sábado, 11 de noviembre de 2017

DE LAS ESPINERAS DEL LEÓN AL ENCEBRICO. PATERNA DEL MADERA. ALBACETE.


Se libera al otoño en forma de postales, cuarteadas por el olvido, hojas de doble filo. Y es por ello que intento explorarlo, cuando arriba noviembre, cada año, en la provincia de Albacete a donde acudo para sentirme agasajada  por el paso de los sentidos. Son los colores los que nombran al otoño, los que anuncian su tránsito, su afrenta al verano y su esquivo lance al invierno. Busco en esta estación lo que no encuentro en las otras, una brutal melancolía que enciende algo en el interior de cada uno, éso que se oculta tras un extenso mapa de hojas y frutos descarnados, el latido de la tierra.
Hoy me pongo a prueba, no sé lo que dará de sí la inquietud cuando se enfrente al esfuerzo. No temo cansarme, siempre habrá alguna piedra para descansar.  Solo sé que al dolor se le vence si le coges la delantera. Las barreras las instala, a veces, nuestra mente para aislarnos de la realidad. Al final cuando acabe el recorrido y mire el reloj, habré comprobado que siete horas pasan deprisa, pero que también son una eternidad.





Una primera parada. Aquí decido a donde me dirigiré hoy. Mientras tanto asumo que cada viaje es primero niebla, luego la apertura en brechas por la luz, más tarde se acaba conociendo el paisaje, confrontándose al final con otros, para acabar formando parte de esas citas viajeras, con un repertorio de lugares que acogen, que acaban siendo libados por la sed del caminante. 
Quizás todo sea tan sencillo como esas nubes que ocultan las cimas. Padroncillo, Sarga, Padrón, Almenaras...entre otras, que alegan en su propio beneficio ser las más bellas de estas sierras.





Y Riopar el Viejo, pueblo-montaña, difuminado en la distancia. El Calar del Mundo al fondo.




Antes habré pasado por el desvío para subir al Almenara. Ahora,  una fuente de acículas se abre a la mañana.




Aparco el coche en un ensanche junto al poste de la ruta 
PR AB-23 que se dirige a Riopar, 5.020 km. me separan.




Los senderos Verdenace son la mejor de las opciones para mostrarnos la gran riqueza de estas tierras, desde Paterna se puede ir caminando a Bogarra, a Riopar, a Vianos, a Peñascosa...,hay tantas posibilidades, tantos motivos para regresar una y otra vez.




Pero hoy será el día en que los árboles sean nombrados los protagonistas de esta historia. Aquí un acebo en la umbría crece aislado.




Tras un breve paseo por la antigua carretera que unía Alcaraz con Riopar, me desvío hacia la izquierda siguiendo el sendero AB- 23  que me llevaría a Paterna, y un equilibrado banco me brinda la primera de las vistas que como postales me irá regalando el día.




El otoño siempre te alcanza y te compromete, mientras desbroza a los chopos, a las higueras, a los cerezos, a las nogueras...




El suave murmullo de las hojas que escapan, que llueven desde las copas-nubes de los árboles que se descarnan para aletargarse durante el largo invierno.




Pero el otoño también se llama descanso o murmullo, embiste a las hojas con  desoladora pasión. Borra las facciones de los caminos, invita a los huertos a un extenso reposo, entierra a las piedras como una imposible crisálida hambrienta de compañía.




Llego a Las Espineras del León, pequeña aldea que mantiene trazas de actividad ganadera.




Aquí todo son grandes nogueras que se prolongan por su calle cubierta de interminable espera.




No avanzo, me cuesta, las hojas me detienen, los límites me increpan que camine con prudencia.




Asciendo la ladera de enfrente donde se encuentra el depósito del agua y me dejo llevar, de nuevo,  por los suaves colores que destila el otoño.




Esos colores que ahora se llaman despedida y antes, anhelo.




Solo conozco un camino, solitario y vacío, solícito al caminante, proyectado desde el pasado, con los errores corregidos, con la incertidumbre como señera, con la fatalidad cegada. Como límite, los propios de cada uno. La vida se mueve entre esas líneas que te traza el camino, de cada uno depende el seguirlo, el retroceder o el salirse en el primer desvío.




