domingo, 16 de diciembre de 2018

CUENTOS SIN NAVIDAD.






Hoy no me detengo a contarles cómo es este camino, quizás más adelante. Vengo a dejar vía libre a otros caminantes.
Aunque puede parecer que a veces se nos crucen los cables, algo que tiene mucho que ver con esta entrada, lo cierto es que por la memoria de un amigo podríamos levantar miles de proyectos, eso no conseguiría que lo regresáramos a nuestro lado, además nunca se van mientras les recordemos, pero sí que contribuiría a que nos desprendamos de parte de esa tristeza que se nutre con los días que transcurren tras la pérdida.
La chispa que surgió de ese cruce me sugirió que pidiese a todo aquel que conocía, ya sea personalmente o a través de su blog, su participación. A mi llamada acudieron todos los que ven ahora aquí, quiero darles un sincero y entusiasta gracias.





Comenzamos por las puertas, que dejaré abiertas a cada autor, como me las encuentro tan a menudo, para no cerrar el paso a nadie. Puertas abiertas para que entres por tu casa, por la mía, por la de todos, por las que en apariencia ya no son de nadie...Por esas puertas arrancadas de cuajo, a dentelladas. Puertas que esconden su frágil esqueleto tras una cortina de hiedra. Puertas que dan paso a otras puertas, ninguna ya infranqueable. 
Bienvenido.





"Escucha, no hables, no dejarás de aprender
Palpa en vez de tocar, así sentirás lo que es
La forma de cómo se mira cambia la forma de ver
Depende de cómo te expreses te darás a entender
Abre tus manos como un libro que te quiero conocer"

Miguel Felguera.





"La fuente del pueblo había visto pasar el tiempo como un testigo sonoro y eterno. Sus aguas cristalinas guardaban los secretos de sus vecinos, que se miraban en ellas como si de un espejo se tratara cuando se acercaban a llenar sus cántaros. El continuo ir y venir de sus gentes parecía alegrar y enardecer el curso del agua que de forma natural buscaba un destino lejano. Vinieron a mi mente imágenes del pasado, de la historia del pueblo y me puse a elucubrar sobre cuántas anécdotas conocería aquel pequeño oasis que calmaba la sed de los viajeros y les daba fuerzas para continuar en su peregrinar hacia otras tierras. Cada historia estaba escrita sobre la piedra desgastada de la fuente que la configuraba como un vergel de sentimientos y emociones entrecruzados en los caminos de la tarde machadiana.
Tomé un vaso de agua fresca que me reconfortó ayudándome a comprender el sentido de aquellas bellas historias y poemas que mi buen amigo un día escribió"

Agustín Martos.




Stop a un determinado tipo de personas.
Quedan incluidos los que se cierran en banda, los que no saben caminar descalzos, los que no sonrien jamás, los que alardean de ser sabios, los que no sueñan, los que se creen mejores, los que no sienten, los que no se mojan, los que no saben escuchar, los que se creen seguros en su indefensa torre, los que miran para otro lado, los que se crecen con las desgracias de los demás.
Que sigan pasando, por favor, aquellos que sepan describir sus recuerdos.





"Querido moral, te miro y reconozco en tu tronco anciano y retorcido la memoria de Tamayo, el pueblo que fue y ya no es. Mis piedras resistentes y tus moras de sangre y siglos han forjado una amistad duradera que ni el silencio ni el abandono han podido borrar. Ay, sí, piedras gastadas de la iglesia, que ningún viento de soledades pudo borrar"

Elías Rubio.







"Cuando los párpados no se cierran, los ojos son las ventanas que te dejan asomarte a las luces del pasado. Imágenes sin definir que me integran en un instante más que suficiente para volver a correr con el aro, a ponerme en pantalón corto y volver a ser el niño travieso que cuando era monaguillo hacía reir a las mujeres durante la misa, haciendo muecas y guiños. Al que cazaba gorriones para luego compadecerse de ellos y volverlos a soltar, aquel niño que acariciaba a los gatos a la vez que intentaba ver a través de sus ojos para adivinar el futuro.
Con el tiempo aprendí que el futuro está en las ventanas del pasado"

Julián Luis Medina.




