A dónde van a parar las palabras que dijimos o aquello que escribimos y no fue leído, aquellos fragmentos de cuartillas ajadas y emborronadas, los lápices sin punta de colores, los libros que nos prestaron y que no admitían más subrayados, los picos doblados a modo de marcapáginas, los tinteros, las acuarelas, las témperas... todo en perpetua sequía tras un último esfuerzo. Puede que todo ésto se repita una y otra vez, y mientras intento alejarme, algo, una parte regresa de alguna manera. Puede que antes ésto ya lo haya escrito, y que cíclicamente me reitere, pero así contribuyo a que la rueda gire hacia adelante unas veces. Otras quedará retenida por algún pasaje del que no me puedo desligar, pero siempre permanecerá ante todo ese sentimiento de retroceso para que una vez más pueda hacerme la misma pregunta: ¿A dónde van a parar las palabras que dijimos?
Puede parecer que tengo prisa.
Pero no, vuelvo a recaer en la amarga decisión de no considerar que abreviar sería loable para el lector, pero para mí no sería lo mismo.
Pero no, vuelvo a recaer en la amarga decisión de no considerar que abreviar sería loable para el lector, pero para mí no sería lo mismo.
Te acuerdas, la vez anterior perdí todas las fotografías...pero no los recuerdos.
Ni arrinconé el sonido del agua vagabundeando por los canales de riego.
No puedo dejar escapar al agua sin remansar, con ella escapo yo.
¿No crees que no te mereces que el día sea gris?
No me desvío por la inquietud, son ellos, los caminos los que se dejan inquietar, se sobreponen por el agua, dudan de ellos mismos, acaso se confunden, ahora son arroyos.
Es el número 23 el que licita las propiedades de tu edad.
Qué deprisa envejecemos, sin embargo tú te evades de esa maldición.
No, no es el camino el que tiembla, es la mano que lo interpreta.
Cuántas veces he de volver a preguntarme cómo acaban los caminos y por qué son mis dedos los que señalan su trazo y no mis pies.
Sí, los árboles entretejen las páginas de mi diario, cada uno es una rama más de este libro que no acierto a finalizar.
Cómo nos alejamos de nuestras heridas con la delicada imagen de unos almendros.
Volvamos al lento fluir de la realidad, la que queda señalizada por postes. A la izquierda está el camino de vuelta. Por segunda vez le diré que por ahí regresaré al pueblo, pero de nuevo dejaré que las palabras se las lleve el viento.
Sin embargo me asomaré a su suave cuesta para ver esas cascadas apresadas por pequeños muros.
Por aquí se sube al calar del LLano y a la Piedra del Águila donde en una cueva, según algunas versiones, se refugió un maquis huyendo del Cortijo de los Marines.
Por aquí se sube al calar del LLano y a la Piedra del Águila donde en una cueva, según algunas versiones, se refugió un maquis huyendo del Cortijo de los Marines.
Y llego a la fuente de la Toba.
De caudal amplio, fría y saludable, de edad afín.
Pero el agua que no se remansa tiende a escapar de múltiples formas, parece como si la tierra hubiese estallado.
Y continúo enumerando saltos de agua.
Ya que no puedo explicar vuestro sonido, me tomo la libertad de añadiros, al final de esta entrada, los bellísimos acordes al piano de Ryuichi Sakamoto de su "Merry Christmas", melodía que siempre me acompaña en mis viajes.
Os pido por favor que en este punto voléis hasta el final, pongáis el tema y continuéis leyendo.
Os pido por favor que en este punto voléis hasta el final, pongáis el tema y continuéis leyendo.
Desde Salobre hasta más allá del Ojuelo los canales antiguos de riego pasarán de reconducir el agua a depositar limos de encinas, alamedas, piedras de sueños rotos...
Y hay un vuelco de encinas y nogueras, de caminos que no rectifican, de asombros que no se funden...
En esta letanía de asombros aquí son sueños para el equilibrista.
Y llego por segunda vez en mi vida al Ojuelo...
Aparece dividido como ramas de noguera.