Caminar a solas te invita tanto a reflexionar que a veces te descuidas y olvidas de qué medida está hecho el tiempo.
Retrocedo y cojo el desvío de la derecha que me acercará a Las Espineras.




Este rincón pertenece a los plátanos de sombra, es su reino, el peso de su sueño.




El silencio se interrumpe gracias al sonido de esta fuente que cercada impide calmar la sed.




Siempre que miro espejos de hojas, me invade una suerte de temores...




...como cuando camino por sendas flanqueadas por esbeltos corredores, aciagos límites que ensombrecen el apretado trazo.




Los cielos cambiantes juegan a desvestir el telón de cada escena. Espinos, genistas y cerezos se cuelan en primera fila.




Conforme me acerco a este cortijo voy apreciando esa peculiaridad de antaño, esa necesidad de autosuficiencia que predominaba en el día a día de las familias que aquí vivían.
Como la enorme mimbrera, salix fragilis, amarillenta, que crece junto a los frutales. Lo que me indica que probablemente ahí debió haber un manantial. De este bello árbol se obtenía el mimbre.




Manzanas frescas, en compota, en mermelada. Endrinos como planta medicinal y para preparar pacharán.




El gigante desnudo preside toda la escena.




Me he acostumbrado a estudiar los bellos despojos que la naturaleza siembra por doquier.




Y a reconstruir tejados para alimentar de nostalgias la piedra descarnada.




A delinear ventanas con los dedos extendidos. A mirarme dentro de ellas.




A devolver la funcionalidad a los hornos.
El olor de una hogaza de pan caliente enviciando de olores la tierra agostada.




Y he acabado blanqueando con cal las fachadas. He recogido nueces y he ido en busca de la piedra y su asiento, para despertar sonidos apagados con el lábil crujido de ese fruto tan preciado.




Y tú, calera, o quizás me equivoque, pero si así eres, también tuviste tu rincón en el tiempo.




Y el azul, siempre presente en cada casa, como un último trazo del pasado que no quiere dejar de serlo.




Y no podía faltar la era, apagada, hoy sin nombres que la trabajen.
Me alejo por una senda que asciende en suave inclinación.




Aquí me siento sobre una piedra engastada en el camino.




Vuelve el otoño a apoderarse de la luz que sale y entra con evidencia forzada.




Y acabo en el camino que antes veía desde mi atalaya deslizarse entre los pinos. Frente a mí, el Calar de Sorni a 1.600 m. de altitud, y a la derecha, semiescondida, la aldea de Las Espineras del León.




Pero hay distancias que se hacen como largos inviernos. Pero hay otras que se hacen llamar desánimos e irrumpen con demasiada frecuencia en nuestras vidas.
Me doy tarde cuenta de que no puedo continuar ascendiendo, si lo hiciera, podría haber llegado a La Lagunilla, desde aquí un camino a la derecha me habría llevado de nuevo a mi Encebrico y el de la izquierda, al Almenara. Dos opciones interesantes.





Ahora que regreso, que conozco el camino, mejor dicho, que nos conocemos, veo que el otoño sigue siendo el mejor de los motivos para viajar.




Ya en la carretera que va hacia El Batán del Puerto me sorprende encontrarme con este gran manzano, que esquiva mis manos alzadas.
Me detengo a pensar en esta triste realidad que es la sequía, y a ir enumerando todas aquellas fuentes que he visto secas en otras excursiones. Es curioso que la tierra aguante tanto, la producción de fruta y nueces ha mermado considerablemente, me pregunto si todo esto tendrá remedio.




"Cuéntale a tu corazón
que existe siempre una razón 
escondida en cada gesto
Del derecho y del revés
uno es siempre lo que es
y anda siempre con lo puesto
Nunca es triste la verdad
lo que no tiene es remedio"

Serrat.




Esta carretera, la AB-415, gracias a su mal firme, permite al conductor el pasar despacio y apreciar esa variedad de árboles que se desvisten cuando les sopla el otoño. Al ser muy poco transitada, camino por ella con el descuido de quien se asombra ante tanta belleza. Aquí, un viejo cerezo aligerándose de hojas.




