Una vez más el hombre y la naturaleza, el sustento para la familia.
¿Cómo no regresar a Allonquiña?
Dividida en dos barrios, dos sendas.
Algo ha pasado en Allonquiña. Ha despertado ante el interés de sus gentes de que no se pierda.
Aparece limpia. Con la insinuación de un prometedor acceso que haga factible la lenta recuperación de sus dominios.
Solo hay que comparar esta imagen con la que saqué hace dos años, visualizable en la entrada "Allonquiña" de este blog.
Aún queda mucho por recuperar...
...pero era obvio que permitir que se hundiera habría sido un error imperdonable.
Junto a la ermita me encuentro un joven que está trabajando en el acondicionamiento de caminos y que me dice que en agosto aquí hubo un continuo tránsito de gentes.
Entre robles, avellanos y un tejo, la ermita con su número 13, permite que el caminante descanse para comer entre la calma de su ubicación.
Las lajas siempre inclinadas, testigos mudos de tempestades, de instantes que libran batallas, de encuentros que dejan señales...
Voy descubriendo más edificios que en una primera visita había dejado olvidados.
Como esta vivienda cuyo tejado es tierra y monte, a la que me asomo con deferencia y cuidado.
Y de aquí me dirijo hacia la escuela, por la misma senda que tomarían los niños del barrio de abajo.
Hay quien vería asomar sus rostros apretados contra los escasos cristales, al fondo los soutos de castaños. Hay quien soñaría con ser uno de ellos y en la superficie de su pupitre, inclinado, garabatearía su nombre.
Y su puerta, con el número 5, donde hoy la hiedra pierde su avanzadilla. Solo quedan los avellanos, los robles y esa era donde, al pasar despacio, puede que oigamos, como en un suave susurro, los niños jugar.
Y en unos instantes traspaso el tiempo y el presente, es como un pasado bien cuidado, silenciosos aliados.
La fuente, templanza y tintineo.
El lavadero, cornisa de blanca ropa. Cuánta sencillez destilan sus arcaicas formas.
Desciendo de esta Allonquiña que me ha ganado de nuevo el pulso, su savia y mi sangre parecen hermanarse.
"Dos caminos divergían en el bosque, y tomé el menos transitado. Eso hizo toda la diferencia" Frost.
La senda de la derecha es la que me llevará al molino de Allonquiña.
Entre bosques y piedras desciendo al encuentro del molino. Allí donde confluyen las aguas del Allonca con el centeno, la muela con la harina, la distancia con el olvido.
Agotador resulta enumerar la gran cantidad de corripas que he ido encontrando, señal de la importancia de la castaña para la subsistencia de las familias y su ganado.
A partir de aquí es donde se inicia ese descenso provocativo, imperioso, al que subyugan mis pasos con la incomodidad que produce el vértigo cuando te estrecha entre sus brazos. La batalla surge, mas el camino no disuade, al contrario, atrae de tal manera, que el tiempo se borra como el humo de una chimenea. Si cierro los ojos ahora, me veo con el corazón en alerta, la mirada ensoñadora, la búsqueda es lo que impera, un encuentro, detener el tiempo solo se consigue en rincones como éstos.
Los postes que nos señalan el camino, de ida y de vuelta. Ir y regresar. Para a veces, quedarse.
Me asombra la gran cantidad de muros que en interminables senderos acompañan al que camina. Y admiro el esfuerzo de los años trabajados por las gentes de estas aldeas. Y me fascina que aunque el bosque estalle con sus raíces nunca empujará con la suficiente fuerza a estas piedras, se acomodan unos con otros en esa perfecta simbiosis llamada naturaleza.
Durante todo el camino voy pensando en que toda esta estrecha senda que discurre en un zig-zag interminable, que en ocasiones me acerca al sonido del río Allonca y en otras me da la sensación de que intenta alejarme, es solo un juego propiciado por el bosque para detenerme, para atraparme, para enamorarme...Y vaya si lo consigue.
El molino de Allonquiña, por ésto, solo por este bellísimo rincón, ha merecido la pena regresar.
Me asomo a sus pretiles musgosos, con cierto temor, los xacios podrían saltar en cualquier descuido.
Desde estas ventanas el molinero pudo ver llegar crecidas del río, como pudo asustarse al contemplar al enxamio en su lento desfilar.
"La poesía de la tierra nunca ha muerto" Keats.
Podría terminar creyendo que en algunas corripas, un mouro acabó construyéndolas.
Oigo un sonido como de pasos sigilosos que me siguen, me pregunto si en algún momento tras uno de estos hermosos castaños pudiese aparecer algún trasno, no me importaría que quisiera acompañarme por este sombrío bosque.
"No es tanto por su belleza por lo que el bosque atrae a los corazones de los hombres, cuanto por ese algo sutil, esa calidad del aire que emana de los árboles viejos, que tan maravillosamente cambia y renueva a un espíritu cansado" Stevenson.
Algunos tramos crujen bajo mis pies o acaso sea el pandigueiro buscando castañas.
