Me reencuentro de nuevo con Santa Eulalia de Oscos, ya voy tomando por costumbre regresar cada septiembre a los mismos lugares, a las mismas gentes. Estableces un vínculo con la tierra y sus protagonistas que como contrapartida te devuelven lo mejor que tienen.
En mis dos primeras visitas realicé todas las rutas bien señalizadas de este bellísimo concejo, algunas como la de "la Seimeira" en varias ocasiones. Otras, sin marcar, fueron paseos de una tarde en la que intentas descubrir nuevos lugares. En esta tercera visita ya no me sentía como una turista más, me encuentro muy a gusto en los Oscos, gran parte de culpa la tiene Fina, una encantadora mujer que lleva la casa rural Talán en Ferreirela de Arriba, antigua casona del siglo XVII de los Lombardero, famosos relojeros que vivieron aquí. Y es precisamente en este incomparable edificio, donde nunca acabas por descubrir cada rincón, ya sea dentro, ya sea en el espléndido conjunto de jardín, huerta y tierras de labor, que cada noche mientras me dirijo a mi dormitorio y mis pasos hacen crujir las tablas del suelo, se produce ese esperado encuentro con los libros que en perfecto orden amplian mis conocimientos sobre esta apartada comarca asturiana. Fue allí donde redescubrí el magnífico libro de José A. Álvarez Castrillón: "El tiempo detenido de Santalla de Oscos", que hoy me ayuda, como hilo conductor en mis andanzas, para intentar explicar cómo lo que desaparece, aparentemente nunca se marcha.
La visión que tengo de este territorio abarca, desde ese genuino amanecer con niebla diario, hasta la oscura y silenciosa noche con aisladas luces pertenecientes a las aldeas de Sarceda, Brañavella y Sanguñedo. Toda esta comarca conserva trazos de ese máximo esplendor que alcanzó en el siglo XVIII cuando aquí floreció la industria del hierro y sin embargo, lo mismo que escaló en notoriedad luego fue apagándose para quedar poco a poco como se ve ahora, con la amenaza siempre presente de la despoblación.
Y ocurre que cuando entra la noche y los silencios enmudecen aún más, hay un momento en el que se produce un revuelo de hojas con los papeles interpretados por los protagonistas de esta historia, por una parte el escritor, por otra el amigo, y por supuesto, la fundamental, la tradición oral de dos mujeres de esta tierra, Fina de Ferreirela y Anita de As Barreiras. Son las palabras que nadie puede detener las que me ayudan a esclarecer el porqué, cuando estoy en Los Oscos, parece que en verdad el tiempo permanece estancado en una realidad pasada. Quizás por esta razón cuando llego aquí no encuentro el momento que justifique mi partida, pués se establecen los sentidos para acomodarse como en la mejor de las casas, la nuestra.
Desde estas latitudes donde la soledad se invierte e invoca a llamarse compañía, me adentro en estos bosques para intentar integrarme en ellos.
El cuidado jardín de Fina siempre está vestido por los mejores colores que me regalan sus flores, crisantemos, dalias, petunias, rosas, peonías, hortensias, alhelíes, ojo de perdiz, salvia, lavanda, azucenas...
Pero también hay parras, membrillos, cerezos, castaños, manzanos...y una extensa y variada huerta.
"Las construcciones solían estar a cargo de cuadrillas de canteros gallegos que temporalmente itineraban por la comarca contratando sus servicios, normalmente después de recogida la cosecha tanto en sus lugares de origen como en las casas en las que trabajarían, circunstancia coincidente con el ecuador del verano y que permite trabajar hasta entrado el invierno. Cada cuadrilla tenía un modo peculiar de hacer que dejará su sello personal en cada edificación. Para la reedificación de la casa de los Fernández Lombardero en Ferreirela, a finales del XVIII, sabemos que se contratan diversas cuadrillas en años alternos. La primera estuvo integrada por dos maestros canteros y seis ayudantes, todos gallegos. De uno de ellos admira su afición a colocar grandes piedras, muchas de las cuales pasaban "de dentro a afuera" la pared"
Esta mañana mi intención primera es acercarme a As Barreiras, visita obligada al pueblo que me tiene ganado el corazón. Podría bajar por el camino que hay señalizado antes de llegar a Casa Talán y pasaría por la casa del marqués de Sargadelos, se trata de la ruta a las Minas, pero mi senda es hoy una sin marcas alguna, hasta que más abajo de este espeso bosque de robles salgo a la confluencia del que viene de Ferreirela de Abajo.