Algunos se me escapan, mi ignorancia es tan grande como mi admiración.




El arroyo de Los Endrinales, ahora tan cerca del camino, se muestra intransitable para continuar el indicador del PR AB-24 (Paterna del Madera- Cañada del Provencio). Más adelante hay un buen paso con piedras.




Hoy es tarde para hacer este bellísimo sendero. Me quedo admirando El Toril, este barranco que se abre entre grandes farallones a la Sierra del Agua. Otro día será.




Mi camino se cruza más adelante con la continuación del 
PR AB-24.




¿Cómo no regresar al Encebrico?
.



Es un sendero precioso con un buen tramo aéreo pero que, sin prisas, se acomete sin riesgos.




Coincide, en parte,  con el GR 66-3.




Arribo al Encebrico. ¿Cuántas veces habré venido a verte?




Aquí hay encinas pero sobre todo nogueras.




Y hay una suerte de caminos que suben y bajan a la aldea, que te traen, que te llevan, que te dejan con el corazón anhelante.
Se agrieta el alma cuando el viento arrecia entre las viviendas pero al entrar en la senda, reina la calma que desoye las flaquezas.




Y los arces dan ese tono anaranjado que comparten con los cerezos. Y entre tanto color, el otoño se hace llamar Encebrico.




Solitaria la fuente de la Canalica, desde lejos anunciaba que la sequía se había adueñado de su cauce cegado. Aunque el arroyo sí que lleva agua.




Arces, retamas, cerezos, nogueras y encinas se despiden para quedarse, se alejan para acercarse...




"Y la vida siguió, 
como siguen las cosas
 que no tienen mucho sentido,
 una vez me contó, 
un amigo común, que la vio
 donde habita el olvido..." 

Joaquín Sabina.






El olvido sabe que el resto de sus días será solo la impresión que deja el humo en una vieja chimenea.




El olvido también se llama Encebrico.




Somos selectivos con la memoria, quizás porque nunca nos hemos preguntado cómo se trazan los caminos.




Son los robles los que alcanzan el protagonismo en este sendero, escasos pero únicos en su colorido.




Mientras desciendo voy pensando en que aún puedo quedarme un rato más, el otoño pasará fugazmente y arrinconará los recuerdos en fotografías digitales.




"Puedo escribir y no disimular
es la ventaja de irse haciendo viejo
no tengo nada para impresionar
ni por fuera ni por dentro..."




"...Lo que no llegará al final
serán mis pasos, no el camino.
No ves que siempre vas detrás
cuando persigues al destino"


Fito y Los Fitipaldis.




La vista sucumbe ante tanta majestuosidad, aquí un solitario fresno.




"Y quizá tarde o temprano
algún día pensarás
que yo solo quedo aquí.
Y cantaré solo,
caminaré solo
y solo continuaré"

Claudio Baglioni.





Cuando nos aislamos para detener un problema que nos atenaza, resultamos mucho más complicados que lo que hace un roble, crea agallas. Nosotros, no siempre.




Puede que seas un sauquillo, arbusto que crece junto a los arroyos. Elijo tu vistoso estampado para empapelar las umbrías de este cauce que llega a su fin.




Cuando todo acaba inexorablemente, con fecha cercana de caducidad, siempre me pregunto el porqué los que me rodean se empeñan en que no debo salir, el peligro está afuera, me dicen. Y yo les digo que también bajo nuestro techo, en el trabajo, en una esquina, en nuestro interior puede que algo salte en cualquier instante. Mientras, escucho el sonido del agua, con la incertidumbre de quien no sabe cuando regresará a estos confines albaceteños. El temor crece si lo cultivas. Solo sé que entre bosques y piedras está mi camino
Una vez recogidos los sentidos, subo al coche y escucho los 9.10 minutos de "Nothing to fear" de Chris Rea, un descanso merecido, sus acordes y voz acallan la melancolía.


