lunes, 12 de marzo de 2018

UNA VISITA A UN PARAJE LLAMADO "EL POZO SIN SUELO". VILLAMANRIQUE. CIUDAD REAL.


Antes, mucho antes, era yo una niña, teníamos la costumbre de felicitar a nuestros familiares y amigos con una postal, no dejábamos pasar una, ya fuese para un cumpleaños o por su "santo", la lista era larga, a veces hasta repetías con la postal o quizás con lo escrito, pero la ilusión por enviar y luego recibir era el motor que nos impulsaba, nunca dejabas a nadie en la estacada. Los años iban pasando, la intención fue flojeando como lo establece, una pena, la distancia. Las conservo todas, de hecho fue el inicio de una de tantas colecciones de objetos que se iban acomodando a exiguos rincones, qué pocos eran, de la pequeña vivienda.  Como los tiempos han cambiado, no me gusta esta frase, puesto que somos nosotros los que ya hemos dejado de ser los mismos, la costumbre quedó en un recuerdo, las postales en distintas cajas, a algunas amistades les fui perdiendo la pista, el movil ganó terreno, dejó su marca. Apenas se habla pero se escriben mensajes, ya no recuerdo la letra de nadie ni siquiera la mía queda estampada en el reverso de una imagen. Aún siguen vendiendo postales y sellos, al otro lado, allí donde quieras que la distancia se relaje,  seguro que si envías una siempre será algo menos frío que un WhatsApp. Por lo menos el tacto al sacarlas de su escondite, hará que regrese por unos instantes a esa primera vez en la que mi abuela me pedía que le escribiese a todos sus familiares de Algeciras, si ella viviese estoy segura que me lo recordaría.
Exactamente catorce días separan las fotografías que muestro para esta ruta, puede que resulte difícil explicar la fascinación que sentimos por el agua cuando no la tenemos, algo que aprendes en esta tierra, no solo a cuidarla sino también a dejarte llevar por los regueros, canales, arroyos...todo tipo de corrientes que alimentan la memoria escondida de una infancia con barquitos de papel o de hojas caídas en otoño, con los que navegábamos con la imaginación a lugares que no estaban tan alejados. Uno de mis favoritos es el que almacena la memoria de un amigo, en una tarde de coloquio junto a la chimenea, fuera llueve, ahora lo hace casi a diario, eso invita a escuchar, a prestar atención a sus recuerdos allá en Los Ardales, porque ver surgir la emoción a la par que las palabras solo puede ser un indicio de que la vida cobra fuerza a medida que se nombra. Esta tarde a las 16 horas cumplirá un año más, un año en el que ha vuelto a ganarle el pulso, con un enfrentamiento lleno de paz,  a su enfermedad. El sabe combatir con el ánimo en guardia, con la emoción a través de unos versos, con el espíritu de un niño, con la libertad del que no huye, con la sorpresa de esperar que cada día le depare una nueva ilusión. Hoy regresas de nuevo a Los Ardales. Cada una de estas postales-fotografías te las debía, puesto que lo que se ha perdido se puede recuperar. ¡Feliz cumpleaños Antonio Maldonado García!







Querido amigo:
Te escribo esta primera postal desde tu pueblo Villamanrique aquejado de una hermosa dolencia pasada por agua. Si te das un paseo podrás comprobar como la torre de San Andrés va tornando su color original en un verde norteño que no teme a ningún rayo de sol.






Estas son las "eras del Molino del Viento". En las "Relaciones Topográficas de Felipe II" (1575), no se menciona ninguno.
En la "Crónica de la provincia de Ciudad Real" de José de Hosta (1.867), se dice de este hermoso pueblo:
"Villa que incluía seis habitantes de dos caseríos, ocho de la Venta Nueva y cuarenta de diferentes caseríos, tiene mil trescientas treinte y nueve almas"






Los famosos cañetes que, según dicen, cuando rompen ya tiene la tierra suficiente agua.






En 1.773 el Gobernador de la Orden de Santiago en el Campo de Montiel, Fernando de Cañas, describe así a Villamanrique: "...se halla situada a la falda de Sierra Morena. Se compone su población de doscientos diez y ocho vecinos...Y a las dos leguas se cruza el río Guadarmena por vado, quedándose a la mano derecha a distancia de media legua del camino, el molino que llaman de Crespillo, y a la izquierda y contiguo al camino, el que llaman del Consejo..." 
Refiriéndose a la Cañada de Santa María: "...Y a la mano derecha del camino de la misma ribera hay tres molinos harineros y tres cortijos. Y un torreón con una fuente al pie que llaman de las Sanguijuelas..."






