Estos 4 días que tenía para visitar algunas de las más de 16 rutas de senderismo de la zona de Yeste, me condujeron siempre al mismo lugar como si perteneciese desde hace tiempo a esa recóndita aldea que se llama Plañel. Visité Arguellite, La Donal, La Alcantarilla, Bochorna, La Moraleda...pero me quedé con Plañel y con su plaza y allí pensé que si al mundo le quedase poco tiempo para acabar, aquí quería que me pillase el final.
No tenía ningún interés en retomar el blog, seguiría caminando, no he parado aún, pero no tenía sentido robar al poco tiempo de descanso que tengo esas horas que se le dedican a hacer una entrada pero es que en mi camino se cruzaron Julián Garcia y Antonio Rodriguez y con ellos disfruté y aprendí y escuché de su propia voz como el pasado nunca se ha ido, está ahí mientras no lo olvidemos, que podrán mantenerse en mejor o peor estado unas ruinas, que los caminos costará reconocerlos cuando ya no se transiten, que los frutales continuarán su ciclo engalanándose en primavera con ese virtuosismo de flores de un blanco encendido, que los bancales resistirán porque se hicieron con calma y buena medida, que los manatiales podrán variar su curso pero no su nacimiento, que cada cortijada tuvo su nombre, que el día y la noche seguirán siendo los mismas, que los recuerdos nunca se escapan de la memoria, que la felicidad tiene nombre y es no olvidar nunca el pasado.
Y porque ellos, buenos conocedores de cada rincón de estas sierras, se merecen el reconocimiento a esa permanencia en la tierra que les vio nacer, que mantienen día a día y que no quieren abandonar porque allí reina la tranquilidad que al fin y al cabo es de lo que más escaseamos. Se puede ser feliz renunciando a ese abanico de ofertas que te meten por los ojos y que son solo humo, porque la felicidad está en salir a buscar setas, en plantar el huerto, en charlar con los vecinos o en mi caso, en ayudarme a encontrar estas cortijadas que casi hundidas aún siguen siendo bellísimas.
Desde Plañel parten algunas rutas que harán las delicias del senderista. No olvidar que allí cuentan también con una afamada panadería y sobretodo que sus paisanos son encantadores y podrán aconsejarte qué visitar. No olvides que si hay que quitar tiempo al tiempo es para ganar amigos.
Solo quiero hacer un inciso, esta entrada es el resultado de dos deliciosos días por estas cortijadas, la sencilla historia de un empeño, el mío, por dar con ellas, sin mapas, saliéndome de las rutas, con la única indicación de que entre ellas existía una conexión, esos caminos que las unían, algunos apenas perceptibles.Todo hubiera sido más fácil si por ejemplo hubiese cogido desde Rincón Cabero el GR 66 que permite conectar este apartado cortijo con Majalasmozas. Habría salido una ruta circular ideal para cualquier senderista pero me dejé llevar por ese encanto que aún mantienen los bancales que con tanto esfuerzo se realizaron, a través de ellos y observando la diversidad de los árboles antaño plantados pude acceder a algunas de ellas. Solo me dejé una sin visitar, precisamente la más visible desde Plañelejo y Las Conchas. Puede que haya sido un acierto haber dejado de lado a Las Parideras, ya tengo una excusa para regresar.
Esta es la bien cuidada plaza de Plañel, donde se celebran las fiestas del Sagrado Corazón de Jesús el 18 de agosto.
Aún se mantienen en uso los antiguos hornos vecinales.
Y las acequias para regar los numerosos huertos.
Ya en la carretera que conduce a Arguellite, encuentro un primer desvío a la izquierda, desde aquí se accede al GR 66. Unos metros más adelante, este cartel me indica que voy a entrar en un camino histórico, se trata del Camino Real que conducía a Yeste y que entre bancales ya abandonados me irá mostrando una serie de cortijadas en ruinas, las que conforman el valle del arroyo de Plañelejo.
