La lluvia es una suerte de dolor que no daña, me refiero a esa acepción subjetiva de la palabra que se llama tristeza. La genera nuestro estado de ánimo no la lluvia en sí, tan necesaria para todo.
Duelen las perturbaciones, las incomodidades, el sonido imperceptible de una larga espera, el llanto de un niño asustado, el cinismo, la envidia, la hipocresía, la ofensa, la mentira, el abandono...
Duele más si cabe cuando el dolor lo suscita uno mismo, cuando el fracaso hace mella en nosotros, la lucha baja la guardia y el dolor se acomoda en su sillón apartándonos de otros menesteres.
El dolor se alimenta de lágrimas que se derraman por la desesperanza, el equivalente a la lluvia persistente que te impide el paso en un camino, que te invita a sortear los charcos, a hundirte en el barro, a perder el paraguas por un viento fuerte, a esquivar ramas que se empeñan en ser obstáculos.
Los equívocos son esas torres llamadas fortalezas que muestran su cara amable cuando las tienes por delante pero, si les das la vuelta, compruebas la fachada ruinosa que queda expuesta a la intemperie, la debilidad está en el interior.
Y duele dormir cuando no hay sueño, duele soñar que todo ha sido un falso sueño, cruel y amargo.
Pero si intentas ser perseverante y mantener el dolor lejos puede que consigas acallar los lamentos y limpiar las heridas que dejan a su paso. No se crece con dolor, se crece apartándolo.
Un paseo por el GR 99, por la etapa 2 que transcurre entre Montes Claros y Villanueva de la Nía, era el objetivo de una mañana de octubre. Llovía a ratos. Pensé que una buena opción sería elegir un tramo de este interesante largo recorrido llamado Camino natural del Ebro por su fácil accesibilidad.
Escogí un tramo corto, el que une Otero del Monte con Bárcena de Ebro. Había leído que el primer pueblo solo contaba con 3 habitantes y la curiosidad me llevó hasta allí. Bárcena, bastante más grande, solo tiene 15.
En Otero tuve la suerte de encontrarme con José Antonio que amablemente departió conmigo bajo una implacable lluvia. En Bárcena compartí mi tiempo con dos encantadoras mujeres. No pierdo nunca la oportunidad de hablar con las gentes de los pueblos que visito, es el mejor complemento a un viaje.
Y entre medias de estas dos bellas localidades, un precioso robledal que hizo que mi entusiasmo por los bosques de este tipo vaya en aumento.
Cedo la palabra al camino y a sus elementos:
La iglesia de San Mamés se encuentra apartada a unos 300 m.
Me llamo Otero del Monte.
Llevo unos minutos caminando detrás de ti y aún no te has dado cuenta.
Entre este bellísimo robledal crecemos entreverándonos nosotros, los altivos pinos que ves.
Octubre nos regala ese intervalo en el tiempo donde conviven el ocre con el verde y el amarillo.
Crecemos espigándonos, cerrándonos para realizar la más delicada de las arcadas.
Mientras, confundimos al senderista que entre tanto roble persigue caminos escondidos.
Una singular valla con escalera es el primer obstáculo que tendrás que salvar.
Las lágrimas de mis frutos, escaramujos, son consecuencia de una lluvia persistente.
No solo persigas adentrarte por hayedos, los robledales somos únicos.
Siempre me confundes con los fresnos, mira mis hojas aserradas. Recuerda, soy un serbal.
Aquí en este bosque puedes encontrar no solo robles también arces como yo.
¿Cuántos nombres recibo? Melojo, quejigo, tocorno, tociu...Soy un roble melojo, un quercus pyrenaica.
Y en el valle, el colorido lo ponemos los chopos...
...árboles de ribera que anunciamos que te acercas al Ebro.
Desciende este corto tramo de carretera y entra en Bárcena.
Pasea entre sus huertas sin gentes.
Instintivamente hay imágenes que te devolverán a la memoria poemas como éste de Nicanor Parra:
" ...el ayer es ayer
" ...el ayer es ayer
nos pertenece solo en el recuerdo:
a la rosa que ya se deshojó
no se le puede sacar otro pétalo".