"Recuerdo de mi juventud entonces el pequeño pueblo cuando las vecinas éramos más que familia. Un grupo de vecinas en estas tristes calles apenas sin luz, una bombilla en cada punta de una esquina, las humildes calles empedradas en las que por las tardes solíamos juntarnos para hacer labores al abrigo de una manta, que se ponían con sillas para cortar el aire. Éramos con tan poco más felices que hoy, nos calentábamos con una lumbre con cuatro sarmientos y cepas de viñas que se tapaban con paja para que durara todo el día, dando calor por delante y heladas por detrás  y con el puchero en la lumbre"

Paula García.



"En los años 70 todos los chiquillos jugábamos a aquellos humildes pero felices juegos en las calles y eras, como las bolas, la trompa, la pícula, la roma, la piola, al fútbol...Cuando llovía nos refugiábamos en un lugar llamado la Casa Grande, que todavía existe. Esos niños con tan pocas posibilidades éramos tan felices con estos juegos. Recuerdo en especial jugar con un amigo en la era, con un viejo balón de goma, y a ese amigo le encantaba ser portero. Y siempre que nos hemos juntado en alguna ocasión recordábamos las anécdotas y hablábamos del Real Madrid. Antonio, siempre quedarás en mi recuerdo"

Juan Antonio Valle.




"Cuánto recuerdo y añoranza aquellas viejas piedras formando asientos, hoy llamados bancos. En mi niñez junto a aquellos vaqueros, se llamaban poyos, donde ponían sacas de paja para dormir, en aquellas cortijadas donde mi mente recuerda a una en especial , Zabala. Allá por los años 70 u 80, más o menos, veo a mi padre y compañeros sentados junto al poyo, dentro de la vieja cocina. Al lado de la lumbre echaban buenos ratos a la luz del candil. Eran las trasnochadas donde comentaban todo lo que el día había dado de sí. En la puerta del cortijo, las viejas piedras que había a cada lado de la humilde puerta al sol.
Recordando anécdotas que solían pasar, las adolescentes que allí estábamos, recordando la humilde luz del candil de ese amigo que nunca falla"

Francis Garrido.





"Mira si será negro mi sino
que mi amor no tiene flores,
y la tienen hasta los espinos"

Antonio Maldonado García.




"Mi amiga Rosa me ha pedido que cuente un cuento corto, que no es lo mismo que un cuento chino, ¿Sabéis cuántos cuentos cortos he escrito en mi vida? Cero, cero no, cero patatero.
Pero como cuando una amiga te pide algo hay que hacerlo que para eso es tu amiga, así que aquí estoy lleno de valor y con más cara que espalda para afrontar el reto. Para colmo me envía una foto de una puerta para que el cuento sea sobre lo que miro u observo,¡toma ya! Si no quieres una taza, toma taza y media. Ahora en serio. Estoy delante de la dichosa puerta, cierro los ojos y me transporto al cortijo de la Loma de la Paja en las Cumbres de Santiago de la Espada. En la puerta se reflejan los rayos del sol que sale detrás de La Sagra y además hace mucho frío. La puerta de la cortijada está entreabierta, me pregunto:¿Entro o no? La prudencia me dice que me esté quietecito. Hay un poyo en la pared de la casa y me siento a contemplar la soledad del entorno. Me vienen a mis pensamientos las personas que habrán vivido allí y la vida tan dura que tendrían. Me sigue inquietando qué habrá detrás de la puerta. Lo más seguro es que sea una habitación diáfana con una chimenea en la pared; unas hornacinas a los lados donde tendrían el "vedriao" más fino y a lo mejor unos poyos adosados que servirían de escaño, un poco duro, pero con unos cojines hechos de loneta con dibujo alpujareño y relleno de lana de las ovejas, servirían de colchón para descabezar el sueño al lado del fuego. A lo mejor también habrá una mesa tocinera, unas cantareras y tal vez algunas sillas de anea y poco más, y seguro que una puerta que dará acceso a la cuadra de las bestias ¡cómo si lo estuviera viendo!
Al final la curiosidad me puede y entro.
Cuando contemplo el interior exclamo: ¡La vística Pedrín! Por pocas acierto.
Lo de la "vística Pedrín" lo decía cuando era chavea. Pedrín era el compañero de Roberto Alcázar que, para los que peinamos canas, junto con el Jabato y el Capitán Trueno eran nuestros héroes. Cambiábamos los tebeos en casa "el bizco". Comíamos breas, los domingos un chicle Bazooca y prendíamos "mixtos roseteros". Una gozada.
Fin"

Miguel Mesa.