Un camino en suave ascenso continuo entre pinos, olivas y almeces.
Una densa vegetación que trata de ocultar la sierra de Gontar que se eleva al frente.
En un claro surge este balcón natural de una belleza excepcional. En el centro, pide protagonismo Plañel.
El primer cortijo que me saluda es el Batán, ahora tiene de inquilinas varias colmenas.
Siempre hay acuerdo en las formas, que mejor concordancia que ser ruina y montaña.
Perales o manzanos, la disyuntiva es un acertijo. Al fondo veo por primera vez Las Parideras.
"Los últimos en abandonar el valle fueron Marcelino y su esposa, de Las Parideras de Arriba".
"Los últimos en abandonar el valle fueron Marcelino y su esposa, de Las Parideras de Arriba".
En el Batán intento pasear sin molestar a las abejas, solo pretendo asomarme a la puerta, llena de piedras y pinos.
Las prímulas o primaveras adornan el campo con su delicada sencillez.
Este sencillo pozo del que no cesa de escaparse el agua será el único manantial que me encuentre.
Si sigo las marcas del PR tendría que desviarme a la derecha justo desde aquí, pero he visto cerca otro cortijo que llama mi atención.
Su nombre, Las Conchas, entre juncos, praderas que antes fueron eras, higueras y romero en flor, se encuentra emplazado.
Desde aquí puedo ver a la izquierda las ruinas de Plañelejo y a la derecha, Las Parideras.
Y encuentro estas sencillas andas, imagino que para trasladar con facilidad algo de peso.
Intento buscar su fuente, puede que esté oculta entre los juncos.
La primavera rompe con estallidos de blanco. Las abejas se deleitan de flor en flor.
Las puertas dejan escapar las diversas capas de colores que intentaron mostrar una apariencia nueva.
Regreso sobre mis pasos, toca visitar Plañelejo. El acceso es una rambla tamizada de acículas y piñas que se quedan atrapadas en su trayecto.
Miro hacia Las Conchas e intento comprender el porqué se establecieron tan cerca unos de los otros.
En Plañel me habían dicho que no me equivocaría con Plañelejo porque allí sigue floreciendo una gran morera tumbada.
Paso junto a ella, es maravilloso comprobar como hasta del tronco surgen los primeros brotes de la primavera.
La senda continúa entre higueras y almeces.
"El cartero venía de la Cuesta de Yecar y subía hasta las aldeas si era necesario".
"El cartero venía de la Cuesta de Yecar y subía hasta las aldeas si era necesario".
Y paredes que muestran silenciosas las señales inequívocas de que hasta aquí llegó la luz eléctrica.
"A todas las cortijadas del valle se las conocía como Plañelejo. Pero es la de la morera tumbada la que realmente se llama así.
En los años 80 se fue marchando la gente. Lo que resulta más difícil de entender es que fuese justo cuando les trajeran la luz."
Yo también abandono Plañelejo pero en sentido contrario, como si mi reloj, parado por un golpe a las 9.45, no quisiera que el tiempo siguiese su curso.
Y es ahora cuando en este camino arrancado a dentelladas a la madre roca, voy conociendo más a sus gentes. Esta senda que a su vez es rambla para ir recogiendo las aguas de escorrentía.
Llego a La Tenadica. Otra aldea que se levanta entre los pinos. Entre estos árboles que siempre me impiden ver lo que esconde el bosque.
Me alejo de ella por un espolón que asoma sus fauces hacia el arroyo Plañelejo que discurre muy abajo, ni siquiera puedo verlo aún.
Y ahora intento imaginarme cada casa con su recién estrenada luz.
Romeros, retamas, mejorana...acompañan a las piedras en ese balcón espléndido.
"Al médico había que ir a buscarle o a Yeste o a Las Juntas. Recuerdo como mi madre me contaba como, con un año, me llevó en brazos tantos kilómetros para que me atendiese", me dice Julián.