Doy paso a las palabras escritas de mi amigo Juan Basilio. Le pedí redactara un cuento a partir de estas fotografías y que tuviese ese toque mágico que solo el puede dar a un lugar donde nunca ha estado, allí donde se fabrican las nubes o donde se empeñan los sueños de los que describen círculos como primer acercamiento para entender la tierra.
"Llegado a este punto de la carretera, a mano derecha, surgía un camino que le invitaba a despedirse de su ruta, y que prometía misterios insondables arropados por la belleza de una naturaleza que se ofrecía en todo su esplendor. Los árboles, como guardianes, altos e inexpugnables, a ambos lados del camino, le hacían sentirse pequeño y frágil, pero le animaban a profundizar en aquella búsqueda de la serenidad perdida. Sus pies, cansados y heridos, se resistían a parar y, sin pensarlo más, se desvió por aquella senda. Mientras tanto, su corazón empezó a latir con la misma fuerza con la que cae la lluvia de las tormentas, acelerándose hasta tal punto, que más de una vez tuvo que detenerse, maravillado y asombrado ante lo desconocido, ante lo real y lo irreal, ante el poder hipnótico de aquel lugar, que parecía estuviera encantado.
Comenzaba a atravesar un bosque de robles, cuyas figuras enormes y fuertes ascendían hacia los cielos y trataban de impedir con sus ramas el que la luz de aquel día, entre azulada y gris, se filtrara y pudiera señalizar un camino que se hacía cada vez más hermoso, pero a la vez también más inquietante y atrayente. De repente, pareció divisar no demasiado lejos, la figura quebrada de alguien que cruzaba aquel sendero. Se paró unos instantes y escudriñando con la mirada a su alrededor, inútilmente trató de volver a verla. Solo acertó a ver el movimiento de los helechos y escuchó de nuevo el crujir de las hojas, el mismo crujir que le acompañaba a él mismo desde hacía mucho rato, pero que en esta ocasión sonaba distinto. Era como una especie de música, a veces cadenciosa, a veces atropellada que ponía en alerta sus sentidos y que a la vez, lo envolvía en la fascinación de lo incomprensible.
Su sentido de la orientación siempre había sido excelente, por eso siempre había salido indemne de las situaciones más extremas a las que se había visto sometido en sus continuos viajes. Sin embargo, hoy, se sentía como un velero sin capitán, cuyo rumbo lo decidían las olas. Buscaba entre el marasmo del bosque, algo que le indicara su destino, un destino que, por otra parte, ni siquiera el sabía. Solo sabía que deslizándose sobre las hojas que cubrían el camino, era feliz. Andaba extraviado en aquel recóndito lugar, cuando de repente volvió la cabeza, y ante sus atónitos ojos apareció unos metros más atrás una señal que como un bajorelieve tallado sobre una pizarra, le indicaba por dónde debía seguir la ruta. Mientras echaba a andar siguiendo la dirección que le señalaba aquella flecha, juraba y perjuraba que hacía unos instantes, este indicador no existía. ¿Había aparecido como por arte de magia? Tal vez, pensó, y sonriendo, se sentó sobre un tronco cubierto de musgo y sacando una botella con agua recogida de algún manantial, se dispuso a calmar su sed.
Observó mientras bebía como algunas hojas parecían reposar sobre líquenes y musgos, encontrando en la frescura de las gotas de lluvia el cómplice adecuado para recordar la vida.
Los ocres y los verdes salpicaban el camino de un lado a otro, y mientras caminaba, no podía dejar de admirar aquel cúmulo de hojas que, con sus colores, parecían invocar a los espíritus que la madre naturaleza había dispuesto sabiamente a su alrededor. Parecía que toda aquella hojarasca cobraba vida a su paso, y que el tiempo, se paraba una vez más en aquel bellísimo paraje, donde posiblemente todo funcionaba adecuadamente. Porque aquellos espíritus eran un compendio de equilibrio y de paz, pero también de misterio y de fé. De la fé perdida y recuperada de muchos caminantes que encontraban alivio en las profundas humedades de aquellos bosques incomparables.
Llevaba andando muchas horas por aquel camino de piedras. Sus pies estaban empapados y su cuerpo se mojaba con el agua que desprendían los helechos cuando a su paso, los rozaba. No había vuelto a ver aquella figura de transparentes formas, que cruzó el camino dejando en él cierta inquietud y curiosidad. Pero no perdía la esperanza de que volviera a aparecer.
