domingo, 24 de diciembre de 2017

UN CUENTO DE NAVIDAD ENTRE LOS ZUFREIROS DEL FRADE. LAGO DE CARUCEDO. EL BIERZO. LEÓN.


Cuento para Navidad.

Zufreiros...Voy en busca de un bosque de zufreiros, hoy he visto en una fotografía uno sin igual, uno de esos que solo aparecen en los cuentos, y en los deseos de aquellos que quieren perderse dentro de sus límites, porque acaso solo los que rebosan imaginación pueden quedarse a formar parte de ellos. 
Vamos, por favor, sígueme ...






Pero antes,  un bosque de castaños centenarios, será nuestra primera parada.






Hay quien elige esconderse detrás de árboles.





Porque no se decide, o sientes como un árbol o no deberías estar invitado.






Demasiadas dudas recorren la mente de los que no entienden de árboles.






Ser fruto, hoja, rama, tronco, raíz o tierra.
No tenemos más opciones.






Me coloco ante el cartel de SENDA DE LOS ZUFREIROS DEL FRADE.
Será la única oportunidad que tenga de decidir si formar parte de la realidad o de la ficción.
Pero es que ambos caminos se pueden entrecruzar.






El primer encuentro aboca directamente a la imaginación. 
Voy detrás de quien ha  perdido su muñeca.






Soñar con plantas es como retroceder a esa infancia en la que nuestros únicos juguetes eran fabricados por nuestras propias manos. Lo que yo habría hecho con estos botones-semillas.






Y seguimos soñando caminos que te van revelando cada uno de sus escondrijos con cada paso que das.






Pido permiso para poder ser como Alicia en el jardín donde, entre tanta divertida locura, crecen manzanas.






Donde enhebrar secretos con sonidos, con todas las palabras que comienzen por S: silencio, serenidad, sortilegio, sencillez, sentimiento, salud, sueño...para fabricar con ellas un licor con base de endrinos. Y beberlo a sorbos y mostrar sonrisas.






Y añadirle  una nota de color  para despertar el interés de los que lo ven todo en blanco y negro.






No podemos faltar a la fiesta. Los faroles son madroños, y si llueve, las gotas, gruesas y apetecibles, serán también madroños.






He visto cruzar nubes, he caminado a tu lado y no me has visto.
Pero te has llevado enredado en tu pañuelo el aroma de esta planta.
Sigo tu rastro.






Miro las manecillas de mi reloj...
Se escapa el tiempo. Corre que vuela.





Camino a tu lado...
Pero no vas conmigo.






Es fiesta y los dulces, ten cuidado, son bolitas de bella apariencia pero...
Has olvidado el cuaderno.
Solo míralas.






Dos, tres, cuatro...
Aquí te espero.
Cuento cada árbol que me encuentro...
Cien, noventa y nueve...
Olvidé el Uno.






He de abandonar el camino que me conduce por esta narración...
¿Me vuelvo o me detengo?
.





Pero la realidad solo puede ser la pasajera que mira por la ventana del tren.





Nos invitan a entrar y sentarse.
Todos tenemos nuestro sitio reservado.




Si pensamos lo mismo. 
Si caminamos por la misma senda.
Si aguardamos a sorprendernos...





Es que seguimos dentro del cuento:
El ZUFREIRO no nos asustará.
Será como formar parte de un capítulo del HOBBIT.
O ir detrás del SOMBRERERO LOCO de Carroll.
O permanecer en el jardín del  GIGANTE EGOÍSTA de Wilde.





Pero me inclino a pensar que deben ser los gigantes de piedra del HOBBIT.
Olvidé citar que una vez dentro del bosque debemos adoptar algún apelativo, e ir justo detrás de nuestro protagonista. 


Sinnombrealguno se encontró frente a frente con aquel zufreiro que con sus enormes orejas y esa mueca de dolor en la boca intentaba atemorizarle.





De su extenso cuerpo surgían orificios que dejaban al descubierto las entrañas que permitían ver el interior del dolor. Allí donde confluyen los sufrimientos con el abandono.





Sinnombrealguno quedó paralizado cuando entendió que el gigante zufreiro extendía sus brazos-ramas para atraerlo hacia su tronco-cuerpo.






Durante esos instantes en los que acabas por reconocer al miedo. Es cuando las pesadillas cobran cuerpo y te desorientan apartándote en la senda de la cobardía. 
Nuestro protagonista pensó que su fin sería formar parte de la corteza del zufreiro. Su cuerpo y el de otros muchos antes podrían devolverle la vitalidad al árbol. Se encontraba descarnado, sin nada que lo protegiera del frío.






Escapar era lo que su cabeza le repetía insistentemente. Escapar, escapar...
El gigante prolongó sus raíces hacia el aterrado niño o por lo menos así lo sentía él.





Sus ojos quedaron conmocionados por el poder de algo tan pequeño. 
LA BELLOTA.
La semilla de un quercus suber.
Algo llamado ternura le latía con fuerza en el corazón.