"Al médico había que ir a buscarle o a Yeste o a Las Juntas. Recuerdo como mi madre me contaba como, con un año, me llevó en brazos tantos kilómetros para que me atendiese", me dice Julián.
Las cuadras siguen a la espera, se han tomado su tiempo.
Ese tiempo que permanece como el trenzado de una cuerda.
"Durante unos 4-5 meses todos los hombres del valle partían para Soria a trabajar en los pinos. En las aldeas quedaban las mujeres con los niños. Ellas trabajaban la tierra, cuidaban de los animales y criaban los hijos. Ellas solas."
Desde La Tenadica, siguiendo las indicaciones de los postes de este precioso sendero, se llega hasta la cascada del Torilón. Este camino ya lo hice hace dos días pero hoy quiero ser un habitante más de estas cortijadas y me adentro por este bosque cerrado, bajando entre bancales arrancados con muchísimo esfuerzo a esta tierra, me lanzo a buscar...
La Tobica que entre frutales me regala de nuevo una bella estampa.
Y un habitante me saluda desde su puerta.
Piedra y cal. Restos de tejas de un tamaño inusual. Puertas que yacen tumbadas al sol...
Bancales, estrechos e inamovibles, que si pudieran me hablarían de esfuerzo, de entrega.
Y el lavadero con vistas. Me contaría de los turnos para entregarle la ropa.
Es el segundo laurel que me encuentro en el valle. De propiedades digestivas, culinarias y como aceite para curar esguinces. En algunos lugares se plantaba cerca de un cementerio.
"Las fiestas, los entierros eran en Plañel, había que ir a buscar al cura Angel Vergara hasta Yeste, en caballerías".
"Las fiestas, los entierros eran en Plañel, había que ir a buscar al cura Angel Vergara hasta Yeste, en caballerías".
Un espino tratando de impedir que alguien se lleve esta cacerola. Los objetos forman parte del paisanaje y ahí deben quedar.
Veo ventanas pequeñas que cierran al frio el paso.
Y la comunión entre distintas especies arboreas, en este caso un almez, muy abundante en esta sierra por su utilidad para fabricar horcas y mangos de herramientas agrícolas, y las parras que adornarían fachadas y regalarían en septiembre su dulce cosecha.
Detalles que quedan para ser estudiados por la naturaleza en su forma humana.
En las eras, las olivas, los manzanos, los granados, las nogueras, las higueras...siguen creciendo ajenos al mundo exterior, al que no entiende lo que es la tranquilidad del monte, al que no sabe nombrarlos.
"Era muy habitual celebrar un San Antón en estas cortijadas. Era un ofrecimiento que se hacía como agradecimiento por un favor concedido o una buena cosecha recogida...Hasta dos se podían hacer en un mismo día. Una ocasión especial para reunirse en una fiesta en la que no faltaban ni las palomitas de maiz, ni la cuerva ni la "paloma" (agua con anís), ni por supuesto el baile".
"Cuando fallecía algún paisano, para acudir al velatorio, íbamos con candiles por estos difíciles caminos hasta su casa"
Es hora de regresar, aún me faltan dos cortijadas. Me acompañan el romero en flor, las jaras con sus primeros capullos, la mejorana que acaricio con la mano para intentar atrapar su olor.
Desde La Tenadica tendré que subir monte a través para alcanzar el cortijo más retirado.
Iré ascendiendo entre bancales que muestran olivos que ya no saben de podas.
Con muchísimo esfuerzo y sin referencia consigo llegar a Majalasmozas.
Montañas que hacen de su emplazamiento el lugar abandonado más bello de este valle. Al otro lado queda Rincón Cabero, habitado y con fuente lavadero, un enclave magnífico.
Eras y más eras, no recuerdo el número de ellas que tuve que atravesar para acceder a las casas.
Hay dos núcleos distintos de edificaciones...
...éste que se conserva en peor estado aún muestra vestigios del pasado.
La roca forma parte de las viviendas.
Una delicia pasear por estas altitudes.
