domingo, 26 de febrero de 2017

SUBAMOS AL PUERTO DE PIEDRAFITA. CONCEJO DE ALLER. ASTURIAS.

Supongo que la vida se cierne en torno a nosotros, para algunos solo exclusivamente en un ámbito, como la manifestación que alude a que solo te importe lo que a ti te suceda.
No hay otras vidas, sí momentos que se entrecruzan, que disparan atravesándonos directos al corazón.
Pero son los menos, importa tu vida, importa tu sueño, lo que persigas. Piensas que lo que alrededor ocurra no tiene porqué tocarte. Pasas despacio, sigilosamente, desapercibido es la palabra.
Pero luego te duele el dolor de los demás, pero son solo unos instantes. Después te acomodas y olvidas.
Porque dentro de tu vida no hay cabida para otras. Lo que a ti te preocupa es lo principal, la beneficiaria de todas las atenciones, la de las disculpas de forma cortés, la de las entradas sin salidas, las de la ternura sin compasión. Roto el vaso, el líquido no volverá a llenarlo.
Retrocede, rebobina, encuentra el momento en el que te hiciste la ilusión de que eras único, cuando lo tengas delante, intenta romperlo, puede ser una opción.
Puede sugerir ante los ojos de los demás que si nuestra atención se centra en un solo objetivo, es porque el egoísmo se ha instalado para no marcharse de nuestra existencia. Que el partir es una forma de huir, de negación de lo que tenemos delante, que el consuelo solo se busca fuera y ahí es donde el camino resurge como algo primordial, como la tabla de nuestra salvación.
Intentar pasar inadvertido puede llevar a engaño, puede acabar hundiendo pero a su vez puede que solo sea éso lo único que imponga valor, cuando la sociedad que tenemos delante resulta opresiva, angustiante.
Me sucede a menudo que intento ver en lo que me ofrece la naturaleza o las ruinas algo de humano en ellas, ese vacío que se nos extrae sin obtener nuestro permiso,  se va llenando en presencia de lo que observamos mientras caminamos.
Quisiera hacer entender que mi razón de ser siempre es el camino, la nota principal de estas entradas, es así y trato de no modificarlo, de aprender de él desde la perspectiva de alguien que necesita de lo que ve mientras pasea.
La presencia silente no es una mera apariencia,  como un rellano ya no es el recibidor de una casa vacía. Los silencios que nos acompañan a los caminantes son esas hojas en blanco que iremos rellenando con los apuntes personales de nuestras vivencias. Hay algo en común en cada camino que inicio, algo que une, compartir el mismo sueño, recuperar las pérdidas, devolverles su valía.
Expresé en la anterior entrada que volvería a hacer un viaje interior. Éste me acompaña siempre allá donde vaya, no es posible separar los sentimientos de los caminos. Lo siento por los que entran a este blog pensando que explicaré cómo realizar determinada ruta. Hay páginas muy buenas que lo transmiten al detalle. Mi intención es solo caminar, divagar, disfrutar, "irme por las ramas" nunca mejor dicho.


Vuelvo a Asturias, en realidad jamás me voy de aquí, añoro tanto esta tierra, que cuando no estoy en ella saco algún libro de viajes para releerlo y discurrir, a tiempo real, por sus páginas como si fuesen sendas. Esta ruta la había ido dejando de lado debido a la dificultad, se trata de una contínua ascensión y ésto me echaba hacia atrás, pero una de esas mañanas que te levantas indecisa y cojes el coche sin una idea predeterminada, me llevó hasta ella.
Piedrafita representaba una ocasión única para asomarme a tierras leonesas (comarca de Cármenes) desde Asturias, siempre me han llamado la atención las rutas que discurren entre dos provincias, eso de decir:"Ahora me voy andando a León" me atrae. Se trata de un camino ancestral, romano, uno de los pasos más renombrados de la cordillera cantábrica. Perfectamente señalizado como PR AS -265.
La magia andaba suelta esta mañana, era hora de conectar mis pasos con los del resto de caminantes que en el tiempo han ido sembrando de huellas esta preciosa ruta.