El viejo anciano portaba sombrero de rafia, y una capa de lana hasta los pies, que se anudaba al cuello, un cinturón ancho y unas botas de cuero realizadas con la piel de algún animal del bosque. Lo vió a lo lejos y comprendió que por fin había alcanzado su meta porque aquel hombre de figura desmayada, pero fuerte, le indicaba con un bastón realizado con una rama de rectas formas, el camino a seguir: era una especie de túnel conformado por tupidos arbustos y espesa vegetación, que abrazaban con sus ramas y hojas el muro de piedra que se levantaba frente a ellos. No sintió miedo de aquella figura, más bien calma y regocijo, tanto es así, que, corriendo, fue a dirigirse a ella. Tenía tantas cosas que preguntarle...Pero no consiguió nada, tan solo que se difuminara entre una bruma de tinieblas, orquestada por el viento que comenzaba a soplar.
Al atravesar aquella calle de inverosímil belleza, pensó que empezaba a suceder, que su integración con la naturaleza había alcanzado su punto más álgido y aceleró el paso.
Había llegado a casa. Tan sólo tenía que andar unos pasos por aquel camino de cuento encantado, atravesar el pequeño y precioso puente y llegar hasta la puerta de aquella casa que fusionada con la naturaleza, pertenecía por derecho propio a la misma. Tan solo tenía que abrir la puerta para acomodarse en ella tras aquella travesía por el bosque, donde siempre anduvo acompañado por los distintos espíritus que le protegían. Al entrar en aquella casa, solo tuvo que sentarse y mirar a su alrededor, para comprender que el secreto de la naturaleza está en uno mismo, en nuestra búsqueda interior, en el recorrido que hacemos cada día por nuestros propios bosques. Así de sencillo, así de complejo"
LLego a As Barreiras, pequeña aldea en la que llegaron a vivir cinco familias, ahora solo queda una, la formada por Anita y Manuel.
LLego a As Barreiras, pequeña aldea en la que llegaron a vivir cinco familias, ahora solo queda una, la formada por Anita y Manuel.
Manzanas, peras, avellanas, castañas y bellotas...me reciben.
Corro a ver pasar al río Agüeira, relevante inventario de reflejos de múltiples plantas.
Anita me cuenta que no piense que este puente es antiguo, ella recuerda cuando era de madera y como José de Santalla, buen cantero, lo construyó. Éste mucho más firme para aguantar las crecidas del río.
"Los puentes, un total de 11, todavía eran todos de madera a mediados del siglo XIX, lo que da idea de lo insignificante del trasiego que discurría por ellos, y de la preponderancia de una autosuficiencia económica en la que una escasa arriería proporcionaba suficiente complemento"
"Los puentes, un total de 11, todavía eran todos de madera a mediados del siglo XIX, lo que da idea de lo insignificante del trasiego que discurría por ellos, y de la preponderancia de una autosuficiencia económica en la que una escasa arriería proporcionaba suficiente complemento"
Este camino bellamente enlosado se abre a cada calle de As Barreiras resaltando con gracilidad cada rincón al que quedará prendado el caminante.
El indicador muestra por donde continúa la ruta hacia Ferreira, la de las Minas, paralela al río, ascendiendo por las callejas.
El tiempo detenido se hace presente en cada aldea, en cada una de sus puertas y ventanas.
El tiempo que se lleva los colores y deja que el musgo ocupe su lugar.
Callejear vuelve a ser mi oficio.
Como acostumbro a enumerar, voy en busca de todas aquellas esculturas que materializó Antonio Martínez López en piedras de su pueblo.
Pero yo me pregunto, cada vez que me acerco por aquí...¿Por qué las hizo, qué quiso expresar con ellas?
"Las especies más presentes, robles, castaños, alisos, álamos y abedules, son objeto de plantación y cuidados incluso en el bosque, aunque coexisten lógicamente con los de naturaleza espontánea. El roble o carbayo constituye el más preciado por su madera y el sistema por el que se beneficia es el de la frada, una poda selectiva cada doce años. Cada vecino marcaba sus árboles con la señal propia de su casa, pues con frecuencia se plantaban de forma caótica en los comunales"
Pasamos por la vida sin hacer mella en ella, seremos recordados si legamos un testimonio escrito, visual o auditivo. El arte lleva todos estos apelativos.
Quizás el arte sea una de las diversas manifestaciones que tenga el tiempo detenido para autodefinirse.
O quizás los rostros sean los de aquellos que quisieron no partir para siempre.
Un hombre sencillo que esculpía sobre las piedras que le llamaban, porque a algunos las piedras nos hablan.
