Acaba el año y mi único hijo se marcha antes de que me dé cuenta. Consigue que confunda su llegada con su partida. Desconozco el por qué los espacios temporales que implican sentimientos se entremezclan con relativa frecuencia, quizás para que no sintamos el daño, como protegiéndonos. No sé en qué momento llegó y sin embargo ya se marcha. No llego a asimilar si su abrazo es de recibimiento o de despedida. Volverán a pasar los meses, pero no volarán; volverán a trascurrir las estaciones, como un reloj que se detiene, pero que inexorablemente avanza.
De los hijos se aprende. El mío, entre otras cosas, me habló de montañas y yo le seguí. Me enseñó cómo caminar por pasos difíciles, cómo sentarse en el mismo filo de la cumbre y obviar el miedo a caer.
A los hijos queremos tenerlos siempre a la vista como estas hermosas montañas. Pero sin darnos cuenta se hacen inalcanzables como sus cimas. El largo camino que tenemos por delante para recuperarlos es un continuo ir y batir de fuertes vientos que arrecian sobre nosotros para impedir nuestro avance.
Se alejan en silencio y nos dejan con ese sabor amargo de las despedidas, para las que nadie nos ha preparado para entenderlas. Y es que aún no nos hemos conocido, a pesar de compartir tantos momentos, seguimos siendo unos desconocidos.
Y no, no creo que se nos parezcan, en mi caso, soy yo quien pretende igualarse a él, emulando sus ascenciones, siguiendo sus pasos. La esperanza calza el mismo pie, solo hay que encajar la huella. Y comprendo que si viajo es para distraer el alma, para que no se acerque a ese ámbito de la separación, de la distancia, para que ésta llene algo ese espacio vacío donde caen las preguntas, las incertidumbres y los miedos.
Hay un viaje en particular que hice porque a él le hubiese gustado acompañarme. Ya en una ocasión nos habíamos fijado en este macizo de Mampodre que se presenta espectacular.
Creo que cuando voy a la montaña es cuando más próxima estoy de él, puede resultar pueril el afirmar que allí arriba estamos mucho más cerca, que el alejamiento es solo una falacia.
Hoy, hijo mío, te cuento cómo hice esta excursión, para que la veas a través de estas imágenes, para que la sientas a través de mis palabras.
Sabes que me intimidan las montañas, que me agobian por su belleza, que soy capaz de quedarme frente a ellas largo tiempo sin moverme, que me trastorna el hecho de no poder saber sus nombres y que quisiera ascender a todas. Me conoces bien y sabes que me dan miedo si voy contigo, quizás porque te arriesgas mucho y no das tregua. Sin embargo cuando voy sola ese temor desaparece y con consabida calma me sitúo ante ellas y me presento con el respeto que merecen. La sabiduría no está siempre dentro de nosotros.
Susarón es la peña de Puebla de Lillo de 1.878 m y de dificultad alta su ascención.
Lo que cambian las montañas según desde donde se vean, aquí desde Redipollos.
Te presento este sendero PR-Le 29: es circular, tiene una longitud de 15.7 km, una duración aproximada de 5-6 horas y es de dificultad media. ¿Enterado?
Y sí, hay unas cuantas fuentes y numerosos arroyos, pero no olvides llevar agua.
Las señalizaciones nunca te harán perder el norte.
Te sorprenderán lo grandes que son los escaramujos en esta zona.
Olvidaba mencionarte que tengo aquí delante el folleto que me entregaron en la Casa del Parque. Adquirí bastantes, ¿te acuerdas?.
Todo lo que cite de él, lo sabrás, cambiaré la letra.
Todo lo que cite de él, lo sabrás, cambiaré la letra.
No sé por qué decidí hacer esta ruta al revés. Trastoqué el inicio por el final. O quizás no me di cuenta y seguí mi intuición.
Intuición...
Sí que recuerdo cuando jugábamos a palabras encadenadas. Era fácil bloquearse, así que formábamos frases con la última palabra mencionada.
A estos ejercicios mentales suelo recurrir cuando camino distancias muy largas, cuando se disparan los recuerdos y vienen a detenerse junto a mi.