"...Y a la mano izquierda de la citada ribera y a igual distancia hay otros dos molinos harineros, un cortijo con algunos olmos negros y un fuerte que llaman el castillo de Montizón, al cual baña por la izquierda el dicho río Guadalén..."







"...Y junto con la expresada ribera y siguiendo el camino a la referida villa del Castellar, a la legua y media se queda a la izquierda la casa que llaman el Toril. Y a la derecha y un cuarto de legua, dos cortijos y a las dos leguas otro cortijo que llaman de don Gaspar, que queda a la derecha del camino inmediato a él..."






"...A distancia de una legua del expresado camino se quedan otros cortijos que llaman de Catalina Basilia y el de Zavala. y continuando por la Dehesa que llaman de la Mata que está poblada de monte pardo y quejigo. Se quedan como a las dos leguas y media, otros cuatro cortijos"
Villamanrique, a finales del siglo XIX, contaba con 72 cortijos, de los cuales 40 ya estaban arruinados, hace tiempo que decidí ir fotografiando cada uno de los que me encontrase en mi camino.






Los caminos que atraviesan la Umbría de la fuente del Peral.






A estas montañas se les llama "Entresierras", la máxima cota la ostenta "San Cristobal" con 1.074 m. de altitud.





Almedina despunta entre suaves ondulaciones del terreno y del cielo.






"...la sierra de Villamanrique, al N. de la cual está esta villa, es otro cerro de media legua de largo con 1,670 varas de declive al N. y 2,880 al S., en la cual, estuvo la ermita de San Cristóbal, desde cuyo punto se divisa mucha parte de los reinos de Jaén y Córdoba..."








Pueblo caminero donde los halla, el término de Villamanrique es atravesado por un total de 51 caminos de distintas categorías.
Al frente "Camino de los coches", a "Los Pujates" (Coujates) y al "Toril"
A la izquierda el camino al Roblecillo y los indicadores de la "ruta del Quijote" que comunica con la cercana localidad de Puebla del Príncipe. Por éste haré el regreso a Villamanrique, será una ruta circular de más de cuatro horas de recorrido.
Para continuar escojo uno que sale antes de este cruce, a la izquierda, el llamado de la Bodeguilla.






San Isidro de un blanco perfecto encaja entre olivares, vigía de caminantes, antes arrieros.






Un camino de hoja picada conduce al monte. Villamanrique cuenta con, además de extensos campos de olivares, una sierra de encinares, robles aislados, de jaguarzo, tomillo, romero, espliego,  retama...un abanico de olores y colores que en primavera enamora.






Un consejo, siempre hay que andar, no son válidas las excusas de que no hay caminos. Podrías pasar por alto de que aquí hay una tumba.






En el camino de la Fuente el Lobo, un rayo mató a Ricardo.





Un 30 de agosto de 1.911.





Más adelante aparecen lirios, sus bulbos pueden vivir más de veinte años, sus flores violetas duran apenas un día.






Desde aquí veo el cortijo de los Ardales. Dejo paso a la memoria de Antonio:
"Con tres meses me vine a vivir aquí con mis padres, Paco y Adriana.
Mi padre era el gañán de esta finca, con una yunta de mulas araba la gran mayoría de las 3.000 olivas que había, hoy son muchas más...
Durante los primeros años su sueldo eran unas fanegas de grano, además de garbanzos, aceite, tocino...
Era el trueque lo que nos permitía tener lo que necesitábamos.






"A la izquierda, bajo el porche se veía la boca de un horno que no se utilizaba. La ventana grande era donde mis padres colocaban una cesta con heno para que los Reyes Magos me dejaran algún regalo. La siguiente ventana era la de la habitación que ocupábamos, de unos doce metros. En ella, un sofá de madera donde yo dormía, la cama de mis padres, unas tinajas para guardar el pan y poco más..."






"La puerta de la derecha era la que comunicaba con la cocina y de allí a nuestra habitación. No estábamos solos, existía un constante trasiego de gentes que fui conociendo a lo largo de 14 años, a los que veía en la cocina, junto al poyo de la chimenea, cada uno comía de lo que tenía. No se quedaban a dormir, salvo que las circunstancias lo requiriera, la cercanía al pueblo así lo exigía.
La puerta de la izquierda era la de las cuadras, donde en varios pesebres se daba alimento a las yuntas, fuera los cochinos que zarceaban entre las olivas y encinas. Las gallinas picoteaban por la era.
La planta de arriba, la de la derecha era para guardar patatas, como desván; en la de la izquierda, palomas"