"Entre los años 60-80 unos 30 niños iban al colegio de Plañel".
No hay encinas más añosas que las de aquí. Ellas, junto a la roca y las viviendas forman un conjunto inigualable.
Aquí se puede observar un canalón hecho de cemento.
Junto a la vivienda principal, una dependencia con uso ganadero probablemente.
El mejor balcón de la sierra, entre dos grandes nogueras y al fondo Plañel.
Sin duda un buen lugar para apartarse del mundo.
Me alejo poniendo distancias que luego añoraré.
El descenso me trae problemas, me pierde el bosque en su empeño de no dejarme partir, tras una intensa huida hacia abajo doy con las casas de La Tenadica.
Y vuelvo a empezar pero esta vez por el final. Las sendas lineales te devuelven lo que antes no has visto.
Y ahora las nubes quieren regalarme postales de este valle para que nunca lo olvide.
Para que recuerde que debo regresar, que el horno seguirá en pie...
Que habrá que recoger las granadas, las uvas, las manzanas, las peras, las aceitunas...
Que estas casas alguna vez volverán a ser encaladas.
Que de las piedras caídas se podrán reparar otras viviendas.
Recordaré que todas las aldeas miran hacia Plañel.
Que los caminos tortuosos son las mejores carreteras. No permiten el paso de vehículos pero si de caballerías.
"Aquí se vivía de sembrar judías, patatas, panizo, tomates, de las olivas, de los frutales. Y de las ovejas y cabras."
Casas que se resisten a perder el último aliento, el del recuerdo de sus moradores.
Cielos que atormentan alejándonos de lo que no vivimos pero que intentamos aprender porque el pasado es siempre más constructivo que el presente.
Antes de irme, me cuesta alejarme, me quedo a descansar en Las Conchas y a preguntarme que árbol será el que ocupa toda la atención en su era. Un cerezo, pensé. Luego me dijeron que es un albaricoquero.
Y los detalles me vuelven a salir al paso como para demostrarme que sigo viendo a medias.
Desde el Batán ya casi todo es nube y montaña. Las ruinas se van anulando, empequeñeciendo, como queriendo ser compactadas en un sueño.
Y en mi fuente y en mi plaza vuelvo a reencontrarme con mis nuevos amigos. Otro día saldré desde aquí para iniciar un nuevo paseo.
Os imagino en las tardes de verano, sentados junto a la fuente y el plátano de sombra, ya con su enorme copa, resguardándoros del calor.
Os imagino en las tardes de verano, sentados junto a la fuente y el plátano de sombra, ya con su enorme copa, resguardándoros del calor.
Marzo 2017.
Mi agradecimiento a Julián Garcia y a Antonio Rodriguez por dedicarme su tiempo, por hacerme entender lo dura que fue la vida diaria en estas cortijadas, por mostrarme esa larga lista de rincones que aún me quedan por visitar desde esta bellísima aldea de Plañel.
Yo también quiero dar las gracias a Julián García y a Antonio Rodríguez, porque han sido el acicate final para que te decidieras a seguir publicando este blog. Otro viaje más hacia la poesía, hacia la naturaleza, hacia la paz y la tranquilidad de las sierras. Magnífico reportaje este, que además ha significado el que, tras una cortísimo periodo de abandono, hayas vuelto a deleitarnos con tus fotos y tus textos. Me alegro mucho. La plaza de Plañel, tan sencilla como original y bella, es un buen lugar desde el cual comenzar de nuevo el sendero de la serenidad de los paisajes que nos muestras. Seguimos subyugados. Bienvenida. Un abrazo y gracias una vez más.
ResponderEliminarGracias a ti, amigo, por tu apoyo y por la reprimenda que me echaste. Te comenté que no tengo tiempo libre para ésto pero se lo robé a las horas de sueño. No he repasado la entrada aún, espero no haya quedado mal.