"Los testamentos y memorias de cada feligrés revelan mucho de su mentalidad y actitudes ante ese trance, aunque el testamento era realizado por un porcentaje mínimo de población -solo los más acaudalados, en Asturias solo un 25% de la población lo hacía- y su uso disminuye al descender en la escala social. Los más pobres simplemente hacían "memoria verbal"
¿Y por qué no "memoria visual"?
Esculturas que aguardan escondidas tras crisantemos y geranios.
"Los Oscos es tierra de sierras y cordales, fuertes pendientes y estrechos valles lo que contribuye a que exista poca tierra laborable y poca como pradería. De ahí la pequeña cabaña ganadera y el cultivo del centeno".
"La familia, todos los que dormían bajo un mismo techo y comían del mismo puchero, o los que, como dicen los documentos, estaban a "pan y manteles" en lo que hoy llamaríamos comunidad de bienes, funcionaban como una unidad de producción que debía arreglárselas para pasar el año después de pagar las rentas y procurar que sobrase algo de grano para la simiente. Las tareas que requerían mucha mano de obra, como mayegas o esfoyazas, se compartían ayudando unas familias a otras consecutivamente"
Esculturas que expresan piedad, devoción, ese espíritu religioso que deambula por los caminos desiertos de los Oscos.
El sol incide en As Barreiras de lleno, elevando de sus cubiertas los últimos esbozos de la neblina que ciega cada madrugada la silueta de estos pueblos.
"La implantación de la industria del hierro dio lugar a la proliferación de pequeños talleres anejos a las casas, en los que se instalaban modestas forjas o fraguas en las que muchos vecinos realizaban las labores menudas del metal...
"...Acaso algunas fraguas se ubicaron en el solar de los antiguos hórreos, dado lo escaso de los solares. A juzgar por el número de herreros censados en el concejo por el Catastro de Ensenada, sesenta y ocho, con los que trabajaban una decena de aprendices, el número de estos pequeños talleres debió superar con creces el medio centenar a mediados de siglo. A finales su número casi se doblaba"
Este año de sequía también se ha cebado con esta comarca, esta fuente que conocí manando, ahora espera inquieta.
"Por Santalla frecuentemente, como por Los Oscos y otras comarcas similares, pasaban las misiones de frailes predicadores que itineraban por el país haciendo campañas de catequesis y moralización de los rústicos campesinos. El homenaje a alguna de ellas quedaba en forma de cruz de madera en muchas capillas, con expresión del año de la misión correspondiente"
"Los mazos en Santalla eran cuatro a mediados del siglo XVIII, y cinco a finales, lo que prueba el espléndido momento que vivía esa industria ...y consta que se inicia en 1.603 la instalación del de As Barreiras, surgiendo después los de Mazonovo, Pumares y Caraduxe"
"...el sistema de calendas determinaba la parte de la jornada que le tocaba a cada propietario disponer del agua y por consiguiente trabajar en el mazo, que por ello estaba noche y día funcionando"
"...el sistema de calendas determinaba la parte de la jornada que le tocaba a cada propietario disponer del agua y por consiguiente trabajar en el mazo, que por ello estaba noche y día funcionando"
Manuel y su nieto se encargan de limpiar las calles de As Barreiras. Aquí hay un toque de abandono cuidado, del que quiere a su pueblo y con todas sus fuerzas lucha contra la naturaleza, guardiana en distancias cortas de la pizarra, materia prima de las viviendas.
Imaginemos por un momento la chiquillería de estas cinco familias que vivían en este encantador lugar.
Los niños iban a la escuela de Santalla, en tiempos de Anita.
Los niños iban a la escuela de Santalla, en tiempos de Anita.
Cultivaban maíz, fabas, patatas, mijo, lino, centeno...
Criaban cerdos, palomas, gallinas, ovejas, cabras, cerdos, vacas...
Las cruces en las puertas, muy presentes en todos estos pueblos, su función era la de proteger a las familias y a su ganado.
La tipología de la vivienda suele ser un edificio de dos a tres plantas, la primera para el ganado, la segunda para la familia, la tercera sería el desván.
Se pescaban truchas en el río. Y en casi todas las aldeas existía un molino en régimen de copropiedad para uso de todos los vecinos, ocurría igualmente con el mazo, así que su martilleo podía romper fácilmente el silencio de la noche.
Una parada con calma para atravesar con la vista este magnífico tejo y disfrutar de su sombra.
