martes, 12 de abril de 2016

MOLINO DEL MARQUÉS. VILLAMANRIQUE. CIUDAD REAL.

A menudo cometemos el error de pensar que la provincia de Ciudad Real es un lugar seco e inhóspito, nada más lejos de la realidad. José de Hosta en su crónica de la provincia, allá por el año 1867 se quejaba de que el agua de sus abundantes ríos, aunque de escaso caudal,  solo fuese aprovechada para impulsar molinos harineros. Escribía que si se fertilizara la tierra, cambiaría el clima "refrescando la atmósfera por las emanaciones de los canales". Una buena propuesta.
Se perdió esa intensa actividad que surgió alrededor de los molinos de agua, el progreso pudo con ellos y cayeron en desuso. Pero los arroyos siguen corriendo, la siembra verdea por la lluvia caída, los campos de cereal se alternan con olivares.
Ahora yacen caídos, invadidos por una naturaleza exultante, el agua da vida a cualquier precio.
Intento comprender cómo funcionaba un molino, observando lo que queda en pie. Grato ejercicio de imaginación al que no estoy acostumbrada.
Pienso a menudo que podríamos aprender del pasado,  no para hacer un futuro mejor sino un presente más enriquecedor. No deberíamos olvidar lo que nos enseñan nuestros mayores.
Inicio esta ruta desde Villamanrique, bello pueblo del Campo de Montiel. Buscando el camino al castillo de Montizón, me desviaré para encontrarme con el molino del Marqués de origen incierto.
En el término del pueblo hubo 5 molinos harineros solo en la vega del arroyo de Santa María. El del Paso, el de Don Reyes, el de Alfaros (desaparecido), el del Marqués y el de Aragán. 
No es mi intención hacer un estudio histórico sobre ellos. Compruebo que es posible hacer una ruta que los enlace, pero como nunca podré dominar los tiempos, comienzo por el molino del Marqués.
Dejo una puerta abierta para ir introduciendo nuevos datos, tanto para corregir errores, presentes en este texto, cometidos por la imprudencia de quien se deja llevar más por el entusiasmo que por un profundo conocimiento, como para ir ampliando este largo recorrido por estas obras que deberíamos mantener.
Como diría Don Quijote:" No importa el resultado solo el esfuerzo vale".



Villamanrique, antiguo Bellomonte, desde la ermita de San Isidro.





El río Guadalén cercado por grandes sillares.



                                     
 Más adelante contemplamos una alameda.




Aquí no hay sombras. Las nubes juegan a componer figuras.




    Destaca al fondo la silueta del castillo de Montizón, en unos minutos lo perderemos de vista.




Lo primero que vemos al llegar es esta modesta construcción.





Fue un cortijo,  al marchar la familia que allí vivía, fueron desapareciendo las piedras. Terminó como cercado para animales.





Si hay abundancia de cereal debe haber una buena era.





Un sendero entre junqueras nos lleva al molino.




Separados por el derrumbe de las piedras, a la derecha las dependencias; a la izquierda, el cárcavo de salida.





Para comprender hay que observar, damos la vuelta y nos encontramos con el caz de unos 1.100 m de longitud que traía el agua desde una balsa o azud. Parece ser que este molino conectaba con el del Paso.
Así el agua sobrante era reutilizada.





El caz se alimentaba de acequias y canales. Se adaptaba a las irregularidades del terreno.






Se les llamaba molinos de cubo. Este era un depósito cilíndrico que impulsaba la rueda del molino. 





Este muro de grandes sillares aguantaba la fuerza del agua.





        Era un molino de dos piedras, por la sala de molienda pasaba la cebada, el trigo, las guijas...  para ser transformadas en harina.                                     




Cuadras, almacenes.....las piedras resisten.




La vivienda contaba con dos habitaciones y una gran cocina con horno.





Nos situamos abajo, imponentes contrafuertes sujetan la estructura del cubo.





El color rojizo de la piedra arenisca llama nuestra atención.





 El cárcavo de salida del agua. Galería abovedada compuesta por dovelas, situada bajo la sala de molienda.





Una vez dentro se puede observar en el techo el orificio por donde pasaba el árbol, eje que conectaba el rodezno o rueda motriz horizontal del interior del cárcavo,  con la piedra volandera de la sala de molienda. El rodezno contaba con unas palas que eran movidas por la fuerza del agua. Y ese giro era el motor impulsor de estas complejas estructuras.




Restos de dependencias.



                                           

    Me alejo por detrás para ver un primer montículo de piedras, posiblemente un cercado para ovejas.





                             
Junto al caz, una compuerta para desviar el agua y poder regar las huertas o recoger más volumen para llenar el cubo.






Grandes sillares mantienen en pie esta antigua noria. 





                 
Otra perspectiva de la noria. En estos fértiles campos se cultivaban patatas, tomates, habichuelas...