"Hoy a mis 62 años sigo siendo el niño que su madre, gracias a una borrica que le regalaron, bajaba cuando lo necesita al pueblo. Soy el que acompañaba a buscar agua al pozo cercano y si se secaba, a unos doscientos metros existía otro que nunca medraba. 
Soy el único hijo durante 8 años, el que jugaba con una silla a modo de escalera a poner cables en las paredes de un cortijo donde solo alumbraba un candil. El mismo que gustaba de embarrarse, de jugar con una lata de sardinas con ruedas, con una galera de corcho. Aquel al que los charcos, como los de hoy, se le hacían lagunas  y ríos donde poner a navegar cáscaras de nuez con vela. El que con solo tres años sabía la cartilla. Al que enseñaron a sumar y restar antes de ir al colegio.
Al que hablaba con la propiedad de quienes dicen "hermano" para presentarse. "Dígame hermano Lázaro donde me pongo", dije al profesor en mi primer día de escuela. El que entró allí para ponerse en la última fila y pasado un tiempo era uno de los dos chicos que más aprendía. La soledad de un niño solo rodeado de mayores es el mejor libro que te da la vida. Nació mi hermano Jesús, ocho años nos llevamos, mi soledad de niño solo acabó con su llegada"








"De muy pequeño, en temporada de recolección de aceituna, como mis padres no querían dejarme solo, me entregaban una lata de tomate de 5 kgs cargada a la mitad con ascuas bien calientes. Iba yo con el asa bien agarrada, las mujeres si tenían frío me llamaban para darme caramelos y así calentarse las manos"






Solo una vez me perdí, mis padres como locos me buscaron, había ido a parar al huerto de un vecino.  Puede que un angel detuviese tus huellas junto a la noria, éso me decía mi madre"






Hermoso níspero en la " huerta de Portilleja". Un recuerdo para Manuel García, buen hombre que tanto gustaba hablar de su huerto.






"Esta no es nuestra huerta, pero sirva para ilustrar el hecho de que eran indispensables para la economía familiar, allí plantábamos patatas, tomates, ajos, cebollas..."






"Mi primer sueldo, cien pesetas por recoger aceituna, tenía once años. Luego desempeñé otros oficios, panadero, arreglaba enchufes, planchas...estuve en una confección, agricultor, nunca se deja de serlo, aunque sea para pasear por el campo.  Y electricista, hasta que me jubiló el cáncer"








A la derecha del camino, siempre que se vaya despacio, es posible ver este pequeño cortijo escondido entre olivares.






Se notan dos períodos constructivos. Piedra y barro perduran, perfecta mezcla. Restos de una chimenea en el centro.





Se conoce por el "cortijo de los Capones".






"No recuerdo a otros niños de cortijos cercanos, pero sí algunos nombres de aquellos que compartieron mis días y los de mis padres, Fernando Frías, Félix, Bartolo Gómez, Eustasio Jimeno, nuestro manijero. Su hijo Antonio sí que jugó en más de una ocasión conmigo"







Siempre acabo viendo en mis paseos por estos pueblos del Campo de Montiel la enorme mole de La Sarga albaceteña, vigila mis pasos, guía mi camino.






A la izquierda del camino otro cortijo,  le dicen "Casa de Lozano o del Monjo".






Llama la atención lo bien que se conservan sus paredes hechas a base de piedra seca.





Estuvo enlucido, contaba con dos plantas.
El hecho de que aún me encuentre en el paraje de Los Ardales, me brinda la oportunidad de dejar constancia de uno de los más hermosos poemas de Antonio.





Mis primeras albarcas.


"Como no había deportivas de marcas,
mi padre en vez de echar las siestas,
me ha hecho unas buenas albarcas,
yo como si hubieran llegado las fiestas.

Con calzaderas y nuevos mis peales,
estaba preparado para patalear barro,
donde estaba mi padre, en Los Ardales,
hasta que llegaba y me subía en el carro.





Eso durante la temporada de aceituna,
luego después en primavera a escardar,
arrancar lentejas, veíamos salir sol y la luna,
tenía muy pocos años y siempre lo voy a recordar.





Llegó la siega, con antipara y dediles,
manguitos de lona en los brazos,
las mujeres llevaban sus mandiles,
toda la familia a segar garbanzos.





Para todos los que hemos usado albarcas,
teníamos once años, éramos chiquillos,
nos metíamos dentro de las charcas,
igual que si fuésemos cochinillos"

Antonio Maldonado García.






Las alargadas ramas de los chopos dan pie a reclamar al cielo que no ceje en su constante deambular de aguaceros que encharcan una tierra sedienta de más agua. Mientras escribo ésto, vuelve a llover.