"...proliferan los bodegueiros, individuos o parejas que establecen fuego- casa- independiente en los márgenes de las aldeas, en humildes habitáculos que acogerán poco más que el instrumental necesario para el oficio, y sin más tierra que algún pequeño huerto a menudo arrendado por los vecinos"
"El río nombrado Sacro se junta en el lugar de las Barreiras con otro que llaman el río de la Valina, que parte de él viene por los términos de este concejo y del de Villanueva..."
"...Segundones y criadas eran frecuentemente los protagonistas de estos asentamientos, y entre el trabajo a jornal y el desempeño de algún oficio, manteniendo algún cerdo por los caminos, debían conseguir salir adelante, ya sin el amparo total de la casa petrucia, pero indudablemente con mucha más libertad"
As Barreiras con categoría de aldea, contaba en 1986 con 19 habitantes, en 1991 eran solo 9.
Aún me encuentro una escultura más y mis preguntas van obteniendo respuesta.
"Era un hombre de facciones agradables, muy trabajador y habilidoso, además de estas esculturas, con madera de boj hacía distintos utensilios", me cuenta Fina.
Cada vez me cuesta más partir, con la de veces que he estado aquí. Tres accesos tiene As Barreiras, pero mi favorito seguirá siendo el camino que desciende de Ferreirela de Arriba, el mismo que coge Anita para visitar a Fina.
Esta capilla se construyó en los años 30, probablemente sobre otra anterior.
El tercer miércoles de cada mes acudía el sacerdote de Santalla para oficiar misa.
Se celebraban dos fiestas aquí, la de San José y la de la Virgen Milagrosa. La noche de antes se hacía baile y se encendía una hoguera. Tras la misa se reunían en la casa de Anita para comer pote.
Prosigo mi paseo, ahora por trazos del camino tradicional que lleva hasta Ferreira, mi siguiente parada.
A mi izquierda queda Parada, siete personas censadas.
"En los años 60 abrieron aquí una escuela con lo que los niños que vivían en Ferreira y As Barreiras acudían a ella"
Tras un corto paseo, aquí las aldeas están muy cerca entre sí, llego a Ferreira. Pueblecito de gran encanto y famoso por sus emparrados.
Este concejo lo componen 38 pueblos, 554 habitantes en total.
Abajo veo como serpentea el camino que conduce a Talladas y entonces comprendo su sentido, la disposición de las montañas acaba por dar nombre al asentamiento humano.
La capilla del Ángel y San Marcos. Actualmente ya no se celebran misas en estas ermitas.
En época medieval existieron enterramientos junto a ella.
"...alguna capilla existente ya en la más temprana Edad Media es reformada, remozada y ennoblecida con retablos y diversas alhajas, o bien es fundada a instancias de los vecinos intentando con ello elevar el rango de su aldea. Al final del siglo serán 24 en el concejo, poseyéndola hasta los más insignificantes núcleos de población, y de ellas exactamente la mitad han sido fundadas no ya por el vecindario sino por particulares. El hecho de que algunas apenas estén distantes entre sí unos minutos de camino indica que la causa de la fundación de muchas de ellas está más en razones de prestigio que en la necesidad o el deseo de evitar largos desplazamientos hacia los cultos"
"Aquí hacían poco vino porque la uva es muy ácida y salía muy amargo"
Solo viven 7 personas.
"Cuando íbamos a misa a Santalla los domingos nos pasábamos por la tienda "La amistad", abierta siempre, para recoger allí nuestro cartas. Además de tienda, era correos y estanco.
El mercado en Santalla sigue siendo el primer domingo de cada mes"
Martínez Marina escribió un diccionario sobre Asturias, el entonces párroco de Santalla le remitió los siguientes datos:
"En el día de la patrona Santa Eulalia, con el motivo de su romería, concurren algunos traficantes y se hace un mercado regular. La principal industria en esta parroquia después de la agricultura es hacer clavazón, herraduras y calderas de hierro.
Se cultivan y cogen anualmente por quinquenio dos mil y quinientas hanegas de zenteno, cinquenta de trigo, quatrocientas de maíz, catorce de mijo, ciento y sesenta de havenas y alguna corta cantidad de lino y patatas. También en la parte más baja del concejo se coge algún vino, y es de ínfima calidad.
Las festividades públicas se celebran con gaita y tamboril, y en tales días por la tarde hay corridas de patos con que se divierte el pueblo. Se usa el juego de volos y barra, y entre la puervera el que llaman tángano. La gente es pacífica, pero si los acometen son valientes y temibles. El trage es bastante común y parecido al de las provincias inmediatas" (Finales del siglo XVIII).