"El viento agita las ramas de los olmos, y de los chopos, y de los álamos blancos. Estoy en la ribera del arroyo, tumbado sobre un rodal de malas hierbas, contemplando cómo ese viento que parece arremeter desde los cerros del norte agita las ramas más altas de los árboles, y las arquea, y las hace rumorear como en el preludio de una desdicha. Las ramas inferiores, lentamente, van contagiándose de ese estremecimiento súbito, hasta que el viento atrapa por fin toda aquella arboladura vegetal y la mece a su antojo, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, humillando sus copas como en un gesto de negación, y de asentimiento, quizá también de resignación. Hasta que ese gañido hondo de hojas golpeándose entre sí, se oscurece con la llegada de unas nubes tiznadas de brea, manchadas de hollín, restregadas de plomo y de galena, nubes que se aprietan contra los árboles de la ribera, nubes que crujen al desaguar sus entrañas sobre los olmos, sobre los chopos, sobre los álamos blancos, sobre el rodal de malas hierbas que hasta entonces albergaba mi cuerpo. Sobre los recuerdos de una tarde del final del estío de hace ya demasiados años, cuando yo solo era un niño que corría a guarecerse de los afanes de aquella tormenta, un niño que buscó cobijo en el hueco abierto en el tronco de un olmo centenario mientras el viento se enredaba de lluvia, y de infancia, y de sueños"

José Agustín Blanco.





"Mientras un tímido sol invernal intentaba escalar la sierra para dar calor y color al frío blanco de los tejados escarchados del bonito pueblo que hay a sus pies; cuatro alegres chicas, casi niñas, salen a su encuentro, cargadas con cubos y hatillos de ropa sucia. Tras la caminata les esperaba la fuente, cuya capa de hielo, tendrían que romper para cumplir con la misión que les había sido encomendada: cambiar la suciedad y el hedor de aquella carga por la blancura y el olor a tomillo y espliego que dejarían en ella las matas en las que habían sido extendidas para su secado. El día transcurrió entre risas, chascarrillos y confidencias mientras las jóvenes hacían su trabajo con la energía propia de su edad.
La fuente, conocedora de tantas historias, callaba y guardaba en su memoria de piedra, en un rincón secreto, todo cuanto oía y veía. Allí permanecería eternamente. Es por eso, que cuando encontramos una fuente, sentimos toda su energía y si sabemos escuchar, hasta nos transmite toda su ancestral sabiduría.
Las jóvenes iniciaron su camino de regreso. Abajo, en el pueblo, se vislumbraban las tenues luces y el humo de las chimeneas que invitaban al calor de la familia, a la cena y a un merecido descanso"

Enriqueta Manzano.





"Días de luz y calidez, mis pequeñas manos juguetean con la tibia agua que corría por el grifo, ahora ausente. A través de la ventana mi mirada escapaba recorriendo un paisaje lleno de formas y color.
El tiempo transcurrido se hace visible en las telarañas que te cubren.
Ahora convertido en metáfora de mi propio otoño, en lugar de agua tibia para lavar mis manos, me ofreces melancolía para serenar mi alma"

Pepi Sánchez.