Ya ves desde los inicios no vamos cambiando, quizás dejamos en el camino retazos, pero no los suficientes para que nos hagan olvidar.
Ya ves desde los inicios no vamos cambiando, quizás dejamos en el camino retazos, pero no los suficientes para que nos hagan olvidar.
Mi peña Susarón. Qué nostalgia siento ahora que no la tengo cerca. Es imposible describir, dotar al paisaje de esa fuerza que solo obtienes de la realidad.
Sí que me da cierto reparo el tener que atravesar arroyos, ríos...cualquier curso de agua. A veces acabo metiéndome directamente en él. No molesta ese frío intenso que sientes al principio, torna rápido a un calor húmedo.
Me preguntas qué tipo de árboles vi...pues bien: pinos, robles, serbales, hayas, algún cerezo...A otros no supe nombrarlos.
Pero sobre todo montañas. Montañas con nombres que desconozco. Y sobre todo nubes. Y caminos que se dirigían hacia ellas.
Continúo caminando por la vega del arroyo de la Fuentona.
Desde aquí intento hacer acopio de nombres. Al escribirlos, los cito en voz alta e intento escuchar cómo suenan: Los Ponticos, Prao de la Baz...
Siempre en un ascenso suave, como si me dirigiese a cualquier montaña, pero en el último momento la senda la deja de lado. Me voy preguntando dónde estará el macizo de Mampodre. ¿Estaré ante él y no sabré reconocerlo?
Y Susarón siempre será la primera, el centro del mundo. Sin duda es lo que pensaran en Puebla de Lillo y en Redipollos.
Y mi cámara seguirá escogiéndola a ella para que hoy, una y otra vez, quede reafirmada su silueta y pase a formar parte de esa lista de montañas que nunca pudiste alcanzar.
Paso cerca del Caserío de Maderada.
En el paraje de los Ponticos se localiza un pinar que los expertos consideran autóctono, aunque hoy se prolonga por toda la umbría colindante gracias a repoblaciones efectuadas en las últimas décadas.
Veré muchos serbales con sus encendidos frutos rojos.
Camino por el valle de Maderada. La majada de Fontesquera, el pico la Oscura o el Alto del Sextil no quedan muy retirados.
En el imaginario colectivo de aquellos que hemos pasado por aquí deben figurar los cerezos que intentan ocultarnos la silueta del desfiladero.
Podría obviar todo este camino, hacerlo más breve, pero no llegarías a sentir esa sacudida que se hace notar con cada paso que adelantas mientras te acercas a la portilla que se abre a la Hoz. Simplemente espectacular.
Piornos, brezales, serbales... son la antesala de estos elevados farallones, amenazantes en su altitud, como si quisieran demostrarte que en cualquier momento pueden acabar sepultándote...
...pero no. No hay temor que enturbie el camino de aquello que solo concita fascinación.
Bienvenido a la Hoz de la Cabrera, servía de entrada al puerto pirenaico del mismo nombre, cuyos pastizales, después de varios años sin recibir la visita de los rebaños trashumantes, han desaparecido bajo un manto de brezos y piornos.
Aquí reina el agua del arroyo de la Fuentona.
Quizás el paso más difícil de todo el recorrido, pero es porque enamora con tanta intensidad que puede perderte, embriagarte hasta hacerte caer.
Siempre quedarán los trazados de antiguos caminos, veredas de pastores, sendas de caminantes...Al fin y al cabo, los mismos. Mientras caminamos por ellos repetimos los pasos de otros, nos entremezclamos y al finalizar el recorrido, hemos ganado en sabiduría, sabemos algo más de algunos oficios.
Se me acerca un caballo. Estoy tan acostumbrada a viajar sola, que me alegra tener compañía.
"Sin un caballo, un perro y un amigo, el hombre moriría" Kipling.
Y es ahora cuando voy ascendiendo con más fuerza y levito a la par que las montañas que se elevan como rasgando la tierra, emergiendo por ella en este preciso instante.
Las sendas a veces se retuercen como intentando distraernos para extraviarnos en el laberíntico espacio de collados, valles...que circundan a las peñas.
Espolón enorme o barco varado.
El Alto del Sextil, 1.708 m.