La Bodeguilla se encuentra a la derecha de este inmenso campo. También hay un cortijo en buen estado de conservación, al que no puedo ponerle nombre.
Mi camino va por la izquierda.





El arroyo de los Pinos,  más adelante se le unen las aguas de otro arroyo, juntos irán a parar al "Pozo sin Suelo", engrosarán al final el cauce del río Guadalén.





"Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar..." Fíjate Antonio que nunca olvidamos los poemas que nos enseñaron a declamar en la escuela.






O como éste otro.
"Yo voy soñando caminos de la tarde...¿Adónde el camino irá?






Narcissus jonquilla, una de las doce variedades que existen de narcisos. 





Dejo atrás el camino y pienso en otros, aquellos llamados históricos por los que aún es posible transitar.
La Vereda de los Serranos, la Vía Córdoba a Sagunto ( Camino de Andalucía a la Mancha o Vía de Aníbal). 






Te habrás fijado que el musgo busca territorio donde quedarse, escapa del asiento de piedras en la umbría y arraiga en espacios abiertos.






A quien lea ésto, no arranquen los narcisos, por favor. No solo por estar en peligro de extinción, es la flor del campo, uno de sus dones.






Me desvío del camino principal por una senda a la izquierda.






Una noria, a la que es imposible acercarse,  me encuentro, vestigios de que en este hermoso paraje aún se pueden trabajar los hortales.






Veo lo que podría ser unas angarillas para transportar piedras, las mismas que hacen el muro de contención para el arroyo, aunque podría haber servido de precario puente o quién sabe, quizás ambos usos.






Aún debe llover más, aunque quizás este arroyo no lleve agua por estar desviado su curso, es un entramado más de este gran campo que conoció el noble arte de trabajar una huerta.






El sol ilumina ese fondo donde se ubica el bellísimo paraje del "Pozo sin Suelo".






El camino de inicio es una bella senda entre rosales silvestres, higueras, chopos y olivares.






Muchos caminos se han convertido a merced del agua en verdaderos estanques, el juego de sortearlos es parte de esta excursión.






Es imprescindible salir cuando ha llovido, para ir recargándose de olores.






 Y de colores siempre.






O de nubes y horizontes. Al fondo Torre de Juan Abad.






Pero sobre todo de sonidos. Hace un buen rato que un estruendo constante rasga el silencio de la tarde.






Esa lucha por abrirse paso entre estrechos cortados marca el inicio de unos rápidos que nada tienen que envidiar a otros más renombrados.






El día 25 de febrero estuve con mi perro que un rato antes por descuido se había caído en la poza de "la fuente el Lobo". Aquí sacó a relucir su innata precaución.






Un apunte más para mi colección de la flora de estos campos.






Y un poco de ascención para, sin vértigo, comprobar como la altura hace juego con la emoción.






Y como la ocasión lo requiere y el hambre manda, un lugar ideal para merendar.





Narcisos en buena compañía.






Voy al encuentro de la cascada y...






...una pradera separa los dos estrechos. Otro día, con más tiempo, bajaré hacia el río desde aquí.





Ante mí, cuarcitas paleozoicas cubiertas de líquenes amarillos llamados Acarospora.





Villamanrique justo enfrente.






En esta ocasión busco una senda entre encinas y jaras que desciende a la par de esta inmensa mole de roca por donde pasa el agua.






Un bosquecillo encantado, con una pendiente considerable, con rincones en umbría que invitan a quedarse.






Mis pasos ahondan la tierra sembrada de hojas de encina, sorteando con precaución infinidad de jara y mejorana que crecen al amparo de este rincón mágico.
Los líquenes sobre los troncos nos indican que el bosque está libre de contaminación, los mismo ocurre con el musgo, ambos denotan que la naturaleza está rebosante de salud.






Los diferentes tipos de bulbos, gamonitos y lirios,  ya han despuntado, habrá que volver en primavera para deleitarse con sus flores.






Los espinos, el musgo y los chopos son la antesala de un espectáculo inusual en estos campos.






Sobrecoge en un primer encuentro...






...el verla, el escucharla.





Un paraje excepcional, imprescindible su visita.





Tanto te atrapa la visión de la cascada que olvidas mirar al suelo, no hay que descuidarse, un traspiés puede devolverte a la realidad.






Una vez abajo especulas con la altura, puede que unos doce metros, quizás.





Un bosque de ribera encierra las orillas protegiéndolas.