Esta mañana al despertarme no me he dado cuenta que aún seguía durmiendo y que soñaba que podría alcanzar el puerto de Piedrafita.
Comienzo con el río Aller a su paso por La Paraya.



La Paraya es una pequeña aldea, con central hidroeléctrica, a 690 m. de altitud.



De arquitectura tradicional, con ese encanto que tienen los núcleos con apenas habitantes.



Esta ruta tiene una duración aproximada de 7 h., ida y vuelta, unos 15 km y su dificultad es media-alta.



Fuentes que jalonen este camino nunca faltarán.



Conforme gano altura voy llenándome de vistas hermosas.



Al principio transito por una pista hormigonada que une las dos aldeas, entre castaños, avellanos...



Siempre la naturaleza aprovecha su tiempo en ir enmascarando lo que antes fue fuente, pilón...



Llego a Llamanzanes (790 m), cuando aún el sol no desvela el sueño de sus fachadas.




Esta pequeña población habitada ocasionalmente cuenta con la capilla de Santa Ana. 



En ningún momento me encontraré con nadie, para poder hacer un alto en el camino, en esta bonita aldea.



Por fin doy de lado al asfalto y bajo la sombra de castaños y hayas, me siento cada vez más cerca de ese cielo particular que constituye un camino desconocido, que te abre sus secretos con cada paso que das.



Llego a la canal de aguas de la minicentral de La Paraya.



Me recibe, con esa hospitalidad asturiana,  la fuente de Roxeco.



Y las embrujadoras siluetas de las hayas, en esa disposición que solo ellas adoptan, como dispuestas en cualquier momento a iniciar su propio camino.



A la derecha, cuando se abren claros, el sol ilumina con toda su fuerza las montañas deslumbrantes de brezales, tojales y piornales.



Otra haya en imposible equilibrio. Qué deleite para la vista, perderse entre los intrincados recovecos de su "orografía particular".



Manantiales, como el Reguero de las Bestias, que van salpicando generosamente de frescor este milenario camino.



Otros, el Fuxu,  permanecen secos a la espera de un lluvioso otoño.



Se intercalan espacios de bosque cerrado con bellos miradores hacia las montañas de la derecha.



Captar la belleza de este montaraz paisaje resulta harto difícil.



Surgen brañas entre las hayas.
Son zonas de pastos con cabañas que solo se habitan en verano.




El acebo reina aislado con sus rojas luces.



Ante un cielo limpio, donde culmina un ascenso prolongado, la parada que allí se te regala acaba llenándote de felicidad.



Y si además encuentras una cabaña en ruinas, con esa sencillez en sus formas, con esa solidez capaz de aguantar las nevadas...



...y estos trazos emulando al papel escrito. Son estos detalles los que dirigen ese camino de vuelta que habría que recorrer más a menudo.



Cada parada es para venderme a las hermosas vistas hacia el Estorbín de Valverde, Rañaoriu y Cantu Boya, entre otras.
Aunque estoy segura que me he equivocado en nombrarlos, disculpen.



La plata de los helechos oculta cabañas semiescondidas.



Me apena tanto ver lo que el fuego arrasa.



Pero el monte se renueva con el triunfo de la naturaleza...



...y con el colorido del serbal del cazador.



El ascenso continúa junto a muros que delimitan las brañas.




Llegando a Campanal de Arriba sorprende el ingenio para aprovechar estas grandes moles.




Sin duda una fuente con vistas.



A 1318 m. se sitúa,  por suerte aún se mantiene activa.




Me adentro en un cerrado hayedo que será mi compañero en este tramo tan espectacular.



Aquí es donde pierdo la noción del tiempo, donde es fácil entender el por qué no puedo nunca saber de cuantas horas será mi recorrido.



Restos de cabañas de la majada Rocín, hasta aquí llega el camino de la braña de Llamanzanes.



Quizás sea ésta una de las rutas en las que más serbales haya visto nunca. 
Casi siempre me encuentro con ejemplares aislados.




En la majada de San Pedro (1520 m) hubo venta con capilla. Conserva restos de un arco en una de las cuadras.
Aquí, el día de San Pedro, se celebraba una fiesta.