Entro despacio, no quiero interrumpir al silencio mientras trajina entre las rocas.
Los olores se reunen de golpe, huele a cartas que no llegan, huele a líneas sin tensión...
Huele a paredes recién encaladas.
Pero también a ausencias. ¿Entiendes ahora cómo huelen?
A requiebros de primavera, a canales vacíos.
La toba, roca ligera, es la base de estos gruesos muros, de este alarde de sillarejos.
Huele a fragmentos de curtidos proyectos.
Huele a carencias de nombres propios.
A desenfoques pero así es la libertad.
Huele como huele el desamparo, a falta de interlocutor, a oídos sin tímpano, a plegarias incautadas.
A muerte de epítetos, inefables ausencias de nombres.
A eras sin espigas prisioneras.
Huele al centeno del guardián.
Y entre tanto la soledad cautiva escapa entre las huestes derribadas por guerras silenciosas.
Creo ver que entre todo lo que se perfila, entre lo que se pierde y lo que queda...
...huele a tarde sopesada, sin otro argumento que la dulce brisa.
"Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela.
Dime por favor en qué vacío,
no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma,
y no el sentir que tú te encuentras lejos.
Dime por favor por qué camino,
podré yo caminar, sin ser tu huella;
dónde podré correr no por buscarte,
y dónde descansar de mi tristeza..."
Gustavo Alejandro Castiñeiras.
La última vez que recorrí tu anegado cordal, te vi alejarte.
En este afán por revivir los pasos dados, cruzo el antiguo puente, para impedir que te vuelvas a alejar.
Y miro a ambas orillas, ahora el olor se va diluyendo, el sonido corre presto a ocupar su lugar.
Cuántas veces al traspasar una ilusión...
...caes en otra.
Pedro José Jaén en su interesante blog "Historia de Albacete", en la entrada: "Buscadores de tesoros en la provincia de Albacete. Leyenda y realidad", escribe:
"En El Salobre, cerca de la aldea hoy en día abandonada de El Ojuelo, junto al collado de Juan Calabria, se encuentra el cerro de Agudo sobre el que se cuenta la historia de un tesoro malogrado por la candidez de su descubridor. Según esta historia, a mediados del siglo pasado, un pastor llamado Sabino había soñado en repetidas ocasiones con la existencia de un tesoro en este cerro. Como el sueño se volvía a repetir noche tras noche, decidió por fin subir al citado cerro y ponerse a cavar con pico y pala levantando con gran esfuerzo las piedras que allí encontraba, el tiempo y el esfuerzo invertido por el pastor se vio finalmente recompensado y su premonición cumplida cuando halló una orza llena de monedas antiguas.
El brillo del metal le inundó de felicidad, quizá ya fuera rico, pero, ¿cómo saberlo?
En aquellos años una de las personas más instruidas en cualquier pueblo, junto con el cura y el alcalde, era el maestro, ambos constituían la autoridad por excelencia, así que el pastor se encaminó a El Ojuelo y descubrió su secreto a éste último mostrándole las monedas para que las tasase, pero, aquel, más ladino, le dijo a Sabino que así, a simple vista, no lo podía saber, pues era preciso que las examinase un experto. El maestro, que según dicen, antes de dedicarse a la labor pedagógica había sido cura, cogió la orza con las monedas y se las llevó a la capital. Pero cuentan que no volvió a aparecer por la aldea hasta muchos años después dueño de una inmensa fortuna que nadie supo como la había obtenido"
Al otro lado una nueva vivienda. Lamento no poder situarme, quizás si me hubiese encontrado con las miradas que se cruzaron, podría observar ahora a una familia alrededor de la cocina o ver ocupadas las cuadras por ovejas y mulos...Solo quedan la eras enfrente, visionarios montículos del espectáculo a cualquier hora del día y el arroyo, dividiendo la tierra, excavando cuencas en su incesante huida.
El horno estrecha aún más su boca quizás para atrapar las palabras que se dijeron.
Mira, desde aquí puedo ver al Ojuelo al completo. Uno, dos, tres, cuatro y cinco núcleos distintos agrupados en torno al río.