Aquí está el Cueto Juracado, 1794 m.
Coronamos la Collada Fermosa, punto culminante de la ruta con grandes vistas del macizo de Mampodre y de las cumbres del sector noroccidental del Parque.
Sigo la senda, estrecha y en ascenso, con cuidado. Las nubes tapan el sol, voy sintiendo frío.
Existen ciertos paralelismos entre lo que esperas y lo que quieres ver.
Mira, lo que nos une es igual a lo que nos separa.
Voy aprendiendo a nombraros, entre vosotras están el pico Torres de 2.104 m., San Justo de 1.995 m. y La Rapaina de 2.019 m.
En esos momentos críticos en los que te enfrentas a la incertidumbre, siempre acabas por dejarte llevar por la magna visión de una montaña que va creciendo poco a poco, al igual que en ti crece la valentía en forma de correcta decisión.
Siempre habrá alguien que te ofrecerá su ayuda, que emerge entre otros para extenderte su mano. Observa que tenga una mirada limpia. Entonces recuerda a La Polinosa.
Y así nunca te sentirás solo.
La Cruz tiene 2192 m. y La Polinosa, 2159 m. Si alguna vez decides acercarte, será un paseo cercano al cielo.
Ahora que puedes contemplarla como yo lo hice, entenderás el porqué aprendemos a esperar o antes de actuar, lo planificamos o imaginamos lo que no se puede alcanzar.
Nunca bajes en pendiente con carrera, puedes caerte. Sube a la cumbre con el sosiego de un pastor, con la delicadeza de un músico, con la templanza de una madre.
Nunca bajes en pendiente con carrera, puedes caerte. Sube a la cumbre con el sosiego de un pastor, con la delicadeza de un músico, con la templanza de una madre.
Y al mirar hacia tu izquierda te sorprende ver lo que antes has divisado y como murallas las demás montañas se cierran sobre las anteriores. Se abren unas, se despiden otras. Aunque nunca se marchan, es cuestión de altura. No se alejan ellas, eres tú el que coge el camino de vuelta.
Los picos Mampodre son: Peña la Cruz de 2196m, Peña el Convento, 2156 m, Pico Cervunal de 2173 m, Peñas del Mediodía, 2181 m y el Valjarto de 2046 m. Y te preguntarás por qué La Polinosa no pertenece a ellas.
Todas sois montañas de León, de la cordillera Cantábrica.
Seguís siendo Mampodre.
Seguís siendo Mampodre.
Vosotras debéis ser las camperas del Valle del Bustil de Pepe que constituyen el puerto pirenaico de Mampodre, destino tradicional de merinas trashumantes.
Y la vista se pierde entre montañas, con idéntica imagen debería perderse cuando cerramos los ojos por última vez.
Ahora toca descender, ir en busca de rumor del agua.
La majada de los Soportales.
El arroyo se descuelga quebrando como una herida limpia el valle.
Puede que tu seas la fuente del Cardo.
Este tramo discurre a la par de un impetuoso torrente.
El camino se endurece, maldice a los pies cansados. Al frente despunta mi montaña, Susarón de nuevo. Nunca se ha ido.
Susarón. Su cara sur es casi impracticable. Canales, brechas y paredes lo confirman.
Su cara norte es costosa por la verticalidad.
Su cara este, desde Camposolillo es la más factible.
Para mi todas son inalcanzables.
Roble, recuérdalo siempre, quercus robur.
Carteles, nunca olvides detenerte ante ellos. Mira cómo los trata el tiempo, son parte integrante de la naturaleza.
Desde el alto de Carrerina Blanca...con la silueta del Susarón cerrando el horizonte.
En el robledal de los Torcedos se pueden ver los restos de un antiguo corral que utilizaban los rebaños trashumantes. Todavía hoy algún pastor del pueblo sube regularmente las ovejas a esta zona para aprovechar las bellotas.
Tras un largo camino en el que el cansancio no acaba por hacer mella en ti, te replanteas otros caminos, un GR por ejemplo, te ves con una mochila a cuestas, bajo un firmamento de estrellas, alejándote de toda iniquidad, como meta la de conocerte a ti mismo.