"I feel your heat in dusty whispers
Siento tu calor en susurros polvorientos
The wind is cold around your moon
El viento es frío alrededor de la luna
It´s getting hard to keep our distance
Se hace duro mantener la distancia
I know your time is coming soon
Sé que tu tiempo está llegando
Don´t  point your dream on my horizon
No apuntes tus sueños a mi horizonte
Don´t take your rose too far from home
No lleves tu rosa lejos de casa
Please don´t forget we´re not each other
Por favor, no olvides que no somos el uno para el otro
Each soul has black thoms of this own...
Cada alma tiene sus propias espinas negras..."



Noviembre 2017.


Gracias a mi hijo por la traducción.

Esta entrada quisiera dedicársela a una gran persona, que de repente ha irrumpido con empuje y alegría en nuestro trabajo diario. Ha conseguido que las horas pasen deprisa, que los lunes sean el mejor día de la semana y que las despedidas, un breve paréntesis, un esperado reencuentro. Para Gema Pérez, gracias.




18 comentarios:

  1. Muchas gracias por arrastrarnos a este paseo que retrata la dificultad de nombrar con una estación a estos días, por hacer de la poesía la huella de tus pasos (esta vez acercándola a la música con un precioso cierre a la entrada), por hacer de los árboles los protagonistas, ya que desconociendo su nombre te rindes a su hermosura, y sobre todo por tus reflexiones: "Cuando nos aislamos para detener un problema que nos atenaza, resultamos mucho más complicados que lo que hace un roble, crea agallas. Nosotros, no siempre". Tal vez si las personas fuésemos robles seríamos mejores pero sólo somos de piel. Un fuerte abrazo.

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    1. Es la sabia estrategia del roble. Siempre nos enseñan más que lo que nosotros les ofrecemos, aprender de ellos es una de las intenciones de estos viajes. El domingo regresé y me rendí, como bien dices, ante un arce majestuoso. También pude comprobar la belleza del desfiladero del Toril y sentirme pequeña ante él. El otoño lleva el nombre de toda esta sierra, queda tanto por descubrir. Muchas gracias por tu incomparable comentario. Un abrazo.

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  2. Me he sentido abrumada y sobrecogida por tanta belleza, armonía y delicadeza, contenida en las imagenes y palabras. Gracias por ofrecernos tan grato paseo.

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    1. Siempre me acuerdo de que tenemos pendiente alguna excursión y no llega el día. Gracias que los paisajes continuan y nuestra amistad también. Nos vemos. Un abrazo.

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  3. Hola Rosa, te felicito por esta entrada tan preciosa y esas maravillosas fotos de otoño, con esos colores que anuncian la llegada de los días grises y fríos que nos traerá el invierno, cuando muchos se aletargan y muchas personas también.
    Tus comentarios nos adentran más todavía en esas fotografías otoñales haciéndonos ver lo que cambió el colorido con la estación anterior y nos recuerda ese verdor primaveral,esa alegría de los que despertaron de su letargo y es que parece un sueño como cambia la vida en un año.
    Esta entrada es la que más me gusta de todas, sin desmerecer todas las anteriores, también te digo que aproveches, ya que el invierno es muy frío para salir de casa.Un fuerte abrazo

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    1. Es un honor para mí el que vuelvas a comentar en este blog, sabía que te gustaría esta entrada, no solo por la proximidad, también porque tenemos carencia de otoños. Yo solo voy en busca de ellos. Muchas gracias. Un abrazo muy fuerte para ti y los tuyos.

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  4. Una vez más, maravillado ante tus fotografías que se alían con la belleza de tus textos para dibujarnos y pintarnos con toda intensidad los colores que cada año, nos trae el otoño. Tus pinceladas, delicadas y vigorosas a un tiempo, nos hacen ver con total claridad las características de una estación proclive a la nostalgia y al recuerdo. Tu ruta de esta nueva entrada, cargada de bellos paisajes, con tantos árboles como colores marca el otoño, nos aleja de la rutina diaria, de los pequeños problemas cotidianos, y nos adentra en esos bosques, iluminados por una grandeza, que solo la naturaleza es capaz de imprimir. Bueno, la naturaleza y tu, que en tus crónicas nos la transmites en toda su intensidad. Enhorabuena una vez más, y un abrazo. Gracias por estos paseos de alucinantes formas. Me voy a quedar, con un texto tuyo que me ha llegado profundamente, y es ese en el que dices que "cuando nos aislamos para detener un problema que nos atenaza, resultamos mucho más complicados que lo que hace un roble, crea agallas. Nosotros no siempre". Así es, y creo que deberíamos aprender en muchos momentos de nuestra vida de los robles, de su fortaleza, y de su magnífica manera de enfrentarse al mundo: creando agallas. Muchas gracias por esta nueva entrada, una vez más.