Es ahora cuando puedo dar paso a lo que escrito por Antonio Matea Martinez no se ha perdido, no quiero que se pierda:
"...El gran éxodo rural de la década de los 60 hizo que estos caseríos y aldeas quedaran abandonados y sus casas fueran quedando vacías. Aldeas como El Ojuelo de Salobre, que a finales del siglo XIX contaba con 59 habitantes, y seguro que aumentó mucho más, pués llegó a tener su propia escuela, quedaron totalmente deshabitadas..."
Oigo tu ritmo deslizarse sobre las piedras.
Me voy apurando al paisaje para localizar el mejor encuadre, yo también tenía un pueblo y me ufanaba en localizar sus mejores vistas
El Ojuelo no es un cortijo como aparece citado habitualmente. Narciso Blanch en su "Crónica de la provincia de Albacete" del 1.866 escribe:
"...Salobre, con las aldeas de Ojuelo y Reolid..."
Hoy Reolid cuenta con 173 habitantes, es famoso por sus baños. El Ojuelo corrió peor suerte.
Siguiendo la ladera de la montaña retorno, pero me detengo porque, si me diese la vuelta y continuase esta pista, acabaría lejos, muy lejos, puede que en Bienservida.
Mientras tanto sigo oyéndote y me pregunto dónde naces río del Ojuelo.
Aún sigo en la aldea, en sus vastos dominios.
Parece que los ruinosos edificios no quisieran ignorarse.
Que las puertas alertas, siempre en pie, negaran el drama.
Que la inverosimilitud recordara vagamente el trémulo amanecer de un aleatorio día.
Pero viajo, me reafirmo, con la excusa de anotar las fuentes que a mi paso encuentro. Un viaje interesante, al que se unen los de detallar los diversos tipos de árboles o de flores.
Más adelante me encontraré con ésta (tornajos para abrevar el ganado) que como la anterior debe estar obstruida.
Aquí en este preciso momento, cuando me adentro para admirar esta curiosa piedra, emerge el sol.
Miro hacia atrás para detenerme y decidir si realizo la ruta completa o, como en mi anterior visita, hago una escapada para ascender a La Atalaya, preciosa montaña de 1.452 m.
Pero me llama más este itinerario sin marcar. Si bien recuerdo ,siempre he de elegir las desviaciones que salgan a la izquierda. Por la derecha me encontraría con la CM-412 que une Salobre con Riopar, cerca del cortijo de Las Crucetas. Este itinerario lo dejo para otra ocasión.
A partir de ahora el horizonte se irá llenando de montañas, aún no ha llegado la primavera, la nieve seguirá un tiempo más como si hubiese sido pintada a trazos gruesos.
Abajo se ven las blancas casas de un cortijo. Puede que sean Las Crucetas o Ramonacos o Prado Grande...
La nieve, que solicita mi atención, provoca que me despiste de mi ruta.
Imagino que debéis ser La Sarga y El Padrón.
No hay excursión en la que no hagáis acto de presencia, deberíamos ser amigos.
Aquí me detengo, debe ser la Cuerda del Retizar, estoy a 1.403 m.
Sin embargo tengo que darme la vuelta.
Ahora sí que estoy segura que a la derecha acabaré en La Atalaya.
Estoy en el buen camino, abajo veo El Ojuelo.
El camino de la izquierda nos puede llevar a lugares como al Luso, al Barranco Lobera, a Bienservida, regresar a Salobre...
Un manantial, a elevada altitud, más que añadir a esta larga lista.
El cielo sigue tímidamente despejándose.
Pinos, encinas, quejigos...también os enumero, no conseguís ocluir esta espléndida vista.
Llevo caminando desde las 7.45 h. y ahora me siento por primera vez con la necesidad de parar, a ambos lados tengo montañas, junto a mí veo elevados quejigos, árboles que adoro. Una piedra me invita a sentarme, son ya las 13 h, una excusa para hacer un alto en este intenso camino.