Paz es lo que todos ansiamos, lo que esperamos alcanzar y mantener. Un remanso de duradera paz.
Una vivienda en el camino, me demuestra que aún no todo está perdido. El pasado fluye quizás escaso por estos lares, pero se mantiene, aún hay esperanza.
Una mancha de robledal denso y relativamente joven nos acompañará hasta el caserío de La Vega de San Pedro.
Sí, te lo recuerdo, 1.878 m.
Me anoto aquellas montañas que se ven desde su cima, Bodón, La Forqueta, El Mahón, Valdorria, la Peña de Armada, Peña Ten, Mampodre, Picos de Europa, Las Pintas, Espigüete...
Algún día subirás.
De Redipollos sale una pista de uso agropecuario que remonta el valle de Murias y en continua subida, aquí en continua bajada, deja atrás los prados más inmediatos al pueblo.
Y me pregunto por qué se empeña el paisaje en cerrarme la vista hacia ellas.
Un reguero de agua me saca de mis cavilaciones.
Tu eres la fuente del Río.
Y ya regreso para llevarme tu silueta...
Citaré que Redipollos cuenta con 63 habitantes, está a una altitud de 1.145 m. En la plaza de la Picota confluyen sus tres calles.
Cuenta con una bonita iglesia de San Bartolomé. Un pueblo con importancia en la Edad Media debido a la abundancia de aguas que daban buenos pastos.
Hoy la tranquilidad es su señera, un buen punto de partida para realizar excursiones. Un lugar con encanto.
Octubre 2016.
"La satisfacción radica en el esfuerzo, no en el logro"
Gandhi.
A mi hijo.
Rosa lo tengo que decir me as echo de que me broten las lágrimas,precioso no lo siguiente,que orguyoso se tiene que sentir tu hijo de tener la madre que tiene,mira que es precioso lo que escribes y las fotografías, los rincones tan preciosos que tiene la naturaleza, pero tengo que decir que narrada por ti y hoy en especial a tu hijo te a quedado para emocionar como lo as echo con migo,no se si será porque me reflejo, con lo de tu hijo al tenerlos solos, pero me as emocionado un abrazo👍❤🙅
ResponderEliminarGracias Paqui por tu emotivo comentario. Es la tercera vez que le dedico una entrada a mi hijo, queda aquí reflejado que lo echo de menos, como testimonio de mi cariño por él, para que de alguna forma sepa que estoy aquí y que la distancia no diluye el cariño. Un abrazo.
EliminarRosa de parte de mi esposo Dice q le a gustado mucho,que mucha salud para q sigas escribiendo 🙅
ResponderEliminarGracias igualmente, que este nuevo año le traiga la mejoría que le hace falta, que su ánimo no decaiga. Un abrazo.
EliminarSi tuviese que definirte con pocas palabras, lo haría sin dudarlo con estas : "Mujer de altura". No solo por las metas que te marcas en tus aventuras montañeras ,que también, si no por tu actitud ante las situaciones tan descorazonadoras que la vida ,esa vida que siempre nos pone a prueba , nos da , como una lección de alumno repetidor,al que le cuesta aprender.
ResponderEliminarSi alguna vez me he metido contigo en el tema hijos,distancias, despedidas,hoy tengo que felicitarte. tu actitud es la normal de una madre que tras unos dias en los que todo está en su sitio, vuelve a salírsele el corazón de la caja torácica para volar por donde quiera que vaya esa parte de tu ser que ha decidido que las alas tan potentes con que la vida le ha dotado , no son para quedarse en el nido.
¡Que gratificante es que podamos aprender de los hijos ! es la prueba inequívoca que la vida avanza ,que no se detiene en el pasado.
Tu hijo se tiene que sentir orgulloso de ti , sobre todo por esa forma en que le muestras lugares y sensaciones que le harán sentirse como en casa.
Mi abuela decia: "cuando no se puede segar, se espiga" pues eso.....