Un banco donde van a parar las hojas de los avellanos, el tiempo detenido una vez más elige sus formas.
"Por este mes se recolectaban las avellanas. Más entrado el otoño, las castañas se recogían para comer asadas y también cocidas. Con ellas y con bellotas se alimentaban a los cerdos".
Desde la fuente me acerco al camino que va para Nonide, desde aquí podría volver a hacer la preciosa ruta de A Coba, circular de 14.5 km y de unas 5 horas de duración, de la cual guardo un especial recuerdo, durante dos horas aproximadamente caminé bajo una gran tormenta, al llegar de nuevo a Ferreira esperé en la ermita a que escanpara, como se me hacía tarde, reanudé el camino.
Un balcón de cierres de piedra, como si de un castro se tratase, puede que lo sea, con vistas al Agüeira.
Regreso hacia la entrada del pueblo para descender el camino que me acerca al puente que cruza el río Agüeira. Al pasarlo veré el cartel que indica de nuevo varias posibilidades, a la mina Carmina, a Talladas, a la Coba.
En el área recreativa me sentaré a comer.
Un camino en ascenso con una última imagen de Ferreira.
Una parada para comer manzanas, algo ácidas pero me encantan.
Talladas en la que solo hay censada una mujer.
La vivienda de la izquierda es la única arreglada.
Al abrir esta verja me aproximo de nuevo al tiempo detenido.
"Quienes eran menos afortunados -la mayoría- debían seguir conformándose con habitar las casas típicas del país, definidas en tiempos del Catastro de Ensenada como "compuesta de cozina terrera con un cuarto de havitación y establo para el ganado"...
"...Algunas tenían a lo sumo como mejora dos cuartos de habitación, otras el establo separado, pero también se encuentran otras disponiendo únicamente de cocina y establo. Su amplitud no solía rebasar las nueve varas de lado -7,5 metros-, y eran muchas las que tenían menos, lo que descontando los gruesos muros a que obliga la poca calidad de piedra supone un espacio interior de unos 36 metros cuadrados en los que debía convivir la extensa familia campesina..."
"...Muchas aún permanecían con cubiertas de paja como lo habían estado durante siglos, aunque desde principios de la Edad Moderna se efectuaba ya la paulatina transformación hacia los tejados de pizarra, más costosos inicialmente pero de menor necesidad de mantenimiento..."
"...Los moradores en casa propia la mejoraban a medida que los recursos lo permitían, lo que explica las composiciones en forma de módulos que se advierten aún hoy en muchas de ellas. Cada uno de ellos señala un periodo constructivo en el que el caserío producía excedentes suficientes como para permitir la ampliación..."
"...Los que eran arrendatarios debían pactar con el dueño los arreglos pues se arriesgaban a invertir en una mejora -los perfectos o bienhechos- de la que sus herederos acaso no disfrutasen ni les sería abonada si no renovaban el contrato..."
Resulta imperdonable el haber pasado en dos ocasiones por Talladas y no haber descendido nunca por esta estrecha senda hasta el río. Siempre hay algo que se nos queda oculto. Una razón más para volver.
Me habla Fina de la última habitante de esta bonita aldea, Matilde, que debe andar por los 97 años y de cómo vivió en Talladas sola, tras quedarse viuda. Ya mayor, de noche se iba a dormir a Ferreira y de día en su hogar, en su bien cuidada casa que parece esperar que en algún momento regrese para recoger las uvas o las manzanas o para cuidar de su pequeña huerta.
Es éste el edificio que más me llama la atención en Talladas, por como se adapta a terreno tan quebrado.
Hay un certero rastro de ella en cada rincón que obligo a que me hable de nostalgias.
"No recuerdo qué fiestas se celebraban aquí, seguramente porque ya no se hacían cuando yo era niña. Sí la del Carmen en Ferreira a la que acudían gentes de todas las aldeas"
La sencilla capilla del Carmen, enmarcada por esos montes donde el roble acapara la vista de quien lo admira.
Quedan las palabras escritas, quedan los edificios, quedan gentes sencillas que con su memoria no permiten que se anulen los recuerdos.