ResponderEliminarLo mejor, estas gentes de Plañel y ese buen rato que pasamos sentados junto a la fuente, escuchándoles y aprendiendo de sus emotivos recuerdos. Un abrazo.
¡Buenas andarina!, primeramente gracias por haber retomado de nuevo tu blog. Veo por la descripción que nos haces de esta nueva entrada, que has disfrutado de lo lindo. La verdad que el que tiene la suerte de andar por estas sierras de Dios, se impregna de una naturaleza que le hace olvidar muchas de las maldades que nos rodean en este mundo. Tú sigue publicando todo los que vez, que nosotros le pondremos olor al campo que nos describes y nos emocionaremos a la vez tuya.
ResponderEliminarUn saludo. Miguel Mesa
Gracias Miguel, me ha gustado lo de que "pondremos olor al campo", algo que nunca se podrá captar con una cámara. En estos caminos había abundancia de romero en flor, de jaras pero sobretodo de mejorana, ya sabes de ese olor único de esta planta cuando se roza con los dedos. Ahora es precisamente cuando el campo está subido de color, aunque yo prefiera el otoño. Pero es totalmente aconsejable aprender de la naturaleza cuando se viste de primavera. Un abrazo.
ResponderEliminarDecir que me alegra tu vuelta no expresa lo que he sentido cuando he comprobado que realmente estabas de nuevo
ResponderEliminarmostrándonos tu trabajo de campo , con la misma frescura de imágenes y comentarios a la que nos tenias acostumbrados .
Quizá sea egoista por mi parte pretender animarte a seguir con este trabajo , que no dudo que es una sobrecarga añadida al que ya tienes , pero, ¿ como te vas a guardar para tí sola tanta belleza? ¿como no nos vas a enseñar que todavía queda gente linda por esos lugares perdidos, esa gente que nos reconcilia con el mundo?
Debías volver y has vuelto, para mostrarnos, con esa forma tan peculiar que tienes ,ese otro mundo que está ahí a unos pasos de nosotros . Un mundo paralelo a ese otro de prisas y codazos; un mundo, en el que todos los dias son iguales porque hemos dejado de percibir las cosas maravillosa que ocurren a nuestro alrededor
cada vez que el sol cruza por encima de nuestras cabezas.
Hay muchos blogs sobre senderos, rutas y paisajes, pero no hay tantos en los que se ponga el alma los sentimientos y esa suerte de prosa poética que le da esa fuerza .esa belleza. Así que ,querida , Gracias por el regalo de tu vuelta . ¿Consejo? Dosificaté,cuidaté,vé a tu ritmo , pero no nos dejes
Siempre he creído que en cada uno de nosotros existe ese "mundo paralelo" que tan acertadamente mencionas, el que nos permite desconectar de lo que nos agobia, de lo que nos entristece, de lo que rechazamos. Ese "mundo" que nos acompaña, no es perceptible a veces por los demás, por suerte, es el que creamos cuando siendo niños nos dejábamos llevar por la magia de los cuentos. Para los que aún creemos que en realidad la fantasía no se quedó anclada en algún rincón apartado de nuestra mente, para los que aún levantarse cada día, aunque suponga un duro esfuerzo, se acompaña de un aliciente por esperar lo que nos depara el devenir diario, para éso o por éso puede que merezca la pena seguir caminando por este mundo que sabemos manejar bien entre los límites difuminados de lo que es y de lo que queremos que sea.
ResponderEliminarHay algo en estas aldeas que recuerda a ese cuento que leíamos, algo lo bastante sano, algo ideal, algo simplemente limpio que nos devuelve la esperanza, nos hace olvidar los problemas...es sencillamente como dar una vuelta y regresar a los primeros pasos que dimos cuando aún nos estaban enseñando a caminar.
Te aconsejo salgas fuera aunque sea cerca, hay tantos detalles que dejamos de observar y están ahí para ser admirados, para brindarnos una acertada inspiración y renovarnos en la justa medida. Y además podemos conocer gentes que son admirables. Como siempre, muchas gracias por tu bellísimo comentario y disculpa que con esta respuesta me haya ido por las ramas, es lo que tiene la primavera. Un abrazo.