Por cierto;Tengo que pasarme mas a menudo por aquí a leerte porque veo que voy con mucho retraso
Nunca acabas de acostumbrarte a las despedidas. El hecho de escribir lo que siento me ayuda a ir cerrando heridas. Acaba de marcharse y puedo detenerme unos minutos a contestar. Mientras pasa el tiempo pendiente hasta que se reubique, seguiré dándole vueltas a la cabeza, como hago siempre, puesto que una parte de mí no acepta ésto, pero sin embargo he de claudicar ya que la elección no me pertenece. Nunca le he preguntado si está orgulloso de mí, no soy nada especial, solo una madre más que intenta cuidar a su hijo lo mejor que puede.
EliminarGracias por tu gran comentario, directo al corazón. Un abrazo.
Como mujer de altura que eres, has hecho un reportaje fotográfico de ensueño pero no ves que la distancia es la montaña más elevada y, como tú sabes pararte ante su espejo, tienes que aprender a mirar a través de ella, a disfrutar del sonido y la evolución que de los pájaros se observa en el cielo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mujer de altura soy cuando corono una cima, algo que he hecho en contadas ocasiones. No hay nada comparable a observar desde arriba lo que se despliega ante ti, ahí confluyen las dos formas que tenemos de mirar. No hay lugar que invite más a la reflexión que aquel donde al esfuerzo se le une la emoción. Con esta entrada he querido explicar que para estar más cerca de mi hijo, he de encntrarme entre montañas, arriba las distancias se acortan o se alargan con idéntico ritmo al latido de nuestro corazón.
Eliminarmuchas gracias. Un abrazo.
Enhorabuena por la entrada, una ruta espectacular, de las mejores. Tal vez sea por mi debilidad por picos altos
ResponderEliminarHabrás visto que sobrepasan los 2.000 m. algunos, pero La Polinosa y Susarón, no. Y para mí son las más espectaculares. Anótalas en esa larga lista que tienes de montañas por ascender, atesoras mucho tiempo por delante y la fortaleza necesaria para realizar tus sueños. Gracias y un abrazo.
EliminarSusarón preside este nuevo viaje tuyo. Este pico, parece erigirse perpetuo, todo se mueve en torno a él. Desde cualquier punto del camino que has emprendido observa tu presencia, te protege, así como tu hijo desde donde se encuentre, no podrá por menos que cuidar de ti. Hoy nos muestras los diferentes senderos q la nostalgia nos hace recorrer en pos de un ser querido, del ser más querido. Con tus hermosas palabras que se ciñen a tus bellas fotografías, nos regalas un caudal de emociones y de sentimientos, como siempre, pero que hoy se duplican. La vida nos obliga a viajar continuamente, física y emocionalmente, como la ruta que hoy nos has marcado. Me quedo si me permites con esas hermosas palabras, esos consejos que sólo la dulzura de una madre es capaz de dar a un hijo que inicia el ascenso y el recorrido de sus propias montañas: "Nunca bajes en pendiente con carrera, puedes caerte. Sube a la cumbre con el sosiego de un pastor, la delicadeza de un músico o con la templanza de una madre". Hermoso. Enhorabuena por esta nueva entrada, excepcional en todo, y gracias por elevar la sensibilidad a cotas tan altas y poderosas como el Susarón. Un abrazo.
ResponderEliminarAmigo mío, nada puedo añadir a este comentario tan halagador que me haces. Consigues resumir en ocho líneas todo lo que he escrito, el regalo lo entregas tú con tus palabras. Muchas gracias, un abrazo.
EliminarDe una madre que entiende por lo que estas pasando, animo y a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo. Preciosa entreada.
Nunca se está preparada para las despedidas. Cuando viajo sola no tengo miedo y sin embargo no puedo evitar sentirlo cuando mi hijo se marcha.
EliminarEsta entrada está dedicada a él, no por el hecho de que entre y salga de mi vida con tanta premura, es porque quiero que quede reflejado que le echo de menos, y así lo sepa cuando yo ya no esté. Una forma más de dejar testimonio, las palabras se las lleva el viento, lo que escribimos, con mayor o menor acierto, ahí se queda, a disposición de quien quiera leerlo. Expresar lo que sentimos, no nos debe avergonzar, es una manera más de superar nuestras inseguridades, esas pérdidas transitorias que dejan tan marcada huella.
Le agradezco mucho su comentario. Un abrazo.