"Los rendimientos de la tierra eran mínimos, ya hemos visto que el abono era inexistente salvo el escaso estiércol que producía el par de míseras vacas que la mayoría tenía para tirar del carro o el arado...La acidez excesiva de la tierra se compensaba de vez en cuando esparciendo un poco de cal cocida, muy cara en la zona por lo escasa"
"Aparte de ello estaban las castañas, que no se diezmaban, y que, conservadas en las curripas, eran un alimento principal durante muchos meses del año, sobre todo de los más desfavorecidos. También cada casa contaba con alguna pequeña huerta"
"De los arrieros que pasaban, recuerdo a un señor que vendía café a cambio de jamón y tocino. Y a unas mujeres que nos compraban los huevos para luego venderlos en Vegadeo"
Quiero imaginar a los niños de Talladas coger este camino que a la izquierda en descenso, primero, para luego ir ascendiendo entre pinos y robles, los llevaría hasta Caraduxe, luego Ferreirela de Riba y más tarde a Santalla, largo e intrincado paseo para acceder a la enseñanza.
"De forma desigual en todo el país se asiste a la fundación de muchas escuelas de primeras letras, a instancias de algún particular adinerado que en su testamento vincula algunos bienes al mantenimiento de un pequeño estudio...Además la renta de la dotación inicial ya había quedado obsoleta y no alcanzaba para mantener dignamente la escuela los siete meses del año en que funcionaba, y los padres que enviaban a sus hijos debían pagar para completar la contratación del maestro"
"...A finales del siglo XIX empezaron a constituirse muchas nuevas familias independientes, y como el espacio de la aldea es muy limitado y también los recursos de los nuevos vecinos que decidían formar "fuego de por sí", se hicieron corrientes los bodegos, pequeñas estructuras que servían únicamente de habitación y en las que se introducía también alguna cabeza de ganado menor..."
"...Situadas en las afueras de la aldea, en espacios marginales, su construcción es lógicamente muy humilde, e iniciado el proceso de despoblamiento es corriente que sean reutilizadas como cuadras por los que permanecieron"
Por este camino tallado en la roca en continuo ascenso llegaría a la mina Carmina, explotada hasta los años 60. Otra bellísima ruta, con la posibilidad de entrar en los túneles, impresionante trayecto, y que acabaría devolviéndome a Ferreirela de Arriba.
Por este camino tallado en la roca en continuo ascenso llegaría a la mina Carmina, explotada hasta los años 60. Otra bellísima ruta, con la posibilidad de entrar en los túneles, impresionante trayecto, y que acabaría devolviéndome a Ferreirela de Arriba.
Pero hoy no pretendo seguir los caminos ya hechos, quiero regresar sobre mis pasos, dejarme llevar por la magia de un lugar donde con solo ver pasar un río, solo con éso, ya es bastante.
Cuando has cruzado desiertos a nado y tras la recuperación, te dejas llevar por la contemplación de corrientes y flujos de aire fresco, comprendes que ya sí que formas parte del tiempo detenido.
En un día de septiembre del 2017.
Esta entrada tenía que salir, hoy precisamente, en memoria de aquellos que ya no siguen presentes en los Oscos, personas como José Luis Díaz o Antonio Martínez López, entre otros.
Dejaron un legado, sencillo, esencial para pasar al recuerdo. Cuando caminen por la Casa del Marqués de Sargadelos o por As Barreiras, lo entenderán.
Agradezco a mi amigo Juan Basilio el haber integrado su cuento a mis fotografías, en perfecta simbiosis. Gran aficionado al cine ("Desde Stromboli", es su blog), ha sabido poner guión a este primer tramo de excursión.
A Fina, que con sus palabras me he permitido recorrer estas aldeas e ir saltando con ellas, para repartirlas como perfectos argumentos, que quedarán integradas para siempre en la memoria de los que quieran escuchar.
A Anita, por esos ratos compartidos en As Barreiras, por seguir ahí, porque ama su aldea.
Indispensable leer el libro: "El tiempo detenido de Santalla de Oscos", para conocer hay que leer.
Una última parada, en Santalla, en la oficina de turismo, imprescindible.
Esta entrada está dedicada a un buen hombre, amigo Juan Antonio Valle, para que tus horas en el hospital se hagan más cortas leyendo.
Muchas gracias Rosa de su parte, ya lo irá lellendo poquito a poco como siempre bonito paraje esos rincones maravillosos un abrazo.
ResponderEliminarSoy yo quien os da las gracias, porque sois estupendos.
EliminarComo el médico le recomendó leer, poquito a poco puede ver la entrada. Pronto estaréis en el pueblo, ya verás. Un abrazo.
Cada vez que visito tu blog, comprendo mejor tu amor por esos lugares. Preciosas fotos. Un abrazo.