Frente a mí se abre un cortafuegos que parece ofertar anhelo a la debilidad humana, parece tender un largo abrazo con las montañas.
Pero yo solo quiero llegar a la cima para asomarme a ese mundo que pende siempre desde ella, desde cada una de las cimas. Quiero tener un motivo para no olvidar, sentir el vértigo, esa última pieza del ajedrez que mantiene la jugada en tablas.
Me alegra saber que no estoy sola.
La anhelada espera no contiene más que referencias a esos mitos que nos fascinaron de jóvenes. Una y otra vez, Homero llega a Itaca.
Y es cierto que la tierra es redonda...
Memento vivire.
Acuérdate de vivir.
Hemos anclado una parte más de nuestras vidas, porque no perdemos nada caminando, salimos ganando, reforzados en esa incesante búsqueda por conocernos, por conceder esperanza a nuestros actos.
Aquí también me quedé a saturarme de impresiones.
Y no hubo necesidad de regresar, el tiempo volvió a detenerse, a incumplir los presagios que tanto anulan la libertad de cada uno.
Pasó el tiempo y retomé el sendero, recogiendo el ovillo de Teseo.
Y una vez en El Ojuelo la tristeza dejó de tragar saliva...
...y comenzó a llover.
Y las lágrimas recorrieron las desencajadas ruinas.
Las encinas junto a las nogueras emprendieron en apariencia la huida.
No pude por menos que decidir quedarme, primero fue el río el que me increpó: "No te vayas sin verme"
Luego fue una estrecha senda la que me obligó a seguirla.
Y entonces descubrí que el Aleph puede encontrarse en cualquier rincón de nuestra geografía, en un instante de ensueño, en un viaje al interior de nuestra mente.
El viaje de retorno sirvió para recapacitar sobre lo que no se ve, lo que no se siente, lo que no se intuye.
Sobre lo que se pierde porque no se le presta atención.
Y me encontré contigo de nuevo, tú que formas parte de este locus amoenus que voy dejando.
Allí arriba se torna aún impetuosa una tiná inverosímil.
Antes de dejaros os nombro: olivos, pinos, encinas, quejigos, perales, manzanos, almendros...
Barranco de Maguillo, La Chaparrosa, Centenares, Los Marines...¿Cuál eres?
Ya en el pueblo antes de que te unas al río Salobre bajo a verte.
Aquí sí que eres el río Salobre, por tu bello paseo fluvial me dejo caer en un intenso abrazo.
Desde este precioso mirador, ya en la carretera, contemplo lo bonito que es el pueblo. Desde aquí me despido del camino al Ojuelo, el que parte de la base del Cerrico. Hacia allí vuelo ahora golondrina o halcón.
Abril 2018.
Salobre cuenta con cuatro rutas señalizadas muy interesantes, todas las he ido haciendo.
La del cortijo de los Marines de 2.3 km
La del estrecho del Hocino de 12 km
La del río Salobre de tan solo 1 km.
Y la del Ojuelo, de 15.5 km. Incompleta.
Imprescindible: "Las sierras albaceteñas de Alcaraz y Segura", de Antonio Matea Martinez.
A cada uno de los que me leen, por contribuir a que no se pierdan las palabras escritas. Gracias.
Hola Rosa eres increíble y con estas rutas, esos comentarios breves pero intensos tanto que parece que yo también te acompaño en esta ruta, tengo ganas de poder salir a caminar y respirar aire puro a la vez que fortalecer mis piernas, en este recorrido me paro y siento esa brisa mañanera tan agradable.
ResponderEliminarQuiero decirte que todas las entradas han sido maravillosas, pero esta supera a todas, para mi, vuelvo decirte que tengo ganas de recuperarme y poder acompañarte.