Pienso que tal acúmulo de agua es el resultado de los arroyos que se forman en las Navas del Pichardo, cerca está la fuente Navarro (cortijo de Las Loberas) y otro que nace por detrás del cortijo Casa de Lozano, cercano a la Umbría del Peral. A la altura del cortijo del Colmenar Viejo  se le unen las aguas que provienen de la fuente del Peral. Al otro lado de la carretera que une Villamanrique con Puebla del Príncipe se le juntan las del arroyo de la fuente el Lobo. De ahí, otras corrientes más y al Guadalén. Sin contar con la infinidad de regueros que en uno de estos días se pueden ver corriendo por cualquier parte.






La madreselva silvestre aún no ha acabado de tejer su altiva red para tapar de miradas curiosas esta bella cascada.





Un descanso frente a ella. La piedra parece humana y dirige su recto semblante siguiendo el curso del agua, la ve perderse entre los Campos de Montiel.






Ahora toca buscar otras perspectivas, alejándome entre olivas y jaras...






...ahora los regueros son nubes cambiantes.





Chopos como plumas desecadas permiten observar la cascada en casi toda su magnitud.






Piensas que lo efímero no tiene porqué ser así, que las imágenes dejan constancia sin interrumpir el flujo incesante, el ir y venir. El trasiego se hace un sitio para perdurar en el tiempo.






Junto al cortijo del Colmenar Grande, al fondo, también se puede acceder a este paraje.





Cada flor que te encuentras en tu camino, Antonio, es un hipotético verso que te envía como señal la naturaleza.






Salgo, retrocediendo al inicio, al camino de entrada. En lugar de regresar a Villamanrique decido seguir hacia la fuente el Lobo.





Ahora toca hacer un camino donde las nubes marcan las distancias y se enfrentan a la tierra por alcanzar el protagonismo en las instantáneas.






Sencillamente roban un primer plano.






A una altitud de 940 m. se encuentra este lugar con historia oculta entre sus piedras.






Al fondo el Fontarrón de Jara, otro lugar al que dedicaré una nueva visita, hace años que no he vuelto.






Me agrada imaginar que la fuente surge bajo este gran almendro, aunque en realidad no es así.






Una higuera más adelante sigue impasible su curso.





Dos pequeños muros de contención delimitan las aguas que siempre han sido bien utilizadas para los huertos que hay junto al cortijo de Manuel.






Madoz escribe acerca de los afluentes del río Guadalén:"...por la izquierda le afluyen Río Lobo, cercano a Villamanrique, Los Perros, Perete, Lagebe y Fuente Nueva, y más abajo de Montizón, Cuevashostiga, Porrosa, Barranco, Tosca, Escalona y Gavilán..."







Regreso al 25 de febrero, tras una pertinaz sequía así se veía el manantial.






Al otro lado del camino se encuentra este pequeño cortijo algo retirado.






Desde la fuente se puede ir a Puebla del Príncipe o a la bonita e histórica ermita de la Virgen de Mairena.
Pero decido seguir a mi perro y a su innata habilidad para encontrar atajos. Ese día en particular me volví hacia el "Pozo sin Suelo" y seguí un camino que sale a la izquierda y que acabó llevándome hasta la ruta del Quijote.






Tomando dirección a Villamanrique, entre el Pizorrillo y las Tajoneras, se encuentra uno de los cortijos más hermosos de la zona, el de D. Jerónimo, le dicen.





Lo que me llama la atención es un enorme árbol que crece solitario entre un mar de olivos.






Pronto me daré cuenta que no está solo, se ven más ejemplares, no tan hermosos como este añoso almendro.






Y un gran olmo, imagino, junto a la vivienda.






Un jardín bien cuidado por sus dueños y un precioso pozo de piedra tallada.





Pero lo que más llama mi atención es el perfecto empedrado de la entrada, me recuerda al de tantas eras que he ido viendo en mis paseos.





Ya cerca de Villamanrique, siempre siguiendo los postes de la vía del Quijote, me encuentro con una viña.






Y más adelante una serie de cortijos que por la proximidad al pueblo y por el laboreo de tanto olivar se mantienen bien conservados.
Y por supuesto por el cariño de sus dueños. Este es el de Antonio Mena.






Y éste tan blanco como los cortijos andaluces, el de "Las Loberas".






Al fondo el "cortijo de Bota". Ante él las ruinas de lo que fueron unas cuadras dependientes de Las Loberas, donde  guardaban la borrica, tras acabar el trabajo diario.






Antonio me cuenta que lo conoció en pie.






Cuatro días separan estas imágenes, aquella tarde pude transitar sin problema pero...






...ayer tarde comenzó a diluviar y justo al lado del cortijo de Cristobal parecía nacer un nuevo arroyo.






Ese arroyo que con tanto ímpetu irá a parar al "Pozo sin Suelo".





Si no me equivoco, debes ser una mimbrera.