Maravillosa entrada has tenido en tu rentrée después de esta pequeña excedencia que has cogido.
ResponderEliminar¿Cuantos años hará que nadie se ha detenido delante de estas sencillas y olvidadas cortijadas para escuchar lo que casi nadie quiere escuchar?
¿Cuantos caminantes habrán pasado junto a sus ruinas sin dedicarlas siquiera un par de minutos a observarlas con detenimiento?
Sus piedras, sus tejas, sus puertas, sus ventanas te han hablado de un modo de vida duro y difícil. Del aislamiento padecido y de la lejanía de todos los servicios. De que era una vida muy sencilla, mucha armonía entre las gentes, pero de que el futuro no estaba en seguir allí porque nadie se acordó de ellos. El progreso como en tantos lugares pasaba de largo.
Pero te han dicho que tienen alma todavía, que tienen memoria, que los que allí habitaron andarán desperdigados por Barcelona, Valencia u otros lugares, y que en algunas reuniones familiares cuando la conversación derive hacía la nostalgia y la añoranza saldrán a relucir los nombres de Plañelejo, de La Tobica, de La Tenadica, de la escuela de Plañel, de la emigración temporal a tierras sorianas, de la fiesta en honor a San Antón, del médico de Yeste, de Marcelino y su esposa por pasar a la historia de las cortijadas de Plañel como los últimos guardianes de un conjunto diseminado que agonizaba.
¡Que tiempos aquellos! murmurará alguno entre medias de la conversación.
Y así entre fugaces viajes al recuerdo seguirá manteniéndose viva la llama de Plañelejo.
Tu has aportado tu granito de arena (un enorme grano) a que lo que antes quedaba reducido al ámbito de una conversación entre familiares o paisanos ahora todos lo podamos conocer y mirar estas sencillas cortijadas de otra manera.
Preciosa la manera que has hecho de intercalar el presente (lo que tu ves) y el pasado (lo que fue) en los pies de foto.
Ante semejante belleza de lo que muestras en esta entrada es imposible abstraerse de dejar un comentario.
Me ha encantado porque como buen enamorado de las ruinas, has sabido darlas un gran protagonismo, con vista panorámica de cada cortijada y con numerosos detalles arquitectónicos o decorativos de cada una.
Si las entradas que vendrán más adelante son como esta, ¿como ibas a cometer ese sacrilegio de privarnos de compartir tu diario?
Enhorabuena Rosa por semejante trabajo.
¡Que tiempos aquellos! diría alguien. Pues eso.
Un cordial saludo.
Aquellos tiempos que nombras tienen en común, para los mayores que me encuentro en mi camino, el que continúan recordándolos con nostalgia, esos tiempos de privaciones donde casi nada se tenía en propiedad, donde se compartía, donde se sufría pero a su vez también deparaba alegrías, tienen en común la unión de aquellos que lo vivieron. Es ese recuerdo el que ata y une lazos, el que mantiene la esperanza de que si se pudo llegar lejos con casi nada a tu alcance, qué sentido tiene que ahora nos rodeemos de tantas cosas imprescindibles ante los ojos de aquellos. Aún sigo caminando y no he encontrado a nadie que me diga que ha dejado de echar de menos aquella vida de privaciones pero a su vez de alegrías. En esta balanza que a veces se nos pide mantengamos en equilibrio, puede más el peso de los recuerdos que un presente manchado por la falta de conciencia. Puede que se hayan perdido tantos valores que antaño eran fundamentales, que ahora solo sean una página más en un libro que aún no se aprende en las escuelas ni en el día a día de algunos hogares. Y lo digo como madre porque yo también fui hija.
EliminarPrecioso comentario me dejas, sabes que no puedo estar a tu altura, nadie como tú para mostrar lo que el pasado nos legó.