ResponderEliminarCada año regreso con la idea de ver nuevos lugares, algunos de la larga lista que llevo acabo viéndolos, pero es más fuerte ese estrecho lazo que estableces con la gente que has conocido y que ya forman parte de mi vida. Me ocurre con Fina de Ferreirela, con Carmen de Felechosa, con Tita y Pablo de Polientes y con las personas que he conocido este septiembre, les prometí volver. Al final son las gentes las que hacen de estos rincones el que sean maravillosos. Un abrazo.
EliminarPrecioso Rosa, eres una artista, sigue escribiendo y recorriendo pueblos de esta tierra tan bonita que tenemos en nuestra querida ESPAÑA.
ResponderEliminarMientras pueda seguir visitándote y comprobando que en Los Oscos vive gente maravillosa, no lo dudes que cada año pasaré unos días contigo. Cuídate mucho. Un abrazo para Luis.
EliminarEnhorabuena por la entrada y buenas fotos cada vez te superas
ResponderEliminarGracias Miguel, ya sabes de otro rincón mágico que en esta Asturias está esperando tu visita, cámara en mano. No defrauda nunca. Un abrazo
EliminarTras tus pasos, nos sentimos más peregrinos que nunca, sabiendo que encontramos al final de tus extraordinarios relatos, y de tus hermosas fotos, la serenidad que, por una razón u otra, perdemos en los avatares de la vida diaria. En este trayecto que a través de tu blog, realizamos cada cierto tiempo, aprendemos un poco más de la vida, de que no son sino las pequeñas cosas que ésta nos ofrece, las que realmente nos realizan y nos llenan. Puentes, ríos, fuentes y casas humildes y acogedoras, como la de Matilde, en Talladas, nos enseñan a vivir un poco más despacio y saborear los momentos que realmente valen la pena. Gentes como Fina o Anita, amables y llenas de empatía, nos ayudan a quedarnos con la esencia de las cosas, con lo que realmente importa. Hay que decir que mientras paseamos por esta bellísima ruta que hoy nos has propuesto, nos sentimos curiosamente observados. Y es que las esculturas de Antonio Martínez López, ese escultor, que como un mago, hace aparecer rostros por todo As Barreiras, nos miran unas veces con asombro, otras, de manera impasible, y otras, nos indican que el fluir del tiempo es inexorable, pero que a veces, en ocasiones se detiene, como bien dices tu, Rosa, en este magnífica entrada. Para mi, el tiempo se empieza a detener cuando empiezo a leer este blog, donde las emociones y los sentimientos afloran con cada una de tus frases, con cada una de tus fotografías. No dejes de ofrecernos estos maravillosos viajes que nos transportan a unos lugares mágicos, en los que la vida pervive a dentelladas entre árboles, flores y frutos, entre paisajes llenos de encanto y en las palabras de sus escasos habitantes. Gracias por esta nueva entrada, donde una vez más, nos haces sentir que vamos a tu lado, caminando entre las hojas, perdidos entre las imágenes de los bellos bosques que descubres a tu paso. Un abrazo.
ResponderEliminarEsta entrada es también la tuya, por tu gran colaboración. La primera vez que pasé por aquí fueron las esculturas de Antonio las que me detuvieron, luego el puente, el camino, el tejo, el Agüeira, las casas de solanas de madera destartaladas y aún así firmes, los detalles que vas descubriendo con cada paseo y por supuesto Anita, mujer encantadora. Desde aquí continúa la ruta o hacia La Coba o hacia la Mina Carmina, ambas muy bien señalizadas, como todas las de Los Oscos. Pero a mí me gusta encontrar en esos paseos diarios otras aldeas y hablar con sus gentes, a veces no encuentro a nadie pero como el tiempo sigue detenido, no hay prisa, otro año será. Ojalá no se queden deshabitados, algo a lo que están abocados, pero es gracias a los mayores y a jóvenes con iniciativas artísticas lo que mantiene su escasa población, no llegan a 500 en la capital, Santalla, imagínate. Y en algunas aldeas solo vive una o dos personas. Y todos comparten un lugar único, con un clima más suave que en otras zonas de Asturias. Muchas gracias, un abrazo.
EliminarGracias por este nuevo paseo tan sorprendente pese a ser por un lugar ya cotidiano para ti y el blog. Al igual que con las esculturas entre las piedras ha sido buena idea intercalar la imaginación de Juan Basilio con tus palabras e imágenes, formáis un buen equipo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Antonio. Colaborar con los amigos pasa por ser uno de mis objetivos, no solo en este blog sino en nuestro caminar diario. Un abrazo
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