Intento observarme desde arriba mientras paseo por estrechas sendas que parecen no tener fin. No sé las horas que llevo caminando. Me detengo con la sensación de ser un caminante afligido por la extrema grandiosidad de un paisaje absorbente que acaba debilitando mis fuerzas. La imaginación vuela o lo intenta, hay tan poco margen, pienso en la dama do castro y en cómo su aparición me haría sentir.
O en cualquier revuelta podría cruzarme con el temible rabeno. Pienso en que sí que hay otros mundos, pero están en éste, dentro de nosotros, dentro del bosque.
Por fin una fuente. ¿Será aquí dónde habitan las donas?
Y como llegase la hora en que los bosques se abren, a pesar de que sus troncos inventen lo contrario...abandono las sendas que circundan y alimentan la mitología. La fantasía es un gran espejo donde viven encerrados los rostros que intentamos reconocer.
Es lo que tiene caminar en soledad, la imaginación vuela y cuando se detiene es porque has encontrado algún punto referencial. Me doy cuenta, tras unos segundos en los que intento desconectar, de que estoy viendo de nuevo la iglesia de Allonca.
He salido de la fascinante penumbra al campo radiante donde se apaciguan los sentidos.
He salido de la fascinante penumbra al campo radiante donde se apaciguan los sentidos.
La despedida vira hacia los luminosos colores que encienden su contorno.
Más adelante cruzaré por una pasarela el río Ferraría.
Entro en O Relaio. Aquí también tuvo parada el tiempo detenido.
A Ferraria, vuelvo a cruzar por ella, esta vez caminando.
El molino de Pántaras, imagino. Ahora sí que puedo detenerme con la grata sensación de haber conseguido hacer una ruta maravillosa, de las que nunca olvidas.
Prados sin espuma, remansos de quietud, los únicos herederos de un instinto conservador.
Cito al agua, al bosque, a las aldeas con sus ermitas, a los muros, a las sendas...Pero se pierden los nombres de quienes hicieron reconocible todo lo que contemplo, todo lo que ven. Por ellos, por los que aquí se dejaron su piel, sus costumbres, sus enseñanzas, sus inquietudes...Gracias.
Fuentes de índole educativo, de las que nunca se agotan:
-Ekiria. "Mitología gallega"
-Más rutas y menos rutinas. "Ruta de los pintores de A Fonsagrada"
Septiembre 2017.
Dedico esta entrada a una persona a la que tengo mucho que agradecer. A Luismi Bastante Quijano.
Como escribió Saint-Exupery: "Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo"
Preciosa ruta, de esas que no se olvidan nunca. Enhorabuena por la entrada.
ResponderEliminarSí que es una ruta maravillosa, de las que te dejan huella. La diversidad de estos bosques, las aldeas con sus templos, el silencio, solo interrumpido por el sonido del río Allonca a su paso por el molino de Allonquiña, uno de los rincones más bellos que he visto nunca. Muchas gracias por tu comentario. Y coge de nuevo la cámara, el otoño siempre ofrece más de lo que creemos.
EliminarHola Rosa,yo nací en Allonca, ahora vivo en Gijón,me encantaría poder comunicarme con tigo, un cordial saludo. Maria
EliminarHola María, es muy sencillo, a través de un nuevo comentario puedes poner tu correo electrónico, lógicamente no lo publico, solo yo lo leo y te escribo. Gracias, un cordial saludo.
EliminarCon la ayuda de tus palabras y unas imágenes que hablan por sí solas, imagino tu reportaje contado por una meiga que invita a visitar su hogar a toda persona que la lea. Al principio pinta la hazaña como algo dificultoso pero una vez abierta la puerta verde con semillas por alfombras no cabe la duda a la hora de dejarse invadir por la magia de la naturaleza.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu trabajo.
Un abrazo.
Si tuviese que elegir aquellos bosques que me han dejado una gran impresión, a parte del" bosque del desterrado " en Santa Eulalia de Oscos, el que más he visitado de todos, o el de "los zufreiros del Frade" en el Bierzo, (hay que verlo para creerlo); éste que aquí intento mostrar ocuparía el primer puesto y en concreto los castaños que comienzas viendo al inicio de la senda que desciende al molino hasta que sales en Allonca. No he podido describirlo como se merece, solo puedo decirte que abruma de tal manera, que en algunos momentos me sentía francamente mal, no porque tuviese miedo, jamás, mi hogar son estos bosques. Es algo que no alcanzo a explicarme, no sé si la grandiosidad de los árboles, la senda tan estrecha, o la sensación de que estaba recorriendo un laberinto y probablemente no podría salir de aquel inmenso espacio. Pero jamás olvidaré que entré con vértigo y salí dejándolo allí. Utilizo a menudo la palabra "magia", algo que se entiende en estos lugares,pero si no los recorres, no lo puedes comprender. Quizás fue arriesgado caminar por estas sendas sola, pero no lo habría sentido de igual forma en compañía. Ni siquiera oí pájaros, solo el río en las cercanías del molino. Cuando subas para el norte, no regreses sin hacer esta bellísima ruta. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarNo me estraña nada, que te guste tanto perderte por esos bosques, su belleza es cautivadora, su serenidad envolvente.Gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn abrazo.