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    1. Este es otro de los lugares que me tiene robado el corazón y volveré cada vez que pueda. Al otoño le quedan muchas hojas que tirar y caminos que cubrir. Aquí hay bosques y piedras, al otro lado, amigos y seguidores, qué más se puede pedir. Un abrazo. Tus comentarios animan a seguir adelante.

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  5. Grande Rosa, que bonito paseo damos junto a ti en cada entrada.
    Gracias por dejarnos acompañarte en tus rutas y mostrarnos la belleza de paisajes, lugares y esos detalles que solo tú puedes encontrar y apreciar.

    Gracias Rosa.

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    1. Gracias a ti, me alegro que te haya gustado, ya sabes lo que tiene esta provincia, comparte tanto con mi Jaén, aquí me siento como en casa. Un abrazo.

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  6. Bueno Rosa a un que ya lo sabes todo, quiero por aquí también decirlo precioso todo incluido fotografías tan maravillosas, y poesía y todo lo que escribes ya sabes que me encanta y a Juan Antonio también Dice q eres única un abrazo de los dos.

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    1. Teneros como seguidores es un placer, sois maravillosos. Ya verás como pronto volveremos a vernos por el pueblo y Juan Antonio volverá a escaparse al campo y olvidar la clausura impuesta de un hospital. Un abrazo a los dos.

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  7. He conocido su blog gracias a otro que sigo y me ha parecido pura magia poder seguir sus pasos por una tierra que admiro. Le animo a seguir con su labor de caminante reflexiva.

    Un saludo de Elías.

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    1. La reflexión se apodera del caminante solitario siendo su mejor compañía, es su momento, dejemos que se libere y acabe conversando con nosotros mismos. Por ello siempre he pensado que para conocernos en profundidad es fundamental caminar. Gracias por su comentario. Un cordial saludo.

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  8. No sé si es admiración o envidia sana;pero cuando leo, y releo alguna entrada tuya,tengo siempre esa
    sensación rara,de que tú (como dirïa un cronista deportivo),juegas en otra liga.
    Mañana hace dos meses que estuve por esa zona,pues bien; exceptuando el impresionante paisaje que se observa desde Riopar el viejo,exceptuando los sugerentes y relajantes colores otoñales que daban los rayos del sol al atardecer a las hojas de los árboles; exceptuando el escaso ruido que hacia el pequeño hilo de agua al caer por el calar,y exceptuando también la visión de algún animal,que pretende ser salvaje, y que en esa zona da la sensación que está atado a una cuerda invisible y te lo van mostrando como atracción turística; yo apenas ví nada mas y tú con un simple paseo tienes para hacer un tratado de botánica, otro de poesía y si te descuidas otro sobre: Explendor del mundo antiguo.
    ¡Lo que yo digo, juegas en otra liga!

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    1. Con comentarios como éste me doy cuenta de que merece la pena seguir con estas inquietudes, con estas reflexiones. Cada camino es distinto, ante él, yo también soy distinta. Intento captar lo que ocurre a mi alrededor no solo con la cámara, quiero conseguir un acercamiento que solo se produce cuando intentas formar parte de la naturaleza, en la medida que cada uno pueda, porque aquí no valen permisos ni temores. Aquí solo sintiendo como cada instante fluye, puedes ser aceptada. Muchas gracias por tu bellísimo comentario. Un abrazo.

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    1. La pasión por el viaje y sus circunstancias es el mejor de los "trabajos", no agota nunca y conlleva la mejor de las recompensas, la ilusión por seguir, gracias por su comentario, un saludo.

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