Sinnombrealguno le flaquearon las piernas, encontró asiento en una de las raíces del quercus. Pero él desconocía ese dato. Pensó que sería quizás una piedra alargada con forma de banco.






"Debes ser aquel que llaman gigante de Cornish"- pensó, mientras por su desaforada mente iban desfilando uno a uno todos los cuentos que en su corta vida había devorado con avidez. O quizás dejó escapar un hilillo de voz que ni él mismo escuchó, intentando mantener una equilibrada conversación con el zufreiro.





Observó que en el desconcierto había dejado olvidado su palo junto al tronco...
Pensó que el gigante, molesto, atraparía entre su corteza su único bastón...
Respiró hondo...
Eso es lo que hacen los protagonistas de los cuentos que el lee.





Se llenó de compasión.
Los ojos del zufreiro eran tremendamente tristes.





Volvió la vista hacia la derecha.
Otro árbol parecía sentir idéntica aflicción.





Elevó su pequeña cabeza. Y le pareció que ahora los brazos del zufreiro descendían para que el pudiese aferrarse a ellos.
¿Por qué no?





¡Y vaya si lo elevaron!.
Maravillado vió las MÉDULAS, allí a lo lejos donde se contienen los árboles para demostrar pleitesía.





Tras un largo silencio que duró lo que dura un enfado, levantó la vista y dejó de lado el miedo, convocó al afecto y acercó su pequeña mano al zufreiro.





Y éste, agradecido, lo miró con su ojo de cíclope y...





...le estrechó su mano.






Y una vez trasmitidos los reconocimientos en forma de abrazos,  Sinnombrealguno se dirigió para calmar su sed a la fuente del FRADE.





Y al mirarse en el agua comprendió  dónde está el lugar donde desaparecen los cuentos,  donde se olvidan los nombres,  donde se pierden los sentimientos.






Sin embargo, el tiempo que lo cura todo, le hizo ver que para encontrar una fuente, para caminar por un bosque, para evadirse de pesadas cargas, solo tenía que seguir siendo niño.





Ocupó su desinteresado tiempo en arreglar la fuente, colocando aquellas piedras que los jabalíes habían removido. Y mientras tanto el bosque, que hasta ahora permanecía en el más absoluto de los silencios, fue susurrando nombres y así fue como recordó el suyo.





¿Acaso no podemos salir y entrar cuando nos apetezca de un cuento?
Desde Lago de Carucedo podemos iniciar ésta y otras historias más.


De todas aquellas cosas que nos vamos desprendiendo conforme crecemos, una de ellas, la más importante, es la cualidad de ser niño. Con lo que éso conlleva, creer en los cuentos, en la magia de la Navidad, sentir temor ante lo desconocido, crecer jugando, hacer amigos y mantenerlos para siempre, tener una familia que nos proteja, que nos trasmita valores...Y sobre todo escuchar, por éso aprendemos.



Septiembre 2016.



A Mari, Diego, Bea, Julián, Teresa, Antonio y Alicia. Sinceramente gracias.





10 comentarios:

  1. Preciosa narración, acorde con las fotografías. Llevo siguiendo el blog desde hace tiempo y este post podria marcar tendencia. Sigue asi, un abrazo!

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    1. Cada entrada tiene su trasfondo, en algunas la cito; en otras, no. En ésta en concreto, la escribí pensando en unos niños que conocí una tarde de otoño, comencé a contarles uno de mis viajes, a éste le siguió otro y acabé encadenando unos cuantos. Me llamó mucho la atención que estuviesen pendientes de lo que decía. Me sentí feliz de tener ante mi un público infantil, que dejó de lado sus entretenimientos habituales, y me regalasen su tiempo, que también era el mío. En esos momentos estuvimos conectados por la distancia que marca la diferencia de edad, los años de nuestra infancia. Y una misma pasión, la de escuchar una historia, nos unió.
      A ellos va dedicada esta entrada.
      Muchas gracias por su comentario. Un saludo.

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  2. Tienes una envidiable capacidad de sorprender. A través de la anatomía del protagonista, y sus acompañantes que dan la bienvenida, has logrado construir un personaje con alma que seguro anhela más paseos como el tuyo que le sigan acercando a la inmortalidad.

    Un abrazo.

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    1. Has materializado con tus palabras lo que he hecho en esta entrada. Éso solo lo saben hacer los poetas. Muchas gracias. Un abrazo.