"Sobre el lienzo de la madrugada la aurora traza sus últimas pinceladas, dibuja una mañana gris, solitaria y quebradiza, tan fría como el acero que duerme al raso. Bajo los bancales de piedra, el nogal, que siempre estuvo ahí, cuando la sementera y en la siega, con el barbecho y en tiempo de escardar, distante de las bravatas de la gente espera impenitente la visita de diario, el soliloquio del viejo niño, el susurro que le pone al corriente de la cochura de esa noche. Día tras día, el vecino se acercaba con parsimonia a la desbaratada parata, renqueante, como midiendo cada paso, con la paciencia que dan los muchos años y las buenas hechuras. Se dejaba caer en su silla plegable mientras subía la última masa, siempre en eterna espera, y apreciaba con metódica atención como cientos de diminutos murciélagos dibujaban una vibrante danza en la húmeda atmósfera de la mañana, cuya intención no era otra que penetrar en la estrecha y pétrea morada que con el amanecer les daría cobijo. La sombra, a primera hora sedente y alargada, disfrutaba de las cosas sencillas como hacía el niño niño en los primeros años de su vida, cuando marraneaba en los charcos con las relucientes albarcas que le trenzó su abuelo.
En su disparatado baile, los roedores volantes desmadejan la oscura noche y definitivamente enhebran la primera mañana con finos hilos de oro. La silla plegable del viejo niño sigue vacía y empapada por la rociá. Siempre varada junto al bardal, al cobijo y sombra del viejo nogal.
Por frente, dando pie al pueblo llano, el chopo tiene por vecindad una vetusta tahona, una casona de ladrillo recio y barro, un mastodonte panzón que por la chepa eructa volutas de humo e impregna la mañana de aromas a pan caliente, café negro y azúcar tostada. Su interior es cálido, como los cuarterones de pino viejo de la robusta mesa de bolear panes, y acogedor, tanto como la ancha artesa labrada con el corazón de una encina milenaria, un cuezo dorado que cada noche se preña de cientos de hogazas. 
En el interior no hay más luz que la que presta la hornilla y un pequeño lucero pegado al obrador, el que ofrece una diminuta y parpadeante bombilla fruto de las muchas mañas del hombre niño. La cafetera, junto al horno, espera humeante la callosa mano que no llega, y se impacienta. El grano de trigo, mudado a polvo entre níveo y tostado, se posa en cada rincón del inmueble y duerme plácidamente suspendido creando una atmósfera acogedora, poética. En el lugar más insospechado, trazado sobre la harina, arranca un romance; en la esquina más oculta, donde cuelga una tela de araña que despide destellos de plata, hay impreso un soneto; y en el viejo calendario de pared y colores desvaídos apenas es inteligible el borrador de una estrofa. Aunque todo es silencio, de cuando en cuando se escucha el tintineo, armonioso y cansino de la chapa que cierra la boca del horno, y en su continuo trajín trova versos.
En el exterior, por delante del bancal y a la vera del árbol, un pequeño recipiente de hoja de lata aprieta en su interior un puñado de cuartillas de emergencia, por si las letras juegan a improvisar mientras asoma el primer hilo de luz de la mañana. Avanzan las horas y crece la inquietud del viejo árbol, que ajeno a las cosas de los hombres sí conoce que “noviembre lleva el otoño calado hasta los huesos”. Conociendo que la muerte es inevitable y da fe de lo que se fue en vida, el nogal deja caer sus hojas para que dancen al antojo de los vientos, que ya toca. Se descuelgan una a una, con lentitud, hasta tejer una jarapa de cien tonalidades, un bello encaje multicolor.
Y teniendo certeza de lo inevitable, a modo de homenaje del buen amigo que marchó, cada hoja muestra en su envés un verso-memoria del viejo niño de las albarcas empercudías de barro"

José Mª Cantarero,"El cotanillo".





"Desde el castillo se dejaban ver los destellos de un farol que nunca dejaba de iluminar. Con la claridad del día se apagaban todas las farolas dando paso a la luminosidad que imprimen los rayos del sol. Sin embargo, el farol, tanto de día como de noche, daba luz perennemente a la población. Un día el alcalde mandó arrancar el fosforescente corazón que emanaba del fanal. Era un gasto inútil mantener su fulgor también durante el día. Sin embargo, aún sin su bombilla siguió alumbrando la vida de los vecinos, los cuales, se sentían felices con la claridad que les transmitía. Se contaba que el electricista que instaló las farolas de la plaza tenía tan buena mano, que sus luces traspasaban con su resplandor las almas y que daban calor a los corazones fríos. Se contaba también que cuando el electricista se fue del pueblo dejó un rastro de luz que perdurará en todos los habitantes de aquella pequeña población, donde dicen que el farol nunca para de alumbrar"  


Juan Basilio Martos.



De un tiempo a esta parte he de confesar que junto a mi paraguas, en la soledad del camino, tengo por delante demasiado tiempo para discernir las similitudes entre ausencia y pérdida.





Mi amigo es la pérdida; mi hijo, la ausencia.
No, mi amigo es pérdida y ausencia a la vez.


"Pesado caminar el que dibujan los pies por el camino, pero raudos y veloces se tornan cuando pasan junto a la casa. La vieja mansión, de un ruinoso estilo victoriano, reposa sobre una loma desafiando al tiempo y a la valentía de los que se atreven a aventurarse en sus tierras. Leyendas, viejas historias plasman horrores de aquel lugar en las conciencias de los habitantes del lugar. Cuando decidí entrar, no hubo ninguna oposición, pero ya nadie esperaba mi vuelta. Fue atravesar el marco de los pontones y sentir algo extraño, como si algo inherente a mí se desvaneciera. Un encanto decadente, pero nada más. Cuando decidí salir, y cogí el camino de vuelta, me devolvió a la casa. Lo intenté mil veces hasta darme cuenta que desde que atravesé aquellas puertas yo ya formaba parte de la casa, no como un niño valiente, sino como un tímido espíritu"






"La vida ha pasado rápida, tanto como su acelerada respiración. El bastón de avellano sostenía su peso, mientras los gastados ojos se posaron en lo único ajeno a sus recuerdos, rojo, incongruente. Solo sus cimientos delataban su verdadera historia, sus recuerdos compartidos.
Una ligera brisa se levantó..."