                                   




     Me alejo del molino para pasear por un bosquecillo que crece al amparo de grandes piedras.
     Crecen juntos,  espinos, encinas, robles....al fondo el murmullo del agua te invita a sentarte.




                         Las nubes se abren para regalar luz a unas encinas.




Qué perfecta armonía crea el árbol y la roca.




          Vuelvo sobre mis pasos e intento cruzar el arroyo, encuentro una presa.





       El gran protagonista, el arroyo de la Cañada de Santa María, difícil de vadear. Su caudal sobrevive en verano.





        Más sorpresas, esta torre invadida por una higuera resulta ser una noria.




                                           
Detalle del sistema de conducción.






En la ladera del montículo,  escondida  por la fresca hierba, observo este manantial, de aquí conducían el agua a la noria.
Agua de buena calidad que saciaba la sed de los agricultores.





La tarde es larga, encuentro otro caz y continuo el camino. En algunos tramos, las piedras sujetan el terreno.





              Donde antes corría el agua, ahora crecen espinos que en algunos tramos te obligan a bajar.
         La naturaleza manda.





                   En el último tramo el canal alcanza una altura considerable, me bajo para poder admirar de frente el molino de Aragán. Un árbol solitario acompaña las ruinas.




                  Aún se mantiene la fachada. Tenía dos plantas, un caz de 520 m, dependencias, sala de molienda, vivienda y almacén.





                 Asciendo por la escalera tallada en la roca.





Se irá perdiendo como el agua que no es aprovechada para regar.





El cubo resguardado por una puerta.





Una valla delimita el camino por donde en verano pastarán las vacas.
  Al fondo se deja ver la torre del castillo. Esto me recuerda que, en julio del pasado año,  hice el recorrido inverso desde la fortaleza hasta este molino, un ejercicio complicado por la hierba alta y el calor.
Paseo que no aconsejo en el verano no solo por el ganado suelto sino porque es fácil caerse o tener un mal encuentro con alguna serpiente.
Siempre es interesante acceder a los lugares por distintos caminos, recorrer las mismas sendas que a diario tenían que transitar las gentes que dieron vida a estos bellos rincones.




Antes de volver sobre mis pasos, me asomo para intentar observar el discurrir diario del agua que nunca descansa.




Al otro lado, el camino que lleva al castillo hermosea con la sola presencia de grandes encinas.





El castillo, fortaleza del siglo XIII.
 Me pregunto al contemplarlo como sería volver hacia atrás en el tiempo.





MARZO 2016.



                                                     

Si les interesa el tema, lean el libro "Ciudad Real, tierra de molinos de agua" de Domingo Melero, un buen trabajo.

Quisiera agradecer a mis buenos amigos Antonio, Mari y Juani,  el haberme descubierto este molino, el único que desconocía.
A Txetxu por enseñarme a observar.
A Julián, por su habilidad para volver al pasado.
A Ramón Campos Felguera por contagiarme de su entusiasmo al rememorar los años pasados en este lugar y transmitir, gracias a su memoria, ese halo de añoranza que aún fluye entre la corriente de un arroyo que generó tanta vida.
                               


10 comentarios:

  1. Hola Rosa, muy bonito tu blog, me encantan las fotos. Sigue así, te estaré siguiendo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco tu comentario. Llevo poco tiempo con el blog, aún me falta mucho por aprender y muchos lugares por mostrar. Un saludo.

      Eliminar
  2. Precioso reportaje que además de transmitir conocimientos aflora belleza en las fotografías y las emociones con que está escrito. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Antonio por tus palabras. Reconozco que pongo más dosis de emociones que de conocimientos. Me alegro que te guste. Un abrazo.

      Eliminar
  3. Muy buen trabajo, sigue subiendo nuevos reportajes, son increibles. Me hago fan de este blog. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Iré , sin prisas, subiendo más entradas. Y compartiéndolas contigo. Un abrazo.

      Eliminar
  4. Sigue caminando, unas veces para alejarte y otras para encontrarte. Las huellas te llevan y las alas te elevan... aunque el viento te frena, nunca dejes de caminar...bendito camino y bendito destino...unas veces llegarás al lugar soñado y otras al pasado...nunca dejes de buscar, nunca dejes de escuchar. Detrás de cada paso y detrás de cada latido está escondido aquel sueño que te empuja a seguir.
    Un abrazo. EJGM

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hermosas palabras las que me dedicas. Muchas gracias. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Gracias por mostrar mi pueblo y sus campos en tu blog. Desde tu prisma, se ve de otra manera. Es curioso que habiendo recorrido esos caminos ,infinidad de veces,no haya sabido ver ni una pequeña parte de lo que tú ves.
    Como suele pasar a menudo, los árboles no nos dejan ver el bosque.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ocurre a menudo que no nos fijamos en lo que tenemos cerca con la suficiente atención, pero eso es algo que tiene fácil solución. Cuando llegue la primavera será el momento ideal para dedicarle una visita tal como se merece.
      Un abrazo.

      Eliminar