La línea de cumbres se prolonga, imposible darle nombre a todas sus cimas.




Y más adelante me sentaré junto a esta fuente para comer.




Todo se llena brezo que tapiza las laderas.



Y no dejo de preguntarme cuándo alcanzaré el puerto. A pesar de la belleza del camino, el sol y yo no nos llevamos bien. 



Cuando pierdes la esperanza de llegar  porque el camino se te hace interminable, mientras te acompañan esos pensamientos acerca de lo que tuvieron que padecer aquellas gentes que transitaron, cargados y sin medios, por este ancestral camino, surge este monolito y te sientes como el ave que va a lanzarse a su primer vuelo.



Aquí se fusionan León con Asturias, aquí donde se derrite la mirada para formar parte de la montaña.
¿Puede haber algo más hermoso?.




Y no quiero dejar de caminar porque León me atrae hacia sus tierras y comienzan a asaltarme las preguntas, ¿qué habrá allí abajo?



Pero aún queda bastante hasta La Paraya. Y me quedo contándote que en otra ocasión haré esta subida desde Los Cármenes para volverte a ver.




O me dejaré llevar por esos pequeños senderos que circundan tus elevaciones.




Sí, he estado aquí. Difícil olvidar ese viento que arrastra y empuja pero que no vence mi ilusión, no tumba mi alegría.




Ya en el descenso, conseguido el objetivo, con el ánimo renovado, intentando disculparme por no haberme atrevido a realizar esta ruta antes, me acompañarán unos versos que siempre llevo conmigo:



"Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito, repitiendo todos los días
los mismos trayectos, quien no cambia de marca,
no arriesga vestir un color nuevo
y no le habla a quien no conoce.



Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre el blanco
y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos
y sentimientos.




Muere lentamente quien no voltea 
la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos
una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.





Muere lentamente quien pasa los días
quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.

Muere lentamente quien abandona
un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto
que desconoce o no respondiendo cuando le
indagan sobre algo que sabe.





Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor que
el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará 
que conquistemos una espléndida felicidad."


Martha Medeiros.




Y acabo mi paseo tal como empecé, con agua, con su delicado rumor.



Septiembre 2016.

Imprescindibles para recorrer Asturias los libros: "PR Asturias. Pequeños recorridos" de la editorial Prames.


Esta entrada se la dedico a todas las personas que se acercan por mi lugar de trabajo y se paran a leer este poema o los demás, o a mirar las fotografías o los mapas que pueblan las paredes, porque yo no quiero que el vacío no diga nada, quiero llenarlo de imágenes que despierten nostalgias, que nos den qué pensar.

Además quisiera con esta entrada despedirme de un amigo y compañero, persona extraordinaria, que con su apacible caracter y su profesionalidad nos ha hecho más felices a todos.
Gracias Jorge.



8 comentarios:

  1. Hola buenas¡ Genial entrada, espero que sigas escribiendo así. Solo un apunte: estaría bien que añadieses los enlaces de los libros que recomiendas o de las páginas, para que al lector le sea más fácil encontrarlo. Por lo demás, un blog genial. Espero que sigas escribiendo nuevos posts. Un saludo y muchas gracias.

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    1. Lo cierto es que suelo introducir apuntes hacia otros blogs y/o libros, a veces se me puede pasar, es verdad. Tomo nota. Y muchas gracias por comentar. Un saludo.

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  2. Aunque digas que no, tu blog también cumple la función de guiar a futuros senderistas como espero que sea mi caso. Es la grandeza que alberga lo que puede "asustar" a quieres corriendo ante la prisa no paren a visitar tus imágenes y disfrutar de tus percepciones.

    Gracias por descubrirme a Martha Medeiros y dejar sabias reflexiones como esta:

    "encuentra el momento en el que te hiciste la ilusión de que eras único, cuando lo tengas delante, intenta romperlo, puede ser una opción".

    Un abrazo.

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    1. Creo que los senderistas se me despistarán algo con el escaso trazo que hago sobre mapas. Siempre hay algo más de apreciaciones personales que de mirada calculadora de distancias y desniveles.
      Aún así me alegra poder descubrir rutas a los demás. Y a Martha Medeiros, gran poetisa.
      Gracias Antonio. Un abrazo.