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  3. Amiga Rosa,

    Como es la primera vez que coincidimos en un camino en todas las historias que has ido contado a lo largo y ancho de tu blog, bueno los Huecos de Bañares no cuentan pero de eso hablaremos en otra ocasión, al ir pasando las páginas imaginarias del libro y al ir leyendo el cuento de navidad que nos narras por las montañas de León, me he detenido en dos de ellas: “No podemos faltar a la fiesta. Los faroles son madroños, y si llueve, las gotas, gruesas y apetecibles, serán también madroños” y “Maravillado vió las MÉDULAS, allí a lo lejos donde se contienen los árboles para demostrar pleitesía”; pues me han traído a la memoria mi peregrinación a Santiago por el Camino de Invierno que atraviesa el Bierzo, en concreto parte de Ponferrada, y llega a las Médulas en su primera etapa, pasando por un misterioso bosque lleno de símbolos que colgaban de los árboles y que en honor a la verdad me dio un poco de “yuyu” cuando caminaba por él.
    La etapa fue tan larga que llegué de noche a las Médulas con la ayuda de una pequeña linterna y para más inri me topé de bruces con las tapias del cementerio, por si no había tenido ya bastante con el dichoso bosque. Te preguntarás ¿y los madroños?; Como no llevaba nada de comida en la ascensión y el camino ofrecía bastantes arbustos con unos madroños que decían ¡cómeme! y eso fue lo que hice, pero me pasé de la raya y se me subieron a la cabeza, cosa que desconocía. Toda una aventura de etapa.
    Gracias de nuevo por tu hermoso cuento. Feliz Navidad y lo mejor para el próximo año.

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    1. Es curioso que durante los días que me hospedé en Borrenes, en el Hotel Cornatel, no paraba de escuchar maravillas acerca del "Camino de invierno". Saturno, el dueño, es un enamorado de su tierra y hace todo lo posible para que este camino sea conocido. Pasa precisamente por este pueblo y es algo que dejé pendiente para realizar en otras vacaciones, pues el recorrido es de lo más interesante. El me indicó que fuese a ver los zufreiros, entre otras excursiones que se pueden hacer por este Bierzo que engancha de una manera especial.
      Muchas gracias por tu comentario, como acostumbras, me dejas sin palabras. Un abrazo.

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  4. Muy bonita Rosa, en un momento me an venido recuerdos, de mi infancia,lo redactas todo tan bien incluyendo las fotografías, que me quedo con la boca abierta, una bonita narración para despedir el año, seguro que este año que vamos a comenzar, nos vas a sorprender ,con muchas má, un fuerte abrazo y a Por mas😊👍😘😘

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    1. Gracias como siempre Paqui, me alegra que te guste leer lo que escribo y si además te trae recuerdos, mucho mejor. Un fuerte abrazo a los dos.

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  5. Varias cosas me han llamado la atención en esta preciosa y fresca entrada; el lugar,(no se como te las arreglas para encontrar esos bellos lugares);la fotografía, esos árboles que parecen tener vida propia y que recuerdan gigantes deformes sacados de un cuento en el que su misión seria disuadir ,asustar al intruso que perturbe la paz y la armonía del lugar;y esa capacidad tuya de volver a la infancia,para meter al lector en un relato,propio del mejor cuentacuentos.
    Pero hoy me quedo con el cierre de la entrada " Y sobre todo,escuchar;por eso aprendemos".
    Los que hemos crecido escuchando la radio,con toda la familia alrededor en el mas absoluto silencio ,como si fuera un oráculo divino,quizá demos más importancia de la debida a la oralidad,pero es cierto que fué nuestra manera de aprender.En la radio, al contrario de lo que ocurre hoy,se contaban historias de seres humanos que llegaban al corazón y que servian de referencia.Hoy en este este mundo virtual en el que para bien o para mal nos ha tocado vivir,no hay tiempo para escuchar y si no escuchas,no grabas ,y si no grabas no vas a poder rebobinar, no vas a poder recordar.
    Lo que yo aprendí asando patatas en la lumbre baja de la cocina de mis abuelos escuchando historias de guerra, de siega, de oficios, hasta de brujas,es impagable por lo enriquecedor.
    Es por eso que tu frase me ha dado pié para pensar que los que en nuestra infancia haciamos de la oralidad una forma de vida,cuando como en tu caso ,sacamos ese niño interior,afloran las enseñanzas y los valores que en su dia, y sin ellos saberlo, nos transmitieron tanto la familia como el entorno.
    Doy gracias por ello.Y sobre todo siento una gran preocupación por la generación virtual.

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    1. Llevas toda la razón,escuchar era lo que nos ha marcado. Uno de los recuerdos que más me emocionan es el de esas tardes con mi madre, cosiendo las dos, prestando toda nuestra atención a la radio, ¡cuántas veces me clavaría la aguja por no estar en lo mío! Todo éso sigue siendo, a pesar del tiempo transcurrido, impagable, imperecedero, tan emotivo que aun, ahora mismo, sigo escuchando la radio y en la distancia, ahora llamada nostalgia, me veo entre costuras en una habitación, la de mi casa, con la persona más maravillosa que he conocido. Y aunque todo ésto ya no exista, por unos instantes, gracias a tu comentario, lo he podido recuperar. Muchas gracias, un abrazo.

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