Lourdes Vélez.




"Allí permanecían silenciosas, resistiéndose al olvido; nacieron y crecieron para adornar aquella estancia que un día no muy lejano tuvo alborozo, risas y juegos inocentes de niños que corrían con desenfreno por aquellos pasillos del jardín. Ya las últimas rosas del otoño pronosticaban el rudo y frío invierno.
Este rosal, añoso y enraizado en aquel patio, brotará en primavera con alegres vientos y nuevas mariposillas acariciarán sus rojos pétalos llevándose ricos aromas a otros lugares.
¿Volverán a oirse cancioncillas infantiles entre aquellas paredes o tal vez su destino sea escuchar a los pajarillos que revolotean entre sus hojas?"

Pilar Segundo.






"La enredadera, se parece tanto a nosotros en su intento de ir subiendo y venciendo las dificultades y la fuerza de la gravedad que, a veces, me pregunto cómo logra triunfar agarrándose a los casi inexistentes salientes de la roca, de la vida, del día a día. Nosotros nos descolgamos con más facilidad, o eso pienso ahora, cuando las fuerzas empiezan a faltar.
Me consuela descubrir que junto a esa rama verde y vigorosa, que no respeta los caprichosos límites marcados por una línea roja, asoma otra que fue y que ya hoy solo es testigo de un pasado en el que se mimetizó con la pared que la conserva como recuerdo"

Esteban Rodríguez.





"Fuera la niebla limpia las horas,
se acicalan para recibir otro invierno.
Yo hago de las sábanas raíles,
huye mi nariz del amargo olor a vida
y me descubro como un potro descalzo.

Corro entre caballos y yeguas de ojos celestes,
siento al rocío tomar vida entre mis patas.
¡Salpica!
Cada paso implica un nuevo sonido
en el fruto del amor entre tierra y luz.

Escucho palabras bellas que se han de inventar,
vienen aires de esperanza a peinar nuestras crines
y yo corro, corro, vuelo como el pájaro en llamas.

De mi trote nacen raíces, llamadlas recuerdos,
en el suelo más tierno que jamás he pisado.
Las cuestas hacen presencia para frenar nubarrones,
alimentan el arroyo sus lágrimas 
y sonríen al ver beber a la manada.

Alzo la mirada por encima del tiempo,
veo senderos por doquier.
Cada paisaje quiere calzarme,
hacerme familia suya, de corazón.
Diluidas en cada momento
mis patas son estrellas fugaces,
tantos ciclos en cuatro estaciones
hacen olvidar la materia de mi figura.

Este potro perdido abre los ojos.
No soy yo, eres tú, padre. Has cruzado el lodazal
y la palabra "cáncer" es tan sólo un mal recuerdo"

Antonio Maldonado Muñoz.






Recuerdo que en cierta ocasión una niña de poco más de seis años le preguntaba a su madre que dónde se encontraría su padre fallecido unos meses atrás, la madre dejó caer la mirada y apretó las manos con firmeza. Su única hija le ponía contra las cuerdas.
Sé que está aquí , muy cerca, en mi cuarto o en el tuyo, en la cocina o en casa de los abuelos, al otro lado de la calle, o puede que en la cola de un cine o conduciendo aquel coche que compró con su primer sueldo...está aquí pero no le vemos porque en este mundo hay cabida para dos mundos. El del derecho y el del revés. Cuando tu vas al colegio caminas por el mundo del derecho, cuando duermes y sueñas con tu padre, lo haces en el del revés.
Entonces, dijo su hija, si esta noche le pido que venga a verme, ¿lo hará?
Pasaron las horas llegando a ese punto en el que se confunde el miedo con el cansancio, la pequeña cerró los ojos mientras comenzaba a contar hasta cien, ese método que le ayudaba a desligarse de la recién conocida ansiedad. Se dejó llevar y entre prados muy verdes, cielos muy azules, entrevió la figura de su padre, esta vez sin sus muletas, caminando con elegancia, guardando el equilibrio y así el sueño acabó fundiendo los dos mundos y, entregándose a la liviana atmósfera, a la luna le vino el color.