Las ruinas y su entorno son el mejor de los libros donde debemos volver para conocer a los que de verdad marcaron nuestro camino. Muchas gracias. Un saludo.
Gracias por volver a coger el aire que mueve los ecos de antaño y soltarlo en el teclado. Es hermoso que acompañes las imágenes con el testimonio de quienes vivieron ahí y compartas fotos de lo que ya es arqueología.
ResponderEliminarUn abrazo.
No siempre tengo la suerte de encontrarme con gentes que vivieron por donde paso y mira que lo intento. Pero las soledades están hechas de silencio y despedidas. Los despoblados están así porque ya nadie poda, nadie siembra, nadie los habita. Están vacíos pero te aseguro que si te quedas a pasear por ellos durante un buen rato, acabas llenándolos de nuevo. Gracias por tu poético comentario.
EliminarHola Rosa Cruz.
ResponderEliminarBienvenida de nuevo tras este pequeño paréntesis que has tenido.
Habrán sido días de bastante indecisión. ¿Sigo? ¿No sigo? ¿Para qué? ¿Hasta donde? ¿Que saco con esto? ¿Me satisface realmente?
Habrás calibrado bien todas estas interrogantes y has decidido que merece la pena seguir. Tienes mucho que mostrar y compartir.
Creo que somos pocos pero somos un grupo fiel de seguidores tuyos que seguimos con interés tus excursiones. No nos sentimos defraudados en ninguna y somos tu sombra en todas tus caminatas. Compartimos tus conversaciones, tus sensaciones, tu tristeza, tu melancolía, tus percepciones ante lo más nimio, tus temores cuando estas desorientada con los caminos, tus emociones ante lo que te llama la atención, tu regusto amargo ante lo que te desagrada.
Bonita entrada para retomar de nuevo el blog. Un precioso paraje de mi tierra, el cual no tengo el gusto de conocer.
Si la última entrada se llamaba "Un lugar para perderse", esta se debería llamar "Un lugar para perderse II", tal es la sensación de soledad y de tranquilidad que rezuman las fotografías que muestras, acompañadas de las frases justas para identificar cada sitio.
Memorable las conversaciones que pudiste mantener con los lugareños. No se quien disfrutaría más si tu escuchando o ellos hablando de sus recuerdos.
Son situaciones muy gratificantes. De las que te hacen ver lo bonito que es aparecer allí donde no llega nadie, donde miran con cara de asombro y expectación cuando ven aparecer a un caminante y donde se vuelcan en conversar con el recién llegado.
De alguna manera lo que haces con estos encuentros es conocer el pueblo o aldea que has visitado por dos veces. Una cuando estás in situ en el lugar y otra cuando las gentes te van contando entre recuerdos y vivencias la vida cotidiana del pueblo.
Mis mejores saludos para ti.
Cuesta seguir a pesar de tener aún tantas cosas que contar, tantos lugares que mostrar, quizás lo más difícil sea volver a recordar lo que se vio y merezca más la pena ir sacando entradas de lo que ahora estoy disfrutando, por la cercanía de los recuerdos, porque es un ejercicio, a veces muy complicado, tener que retroceder en el tiempo e ir caminando a través de las fotografías y desenterrando lo olvidado. Sí, mi memoria está de "capa caída", debe ser el insomnio el que la mantiene en esas deplorables condiciones, de ahí que merezca la pena regresar al pasado en todos los sentidos, por mantenerme activa en esos momentos que jamás debería dejar perder. Aún me queda mucho que mostrar pero aún sigo dándole vueltas a si merece la pena mostrarlo cuando me veo como un espectador y me pregunto si merece la pena viajar conmigo cuando a veces doy tan pocos detalles de cómo acceder a estos lugares y éso es quizás lo que más importe a los que me leen.