Un fuerte abrazo
Recuerdo cuando me decías que hacía las entradas demasiado largas y entonces te respondía que la siguiente sería aún más extensa. Nunca sé a ciencia cierta el motivo por el que hago determinadas cosas, sabes que algunas entradas las desarrollo de un tirón y luego intento buscarle sentido a lo que escribo, aunque te confieso que a veces me cuesta. Pero de lo que sí estoy segura es de que uno de esos sentidos que intento darle a todo ésto lleva tu nombre, me digo:" Así Antonio va paseando conmigo" No voy sola si cada árbol, cada flor, cada cortijada, cada fuente...tú los ves como yo los veo, solo con éso me puedo dar por satisfecha. Me conoces bien y sabes que subdivido al tiempo para extraerle todo lo que pueda, para que en esos segundos ganados pueda estrechar nuestra amistad, porque es ahora cuando te estoy conociendo. Será el cáncer el que quiebra la salud de una forma terrible pero contigo ha conseguido que saques esa parte que en tu cerebro herido estaba dormida, ese gran filón que nos cedes en forma de poemas, gracias a tu blog "Memorias de un niño a los 60", te vamos conociendo, extraes la fragilidad para convertirla en todo sentimiento. El increíble eres tú, lo mío no tiene nada de especial, quizás los pies que se empeñan en habitar cada tierra que pisan.
EliminarEsta tarde he vuelto a ver a un Antonio que se sobrepone de todo, con una sabia mezcla de inocencia y sabiduría.
Volverás a caminar ya lo verás, dicen que la poesía da alas, la única lucha válida que conozco es la de la paz interior. Camina mientras leas, mientras duermas, mientras sueñes, nada podrá tocar tu alma de persona excepcional.
Me he vuelto a extender, perdóname. Un abrazo.
Te preguntas a donde irán las palabras que dijimos en una introducción tan llena de melancolía como bella. Difícil cuestión, pero me vas a permitir que te diga a donde van las tuyas: tus palabras llegan certeras al corazón de los que te seguimos, de los que viajamos contigo por esos paraísos perdidos que nos atrapan a través de tu poesía narrativa y de tus fotografías. Hoy, además incluyes música, y nos obligas a hacer una parada en el camino para escucharla, y vuelves a emocionarnos. La melodía de Sakamoto nos hace más vívido el sonido de los riachuelos y de las fuentes, y nos detiene a refrescarnos, y mientras bebemos, la bellísima música nos recuerda que la eternidad se encuentra en los cauces de los ríos, en el correr de los arroyos, en el silencio de los montes y en las alturas de una montaña. Paseamos por el Ojuelo, y, gracias a ti, a nosotros nos llegan los versos de Gustavo Alejandro Castiñeras, tan hondos, que nos embriagan de soledades. Fuentes, y riachuelos desbordados nos acompañan en este viaje, en una primavera lluviosa y sin ganas de irse. Por fin, tras un viaje tan intenso como bello, nos asomamos desde la Atalaya, para descubrir con emoción, que el tiempo se ha parado. Enhorabuena por esta hermosa entrada, siempre sorprendente, y también por incluir en ella, como novedad, la música, que, sincronizando perfectamente con tus textos y fotografías, no hace sino añadir más belleza a este blog, paraíso y refugio del viajero. Un abrazo.
ResponderEliminarLas palabras se crecen cuando las leemos, si no dicen nada, se dispersan. Pero están las palabras que tras arduos intentos queremos recuperar, las de la despedida a nuestros seres queridos, lo primero que pronunció nuestro hijo, las absurdas mentirijillas entre hermanos...en fin, ésas y muchas más. Pero las que yo quisiera encontrarme son las que se dijeron en momentos cruciales, aquellas que olvidamos pronto porque sentimos entonces la necesidad de apartarlas, pero sin embargo reconocemos que algo habría cambiado de haberlas recogido, aunque nunca nos hubiesen pertenecido. O aquellas otras que creemos oir cuando en la soledad de unas ruinas, desligándonos de sonidos tan certeros como el movimiento de pinos y alamedas, o el flujo impetuoso de aguas , nos aseveramos que lo que en determinados instantes oímos nunca nos perteneció porque ahí jamás estuvimos pero quizás ocurra esa casualidad que no acierto a llamar milagro, que nos permita escuchar un roce, una risa lejana, unos pasos...que al girar la rueda en la que estamos inmersos, unos con otros saltemos a la vez, y entonces las emociones silentes y las miradas receptivas se conocerán. Llámalo utopía, pero nunca pierdo la esperanza. Muchas gracias, un abrazo amigo mío.