Cómo nos amigamos ventanas tan desiguales en un mismo muro.
O cómo se despliegan mis raíces de enorme y viejo chopo
Acércate a la orilla, comienza a llover justo cuando el Ebro te saluda.
En Bárcena hay dos barrios, San Cristobal y San Andrés, detente en cada uno de ellos, verás casonas de estilo cántabro y una torre gótica. Pasea por encima de mí.
Los pueblos nos vamos perdiendo si los niños ya no van a la escuela.
Soy la torre fuerte del pueblo, muestro un escudo singular.
Soy puerta carcomida que sustenta aún la bendición para una antigua familia.
Continúo siendo puerta, unida por un cordel a una sólida pared de gruesos sillares.
O ventana que en esta triste soledad voy bien acompañada por un atrevido avellano.
Caigo intensamente sobre tejados abandonados a su suerte...
...sobre el Ebro, las rosas, el puente sumergido por las aguas...
...sobre la manzana que nadie querrá morder...
Desde su otero me observa cómo limpio las calles.
Si me sigues, recuerda que conmigo caminarás por la Senda fluvial de los molinos del río Polla.
Del siglo XVI soy, me llaman San Cristobal. Ven a refugiarte bajo mi morera.
Quieres comprobar la belleza de este recorrido junto al río, quieres ver los dos molinos que se encuentran entre Bárcena y Reocín.
Me cierro todo lo que puedo para abrazarte, para sorprenderte con mi variada vegetación...
...para educarte en botánica. Llámame avellano.
Pero te das cuenta de que no llegarás a Reocín con tiempo, quieres regresar pero los caminos siempre acabamos atrapándote. Sígueme hasta Aroco.
Soy uno de tus preferidos, empedrado. Ten cuidado, puedo hacerte resbalar.
Cuando me abro, soy también ladera, monte, casas...pero sobre todo un cerrado robledal.
Sé que piensas que debes darte la vuelta, que tus pasos no están hechos para correr y no poder mirar, que los caminos formamos ya parte de ti. Y que te cuesta dolor dejarnos.
Ves que aquí hubo hace tiempo un incendio y te alegra comprobar que crecemos obstinados, nos gusta la vida, nos agarramos a ella entre todos.
Que si somos árboles, sendas, tapias, nubes...a ti te parecemos únicos.
Que para ti un instante no sea una instantánea y que tu sueño sea caminar siempre entre nosotros.
Sabemos que no te importaría acabar siendo hoja o piedra.
Desde mi baranda me inclino hacia el Ebro. Pasarán los años y él continuará su trayecto, el mío es servir de nexo de unión entre sus orillas. Le veo llegar, le veo partir.
Nos miras con cierta envidia por el intenso colorido que mostramos. Pero la desazón te embarga cuando nos tienes que dejar.
Me llaman espino blanco o majuelo. Si te pasas en primavera podrás oler el dulce perfume de mis flores.
Tú y yo nos conocemos desde siempre. A veces nos intercambiamos los papeles, me dejas ser humano dándome voz; te dejo ser camino, mostrándome.
Te preguntas tantas veces por qué no podéis aprender de las plantas. Todo sería mucho más sencillo.
Date prisa, vengo rápido. Velaré la tierra con brumas de brezo y viento.
Descansa entre mis peldaños, tu paraguas ya ha tomado posición.
Cuando los ojos se te cierren por última vez, vuelve a atrapar mi imagen...
...será ese último instante el que te llevará a mi lado. La cercanía solo abre puertas pero hay que saber entrar.
Brezo soy, de los pocos arbustos que florecen en otoño.
Octubre multiplica nuestros colores.
Hay diálogo entre nosotros, es en ese roce en suspenso y frugal donde se apoya la ternura.
Termino por devolverte a Otero.
Las vacas se han recogido, los mastines les han ayudado.
Lienzos de mi piel recorren la tierra para abrazarla...
