VIANOS, UN PUEBLO EN UN ACANTILADO. ALBACETE.

 

"Villa con ayuntamiento en la provincia y audiencia terr. de Albacete (13 leg.), partido judicial de Alcaraz (1/2), ciudad g. de Valencia (40), dióc. de Toledo (36). SIT. en una meseta al pie de la sierra de Alcaraz, con buena ventilación y Clima frio y propenso á enfermedades agudas. 

Tiene 240 Casas; la consistorial; cárcel; escuela de instrucción primaria dotada con 1,800 reales; otra de niñas, cuya maestra percibe 540 reales; 2 fuentes de buenas aguas; 

una iglesia parr. (San Sebastián) servida por un cura y un sacristán. 

Confina el término con los de Alcaraz, Salobre y Villa Palacios, dentro de él se encuentran varias fuentes de buenas aguas; 

una ermita (La Asunción), y hasta 31 casas de campo, de las que se da razón en sus respectivos art. El Terreno bañado por el arroyo Angorrilla, es de mediana calidad; comprende buenos bosques poblados de pinos, carrascas, aceres, robles, fresnos, acebos y varias matas bajas. Caminos los locales; Correo se recibe y despacha en Alcaraz. Prod.: cereales, legumbres, hortalizas, maderas de construcción, leñas de combustible y buenos pastos, con los que se mantiene ganado lanar, cabrio, vacuno, caballar, mular, asnal y de cerda; hay caza de perdices, conejos, liebres, corzos y jabalíes.

Ind.: la agrícola, 6 molinos harineros y un batán. Comercio: esportación del sobrante de frutos, ganados y maderas, é importación de los artículos que faltan. 

Pobl.: 432 vecinos, 1,895 almas. Cap. Prod.: 9.814, 913 reales Imp.: 468,462"

Madoz.

Y es así como vio el autor a Vianos.

Pero ¿cómo lo veo yo?

Desde esa carretera serpenteante, magnífica, de ascenso a un puerto donde reposan las casas de Vianos, no hay nada que decir, sobrecoge desde el primer momento. Y más aún, el adentrarse por sus calles limpias, algunas sin salida, otras que bajan hasta el mismo abismo de donde nace el pueblo, los caminos que te alejan y que se ciernen sobre las montañas que pernoctan en su término, como el mismísimo Almenara.

San Sebastián, su iglesia, que bebe de la misma copa del gran Vandelvira y eso que sin verla por dentro, ya te subyuga.

Es un pequeño pueblo que en 2020 contaba con 329 habitantes.

Con una enorme posibilidad de rutas, solo la que permite asomarse a su bellísima estampa a través de diversos miradores merece la pena una visita.

¿Qué tiene Vianos que no tengan otros pueblos?

Su doble cara, de acantilado como un enorme castillo defensivo y alejándote, por el camino de la ermita, las llanuras infinitas que se quiebran pronto allí donde el río Angorrilla se hace bravo.

Hoy les mostraré qué esconde en el bosque cerrado que hace de confín a su silueta.

Pero antes busquemos la calle, la puerta de entrada. Es el inicio de esta primera ruta por el Vianos fiero; el llano que, amesetado alrededor de su iglesia, pervive en el tiempo, dejémoslo para otro momento, y así marcaremos una ruta, entre otras, de callejear en busca de rincones, plazas, de fisgonear el sol sobre las mejillas de ventanas abiertas.

Veámos:

Una que siempre va en busca de macetas y miradores, se topa, sin saberlo con un rincón precioso.

Y para que ustedes entiendan la magnitud, en sentido emocional, de este descenso al que me veré atraída, vean en la siguiente fotografía la línea que trazada entre sus cantiles va en busca de ese edificio, que primero lo pensé como molino que ya no maquila y que sin embargo era algo muy entrañable, pero eso, y discúlpenme los lectores, será para otro día, el tiempo me limita y no es hora de correr, el paseo merece la dedicación adecuada.

Es lo que tiene Vianos, te detiene cada instante con esa cadencia de la buena música.

Ya estoy aquí de nuevo, ante un mirador que parece un balcón andaluz, donde una añora y se deja llevar por el recorrido de los recuerdos.

Alguien se ha permitido dejar una señal para que no lo olvides.

Y la senda comienza a desplegarse como un abanico donde todas las artes, desde la horticultura hasta la etnografía tienen cabida.

Hasta que se bifurca, a la derecha un mirador, una casa cueva y un rincón intrincado que te devuelve a las calles de Vianos.

Pero me decanto por la senda que por la izquierda se hace barranco y abismo. Y dejo de fotografiar porque el objetivo, a través de la mirada, vuela muy alto.

O se torna vértigo.

Hasta donde es posible, la montaña siempre gana, me dejo vencer.

Y llegado a este punto, unos minutos deliciosos de subidas y bajadas, me doy cuenta que he perdido el norte, no sé por dónde acercarme al edificio que bebe sus sueños del abismo.

Pero como quiera que soy tozuda y no me doy por vencida, justo en un requiebro de la senda donde el agua ha profanado su firme, entre espigadas hierbas se encuentra mi destino.

La naturaleza ha vuelto a hacer de las suyas y ha recuperado lo que le pertenece.

Y acabo mi ruta en un lugar encantado donde un lavadero, bellísimo, olvidó, si remisión, para qué era destinado.

Y fue aquí donde más me detuve, donde de golpe, se alojaron vivencias y añoranzas.

Y no fue posible recorrer tu perímetro porque el bosque te estaba engullendo discretamente, como si hubiérais pactado un toque de queda a la espera de que lienzos de ropa se amontonasen sobre tus descuidadas entrañas.

Retomé tus cuestas, Vianos.

Tu senda de cuento.

Tu catálogo de olores y tus huertas chiquitas, apretadas.

Y volví al punto de inicio.

Y a lo lejos creí reconocer mi casa.

A Juan José y Pablo por su afán de conocer mundo y porque quizás alguna vez vendréis aquí.

Mayo 2021.