 El cortijo de Crisóstomo.





Y descendiendo, el sol aclara temporalmente los cielos, en menos de media hora volverá a llover.
La ermita de San Isidro enclavada en un magnífico promontorio.
Villamanrique contó con varias ermitas, tres de ellas fuera de la población, San Cristobal, probablemente situada en el cerro de igual nombre, San Andrés y San Miguel del Campo, quizás ubicada en el Campo de San Miguel. Ya se sabe que las toponimias nos ayudan a estudiar los lugares.






Voy llegando al final de mi camino, al final de esta carta. Te preguntarás, amigo Antonio, el motivo por el que he hecho tan larga entrada, sabiendo que a veces me regañas si me extiendo. 






Y yo te contesto que no podía ser de otra manera, que quiero que sigas estando orgulloso de tu pueblo, de su campo, de sus cortijos, de sus parajes, de todos los que te siguen en tu blog, de los que se alegran cuando estás mejor, de los que te apoyan cuando decaes. Quiero que tu padre vuelva contigo a Los Ardales y recupere la emoción del tiempo pasado. Quiero, al fin y al cabo, demostrarte que se puede regresar y quedarse, pero se puede quedarse y mirar hacia el futuro desde los ojos de un niño que creció solo en un cortijo con la sabiduría que te enseña la precariedad, con el cariño de todos los tuyos que nunca han dejado de estar a tu lado y con la certera esperanza de que cada año celebraremos juntos un año más ganado a la vida con pulso bien firme, con la sana convicción de que todo se supera, nada debe obstaculizar nuestro camino. Un abrazo.


A todos aquellos que quieran felicitar a Antonio Maldonado García en este día tan especial, por favor, busquen el blog : "Memorias de un niño a los 60"




12 de marzo del 2018. Y otros días pasajeros con la lluvia como compañía.



Bibliografía:


-"La descripción de los pueblos del Campo de Montiel en 1.773" de Carlos Villar Esparza.
-"Crónica de la provincia de Ciudad Real" de  José de Hosta. 1.867





12 comentarios:

  1. Una entrada muy bonita Rosa dedicada Antonio por su cumpleaños,nunca pensé que arias una entrada de estos paisajes tan bonitos que tiene nuestro pueblo como es villamanrique, empezando por las eras,cortijos, sierra, entre sierras,cañetes,y san isidro,y tantas flores silvestres que tu bien conoces,y la imagen del pozo sin suelo que es una maravilla,la verdad que tenemos unas vistas preciosas en nuestro pueblo.
    También quiero recordar esa memoria de Antonio recordando su pasado y algunas de las muchas poesías que el tiene, no me quiero extender mas jaja, que os voy a quitar el puesto😀un abrazo a los dos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De Villamanrique tengo pendientes otras tres entradas más, como bien dices , vuestro pueblo tiene una vistas preciosas, además de un extenso territorio donde lo mismo hay olivares, que arroyos, montes, molinos, uno de los castillos más bonitos de Ciudad Real, una iglesia preciosa y un largo etc que da para mucho. Sobre todo los caminos, nunca se acaban. Un abrazo para vosotros. Gracias por el comentario.

      Eliminar
  2. Antes que nada, quiero volver a felicitar por su cumpleaños a Antonio, este amigo común al que con tanto cariño dedicas esta emotiva entrada. Tus fotografías ponen imágenes a las palabras de Antonio, que desmenuzan sus recuerdos de una forma vívida y entrañable. Es impresionante el recorrido que nos muestras, por ese vecino pueblo como es Villamanrique, el conocimiento exhaustivo de cada cortijo, de cada camino, de su flora... deteniéndote, como no, en el cortijo de los Ardales, donde nuestro amigo pasó una infancia de carencias, pero también de horas felices. Me emociona la descripción que hace Antonio de su vida en aquel cortijo, las anécdotas que nos cuenta, como cuando se perdió y lo encontraron en un huerto, y las palabras de su madre: "puede que un ángel detuviera tus huellas junto a la noria". También nos recuerdas un bonito poema de Antonio, convirtiendo esta entrada en un bello homenaje a un hombre trabajador, un luchador nato. Las fotografías nos muestran un campo anegado, como hacía muchos años que no veíamos, los olivos parecen mirarse en los charcos formados a su alrededor, extrañados ante ese espejo turbio que conforma el agua recién caída. Continuas tu paseo y nos trasladas al Pozo Sin Suelo, un paraje que, gracias a ti he conocido hace unos días y que no parece propio del paisaje de estos lares. Entre montañas cubiertas de musgo, al cual el sol otorga distintas tonalidades de verde, nace una cascada, cuyo rumor parece una invitación, una llamada al visitante, para que la descubra en todo su esplendor. No me extiendo más, solo decirte que es una de las entradas más bonitas que has realizado, junto a las palabras, poemas y recuerdos de nuestro amigo Antonio, que forma parte ya de la historia y de la intrahistoria de un pueblo: Villamanrique.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Antonio se merece todo, lo que cada uno podamos aportar es bien recibido por su parte. Unos días antes de escribir esta entrada fui con él y su familia hasta Los Ardales y allí se desataron esos recuerdos que permanecen en su memoria y que nos va desgranando poco a poco. Solo puse una serie de ellos, el resto, que son muchos, debe ir recopilándolos para más tarde ofrecérnoslo o en forma de relato o de poesía, esas inquietudes con las que él tan bien sabe expresar su estado de ánimo.
      Esta ruta que he compartido unas veces con la soledad querida o con mi perro o con un buen amigo, como ha sido contigo, es el resultado de varias tardes de intensa caminata. Las circunstancias, esta maravillosa lluvia, ha querido que no pudiera hacer la ruta en un solo día, aunque hace unos años lo conseguí en dos ocasiones, me ha servido para interconectar la esencia de lo que observamos en la naturaleza con la sincera amistad.
      Muchísimas gracias por tu comentario, un abrazo.