Mientras tanto la pérdida que a veces toma forma de despedida se hace vía de tren vacía, donde todos nos quedamos mirando a ese horizonte desasosegado, el mismo que antes fue una fuente, una puerta, una silla, un farol, una hiedra, un libro...
Y seguirá ese lento fluir de la vida, el día irá cargándose de horas, de encuentros y desencuentros. 
La vela, Antonio, no se apagará, ya no te hacen falta cables para alumbrar. Se quedan tus poemas, se queda tu sonrisa. 
Aquí cada uno ha aportado una nota. La cadencia, la letra y la música, quedan de tu parte.
En algún lugar se están leyendo tus versos.



Diciembre 2018.


A Antonio Maldonado García.



Mi más sincero agradecimiento a todos los que han colaborado en este sencillo homenaje a un hombre bueno, amigo de todo el mundo, que nos dejó hace unos días. 
A los que se decidieron a escribir por primera vez, a los que están empezando, a los que siguen en este camino, a los que ya han publicado libros, a los que aún están a tiempo, esto permanece abierto. A todos por igual, gracias.







Antonio, ya ves, sigo con la costumbre de dejar una canción, así, como a ti te gustaba.




10 comentarios:

  1. Preciosa despedida para un amigo que no se ha ido definitivamente, ni se irá mientras sea recordado por quienes le conocieron y le siguen queriendo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los buenos recuerdos son los que mantienen la vela encendida. Muchas gracias por contribuir con tu buen hacer en esta entrada. Un saludo.

      Eliminar
  2. Gracias a ti, Rosa, por habernos permitido participar en este emotivo homenaje.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No habría emotivo homenaje sin vuestra colaboración, os estaré eternamente agradecida. Un saludo.

      Eliminar
  3. Gracias Rosa por darnos esta oportunidad, que siempre recordaremos con este emotivo homenaje gracias a ti, nuestro amigo estará muy orgulloso de su siempre amiga Rosa, un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a vosotros, siempre he pensado que hay un lugar de recuerdos comunes a todos por donde entrar y devolverlos a este presente con toda la nostalgia posible. Esta entrada fue pensada para que cada cual que quisiera se acercara precisamente a ese rincón a través de una fotografía, todos han dejado su impronta en forma de relato y como fin último está el dedicárselo a Antonio, al que muchos conocimos porque el también frecuentó con sus poemas todo lo que aquí se ha dejado. Soy yo quien os da las gracias por seguir entregando vuestras nostalgias, un abrazo.

      Eliminar
  4. Gran idea la tuya la de conformar este bonito y emotivo homenaje a nuestro amigo Antonio al que siempre recordaremos. Ha sido un placer poder colaborar en un proyecto tan hermoso, donde tantos amigos han puesto su granito de arena con sus palabras y su emoción. Enhorabuena a todos y también enhorabuena a ti, Rosa, por involucrarnos en él y hacer de esta entrada un cúmulo de sentimientos magistralmente expuestos por cada uno de los autores y magníficamente coordinados por ti. ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es, como le dije a nuestra amiga Paqui, un lugar de encuentros donde perduran las emociones y la nostalgia, recuerdos comunes para todos en mayor o menor grado. Ese es el motivo de lo aquí expuesto, que cada uno deje escrito aquello que vivió y todo podamos compartirlo puesto que así no solo podremos reconocer a Antonio, también a tantas personas que nos dejaron. Es lo que trae la Navidad, al fin y al cabo, solidaridad emotiva.
      Gracias una vez más, un abrazo.

      Eliminar
  5. Rosa Muchas gracias por hacerme cómplice de esta entrada puertas abiertas, cuando la vi me izo mucha ilusión para yo poder de alguna manera agradecerle ha través de esta página Antonio, que el tubo un buen detalle con mi marido, sacandole un poema a San Miguel y mentar a mi marido ya fallecido en el poema,quien les iva ha decir que ya están juntos y por la misma enfermedad, un beso al los dos allá donde estén y un abrazo para ti Rosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Paula por dejar tu comentario, por hacernos saber que lo que escribiste, lo viviste. Y por tu emotivo recuerdo a Antonio. Un abrazo.

      Eliminar