EliminarPero me maravilla comprobar que aún tenga seguidores a pesar del paréntesis, a pesar de las dudas, a pesar de que sigo pensando que mi blog tiene poca calidad. Porque la acertada expresión que me hicieron de que es como un diario, que recoge mis sensaciones, es la que mejor define lo que hago, pero también puede aburrir y lo que es más importante, todo funciona gracias a una motivación y la mía es tan cambiante. Lejos quedan esos días en los que literalmente "me comería el mundo". Te das cuenta que es al revés, que es el mundo el que te engulle y no puedes evitarlo. Ahora tengo por delante una maravillosa primavera que muestra lo que busco con los colores de un arco iris permanente, tengo la opción de aprovechar estos recursos y desarrollarlos o de quedármelos para mi sola. Una anotación, le habría puesto como título:"Un lugar para reencontrarse".
Gracias por tu bellísimo comentario.
Rosa, el detalle de las andas en realidad se llaman angarillas y servían para acarrear piedras y otras cosas de peso. Gracias por tu reportaje, un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Antonio. Nadie mejor que tú para iluminarme en esa faceta que no aprendemos de nuestros mayores, porque nos queda lejos pero que forma parte del diccionario de esta vida rural que tanto disfrutamos.
EliminarUn abrazo.
Conozco esta Sierra y aunque sé la gente que la abandonado, me ha conmovido. Me gustaría tener veinte años y salud, para vivir mi vida en esos lares. Un reportaje maravilloso que llega a tu mas recóndito rincón. Gracias.
ResponderEliminarCada vez que puedo me escapo a esta sierra porque hay lugares que te recuperan. Aunque siga despoblándose, los que partieron no creo que la olviden. Los que llegamos de visita acabamos de alguna manera queriéndo ser parte de ella. Aquí nos unimos a los que marcharon, no queremos dejarla, haríamos todo lo posible por quedarnos. No hace falta tener veinte años, la gran mayoría de las personas que habitan las cortijadas y aldeas del término de Yeste, más de cien, son jubilados, ellos son los que las mantienen, a ellos debemos dar las gracias por lo que vemos y por su sabiduría y como no, por su grata compañía. La salud se recupera aquí, se lo aseguro. Muchas gracias por su comentario, un saludo.
EliminarSoy de esta aldea,he andado desde que tengo uso de razón con un rebaño cada uno de sus rincones,he conocido a cada uno de los vecinos que habitaban estas humildes casas, sé bien del sufrimiento,el abandono de las autoridades,casi hasta del hambre, también de la solidaridad entre estas humildes jentes,y por todo ello,pido respeto a ese pasado y a esos antaño vecinos, que tuvieron que irse con todo su dolor, para que por lo menos sus hijos tuvieran un futuro mejor.
ResponderEliminarDejemos de geolocalizar estos sitios,estas tierras,dejad vivir en paz a los que quedamos,dejad morir estos lugares con dignidad,y no como si fuera un parque temático,dejad que las heridas cicatrices.
Ante todo, disculpe que no publicara su comentario antes, pues hasta que no hago una nueva entrada no los pongo.
ResponderEliminarLo que usted dice lo conozco bien, no me es ajeno. No soy de ciudad, soy hija de una maravillosa cortijera que me enseñó a respetar y amar el campo, además de esos valores que hoy en día se van perdiendo, por lo menos así lo veo. Y estoy de acuerdo en lo que usted dice, porque lo he vivido, lo he escuchado y lo entiendo, por eso sigo trabajando en un pueblo, por eso trabajé en aldeas. Las cicatrices se curan de diversas formas, una de ellas es escribiendo.
¿Geolocalizar? ¿parque temático?, discúlpeme pero ¿dónde ve eso en lo que escribo? Si lo ha leído entero.
Siento que le haya molestado lo que he escrito, no puede gustar a todo el mundo, es importante que los comentarios sean sinceros y no siempre halaguen. Cada cual sigue su camino, el mío es observar, recordar y revivir, a mi no me gusta enterrar. Para mí Yeste y sus aldeas son algo muy especial, sobre todo por sus gentes.
Gracias por su comentario.