      Eliminar
  3. Rosa, me has emocionado. Es una entrada preciosa. Me atrevería a decir que la felicitación más bonita que se pueda regalar. Plasmar con tanto encanto y entusiasmo los lugares que devuelven a su niñez a mi padre, ese niño que ayer cumplió 62 años.
    Gracias por enseñarnos la historia de parajes tan bonitos, por hacernos conocer tantos sitios que sin tus entradas no sabríamos de su existencia. Y sobre todo muchas gracias por tanto a cambio de nada, por todo el apoyo que continuamente recibimos de vuestra parte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Cristi, es tu padre el que me emociona cada vez que le veo, que le escucho. Es mi mejor amigo, a sus 62 años tiene todas las cualidades de un niño y todas las virtudes de un adulto. La ilusión y la esperanza por montera y a su lado, una familia extraordinaria. Las enfermedades no nos llevan a la deriva cuando hay tanto amor para sujetarnos bien a la orilla. Muchas gracias por tus hermosas palabras, un abrazo.

      Eliminar
  4. Si alguna vez se construyese una estatua de la amistad debería tener tu cara. Gracias a la vida por tener cerca personas como tú. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Antonio, pero la amistad tiene la marca del desinterés, del anonimato, de la entrega y de la compañía. Una estatua, metafóricamente hablando, se levanta cada día con las cálidas palabras que te recuerdan que los amigos sinceros siguen a tu lado. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Hola Rosa, has hurgado en mis recuerdos y has llegado a mi corazón, he vuelto a ver unos parajes que recordaba cuando era niño, he vuelto al lugar donde llegué con tres meses y deje a los catorce años, aunque desde los seis y medio venía en temporadas a la escuela para poder hacer la Primera Comunión.
    Concretamente en el cortijo de los Árdales fue donde yo empecé a gatear y de la mano de mi padre, di mis primeros pasos hasta que caminé, allí mi madre me amamantó durante tres años y para que lo dejará se puso en el pecho una piel de liebre para que no me acercara, entonces no había papilla de crecimiento, tantas otras como hay hoy, había una leche en polvo de bote que se llamaba pelargón.
    Me has hecho recordar cuando en la cocina del cortijo de los Árdales y con la luz de un candil, me enseñaban mis padres a leer la primera Cartilla hasta tal punto de llegar a aprendérmela entera de memoria con solo tres años, y cuando mi padre me hizo mis primeras albarcas, cuando los trabajadores me llevaban caramelos.
    Parece que has explotado un globo de mi memoria y has esparcido todos mis recuerdos de la niñez, durante ocho años fui el único niño que había en el cortijo de los Árdales y muchos de los trabajadores que entones iba allí todos los días me llevaban regalos y caramelos, mis padres se portaban muy bien con ellos y ellos les correspondían a través de mí.
    Allí me salvo la vida con muy pocos años un Ángel, si, un Ángel Pérez “el Lobero” me agarró al borde de una noria, siempre hemos sido como familia y los hijos; Ángel Pérez, Antonia Pérez, la Paquilla Pérez y Víctor Pérez (más conocidos como los vitorillos) siguen siendo para mí como familia, mis padres siempre me decían, nunca olvides esto.
    Después conocí también por aquellos lugares a un hombre que tenia de gorrinero Ángel Pérez padre que se llamaba Miguel le decían el (toto) veía muy poco y al final se quedó ciego, en otra ocasión escribiré sobre él.
    Termino ya con otra cosa que llevaré grabado mientras viva, tenía yo entre cinco y seis años, nos quedábamos a dormir en el cortijo solo mis padres y yo solos, una noche mis padre lo pasaron muy mal yo aunque no sabía lo que pasaba también, me sacaron del sofá de la habitación, al poyo de la cocina no me dejaban entrar a la habitación, yo me asomaba y los veía llorar y abrazados decían “que sea lo que Dios quiera” mi padre no tenía medios para traerla al pueblo ni podía abandonarla, ni yo sabía llegar con esos años y de noche al pueblo,