EliminarRosa otra entrada espectacular,yo siempre de que leo una entrada tuya, me siento como si la hiciera la ruta contigo porque parece que estamos alli como no la detallas entre palabras y fotografía,y poesía muchas veces me pregunto la fuerza de voluntad que tienes para hacer estas bonitas rutas, o por lo mucho que te gustan y me quedo sorprendida porque se que es por lo mucho que te gusta, gracias ati conocemos muchos lugares preciosos de la geografía y en esta meter la música ya el novamas Rosa,del salobre a la Atalaya Albacete mea encantado eres un encanto un abrazo.
ResponderEliminarLa verdad es que como caminar no me agota, entre que voy despacio y me entretengo con cualquier detalle, el tiempo se me pasa volando, fueron solo ocho horas y media. Quizás si no hubiese empezado a llover sí que habría hecho la ruta completa, en otra ocasión será. Salobre nos queda a todos cerca, merece la pena recorrer su paseo fluvial como caminar por el espectacular Estrecho del Hocino y llegar hasta Reolid, es una etapa de la ruta del Quijote. O admirar cómo se cultivan los huertos mientras llegas al cortijo de los Marines.
EliminarMuchas gracias, un abrazo para vosotros.
Un regalo para los sentidos, Rosa Cruz. Uno más de los que tan generosamente nos ofreces cada poco. ¿Y por qué nos enganchan tanto tus paseos? ¿Tan necesitados estábamos los correcaminos de ver y leer, por fin, algo tan lleno de humanidad y belleza? Eso debe ser. Gracias.
ResponderEliminarCada uno encuentra su camino tras muchos caminos, tras muchos tropiezos. Incluso aquellos que nos tienen tomados por costumbre a hacerlos a diario entrañan algún tipo de belleza a la menor ocasión, porque no hay monotonía, nunca los ves de igual forma, ahí es donde se acrecienta el espíritu renovado, es el camino el que nos hace distintos. La mejor hora para reflexionar sobre lo acontecido o para disipar dudas alejándolas de nosotros mismos, se nos ofrece con esos pasos gratuitamente dados. Pero en los viajes, cuando te agarras a esa maravillosa posibilidad de encontrarte con lugares desconocidos, o ya comunes que intentas revisitar, es donde únicamente consigues ser feliz, por lo menos a mí me lo hace sentir así. Muchas gracias, el comentario es un auténtico regalo.
EliminarNunca una palabra dicha se pierde.No importa si el destinatario es un árbol,una nube,un rio,o algo menos cercan en tiempo o lugar. O al menos eso quiero creer.
ResponderEliminarNo te voy a argumentar mi teoria, porque tú,ávida lectora de libros y senderos, tú,gran aprehendedora (sí,aprehendedora con h intercalada)de todo lo que ves e intuyes,tienes las herramientas para darte respuestas mejor argumentadas.
"Habia un saltamontes,escuchando sus penas"
La entrada, como todas a las que ya nos tienes acostumbrad@s de una gran belleza,es de las que yo llamo salidas del alma ya la que me ha resultado fácil acompañarte,por mis conocimientos (que nunca serán los tuyos)del lugar.
Genial idea lo de la música, que por cierto,algunas noche la busco para escucharla antes de irme a dormir,gracias por darnosla a conocer es bellísima
A cambio,por si no la conoces ,te dejo una frase de Jorge Luis Borges "Solo aquello que se han ido,es lo que nos pertenece".
Yo también quisiera creerlo, que no se pierdan, que alguna voluntad pudiera devolverlas, pero al fin y al cabo todo es poesía. Y si nos entregamos a ese precioso esfuerzo de recordar nuestra niñez, dime, ¿cuántos poemas podríamos recitar de memoria? Como acostumbras, un interesante comentario de una persona extraordinaria. Un abrazo.
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