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  3. Amiga Rosa, después de ver y contemplar las fotografías de tu nueva entrada (no es lo mismo oír que escuchar), me quedo con las reflexiones de Martha Medeiros, pues me he visto reflejado en numerosos renglones del texto. Es curioso no había utilizado la palabra “reglones” desde la escuela, acordándome del pescozón que me dio un día mi maestro por escribir torcido, cosa que le agradezco con el paso de los años. ¡Ah! y no estoy traumatizado. Como verás ha vuelto a salir a colación tú última entrada sobre la escuela, para que luego te quejes de que no te seguimos.

    Ante las situaciones que la vida nos ofrece a todos, creo que lo más importante es tirar “palante” y no venirse abajo. Claro, me podrás decir que es muy fácil decirlo, si estás bien, pero yo tengo una ventaja, como decía un amigo mío: “que él creía en Dios con un par de huevos” (perdona la expresión tan grosera, pero llena de fuerza), la que yo hago mía, y lo digo con la convicción de que él me da la fuerza para seguir hacia adelante cada mañana.

    Yo he tenido la suerte de viajar numerosas veces a un campo de refugiados en África; he visto, olido y tocado la miseria de la guerra. A un grupo de prisioneros liberados después de 25 años dados por desaparecidos, ver a sus familias, y yo quedarme petrificado pensado que aquello no me estaba pasando a mí. Levantarme por la mañana y no tener hambre, ¿para qué? si no había nada que comer; como aquel que le decían: ¿no tienes frío?, para que !si no tengo abrigo que ponerme!, en cambio ver a los niños y a sus madres con buena cara y felices. Así que cuando estoy jodido, miro para atrás, veo lo que hay a mi alrededor y me siento un privilegiado. Siempre hay por lo que luchar, aunque sea por el arreglo del bordillo de la calle dónde uno vive, para que el vecino no se caiga, aunque éste sea un ”malafollá” y no te diga ni adiós.

    Ya ves, hoy nos has regalado, además de una ruta preciosa, unas reflexiones, que yo particularmente me voy a imprimir, las voy a pegar en la pared de mi cuarto, para leerlas, después de rezar por la mañana, y aplicarme el cuento.

    Un abrazo. Miguel Mesa

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    1. Miguel qué difícil se me hace contestarte a tan largo comentario después de tantos días. Sería necesario mucho tiempo para poder reflexionar sobre todo lo que dices. Tú tienes la experiencia a tu favor, la esperanza de tu lado y el espíritu de lucha y si le añadimos una gran dosis de humor, nos saldría una mezcla única que puede con todo.
      Gracias por tus sabios consejos. No dejes nunca de ser como eres. Un abrazo.

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  4. Vuelvo a alucinar con Asturias y, en este caso, el Puerto de Piedrafita. Esta noche el viaje que nos propones me acerca al arte de que está compuesta la naturaleza. Viendo los troncos de esas hayas, no se me ocurre mejor escultura, mejor homenaje a la vida. Sus troncos sinuosos, recorridos por el verde musgo me hace pensar en los vericuetos por los que pasamos a lo largo del tiempo en que permanecemos aquí. Pero además, nos ofrecen la magia de algo que ha sido creado en sí mismo y por sí mismo, sin otra finalidad que la de demostrar que la naturaleza es dueña y señora de todos los instrumentos para crear la belleza. Siempre pensé que todo artista que se precie debe amar y estudiar la naturaleza, pues ella nos dará las claves necesarias para la creación de la obra artística. Martha Medeiros, a la que no conocía, pasará a estar presente dentro de mi universo literario, gracias a ti. Un abrazo y espero acompañarte algún día en uno de estos fascinantes paseos.

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    1. Para mi sería un honor acompañarte. Ahora lo hago a través de tu literatura, de esos trazos que describen a la perfección lo que son las hayas e imagino que no las has visto nunca, con lo que me asombra mucho más.
      Recuerda, hay que salir a caminar a diario para engrandecer nuestro espíritu, para volar sin alas, para soñar despiertos, para emocionarnos después con tus palabras. Un abrazo.

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