No escapas porque nada temes, ni al dolor ni a la angustia. Me duele tener que engullirte. Volverás con los pies mojados, continuarás caminando sintiendo el calor que sigue al frío.
-Puede que los demás escriban tu nombre desde otro otero, desde el que elevado se asoma a tu superficie, a tu calma de pueblo adormecido.
-A ese pueblo que desde una calle distinta me subyuga con ese toque de acercamiento que proporciona el abandono.
La tristeza necesita ser escuchada. El dolor no es inquebrantable.
Damos paso a los silencios que se cuelan entre puertas rotas, entre ventanas sin cristales donde ya no se asoma nadie.
Aún nos cuidan y miman. Aunque solo quede uno, no nos abandonará.
-Me gusta ese cuidado trabajo como de huerto recién arreglado para prepararse a combatir los rigores del invierno.
Si nos cuidan, no desapareceremos. Continuaremos siendo piedras amontonadas, con diferentes utilidades pero manteniendo la memoria de lo que fuimos.
Las últimas uvas serán alimento de pájaros y de los caminantes que hambrientos encuentren en su dulzor un regalo.
El testimonio también lo damos nosotras, casas de añosas fachadas.
Nos cerramos gracias a las zarzas que nos protegen.
No queremos partir, esperamos el regreso de nuestro dueño o de sus hijos para que nos devuelvan el calor de las voces, los pasos apresurados de los niños...
Poco a poco volvemos a ser como antes, hay disposición a ello, aún queda cariño.
Mírame y dime si has visto otra como yo...
Estos dibujos que hay en mi fachada tienen más de 100 años y nadie sabe interpretarlos.
No te marches de Otero sin acercarte a mí, soy del siglo XIII y me rodea un bonito robledal. Entre bosques y piedras siempre estará tu espacio.
Octubre 2016.
Hoy día 5 es el cumpleaños de una buena amiga. Es lo que tiene esa complicidad entre los que nacimos en febrero, nos llevamos bien. Se trata, sin duda, de una afinidad en el gusto por viajar, por leer, por intentar vivir de otra forma en la que la libertad tenga un papel importante.
Cumples solo 81 años y aún no te has hecho mayor. Desde siempre plantaste cara a ese devenir del tiempo que nos quiere pasar factura. Tu te encaminas hacia él sin miedo, conservando tu espíritu siempre joven, te mantienes activa y con tu saber enriqueces a los que te rodean y con tu alegría dispersas semillas que acabarán siendo flores en los jardines de los que te queremos.
Gracias por todo, Encarnita, en tu caso es cierto que se cumplen los años al revés.
FELICIDADES.
Qué bonita entrada! Enhorabuena, has sabido apreciar el encanto de la naturaleza.
ResponderEliminarHas inmortalizado unos preciosos paisajes mostrando los contrastes de colores que podemos apreciar con las flores y árboles, muy característico de esta época.
Gracias por compartir tus rutas, muy buen trabajo.
Hay un libro que siempre llevo conmigo cuando viajo en septiembre por el norte, se titula: "Caminar el sur de Cantabria" de Luis E. Prieto, imprescindible para conocer la zona y de una lectura que engancha. No recuerdo con exactitud cuántas veces lo he leído.
EliminarCada año me quedo atrapada por Asturias y regreso con cierta tristeza por no haber hecho al menos alguna de las 14 rutas que cita. Este otoño tomé la decisión de que no dejaría escapar la oportunidad de volver a Cantabria.
Ahora te puedo asegurar que no dejaré de ir nunca allí, que hay bastante más de lo que ofrece. No solo arte, también naturaleza. Y esos bellísimos senderos muy bien cuidados. Una delicia para los sentidos.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Bellísima ruta para dedicar a una persona bellísima. Gracias
ResponderEliminarSí que conoces bien a Encarnita, esa es la mejor definición que se le puede aplicar a su persona.
EliminarMe hubiese gustado dedicarle una entrada de su tierra pero no pudo ser, además Cantabria está muy cerca de su Bilbao. Al fin y al cabo, caminar por el norte es lo que hice y hago.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.