De éso se trata, de compartir estos paseos con los demás. Puede que nunca vengas por aquí pero siempre me quedará la sensación de que he motivado en alguien la envolvente idea de que hay caminos que te adentran en bosques, que te conducen a enclaves escondidos, que te acompañan a la cima de montañas o a pueblos deshabitados donde aún la nostalgia fluye. Y puede que con el tiempo te decidas a dar ese primer paso y tras ése, vendrán más y pensarás en todo lo que te has perdido, pero a la vez verás que nunca es tarde para iniciarse en el conocimiento de la naturaleza, al fin y al cabo es la mejor forma para conocerse a uno mismo. Muchas gracias por tu comentario. Te recuerdo que tenemos pendiente una excursión, no lo olvido. Un abrazo.
EliminarRosa me quedó sin palabras una vez mas, que bonita es la naturaleza y esos rincones que gracias ati conocemos,tengo que decir q no hay dos como tu,no se te resiste nada por esas rutas que no todo el mundo lo aria,sigue asi espectacular un abrazo.
ResponderEliminarQue va Paqui, se me resiste y bastante, lo que ocurre es que me enganchan de tal manera los bosques que ni me acuerdo de que mi salud flojea, la naturaleza es mi mejor medicina. Solo hay que empezar, el resto es fácil, los pies te llevan, los caminos se abren ante ti, los árboles te guían, el mejor ejercicio de salud es el caminar y éso lo sabes tú bien. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarMuchas gracias Rosa por la dedicación de tu entrada.
ResponderEliminarTras leer el relato, me alegro que te atrevieras adrentrarte en los bosques y senderos de la provincia de Lugo, y que de esa forma poética, sensible y con aromas de nostalgia, nos atrapes en tu ruta. Dejándome la sensación de que con tus palabras, de alguna forma yo también la recorrí a tu lado.
Permíteme desde aquí, transmitir también mucha fuerza y ánimo a los habitantes de la provincia, que se han visto castigados por los incidencios que están azotando estos paisajes tan bellos que nos muestras en cada aventura.
Un abrazo desde la distancia.
Soy yo quien te da las gracias por responder con tan sensible comentario y a la vez solidario. He esperado a tener noticias de que estos incendios se iban apagando porque la desazón era tan fuerte que me impedía centrarme en ésto. Recuerdo cuando hace unos años visité Las Fragas del Eume, difícil olvidar tanta maravilla, y luego en el 2012 ardió una gran parte de él. Ahora cerca de éste que aquí muestro, en los Ancares, también el fuego ha arrasado muchas hectareas. Nos resultará imposible olvidar esas imágenes del sufrimiento de tantas personas que han visto cómo se pierde lo que tenían. Con el tiempo he visto como caen edificios, como las ruinas crecen alimentadas por escombros o como la naturaleza se degrada y se autorecompone, a veces. Las fotografías son el único testimonio que tengo.Pero no hay nada que duela tanto como ver que la maldad no tiene límites. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarImpresionante. Tus rutas me siguen sorprendiendo y admirando, y la delicadeza con la que nos las describes. La Ruta de los Pintores es una más donde el silencio, la calma y la belleza se funden de forma inverosímil. Este paseo por estos bellísimos parajes gallegos, te hace comprender como la naturaleza es tan feroz como fascinadora, atrapando edificios enteros, haciéndolos suyos de forma literal. Me encanta la ermita de Santa María de Allonca, cuyas escaleras, cubiertas de musgo le otorgan una belleza incomparable, y sus campanas, me parece oírlas repicar en recuerdo de aquellas gentes que un día se acercaron a ella. Solo hacer referencia a la escuela, lugar de enseñanzas y aprendizajes, donde el desarrollo de la vida y de los sueños sólo puede equipararse a la energía que emana de la misma naturaleza. Muchas gracias por este nuevo camino, por tus espléndidas fotografías y por tus narraciones. Enhorabuena por todo ello, y por este mágico (y nunca mejor empleada esta palabra) blog.
ResponderEliminarSanta María de Allonca es una joya arquitectónica ensalzada por una naturaleza exuberante, los castaños centenarios que la rodean. El hecho de pasear por Allonca y desconocer lo que allí se esconde, consigue acentuar ese toque mágico que invade los bosques del norte.
ResponderEliminarCuando visito un pueblo abandonado siempre acabo buscando, antes de partir, su escuela y su fuente. Ésta última nunca falta, pero la escuela no siempre existe. La sorpresa en Allonquiña es precisamente este sencillo edificio, donde la añoranza se acrecienta cuando se recorre en soledad sus calles vacías y bien arregladas. En dos años ha cambiado mucho este lugar, a mejor, por supuesto. Enhorabuena a aquellos que lo están manteniendo tal y como debió ser hace muchos años. Gracias por tu bello comentario. Un abrazo.
Hoy, he vuelto a dar un paseo visual por tu blog, me he dejado envolver por la frescura de sus bosques, la incertidumbre de sus caminos, el misterio de sus muros cargados de hitoria. Ha sido un evocador y grato paseo. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias de nuevo. Los paseos virtuales son a veces una grata experiencia, un camino diferente. Un abrazo.
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