    Al fin llega el día y con él los trabajadores, IGNACIO PIQUERAS (el chato de Pilones) vino al pueblo corriendo y subió con un camión de los que entonces venían al almacén a por trigo, nos
    trajo a mi madre y a mí a Villamanrique, pasó el tiempo el camionero volvió al cortijo para ver cómo estaban mis padres se llevó dos perdices de regalo y yo me enteré que mi madre esa noche había abortado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres tú el que has abierto tus recuerdos, solo podías hacerlo tú. Los Ardales te invitaron a hacerlo. Algunos de tus poemas ya llevan ese olor de antaño, esa querencia por lo pasado, aquel tiempo que siempre fue mejor. Me decías la otra tarde que cómo ibamos a añorar lo que hay ahora si lo desconocíamos y mientras me hablabas de tu infancia, intentaba imaginar a mi madre en su cortijo, mi abuelo también era gañán. Y mi memoria, frágil, me devolvía la esperanza de que algún día, todo gracias a tus palabras, pueda traer a mi lado lo que mi madre me contaba, que tantas similitudes guarda con tus vivencias. Algo, siempre hay algo en estos caminos donde nos encontramos con personas, unos se irán de paso; otros, como tú, serán siempre amigos, sí, hay algo que se nos entrega para que no olvidemos que lo que fuimos, que de donde venimos es lo más grande que podemos regalar a este mundo, la honestidad, la sinceridad. Conformarse, Antonio, con ver pasar la vida no tiene excusa, hay que mirar para adelante con ese entusiasmo que le pones a cada mañana, pero siempre mirando hacia atrás porque los que ya no están siguen a nuestro lado, con sus enseñanzas, con su ejemplo, con ese cariño que no fractura el tiempo. Tienes la inmensa suerte de contar con la presencia aún de tu padre, qué parecidos sois. Continúa recogiendo las memorias de Los Ardales, para que cada tarde que nos veamos, podamos reconstruir tu niñez. Mejorarás con tus recuerdos, la felicidad se escribe con ellos. Un abrazo amigo mío.

      Eliminar
  6. Mejores postales para una felicitación,imposible. Llevas razón, todos hemos tenido esa caja de postales y esa abuela que nos hacia escribirle a los ausentes aquellas cartas que siempre empezaban igual: Queridos hijos y nietos.¡Que bonito! ¿quien se dirige a un hijo hoy llamándole "querido hijo"? Desde que dejamos de comunicarnos de forma epistolar, hemos perdido en calidez, puede parecer una contradicción que podamos hablar y vernos en tiempo real y no sepamos transmitir la cercanía y sentimientos que nos lleguen al corazón como lo hace el lenguaje escrito.
    La muestra mas gráfica de lo que digo está en esta entrada tan entrañable con motivo del cumpleaños de un amigo. A mi me ha emocionado,como todas las cosas que se hacen desde el alma y desde los sentimientos mas hermosos como son los de la amistad y dudo mucho que me hubiese calado tanto si el lenguaje hubiera sido oral.
    Gracias por esas imágenes;dan la sensación de que nuestros pies están ahí pisando esos caminos pero sobre todo gracias por hacer aflorar esos sentimientos y valores cada vez mas desdibujados

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La palabra calidez es la que aclara esa falta de entendimiento, esa desconexión con los demás. Es cierto que apenas se escribe, pero también, apenas se escucha. Eso a veces nos impide dar explicaciones, últimamente se da todo por hecho, la razón no la lleva una persona determinada, no hay pie a escuchar sus argumentos, nos tragamos todo lo que se nos dice como una verdad potente. Qué falso es todo, qué frágil es nuestra memoria, que instantes perdemos por no saber comunicarnos fuera de las redes sociales. Sí, hay que hablar, dialogar y pasear y entender que la vida es viajar y compartir y no dejar nunca de soñar.
      Muchas gracias por tu enorme comentario. Te echaba de menos. Un abrazo.

      Eliminar